Hollywood se disculpa públicamente con mujer que leyó el discurso de rechazo al Oscar de Brando

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La Academia de Hollywood pidió disculpas públicas a Sacheen Littlefeather, la mujer perteneciente a un pueblo originario que en la gala de 1973 leyó el discurso de rechazo de Marlon Brando al premio Oscar, por los agravios recibidos esa noche en el recinto y en los días siguientes a través de diversos medios de comunicación.

“El abuso que has soportado por tus declaraciones ha sido inmerecido e injustificado. La carga emocional que has tenido que sobrellevar y el precio que ha supuesto para tu carrera en nuestra industria es irreparable. Durante demasiado tiempo, el coraje que mostraste no ha sido reconocido. Por ello, ofrecemos nuestras más sinceras disculpas y nuestra sincera admiración”, dice el texto firmado por el presidente de la Academia, David Rubin.

Littlefeather fue la mujer que en la ceremonia de los Oscar de 1973 subió sorpresivamente al estrado en el momento en que se anunció que Marlon Brando se había adjudicado la preciada estatuilla al mejor actor por su memorable personificación de Vito Corleone en “El Padrino”.

Con sus vestimentas típicas y acompañada de un grupo de personas de su comunidad, la mujer, que tenía 26 años en aquel momento, leyó un discurso en nombre del actor en el que explicaba que no podía aceptar el premio por la manera en que Hollywood representaba a los nativos en la pantalla y por una represión que había sufrido días atrás un grupo originario en Dakota del Sur por parte de agentes federales.

Por ese motivo, la joven, que también era aspirante a actriz, recibió una silbatina por parte de un gran número de los presentes e incluso reveló que el actor John Wayne trató de agredirla. El maltrato público se extendió durante varios días en comentarios realizados en los medios de comunicación sobre lo ocurrido.

Casi 50 años después de que Hollywood le cerrara las puertas definitivamente, Littlefeather recibió un pedido de disculpas públicas que tomó con humor.

“Los indios somos gente muy paciente. ¡Tan solo han sido 50 años!”, comentó risueña al sitio The Hollywood Reporter al ser consultada.

Más allá de esto, el próximo 17 de septiembre se realizará un acto en el Museo de la Academia en donde Littlefeather hablará sobre el famoso incidente y la manera en que su pueblo es representado en los medios audiovisuales.

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“El Padrino”: medio siglo de un tanque impredecible que expandió las fronteras de su género

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(Por Victoria Ojam) Tiroteos icónicos, diálogos memorables y ofertas que no se pueden rechazar no lo son todo en el legado cinematográfico de “El Padrino”, clásico que este lunes cumple 50 años de su estreno de la mano de Francis Ford Coppola y que, contra cualquier pronóstico y a fuerza de determinación, trascendió los límites de su género y se convirtió en un símbolo que aún permanece vigente.

Es que su enorme huella en la cultura popular y figuras inmortales como el Vito Corleone de Marlon Brando no son accidentales. El marketing previo a su lanzamiento y los importantes galardones que reunió -entre ellos el premio Oscar- impulsaron al máximo las expectativas y la predisposición de las audiencias, cuando no existía el bombardeo publicitario que permiten las redes sociales ni el alcance del streaming.

Más todavía, esta historia, que explora el tema de la sucesión en una familia mafiosa de origen italiano en la posguerra, ostenta un puesto de privilegio permanente para la crítica global. Con un estatus que comparte con pocos -quizás superado por “El ciudadano”, de Orson Welles-, “El Padrino” siempre está a la cabeza de los rankings con el respaldo del público y especialistas por igual.

Télam, Buenos Aires, 18/11/2011 El cine digital, que avanza a pasos agigantados en las salas de todo el mundo, permitirá volver a disfrutar en pantallas locales de esa eminencia cinematográfica que fue “El padrino”, de Francis Ford Coppola, estrenada en la Argentina hace 39 años. Foto: Télam/cl

Se trata de un ejemplo de lo que sucede cuando los planos comerciales y artísticos dan como resultado una obra pionera e influyente, aunque su génesis estaba marcada por impugnaciones y sugería lo contrario: al borde del estallido o el fracaso constante y con un camino lleno de obstáculos, la producción se transformó en un verdadero tanque que nadie vio venir.

Eran tiempos de plena transición para la industria audiovisual estadounidense, después de décadas de sostener el famoso “star system” del Hollywood dorado que, para los contraculturales años 60, ya estaba en franca decadencia y frente a una ola de realizadores cultivados en escuelas de cine que disputaban el poder de los estudios.

Algo tardía, “El Padrino” cayó en esa tensión entre las nuevas y las viejas estructuras, puesta de manifiesto cuando Coppola, un treintañero de breve y modesta trayectoria, finalmente -y tras el rechazo de varios candidatos- se hizo cargo del proyecto.

La película venía con el sello de Paramount, uno de los titanes del rubro, cuyos ejecutivos tenían planes muy claros para la adaptación del libro homónimo que Mario Puzo publicó en 1969. Con el fantasma de sus recientes fracasos de taquilla, la compañía no estaba dispuesta a hacer grandes apuestas y chocó de lleno con un director cuya obstinación valió toda la pena.

“El Padrino” bien podría haber sido una trama situada en los 70 en la ciudad de Kansas City, pleno Medio Oeste de Estados Unidos. También podría haber presentado a Laurence Olivier o Anthony Quinn como Don Corleone; y a Warren Beatty o Robert Redford como Michael, el heredero perfecto. Podría, incluso, haberse sumado a la lista de filmes sobre la mafia que por entonces abundaban en estereotipos y repetían fórmulas chabacanas.

Coppola sabía lo que quería y no pensaba renunciar a sus deseos, cada vez mejor justificados por la creciente popularidad de la novela, lo que le aseguraba fondos y una discutida última palabra a la hora de seleccionar meticulosamente su elenco, sus equipos y el tono de la cinta.

Hoy evocada casi como anécdota, la labor no estuvo exenta de una tensión que dejó al cineasta muchas veces al borde de la renuncia o rodeado por “conspiraciones” de Paramount para reemplazarlo y resolver un rodaje que requería de muchos recursos.

Así todo, el panorama caótico del detrás de escena fue inversamente proporcional a lo que se vería más tarde. Y es que Coppola, liderando una troupe de intérpretes de categoría y creativos como el director de fotografía Gordon Willis, confeccionó una mirada nunca antes vista sobre la experiencia ítalo-americana y sus métodos de supervivencia en formato de Cosa Nostra.

Télam, Buenos Aires, 18/11/2011 El cine digital, que avanza a pasos agigantados en las salas de todo el mundo, permitirá volver a disfrutar en pantallas locales de esa eminencia cinematográfica que fue “El padrino”, de Francis Ford Coppola, estrenada en la Argentina hace 39 años. Foto: Télam/cl

Justamente, “El Padrino” no solamente presume una narrativa con un ritmo atrapante y los minutos justos para inquietar junto a tomas inolvidables. También fue la primera en desplegar ese abanico de costumbres y formas de vincularse de una generación descendiente de inmigrantes italianos que encontraron una manera de estar seguros en esa tierra hostil a través del crimen organizado.

Esa perspectiva dejaba muchísimo que desear a las historias casi burlonas protagonizadas por delincuentes de sombrero y sospechoso semblante que, ametralladora en mano, hacían de las suyas en los agitados años de la Ley Seca. Esta vez, el relato volvía más terrenal -con sus pasiones y múltiples dimensiones- ese mundo que se percibía como una ficción, mientras complejizaba el concepto de “sueño americano” tradicional.

Artífices de sangrientos episodios y de guerras clandestinas, los Corleone y sus enemigos eran al fin y al cabo familias hechas de abajo, con códigos internos y sentido de autopreservación, aunque eso incomodara la premisa blanca, protestante y ética del progreso característica de ese país del norte.

La imposición de Coppola en su quehacer, claramente habilitado por una corriente que modernizaba el cine con un mayor peso de la dirección, creó nuevos estándares y personajes del hampa de carne y hueso, con los que incluso es posible empatizar. La mala reputación que arrastraba Brando y la inexperiencia de Al Pacino no fueron impedimento alguno para trasladar esa tragedia a la pantalla con sensibilidad y cautivar a millones.

Su repercusión pronto multiplicó por diez la cantidad de películas que se estrenaban anualmente encabezadas por mafiosos ítalo-americanos, que antes de “El Padrino” ocupaban uno o dos renglones en el catálogo estadounidense. Y más importante todavía, introdujo un estilo y una forma de representar el universo criminal que lo legitimó como género y sentaría un precedente para la posteridad.

Por eso resulta casi imposible evaluar sin este antecedente otros títulos como “Scarface” (1983, de Brian de Palma), “Buenos muchachos” (1990, de Martin Scorsese) y la aclamada serie de HBO “Los Soprano” (1999), todos retratos poblados por conflictos morales y tiranos con sentimientos tan honestos como cuestionables que nunca fallan en tentar a las audiencias.

Ejercicio de equilibrio entre climas y matices por excelencia, “El Padrino” llegó medio siglo atrás para marcar una inflexión y elevar la vara artística de un género que pedía recambio y encontró su salvación en un cineasta con ideas que, al día de hoy y con cada visionado, se revelan tan frescas como siempre.

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