MOVIMIENTO AGRARIO

Homenaje a Pedro Orestes Peczak y luchadores agrarios

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Por Graciela Franzen, secretaria de Derechos Humanos CTA Autónoma Misiones, en el acto por el XX aniversario de los Tractorazos (9 de julio 2022, plaza 9 de julio, Posadas). La lucha de los agricultores misioneros comenzó con la injusta distribución de las riquezas.

En 1936, organizados, con sus familias, niños adelante, mujeres y más atrás los hombres, decidieron pacíficamente marchar desde las colonias del centro de Misiones hacia Oberá, para reclamar mejores precios a sus productos. Fueron brutalmente reprimidos en una Masacre de la que se hablaba en voz baja y se trató de olvidar, no solo las víctimas, también los victimarios, cuyos hijos aparecieron, 40 años después, reprimiendo en la última dictadura.

En 1970, en la misma zona, los pequeños y medianos productores  se vuelven a organizar en el Movimiento Agrario de Misiones, MAM, que movilizaba más de 5000 agricultores marchando a Posadas, cortando  rutas.

Muchas veces fueron escuchados, consiguieron algunos logros, otras veces reprimidos.

También en las provincias vecinas de Corrientes, Chaco, Formosa y norte de Santa Fe, se formaron, en esa época, las Ligas Agrarias.

Llegaron a tener un alto grado de discusión política ideológica, organización, conciencia de clase, solidaridad. Por eso fueron brutalmente reprimidos, como todos los luchadores sociales, políticos, gremiales, estudiantiles y religiosos en el país y en los países vecinos durante el Operativo Cóndor durante la última dictadura cívico militar. 

Nos pidieron que hoy (9 de julio de 2022) en este acto por los 20 años de los Tractorazos sea recordado uno de sus máximos dirigentes y fundador del MAM, Pedro Orestes Peczak.

Cabe recordar que toda esa organización y lucha fue posible gracias al acompañamiento de grandes mujeres como Cecilia Feltan, gran oradora en los actos; de Susana Benedetti, escribiendo sobre el trabajo y la lucha de las mujeres agricultoras en el “Amanecer Agrario”, Revista oficial del MAM; de la docente Susana Beatriz Ferreyra y la licenciada en Trabajo Social, Estela Urdaniz, que daban claridad y fortaleza a la lucha; de Lourdes Lange de Hippler y tantas agricultoras que participaban de las reuniones, marchas y actos. Todas ellas y muchas otras, pusieron su tiempo, claridad, fortaleza, acompañamiento en cada reunión, en cada acto, en cada reclamo. Fueron perseguidas, secuestradas, torturadas, asesinadas, desaparecidas.

Pedro Orestes Peczak, junto a Anselmo y Valdimiro Hippler, de Puerto Rico y Leoni, fueron fundadores del MAM; junto a muchos otros, les costó convencer a los agricultores, que aún tenían en la Memoria la Masacre de 1936. Con Juan Figueredo, hijo de colonos de Campo Viera, recorrían la provincia, viendo la situación de cada lugar. Juan, como docente de alma, mientras hablaban, sentaba a niñitas y niñitos en su regazo y los enseñaba a leer y escribir desde los cuatro años. 

Como secretario Adjunto de ATE, junto a José Ramos, Secretario General, cedía nuestras instalaciones para que se reunieran todos aquellos que querían organizarse.

En 1975, como Diputado provincial, en pocos meses hasta que llegó el golpe, presento más proyecto que cualquier otro con mandato cumplido. 

En cada municipio, el MAM organizaba Unidades de Base. Julio Benítez, en  Bonpland; Esteban Titus, Juan Peczak, Epifanio Acevedo y Pedro Tarasiuk, en Jardín América; Gerardo de Olivera, Adan Holot, Savino Mendoza y Adelino Ferreyra, en Aristóbulo del Valle; Rosa y Eliseo Baidoski, Pedro y Mario Andrujovich, Juan Chiplinski, Luis Benke, en Campo Grande; Argentino Almeida y Amadeo Ceferino Ramírez “Toto” Duarte, en Campo Viera; Eduardo Zurakoski, en Panambí, por nombrar algunos.

Todos ellos y muchos más fueron perseguidos durante la dictadura cívico militar. Podrían  haberse ido del país, como le ofrecieron a Pedro Peczak, pero decían: “¿Cómo vamos a abandonar a nuestros compañeros?”

De los más de 600 presos políticos en Misiones, la mayoría eran obreros rurales o agricultores organizados.

Al recuperar la democracia, sentimos la falta de nuestros compañeros detenidos y desaparecidos como Juan Figueredo, Luis Benke, Anselmo y Valdimiro Hippler, Estela Urdaniz; asesinados como Pedro Orestes Peczak, Susana Ferreyra y Julio Benítez.

La mayoría de los sobrevivientes, quedaron tan mal por las torturas físicas y psíquicas que murieron al poco tiempo de salir en libertad. Otros ya no se sentían con fuerzas para seguir luchando cuando se reorganizó el MAM. Cuando llegamos a los Tractorazos, en los años 2001 y 2002, únicamente  Argentino Almeida, Rosa y Eliseo Baidoski, de Campo Viera y Campo Grande, estaban presentes con sus viejos tractores; y en la Asociación de Pequeños y medianos madereros, AMAYADAP, el hijo de Pedro Andrujovich.

Por ello decimos: Memoria, Verdad y Justicia para todos los luchadores que nos organizamos para cumplir ese sueño, la utopía de “Un mundo mejor para todas y todos”.

30.000 compañeras y compañeros detenidos desaparecidos. ¡Presente!

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Reclaman mayor participación y democracia interna en el Consejo Provincial de Agricultura Familiar

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Desde el Movimiento Agrario de Misiones (MAM) manifestaron preocupación por la modalidad “poco transparente y participativa” con la que comenzó a funcionar el Consejo Provincial de Agricultura Familiar (COPAF), creado recientemente en la provincia de Misiones.

Por medio de un comunicado refirieron que a principios de mayo se concretó, de manera virtual, la primera reunión del COPAF luego de su constitución formal, que se materializó en la localidad de Salto Encantado el pasado 30 de marzo.

Recordaron que, en ese marco, desde la “Mesa de Organizaciones de la Agricultura Familiar” (MOCAF) propusieron dos cuestiones que consideran prioritarias: nuevos criterios para la elaboración del Reglamento interno de funcionamiento de dicho espacio, y un esquema de financiamiento por desastre climático.

“Lamentablemente ninguno de los planteos fueron tomados en cuenta”, expresaron desde el MAM. Y precisaron que respecto al financiamiento por la emergencia climática, “que es lo central, directamente se eludió el tema”.

En ese sentido enfatizaron que como organizaciones de base impulsaron la conformación del Consejo justamente para atender, como primer punto, la problemática de las gravísimas pérdidas que sufrieron miles de familias de pequeños productores como consecuencia de la prolongada sequía que sufrió la región. “Este tema sigue sin tratarse pese al insistente reclamo”, lamentaron.

Por otra parte, observaron que en la reunión del Consejo se trató únicamente el Reglamento. Y señalaron que, en ese punto, tampoco se admitió el pedido de garantizar un espacio de mayor participación de las organizaciones.

Agregaron por otra parte que hasta el momento no se difundió oficialmente ningún acta o documento del Consejo que refleje las decisiones asumidas. “Por lo tanto, a dos meses de la constitución del COPAF seguimos sin conocer cómo fueron plasmadas institucionalmente las primeras definiciones”, lamentaron.

“Es a partir de esta situación, de desatención e incertidumbre, que deseamos hacer público nuestro descontento y preocupación por el poco democrático y efectivo funcionamiento del Consejo Provincial de Agricultura Familiar. Necesitamos un espacio de escucha, discusión participativa y acuerdos que se traduzcan en acciones concretas. Alertamos que hasta el momento solo vemos declamaciones vacías y poca predisposición al trabajo con las organizaciones de base”, concluyeron desde el MAM a través del comunicado.

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Los 50 años del Movimiento Agrario Misionero: muchos muy pobres, unos pocos muy ricos

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Por Pablo Fernández Long, Misiones Tiene Historia. – A fines de 1960, en Misiones, las familias de pequeños agricultores se encontraban en una situación de pobreza y desprotección difícil de imaginar hoy.

Los colonos, junto a los peones rurales, eran los grandes perdedores en un negocio que enriquecía de forma obscena a un puñado de terratenientes, industriales y comerciantes. Las causas de esta situación de explotación despiadada eran muchas e irán quedando en evidencia a lo largo de esta nota y de las que le seguirán. Pero podemos señalar algunas.

En primer lugar, el minifundio, el modelo de colonización, que en Misiones había convertido a los agricultores en esclavos en su propia tierra. Esas pequeñas chacras de 25 o 30 hectáreas, escasas desde un comienzo, se habían vuelto completamente insuficientes, por la subdivisión a través de las sucesivas generaciones, y por la degradación del suelo, una vez agotados los nutrientes dejados por el monte, destruido, y empobrecido por el cultivo intensivo. 

A esto se sumaba el accionar abusivo y la ambición desenfrenada de los empresarios del sector que pagaban miserias por un producto que, después de un proceso de industrialización no muy tecnológico ni de gran inversión, vendían a precios descontrolados, gracias a su posición oligopólica en el mercado.

Y hay que mencionar también la responsabilidad del Estado y de los distintos gobiernos oligárquicos que habían dejado en bandeja este negocio a esos sectores de la industria y el comercio de la yerba, el té, el tabaco y el tung.

La palabra certera de Rodolfo Walsh nos cuenta cómo era esa realidad, en una nota publicada por la Revista Panorama, en diciembre de 1966, tras una larga recorrida por Misiones y otras provincias del Noroeste argentino. Aquí un pequeño fragmento:

“Emilio Korach renguea todavía. Era colono y este año debió pasar a peón. El primer día de trabajo en la planta metalúrgica del Zaimán, se quebró una pierna.

    ¿Y cómo va? –le digo.

El hombre mira su yerbal.

    Estoy aplastado –responde pausadamente. Nací aquí en San Ignacio, tengo cuarenta y siete años, y usted me ve así. Nunca pude llegar a nada, porque simplemente he sido un agricultor honesto y sigo las leyes que dictan los gobiernos. –Su mirada clara se ahonda al resumir la experiencia de su vida –. El agricultor misionero, con el asunto yerba mate, no tiene ninguna chance.

A todo lo ancho de Misiones, quince mil colonos repiten lo mismo en todos los tonos, con vestigios de todos los idiomas.   

El polaco Saleski ha venido a Santo Pipó con su tractor. No quiere comentar la situación.     

    Misiones va a venir capuera –profetiza enigmáticamente.

Parecería que no se puede descender más. Pero se puede. Por debajo del agobio de los pequeños colonos se extiende, casi insondable, el hambre y la desesperanza de veinticinco mil peones rurales”.[1]

Juan Carlos Berent, fundador del MAM, tenía en ese entonces 16 años, y recuerda así ese tiempo:

“Nací en Colonia Alberdi el 10 de febrero de 1950. 

  Mi papá, Enrique Berent había llegado a estas tierras desde Bonpland, en 1936, abriendo las primeras picadas, con la ilusión de trabajar la tierra y progresar. Pero abrir las picadas y hacer producir la tierra resultó más fácil que enfrentar la explotación, que apenas dejaba a los colonos una miseria para sobrevivir y sólo enriquecía a industriales, comerciantes y exportadores sin escrúpulos.

   Mi mamá, Regina Scher, todos los días ordeñaba sus vacas y cuando yo me levantaba iba con mi jarrito donde ella estaba ordeñando, mamá soplaba la espuma de su “caneca” donde estaba ordeñando y llenaba mi jarrito; con eso me iba a desayunar una trincha de pan, que preparaba mi hermana Elsa, con miel de caña o con grasa de chancho con azúcar arriba, y por supuesto el jarro de leche, tibia todavía.

   Mi papá trabajaba en la chacra, con el tabaco y con la yerba, y en aquellos años ya nos dábamos cuenta que la cosa no iba… Veíamos las injusticias que sufrían nuestros padres, y nosotros mismos como jóvenes.

    Pero un día dijimos ¡BASTA!”.[2]

Parafraseando a Carlos Puebla podemos concluir diciendo:

“Aquí pensaban seguir

Ganando el ciento por ciento

Y seguir de modo cruel

Contra el pueblo conspirando

Para seguirlo explotando

Y en eso apareció el MAM

Y se acabó la diversión

Llegó el MAM y mandó a parar”.

Por Pablo Fernández Long

[1]El violento oficio de escribir. Rodolfo Walsh. Obra periodística (1953 – 1977),       Ediciones de la Flor, 2010.

[2]Desde Misiones, memorias montoneras. Pablo Fernández Long, Juan Carlos Berent y Miguel Fernández Long, EDUNAM, 2019.

Epígrafe de la imagen: La Familia Peczak en su chacra de Los Helechos, circa 1955. Pedro, arriba en el centro, con sus padres, hermanas y hermanos. Años de sacrificios y trabajo durísimo los convencieron de que, si querían justicia y dignidad, debían luchar por ella.

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