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La OTAN simplifica el proceso de adhesión a Ucrania, pero no le da fecha de entrada

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El presidente ucraniano Volodímir Zelenski considera absurda esta actitud de los aliados militares.

El primer día de cumbre de la OTAN acababa en Vilna en una cena, a la que acudía el presidente ucraniano Volodímir Zelenski masticando su decepción ante la negativa de sus miembros a darle una fecha concreta para la incorporación de su país a la organización militar.

Mientras las naciones bálticas abogaban por establecer una ruta clara, Estados Unidos y Alemania se mostraron más prudentes: en estos momentos más que disuasión supondría una provocación para Rusia.

Es decir acordaron proporcionar a Ucrania garantías de seguridad, que incluye intercambio de inteligencia, entrenamiento conjunto, incremento de la producción de municiones, interoperabilidad con la Alianza y suministro de armas en cantidades suficientes, pero, aunque ya prácticamente la consideran como un miembro más, postergaron la adhesión oficial, por los peligros que supondría.

El G7 plasmó aquello en una declaración conjunta que describe el apoyo económico y de seguridad a largo plazo que planean brindar a Ucrania como resultado de la invasión rusa , así como el apoyo para facilitar una “agenda de reforma que brindará a Ucrania la buena gobernanza necesaria para avanzar hacia sus aspiraciones euroatlánticas”.

A cambio de este apoyo, según The Guardian, Ucrania se comprometería con reformas “para subrayar sus compromisos con la democracia, el estado de derecho, el respeto por los derechos humanos y la libertad de prensa”, “poner su economía en un camino sostenible” y fortalecer “el control civil democrático de la militar”.

El ataque a 1 miembro es un ataque a todos, por lo tanto la guerra, como en otras ocasiones en la historia, trascendería las fronteras del país invadido y se desataría un caos. Ya no sería una guerra entre Rusia vs Ucrania sino con el resto del bloque. 

Este miércoles (12/07/23) el ministro de Relaciones Exteriores de Italia y viceprimer ministro Antonio Tajani, explicó: 

“La decisión sobre el ingreso de Ucrania en la OTAN ya se ha tomado, pero no está claro cuándo sucederá exactamente. De hecho, hay una decisión de unirse a Ucrania, la pregunta es cuándo. Por supuesto, esto no sucederá durante la guerra debido al peligro de una escalada. Todos pensamos en aceptar a Kiev después del final de la guerra. Estamos ayudando a Kiev a proteger su independencia, su territorio”.

“Ucrania será miembro de la OTAN”

Pero, de todas maneras, Ucrania debería estar animada, había señalado previamente el secretario general Jens Stoltenberg. Le han simplificado el mecanismo de entrada -porque entrar, entrará- y Kiev será tratada de igual a igual en un consejo bilateral de consulta y toma de decisiones.

“Reafirmamos que Ucrania se convertirá en miembro de la OTAN y acordamos eliminar el requisito del Plan de Acción para la Adhesión. Esto cambiaría el camino de adhesión de Ucrania de un proceso de dos pasos a un proceso de un solo paso”.

“Una decisión absurda”

Zelenski, arropado por los lugareños, calificó de absurdo no contar con una fecha clara de invitación, criticando tanta vacilación.

“Hoy he venido aquí, creyendo en la determinación, creyendo en los socios, creyendo en la OTAN fuerte. En la OTAN que no duda, que no pierde el tiempo y que no vuelve la cabeza hacia ningún agresor’.

Según Stoltenberg, el programa ofrecido a Kiev, además de entrenar a sus tropas y modernizar sus sistemas de defensa, ayudará a cubrir cuestiones básicas como el suministro de combustible, y de equipos médicos y de desminado.

En la agenda de la segunda jornada de la cumbre figura la seguridad climática, en la que intervendrán aliados del Indo Pacífico como Australia y Japón.

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Putin está ganando la guerra, en los mercados energéticos, pese a las sanciones

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La OTAN no entiende cómo Rusia sobrevive a las sanciones. La teoría indicaba que ningún país podría sobrevivir a las sanciones coordinadas de los países de la OTAN. Pero Rusia ha demostrado la fragilidad del concepto.

El volumen de la producción de petróleo y gas de Rusia y sus precios en los mercados indican que Vladimir Putin está ganando la guerra en el mercado de hidrocarburos, afirmó el columnista de Bloomberg, Javier Blas. Aparentemente, los países de la OTAN se preguntan cómo es que sus sanciones no han logrado el propósito de disciplinar a Moscú.

Javier Blas es columnista de Bloomberg Opinion que cubre energía y materias primas; y ex editor de materias primas de Financial Times, coautor de ‘El mundo en venta: dinero, poder y los comerciantes que intercambian los recursos de la Tierra’.

Blas recuerda que en julio la producción de petróleo de Rusia fue equivalente al nivel de principios de 2022, antes del inicio de la invasión autodenominada ‘operación especial’, con un promedio de casi 10,8 millones de barriles por día, cuando en enero fue de 11 millones.

“No fue un repunte: julio fue el 3er. mes consecutivo de recuperación de la producción de petróleo”, afirmó Blas.

Luego, el precio: inicialmente, Rusia tuvo que vender petróleo con grandes descuentos, pero en las semanas recientes, Moscú ha recuperado oportunidades de precios al aprovechar la oferta limitada en el mercado.

“Al menos en este momento, las sanciones energéticas no están funcionando”, escribió Blas.

En el interín, el fracaso de Joe Biden en su viaje a Riad, operación diplomática neutralizada por el vice 1er. ministro ruso, Alexander Novak, quien también viajó a Riad y, días después, la OPEP+ anunció un muy escaso aumento en la producción de petróleo.

“Cuando las sanciones europeas a las exportaciones de petróleo rusas entren en vigor en noviembre, los gobiernos de la región se enfrentarán a una elección difícil a medida que la crisis energética comience a afectar a los consumidores y las empresas”, advirtió Blas.

Hora de reproducir la comentada columna de Blas en Bloomberg titulada ‘En los mercados energéticos, Putin está ganando la guerra’:

Independientemente del indicador que utilice, el presidente ruso, Vladimir Putin, está ganando en los mercados energéticos. Moscú está ordeñando su fuente de ingresos del petróleo, ganando cientos de millones de dólares todos los días para financiar la invasión de Ucrania y comprar apoyo interno para la guerra.

Una vez que las sanciones europeas contra las exportaciones de crudo ruso entren en vigor a partir de noviembre, los gobiernos de la región enfrentarán algunas decisiones difíciles a medida que la crisis energética comience a afectar a los consumidores y las empresas.

na vez que las sanciones europeas contra las exportaciones de crudo ruso entren en vigor a partir de noviembre, los gobiernos de la región enfrentarán algunas decisiones difíciles a medida que la crisis energética comience a afectar a los consumidores y las empresas.
Se espera que los costos de electricidad para hogares y negocios se disparen a partir de octubre, ya que el aumento en los ingresos del petróleo le permite a Putin sacrificar los ingresos del gas y reducir los suministros a Europa. Es probable que los precios en el Reino Unido aumenten un 75 %, mientras que en Alemania algunas empresas de servicios públicos municipales ya han advertido que los precios aumentarán más del 100 %.

Rusia ha convertido con éxito los suministros de energía en armas; Los gobiernos occidentales se verán cada vez más presionados para gastar miles de millones, ya sea subsidiando las facturas de los hogares o, como ya ocurre en Francia, tomando el control de las compañías eléctricas.

Crisis de poder

El contrato de electricidad alemán de referencia con un año de antelación ha subido a un máximo histórico, unas 10 veces más que su nivel ant erior a la crisis.

El primer indicador que muestra cómo Putin ha cambiado el rumbo del petróleo es la producción de crudo ruso. El mes pasado, la producción del país volvió a subir a niveles cercanos a los de antes de la guerra, con un promedio de casi 10,8 millones de barriles por día, solo marginalmente por debajo de los 11 millones bombeados en enero inmediatamente antes de la invasión de Ucrania.

Según las estimaciones de la industria, la producción de petróleo es ligeramente superior en lo que va del mes.

No es un problema: julio marcó el 3er. mes consecutivo de recuperación de la producción de petróleo, con un aumento significativo desde el punto más bajo de este año de 10 millones de barriles establecido en abril, cuando los compradores europeos comenzaron a evitar a Rusia y Moscú se apresuró a encontrar nuevos compradores.

En recuperación

La producción de petróleo rusa se recuperó después de que cayó bruscamente en marzo y abril, acercándose al nivel que tenía antes de la invasión de Ucrania.

Después de esa lucha inicial, Rusia ha encontrado nuevos clientes para el millón de barriles diarios que las refinerías de petróleo europeas han dejado de comprar debido a la autosanción.

La mayor parte de ese crudo termina en Asia, especialmente en India, pero también en Turquía y en otros lugares de Medio Oriente. Y algo sigue apareciendo en Europa, con compradores que siguen comprando crudo ruso antes de la introducción prevista de sanciones oficiales a principios de noviembre. Todos los que apostaron a que la producción de petróleo rusa continuaría cayendo, incluido yo mismo, se equivocaron.

El 2do. indicador es el precio del petróleo ruso. Inicialmente, Moscú se vio obligada a vender sus sabores de crudo con grandes descuentos frente a otras variedades para atraer a los compradores.

En las últimas semanas, sin embargo, el Kremlin ha recuperado el poder de fijación de precios, aprovechando un mercado ajustado.

El crudo ESPO, una categoría de petróleo ruso del Lejano Oriente, es un buen ejemplo de la nueva tendencia.

En su punto más bajo a principios de este año, se vendió con un descuento de más de 20 dólares el barril frente al crudo de Dubái, el punto de referencia petrolero regional para Asia. Recientemente, el crudo ESPO ha cambiado de manos en paridad con Dubai.

El crudo de los Urales, la principal exportación rusa de petróleo a Europa, no se está beneficiando tanto como ESPO, ya que sus principales compradores han sido tradicionalmente países como Alemania en lugar de India.

Pero también se está recuperando en precio, vendiéndose recientemente entre US$ 20 y US$ 25 por barril más barato que el Brent de referencia, luego de cotizar con un descuento de casi US$ 35 a principios de abril.

Moscú está encontrando nuevos comerciantes de productos básicos, que a menudo operan desde Medio Oriente y Asia y probablemente financiados con dinero ruso, dispuestos a comprar su crudo y enviarlo a mercados hambrientos.

Con el crudo Brent rondando los US$ 100 por barril, y con Rusia capaz de ofrecer descuentos más pequeños, hay mucho dinero entrando al Kremlin. Al menos por ahora, las sanciones energéticas no están funcionando.

El indicador final del éxito ruso es político, más que relacionado con el mercado. En marzo y abril, los formuladores de políticas occidentales se mostraron optimistas de que el cartel de la OPEP, encabezado por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, abandonaría su alianza con Rusia. Ha sido todo lo contrario.

A pesar de un viaje del presidente estadounidense Joseph Biden a Riyadh, Putin ha conservado su influencia dentro de la alianza OPEP+. Poco después de que Biden partiera de Arabia Saudita, el viceprimer ministro ruso, Alexander Novak, la persona clave de la nación que manejaba la relación con el cártel, voló al reino. Unos días después, la OPEP+ anunció un minúsculo aumento de la producción de petróleo, manteniendo la presión sobre los mercados energéticos mundiales.

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¡Hasta la vista, baby!

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Una nueva semana en la que la política internacional demuestra la voracidad de los cambios abruptos en el viejo continente. Desde Gran Bretaña, Italia y la azotada Ucrania, han dado muestras de giros de 180 grados que no se suelen ver con naturaleza en Europa, que, además, está atravesando una tremenda ola de calor histórica que golpea a su población. Días en los que los europeos añoran los años de estabilidad que gozaron durante décadas.

Boris dijo adiós

Pareciera ser que el Boris Gate no tiene fin, aún cuando el mismo proceso judicial se dio por cerrado y con un resultado político más que caro para el saliente primer ministro. Sin embargo, como si fuera poco, Boris Johnson volvió a ser tapa de los diarios del mundo al despedirse de su parlamento. En un escatológico y enérgico discurso, el representante de los tories, hizo una breve reflexión de su gestión, de los puntos a favor y de las adversidades que tuvo que afrontar su gobierno. A pesar de eso, la frutilla del postre estuvo en el final de su discurso, donde se despidió de los parlamentarios británicos con un irónico ¡Hasta la vista, baby! Esta parodia evidente de Terminator 2, colmó de aplausos y risas del parlamento del Reino Unido, aunque, por otro lado, y pensando en clave política y comunicacional, fue una nueva demostración de lo enajenado que se encuentra el poder político en ese país. Aunque, otra respuesta podría ser que “Boris fue Boris”, es decir, que se despidió con la misma postura hilarante que lo caracteriza, y que de manera explícita lo llevó adelante en sus prácticas políticas con esas animosas fiestas en Downing Street. 

Ahora bien, Boris Johnson se va definitivamente el 6 de septiembre, y un día antes se conocerá finalmente a sus sucesores. Se trata de dos nombres fuertes dentro del seno conservador de Reino Unido: Liz Truss y Rishi Sunak. Arranquemos por el último, quien es considerado por los analistas políticos británicos como el sucesor por naturaleza de Boris Johnson. En este sentido, Rishi Sunak fue miembro y funcionario activo del gobierno del dimisionario primer ministro. Detentó el cargo de ministro de finanzas y tuvo la ardua tarea de lidiar con dos problemáticas económicas de gran tamaño para el Reino Unido. Efectivamente, Sunak afrontó el proceso del Brexit, esa salida paulatina de la Unión Europea, que cosechó un gran número de críticas y de defensores, y con ello la restructuración del comercio exterior británico. Por otra parte, Sunak también fue el encargado de coronar una serie de medidas económicas para solventar los efectos de la cuarentena estricta y el cese de actividades comerciales, industriales y productivas en el Reino Unido, a causa, lógicamente, de la pandemia de COVID – 19. Rishi Sunak, además, podría transformarse en el primer premier británico no blanco y con raíces de la India. 

Además de Sunak, la otra candidata es Liz Truss. Se trata de una conservadora del ala más derechista, fanática de Margaret Thatcher y fiel defensora del libre comercio. Truss se caracteriza por ser confrontativa y con un carácter avasallante, eso le valió una posición considerable en el partido conservador. Al igual que Rishi Sunak, Truss también formó parte del gabinete del saliente Boris Johnson y tuvo una durísima tarea como ministra de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña. La situación más complicada que tuvo que atravesar fue, lógicamente, la Guerra en Ucrania y todo lo que se desprenda de la misma. De esa forma, fue encargada de modelar la postura británica en este conflicto, en las sanciones labradas hacia Moscú y en el sistema de alianzas que busco construir y consolidar en este tiempo de mandato. 

El drama de las exportaciones ucranianas

Finalmente pareciera ser que se destrabó la problemática económica que aflige a gran parte del mundo. Fue Turquía precisamente, quien ofició como mediador entre Ucrania y Rusia para poder volver a poner en marcha una inmensa cantidad de producción de granos que tendrán destinos variados y que saldrán por el Mar Negro. 

Aquí pareciera ser una obviedad entender que, en plena guerra, la producción entera de Ucrania se paralizaría. Sin embargo, este país es primordial en el mercado internacional de los granos, sobre todo del trigo, que sirve para abastecer a regiones del globo que no cuentan con producción propia. Asimismo, también parecía una obviedad que Rusia iba a impedir que se efectivicen esas exportaciones, poniéndole un cepo financiero y alimentario a Ucrania y los países que se valen de esa producción. Sin embargo, el impedimento de esa salida de granos hacia el mundo podría provocar una enorme crisis alimentaria, la cual, aparentemente se pudo evitar. 

Fue justamente Erdogan, el presidente de Turquía, quien sirvió de moderador en este conflicto. Gracias a la intervención turca, Ucrania y Rusia llegaron a un acuerdo o pacto que consiste en el establecimiento de corredores humanitarios para que la producción del grano ucraniano llegué al Mar Negro y se distribuido al mundo. Nuevamente, una simple guerra demuestra la fragilidad de un sistema de completa dependencia del capital transnacional, y queda a las claras, que esto también es un arma que Vladimir Putin puede utilizar a su favor. 

¿Draghi Gate?

Italia no es la excepción ante este cisma político que está viviendo actualmente Europa. Fue justamente Mario Draghi quien pagó las consecuencias de un evidente debilitamiento del poder y la institucionalidad en el viejo continente. Luego de su fallido primer intento de dimisión, Draghi afrontó un voto de confianza que logró atravesarlo de manera positiva, aunque perdió la mayoría de su respaldo en el parlamento italiano, por lo que volvió a presentar su dimisión, esta vez aceptada por Sergio Mattarella, presidente de Italia. 

La situación de Draghi no pareciera ser algo aislado, sino más bien el síntoma de una época. Europa entera está comenzando a cuestionar sus propias decisiones en un trajín de debilidad propinada por la hegemónica dependencia del gas ruso. A partir de allí y de una galopante crisis económica, el viejo continente comienza a demostrar signos de ablandamiento institucional y de, quizás, nuevos modelos de orden político. En el caso de Italia, el 25 de septiembre se conocerá quién lleve las riendas del país. Aunque nadie esté tocando el violín, Roma arde junto al resto de Europa. 

La naturaleza también golpea a Europa

El viejo continente está pasando por una de las olas de calor que, con brutal fiereza, está azotando a la isla británica, la península Ibérica y también a Francia. Con temperaturas récord que superan los 40ºC, Europa suma un nuevo problema que no es controlado, directamente, por el ser humano. El abrumador calor afecta al humor social del viejo continente, el cual suma todos los días, un nuevo número de fallecidos por esta ola de altas temperaturas. Asimismo, es el escenario propicio para que se generen focos de incendios, los cuales dijeron presente en Portugal, España y Francia, arrasando con todo a su paso. Una gran cantidad de hectáreas de bosques fueron consumidas por el fuego en esos países, y también sembrando la incertidumbre del alcance de los focos ígneos, y del evidente temor de que pueda acercarse a zonas residenciales, con todo el riesgo que eso implica. Parece ser que ni siquiera la naturaleza puede respaldar a Europa en estos días. 

Allá también pasa

Una lección interesante, con una lectura en clave internacionalista, de lo que sucede en Europa es la destrucción del mito de la idealidad de ese continente. Día tras día, ante las inclemencias económicas que vive Argentina y la región, es común escuchar frases como “en Europa no pasa esto”, “en un país serio no pasa esto”, “me voy a Europa porque allá sí se puede estar tranquilo”. Es claro que esa afirmación se transforma en una endeble falacia con el simple hecho de poder visualizar los acontecimientos que sacuden al viejo continente en estos días. Un combo de problemáticas hace que Europa no pareciera ser el oasis idílico que venden los relatos preelaborados, sino todo lo contrario, allá también existen las crisis económicas, las devaluaciones, el aumento de precio, las guerras, los gobiernos débiles, las renuncias de políticos, las crisis migratorias y el abrumador abrazo de una ola de calor histórica. Esto no es en detrimento de Europa, sino todo lo contrario, sirve para entender como se han naturalizado una serie de ideas que son alimentadas día tras día, cuando la realidad dice otra cosa. Por otro lado, es una oportunidad para que la Unión Europea y la la OTAN comiencen a pensar cómo reconstruir el sistema de alianzas y los mercados en la Europa post guerra en Ucrania, post caída del Euro y post debilitamiento de jefes de Estado. Es un llamado de atención para un continente, que, de querer seguir manteniendo la postura hegemónica construida desde la operatividad del Plan Marshall, deberá tomar las riendas y, junto a ella, un volantazo que explique y solucione las cuestiones nombradas. La multipolaridad llegó al mundo para quedarse.

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¡Muy peligrosos vientos de guerra en el horizonte cercano!

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Absoluta y excluyentemente preocupante, resulta la muy clara y agresiva declaración pública de la OTAN, en la cual formalmente se sale de su supuesto rol meramente “defensivo” (tal fue el objetivo, al menos declamativo, de su creación), para pasar ya abiertamente a una postura de enfrentamiento directo contra Rusia y China, autoerigiendose aquella alianza militar atlántica en defensora a ultranza de los mandatos del Bloque Atlantista y de la globalización forzosa y al como sea, bajo las muy negativas políticas neoliberales, todo lo cual el Bloque Atlantista pretende imponer a escala planetaria. 

Resulta muy claro que las dos principales potencias que se oponen a la pretendida reinstauración del mundo unipolar que el Atlantismo quiere imponer -regido por la dupla anglosajona y el mega poder financiero transnacional-, son China y Rusia; cuya actual fuerte alianza estratégica es el núcleo del Bloque Continentalista, el cual evidencia tener espaldas suficientes como para no doblegarse ante los pretendidos mandatos “obligatorios” de los Atlantistas y su brazo armado, la OTAN. 

No sorprende que sobre Rusia y China se descargue toda la batería de demonizaciones e intentos de detener sus posturas soberanas, que evidencian no ser genuflexos ante las coercitivas presiones del Bloque Atlantista, pues hoy son el principal e inmanejable obstáculo que se opone al neocolonialismo del Bloque Atlantista, el cual dio pruebas contundentes de pretender doblegar a toda nación que no se allane a sus agresivas pretendidas “imposiciones obligatorias”.

Dentro de esas acciones de descarnado neoimperialismo, siempre salpimentado con abundantes dosis de “frases y conceptos hermoseados”, como “defender la democracia” (apoyando sin sonrojarse a gobiernos tiránicos…mientras les sean dóciles, “buscar la paz” (lo cual no dudan hacer a los bombazos), “respetar a los derechos humanos” (con métodos que no son derechos ni humanos), “buscar un mundo mejor y más justo” (mientras en los hechos el neoliberalismo que promocionan e imponen a los que se doblegan, multiplica la miseria y la obscena concentración de la riqueza), y -entre muchos otros conceptos falaces- dicen defender “valores éticos superiores” mientras buscan imponer un materialismo a ultranza carente de todo elemental humanismo. 

No es un dato menor, que mientras el núcleo del Atlantismo, compuesto por EEUU, Reino Unido y la Unión Europea, ve crecer e incluso fomenta el materialismo descarnado en sus propias poblaciones, con funestas consecuencias para las mismas; por el contrario la Rusia de Putin anuda lazos con la Iglesia Ortodoxa, siendo consciente que la espiritualidad de su sufrido pueblo no pudo ser anulada en siete décadas de la hoy fuera del poder doctrina marxista, la cual es declaradamente no solo atea, sino anti tea; mientras por su parte China revalora a Confucio y tiende lazos con el catolicismo. 

Existen sobrados elementos probatorios como para calificar de guerra apenas semi encubierta entre la OTAN y Rusia, al conflicto armado que eclosiona en territorio de Ucrania. La OTAN y sus líderes principales, dicen “buscar la paz en Ucrania”, mientras siguen enviando armamentos pesados a Ucrania, seguramente junto a “asesores militares” y a diversos mercenarios, de los cuales ya se difundieron evidencias, las que dentro del aquelarre informativo que caracteriza a las guerras en general, parecerían ser concretas. 

Los medios masivos de difusión y los discursos de los referentes de la OTAN insisten en el monocorde discurso de “condena a la agresión rusa”, analizando los hechos solo desde el comienzo de las hostilidades; pero cuidadosamente omiten los agresivos continuos avances de la OTAN hacia las fronteras rusas, con las consecuentes instalaciones de baterías misilísticas de tipos tácticos y estratégicos, que tornarían ilusorias todas las contramedidas defensivas rusas en caso de un ataque de la OTAN, e incluso se constataron instalaciones que proveerían de material altamente sensible para ataques biológicos con virus patógenos. Tampoco se analizan en los medios “occidentales” las más de 14.000 muertes provocadas por los ataques contra el área del Donbass, ni las injerencias de personeros de la OTAN en la guerra cibernética que eclosionó en Maidán y provocó un abrupto cambio de gobierno en Ucrania. Todo lo precedente no pretende “justificar” la intervención armada rusa, pero sí en cambio cabe preguntarse que harían EEUU, Reino Unido o Francia, si en sus fronteras se instalaran amenazantes equipos bélicos de última generación, apuntando a sus sitios estratégicos. 

Claro que, de lo último, como es usual en temas sensibles e impresentables para el poder establecido del Atlantismo, “de eso no se habla”. 

Cuando la OTAN agrede en forma alevosa, como lo perpetraron en Libia, en la ex Yugoeslavia, en Iraq, en Siria; y como lo hacen con muy poca difusión en diversos puntos de África, y como lo hicieron contra Argentina en el Atlántico Sur, se lo presenta en formatos edulcorados o con las usuales “justificaciones”, como las expuestas precedentemente, o en el colmo de lo absurdo, agreden “en nombre de la paz”…pero cuando el Oso Ruso reaccionó ante una cadena de provocaciones…las condenas del establishment Atlantista, son estentóreas, constantes y crecientes. La usual doble vara para medir los hechos. 

En forma muy preocupante para la paz mundial, los últimos discursos belicistas y las acciones que se están tomando por parte de la OTAN, podrían ser los irracionales prolegómenos de una muy destructiva guerra convencional, con el riesgo muy concreto de derivar prontamente a un catastrófico conflicto nuclear; del cual se corre el serio riesgo de aniquilar toda civilización. 

Mientras tanto, las baterías de sanciones económicas de la Unión Europea y sus mentores anglosajones de ambas márgenes del Atlántico, están evidenciando afectar en forma mucho más acentuada a los propios “sancionadores” de la Unión Europea, provocando una severísima crisis energética sin soluciones económicas posibles a corto y mediano plazo; y para peor se avizora una gran crisis humana y económica a escala global, que por la acentuación del contexto belicista puede tener una profundidad y gravedad de las que solo se saldría con dolorosas consecuencias para el mundo; y sobre todo para el mundo subdesarrollado, al cual las Potencias Atlantistas son expertas en transferir las consecuencias de sus acciones, multiplicando la miseria, la exclusión social y la hambruna, esta vez a escalas que pueden ser dantescas. 

Ni la muy autorizada opinión del Papa Francisco, en su llamamiento a la paz y la cordura, parece haber sido tenida en cuenta.

Modestos llamados a la paz y la racionalidad como la presente opinión y muchas más que afloran a diario, parecen ser solo gotas de agua derramadas sobre un incendio de terribles proporciones, al cual la soberbia y la miopía de los poderosos, parecen estar arrastrándonos irremisiblemente. 

No son temas ajenos ni menores, analizar que son los Atlantistas los que promueven y apoyan la reedición en formato muy acentuado, de la siniestra doctrina del “Gran Garrote” para sumirnos en el Patio Trasero de la Doctrina Monroe; y para ello apelan a toda la batería de medidas neocolonialista, como el brutal endeudamiento en que nos sumieron a los argentinos; presionan para impedirnos obras claves para nuestro desarrollo (como la Central Nuclear Atucha 3); impiden y condicionan el necesario rearme de nuestras hoy alicaídas Fuerzas Armadas; apoyan a los apátridas neoliberales que nos quieren volver a convertir en el anacrónico e inviable país feudal que fuimos en el siglo XIX; buscan la balcanización de nuestro territorio, por medio de diferentes operadores, como el impresentable exgobernador “independencista” de Mendoza, y el mapuchismo agresivo y separatista fogoneado desde Gran Bretaña y apoyado por marionetas “progresías” locales carentes del más elemental patriotismo; y sostienen el anacrónico rol colonial usurpador de los británicos en Malvinas. 

Por el contrario, China y Rusia nos tendieron las manos, ofreciendo financiaciones blandas y factibles, para obras estratégicas de infraestructura imprescindibles para nuestro desarrollo; ofrecieron reequipar sin condicionamientos a nuestras Fuerzas Armadas; nos facilitaron grandes cantidades de vacunas cuando en plena epidemia se nos negaban desde las naciones “occidentales y cristianas”; y entre muchos otros hechos positivos, apoyan activamente la justa causa de Argentina en el urticante tema de Malvinas. 

Debemos sin duda apoyar la paz, pero no por ello caer en “condenas” o alineamientos que no contemplen el contexto general, ni las propias necesidades geopolíticas de nuestro país y de nuestra gran región de Íbero América. 

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El tablero mundial del eje OTAN-G7

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Los últimos días del mes de junio encontraron a Occidente bajo la necesidad de diagramar y trazar políticas conjuntas a futuro. Lógicamente, esto sucede en el contexto de incertidumbre generado por el avance de las tropas rusas en Ucrania, y con las consecuencias económicas evidentes relacionadas a este suceso. Las potencias occidentales y capitalistas tuvieron la ardua tarea de poder empezar a pensar en los distintos panoramas sobre como salir de esta situación, con el menor riesgo colateral posible para ellos. En consecuencia, la cumbre del G7 en Alemania y la cumbre de la OTAN en España han dejado bosquejo de la reconfiguración geopolítica del globo, desde la perspectiva de los intereses occidentales.

Ucrania en la agenda de los grandes

No es una novedad el hecho de que el país dirigido por Volodimir Zelenski se ha transformado en un tema recurrente, no solo en las esferas académicas, diplomáticas o militares, sino que inclusive en cualquier charla cotidiana. En parte se explica esto por la reacción generada en una sociedad que, en occidente, nunca vivió ni padeció una guerra. Lejos quedan las problemáticas de Siria, Myanmar, Cisjordania y Yemen. Asimismo, la generación de la comunicación inmediata se ha hecho eco de la guerra en Ucrania y, de igual manera, han ayudado a su difusión. Ahora bien, donde la situación mundial se dirime es en la mesa de las grandes potencias representadas por sus máximos mandatarios. 

La cumbre de los 7, conocida como el G7, tuvo lugar en Alemania entre el 26 y el 28 de junio. Este grupo de países, potencias políticas, militares y económicas, está integrado por Estados Unidos, Canadá, Alemania, Inglaterra, Italia, Francia y Japón. Particularmente siempre se invita a la Unión Europea, y en esta ocasión, Argentina fue el único representante latinoamericano, por invitación directa de Olaf Scholz para la presidencia argentina. En esta edición también fueron invitados los jefes de Estado de India, Indonesia, Senegal y Sudáfrica. Si bien, este grupo de grandes países de economía de libre mercado e industrializados, funciona desde 1975, esta edición tuvo un agregado más que importante: la guerra ruso – ucraniana. 

Esta cumbre del G7 partió de la base de las sanciones a Rusia. Se intensificaron, con el aval de los líderes políticos occidentales, una batería de sanciones in crescendo para el país de Vladimir Putin. En principio, la limitación con tendencia prohibitiva hacia la exportación del oro ruso, uno de los principales motivos de generación de excedentes. Ante esto, la reacción en cadena es predecible, sobre todo con los problemas financieros que se evidencian en la cuestión plasmada en la falta de pago de deuda externa a la que ha incurrido Rusia. El primer posible default en un siglo. Asimismo, otro “cepo” económico propuesto desde el G7 giró en torno a la industria militar rusa. En este sentido, es entendible que esto afectaría directamente a la capacidad bélica del Kremlin, la cual pareciera no tener fin, comprendiendo el poderío armamentístico de Moscú. Claro está, que la condena hacia el preconcepto del crimen de guerra al cual se lo juzga a Rusia fue tema de debate, entendiendo el rearmado diplomático que se daría cuando cese la guerra, triunfe Putin o triunfe Zelenski. 

Sacando la situación de la guerra en Ucrania, el G7 no se salió de su molde. Reactivación económica a partir de paquetes monetarios emitidos por los grandes países hacia los de economía emergente o crónica. Lógicamente que, con esto se da el posicionamiento de grandes potencias como EEUU, como los acreedores del mundo. Paralelamente, la presencia de países invitados marca el rumbo de las alianzas políticas. La presencia argentina es fundamental, sobre todo entendiendo el contexto de refinanciamiento de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional. En este sentido, la diplomacia juega un papel clave a la hora de poder establecer una red de países que sirvan de soporte o apoyo a las decisiones financieras argentinas con un plan de pago que pueda mantener una economía sostenida.

Por otro lado, aparece la otra gran cumbre. Hablamos de la reunión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que tuvo lugar en España entre el 28 y el 30 de junio. Esta cumbre reunió a gran parte de los países que formaron parte de la reunión del G7, aunque con la salvedad del tópico militar como presencia estelar. Ante esto, fue nuevamente la cuestión ucraniana la que se posicionó como la vedette de dicha cumbre.

Aquí sí, con total claridad se puede resumir que, a partir de la invasión en territorio de Ucrania, Putin y su país se transformaron en la amenaza de la OTAN. Esto se da porque, básicamente, con una mínima acción belicista de Moscú, se puso en jaque el sistema de seguridad occidental. El punto real para la Alianza Atlántica no es, principalmente, la situación de Ucrania en sí, sino lo que puede pasar a raíz de eso. Es decir, el temor de la OTAN es tener que enfrentar militarmente a Rusia, por el poderío que representa Putin, como así también por las alianzas armamentísticas que ha generado el Kremlin con el correr de los años. Ante la activación del protocolo de emergencia y actuación de la OTAN, es sabido que detrás de la potencia militar heredada de la Unión Soviética, aparecerá la figura de China, Irán y Corea del Norte. Todos los países que podrían participar de este enfrentamiento hipotético podrían acarrear una guerra de dimensión monumental. Este es lo que genera el verdadero sentido de mesura por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. 

Más allá de esto, las medidas tomadas en Madrid por parte de la OTAN, son las de reforzar el flanco militar este de Europa, con una frontera cercana a Ucrania, que también pone en alerta al mismísimo Vladimir Putin. Sin embargo, lo que le quita el sueño al líder político ruso, son los posibles nuevos miembros de la OTAN. Hablamos de Suecia y Finlandia. Los países nórdicos desde hace semanas confirmaron su necesaria adhesión a la Alianza Atlántica, con el fin de tener resguardo militar y político ante un posible avance de las tropas rusas sobre su territorio. Esto sería un verdadero revés para las intenciones de equilibrio político en Europa por parte de Rusia, entendiendo que esta forzando un proceso de ingreso a la OTAN de países con los que tiene un comercio fluido, además de una historia militar en común. No obstante, y más allá de la anulación del veto turco, la propia dinámica de las alianzas geopolíticas conlleva a rearmar el tablero global, y sobre todo en el viejo continente, territorio donde hace décadas no se ve tan agitado en términos de inestabilidad. 

Otro punto de vital importancia para comprender, a manera de resumen, lo acontecido por los representantes de la OTAN en la última cumbre de Madrid, es el abordaje sobre China. Stoltenberg y los jefes de Estado fueron claros respecto a este país de vital importancia. Para ellos, el gigante rojo de Asia representa un desafío. Esto se entiende desde la perspectiva económica y el brutal afianzamiento financiero y de generación de excedentes que mantiene a un ritmo galopante el régimen de Xi  Jinping. De hecho, la preponderancia económica lo lleva a China a ser la potencia mundial por excelencia, y además es la razón por la cual, el país asiático no busca involucrarse de manera directa en el enfrentamiento bélico entre Ucrania y Rusia. Cierto es, que China es un aliado de Moscú, aunque el afán por mantener la aceleración en la rueda de consumo es mucho más grande. Una guerra enfriaría la economía global donde China impera, es por esa razón que Xi Jinping solo mira de reojo lo que acontece en el este de Europa. La OTAN sabe eso, y es la razón por la cual no se lo considera una amenaza como sí es considerada Rusia.

Empero, hay otra cuestión por la cual China es un reto para la Alianza Atlántica. Tiene que ver con el abultado ejército a disposición que tiene Beijing, y los intereses geopolíticos que se encuentran alejados del viejo continente. En base a esto, conocida es la vieja disputa entre China y Taiwán, y la constante tensión vivida en esa zona del globo a partir de amenazas de Beijing dirigidas hacia la isla taiwanesa. De igual forma, los intereses económicos de China se ven reflejados, geopolíticamente hablando, en el cinturón de perlas hecho alrededor de India, con el fin de establecer un comercio marítimo prácticamente directo con África. Dicho esto, es predecible ver que los ánimos de China se encuentran lejos de Europa, aunque cerca de sus aliados. Con esto último, es menester hablar de la posición dominante que el gigante asiático busca tener en los archipiélagos de Oceanía, sobre todo centrado en Islas Salomón. Xi Jinping ha demostrado en más de una ocasión su intención de mantenerse cerca de los países oceánicos y esto fue advertido en reiteradas situaciones por Australia, el país que mantiene bajo su control, la hegemonía de Oceanía. Es así, que Sídney, además de haber sido una colonia inglesa, sigue perteneciendo a la Commonwealth, y tiene una relación más que cercana con los intereses de la OTAN y el G7. 

2022, una cachetada a Europa

Una de las premisas que se esgrimen como síntesis de supina importancia al hablar de las últimas cumbres que han tenido lugar en el viejo continente, es el hecho de que Europa se dio cuenta que perdió la batalla de modelos políticos. Más que Europa, hablamos de la Unión Europea. ¿Por qué se dice esto? Básicamente porque la UE se había posicionado como el modelo político nacional y regional de funcionamiento ideal de las democracias liberales, la socialdemocracia, el libre mercado y las dinámicas políticas en base a la diplomacia total desde el comienzo del siglo XXI. Pero Europa se equivocó, no solamente eso, sino que se equivocó y perdió. Este año le dio un baldazo de agua fría, propinado por Rusia y también por EEUU.

Esto se explica por el proceso de otanización que lleva adelante Europa, con una rigidez política mucho más evidente que durante los años de proliferación de las diplomacias europeizantes. El concepto otanización fue propuesto por el mismísimo Joe Biden. El máximo mandatario de Estados Unidos aclaró que Europa está atravesando por ese proceso de inclusión a la OTAN por culpa de las decisiones de Vladimir Putin y las ambiciones de mayor defensa nacional de Rusia. He aquí un claro ejemplo en donde una invasión rusa y una respuesta estadounidense fueron suficientes para ponerle un punto a las prácticas políticas institucionales de la Unión Europea. 

Vayamos más a fondo, el G7 y la OTAN entendieron que el avance militar ruso no trae consigo solamente una cuestión plenamente territorial, sino que detrás viene el afianzamiento de un modelo político puesto a disposición en el personalismo de un líder carismático. De hecho, si se hace un breve proceso de revisión de la historia rusa, verá que sus épocas de apogeo económico estuvieron en manos de personajes y líderes, no así de modelos concretos. Aquí podríamos nombrar a Pedro el Grande, Catalina, Stalin y el mismísimo Vladimir Putin. Es decir, que tan solo el avance de Rusia sobre Ucrania puso en jaque todo un modelo de prácticas políticas que la Unión Europea había construido durante décadas. 

Por otro lado, hablamos de EEUU. En este sentido, Washington y su intransigencia o posición cuasi dubitativa también dejaron a la Unión Europea en un limbo. Curiosamente, Joe Biden condenó la operación militar rusa en Ucrania desde el primer momento, ejecutó sanciones económicas, apoya a Ucrania con envío de armamentos y de paquetes monetarios, pero no se metió en suelo ucraniano a combatir al “enemigo”. Pareciera ser que EEUU perdió esa fiereza que tuvo durante la Guerra Fría, en donde junto a la Unión Soviética, transformaron al mapa mundial en un juego táctico. Hace falta recordar lo que sucedió en la península de Corea, Vietnam, Afganistán y la crisis de los misiles cubanos. Ahora bien, Biden sabe que no es momento de actuar de esa manera, por las razones previamente establecidas como la equivalencia de fuerzas bélicas y el debilitamiento del sistema económico que ya viene desguarnecido por la pandemia de COVID – 19. Por otro lado, el eterno defensor de la democracia ha tomado la postura de la defensa indirecta, resguardando sus intereses y con un contexto nacional particular. La adhesión social en EEUU no es algo homogéneo en su mayoría, y además cabe recordar el avance de los extremismos en su sociedad, marcada por los tiroteos masivos y por el funesto episodio del asalto al Capitolio en 2021. Con esto se quiere decir que Estados Unidos tiene asuntos que resolver en su patio trasero antes de salir a pasear por el barrio. 

En el medio de esta discordia, la Unión Europea se encuentra entre fuego cruzado y con una amenaza constante y total. Por esa razón, personajes como Macron o Scholz han buscado el diálogo constante con Putin, entendiendo que esa vía es la indicada al no tener un contexto favorable para otro tipo de ultimátum. Por otro lado, las sanciones económicas a Rusia, no parecen afectarle en demasía, como si lo hace el bloqueo del petróleo y el gas del Kremlin, que están causando una verdadera crisis energética en el viejo continente. Efectos casi nunca padecidos: altas tasas inflacionarias, previsiones a futuro aún más elevadas, aumento del precio de combustible y caída del nivel de vida. Ante esto, la Unión Europea se dio cuenta del golpazo que le están propinando Rusia y EEUU, y también que su modelo puede entrar en crisis en cualquier momento. 

G7 y OTAN en la periferia 

Mucho se habló de lo acontecido en el viejo continente y de lo meramente relacionado a la Guerra en Ucrania. Sin embargo, hay países considerados emergentes que han participado de dichas cumbres, en forma de invitados. Previamente se habló de Argentina, y en este apartado cabe recordar que el país conducido por Alberto Fernández quedó medianamente bien posicionado en la última Cumbre de las Américas. Esto podría servir para Argentina, por razones de pagos externos, pero también para las potencias, entendiendo que, si la economía argentina goza de un leve despegue en los próximos meses o años, puede ser una oportunidad de invertir en Sudamérica. 

Más allá de esto, India se presenta como un país interesante que tuvo invitación al G7. La importancia de este gran país asiático radica en que forma parte del BRICS. Es decir, la alianza conformada también por Brasil, Rusia, China y Sudáfrica. Es decir, son países con economías emergentes, con relaciones bilaterales estratégicas. El acercamiento de India a las problemáticas que guardan relación con Europa puede servir como una especie de termómetro, si es que se posiciona como interés de la India, para con Vladimir Putin. No pareciera ser de suma importancia para Nueva Delhi, el hecho de ser un mediador en esta guerra. Caso contrario al de Turquía. 

Erdogan sigue haciendo de la OTAN, una novela en donde él mismo es el guionista. Con idas y vueltas para con Suecia y Finlandia. Más, sin embargo, habría que empezar a pensar en un actor importante que no ha aparecido en escena en estas cumbres, pero que tiene intereses de mediador y de dominador regional tal y como lo busca Turquía: hablamos de Israel. El país de Medio Oriente cumple un papel fundamental en las cercanías de la medialuna de las tierras fértiles, un rol preponderante como aliado de los intereses de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. El control de las sublevaciones o los afianzamientos de movimientos islámicos y, sobre todo, palestinos, es de vital importancia para mantener los intereses petroleros de la región. Israel, a su vez, no ha tenido participación directa en estas cumbres, aunque se conoce su postura al respecto de las problemáticas tratadas. A esto hay que agregarle, que Tel Aviv está pasando por un proceso de fragilidad institucional más que evidente. En los últimos días, Israel disolvió su parlamento y llamó a elecciones anticipadas para noviembre del corriente año. Será la quinta elección en cuatro años en dicho país. 

Luego de lo previamente expuesto, pareciera ser que África vuelve a ser ignorada y dejada de lado por las grandes potencias. El G7 y la OTAN solo tuvieron una escasa aproximación a un paquete económico de ayuda humanitaria en el continente más afectado por la pobreza y la enfermedad. Además de esto, la siempre complicada situación de Melilla en el norte africano fue material de comentarios en los pasillos alemanes y españoles, pero no más que eso. Nuevamente, el continente africano queda afuera de las políticas globales, sin tener en cuenta su galopante y preocupante nivel de pobreza, indigencia, falta de educación, crisis sanitarias por enfermedades y bajísimo nivel de vida. 

Finalmente, las políticas medio y socio – ambientales ocuparon un breve espacio, sobre todo en la cumbre del G7. Con el fin de continuar un proceso de saneamiento de la naturaleza y preservación de la naturaleza y la biodiversidad a partir de políticas a largo plazo. Inclusive, la Unión Europea aprobó el abandono de los vehículos a combustión para 2035, pero no más que eso. Es decir, antes de la guerra en Ucrania, la agenda global se encontraba plenamente abocada a las políticas ambientales. Hoy, la OTAN y el G7 tienen preocupaciones de mayor envergadura, las cuales han sido identificadas y tienen claros destinatarios: el avance militar de Rusia con el declive político de Europa, y la mega – maquinaria económica y financiera de China, manejada por un régimen con mano dura como el de Xi Jinping.

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