RÍO DE JANEIRO

No me Río de Janeiro

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Cuando se habla de narcotráfico generalmente se pasa por alto que es un problema de dimensiones geopolíticas. La masacre de Río de Janeiro puso de relieve la presencia territorial del narcotráfico en barrios periféricos, la interferencia de un Estado que dejó crecer este fenómeno y la encrucijada en la que Estados Unidos pone a América Latina en su relación con el aparato narco internacional. 

Hoy, Río de Janeiro es la capital de las tensiones sociales y políticas del cono sur. 

Conflicto con historia 

Actualmente son más de 130 los muertos en la redada policial más grande contra el narcotráfico que tuvo Río de Janeiro en su historia. Imágenes crudas de cuerpos que yacen en el suelo sin vida y favelas absolutamente militarizadas son moneda corriente en medios de comunicación y en las redes sociales. De la noche a la mañana, esas exuberantes imágenes de las playas de Río, del carnaval y de turistas desbordando el Cristo Redentor cambiaron por un converso film en donde la ciudad brasileña era más parecida a Medio Oriente por sus conflictos que a otra cosa un poco más beneficiosa de ver. 

¿Quién está detrás y cuál es el problema? Todo parte de la presencia del Comando Vermelho. Esta es una organización de crimen organizado que basa sus actividades, principalmente, en el narcoterrorismo. 

El Comando Vermelho nació en la década de los 70 ‘s en las cárceles brasileñas, como una especie de reducto de defensa para los presos políticos y comunes que se encontraban allí en pleno contexto de dictadura del 64, una de las más letales de América Latina. 

Con el paso de los años y ya entrado en la década de 1980, el Comando Vermelho fue mutando a una red transnacional de tráfico de drogas, en pleno boom de la cocaína a nivel global. Alguna de las tantas acciones por las cuales se los conoce es por robo, sicariato, extorsión, además de manejar la droga desde Río de Janeiro y con fuerte presencia en las favelas. Curioso resulta que este grupo empezó como una especie de red de contingencia para presos políticos y terminó recayendo en el crimen organizado para el financiamiento del mismo. 

Toda esta situación de conflictividad explota ahora bajo un contexto de expansión territorial del Comando Vermelho, estableciendo alianzas con el Primer Comando de Capital en San Pablo y con el famoso Tren del Aragua en Venezuela. Esta ampliación territorial también tiene una faceta de choque con otra asociación narcocriminal como lo es Jalisco Nueva Generación, un cartel mexicano con el que se disputa corredores bioceánicos, en el marco del traslado de la droga desde el cono sur de América Latina hacia Estados Unidos o Europa. 

A destacar también es que los grupos de élite de las fuerzas de seguridad que llevaron adelante estos impresionantes operativos se encontraban planificando el golpe hace más de un año mediante investigaciones y trabajos de inteligencia. Asimismo, el Comando Vermelho se caracterizó en estos últimos días por mostrarse con armamento digno de ejércitos como fusiles automáticos y drones, todos ellos adquiridos en el mercado negro. 

La política detrás del desastre 

Es un hecho que el operativo tuvo lugar y transformó a reconocidas favelas de Río de Janeiro en zona de guerra. Sin embargo, es de importancia decir que la política puede dar una explicación a esta calamitosa situación actual. 

Por un lado, una visión desde los factores exógenos a Brasil, dicta el posicionamiento de Estados Unidos y su perspectiva trumpista hacia Latinoamérica. Desde que asumió el actual mandatario estadounidense, una de las características en cuanto relación a América Latina fue el de ejecutar o al menos intentar hacer golpes de efecto, lógicamente armados y de carácter intervencionista, contra grupos narco criminales. México y la negativa de Claudia Sheinbaum para el accionar de tropas o autoridades extranjeras es parte de un capítulo, mucho más fuerte en la animosidad de Trump de descabezar o al menos darle un golpe fuerte a Tren de Aragua y el Cartel de los Soles en Venezuela, este último asociado con la figura de Nicolas Maduro. Parece ser cuestión de tiempo para ver una mayor avanzada de Estados Unidos sobre este último país. 

Con Brasil también podría entenderse esta relación política y eso lleva automáticamente al factor endógeno. La disputa política interna de dicho país está bajo los ojos del Tío Sam. Por un lado, el gobernador Claudio Castro, férreo aliado a Bolsonaro, habla de una guerra abierta contra el narcotráfico pidiendo intervención militar federal. En tanto que Lula Da Silva, presidente de Brasil, se ha mostrado más reacio a un enfrentamiento directo teniendo un desastre más grande y la aparición de un narco estado, sobre todo por la idea del manejo de grupos paramilitares de Claudio Castro. Cabe aclarar también que parte de la masa votante de Lula la tiene presente en las favelas, hoy escenario de disputa en Río de Janeiro. 

Estados Unidos ve esta polarización de cerca. Trump considera a Bolsonaro como un aliado, este último imposibilitado de ejercer cargos públicos por imputación de sedición e intento de golpe de Estado. Para Estados Unidos, el argumento del desmán narco y el crecimiento territorial del Comando Vermelho es un motus perfecto para avanzar indirectamente sobre Brasil. Un Lula debilitado por este contexto es el escenario ideal para el fortalecimiento trumpista en la estructura de Bolsonaro. ¿El mayor trasfondo? Brasil integra el BRICS y un escándalo nacional de semejante envergadura puede servir como argumento para EEUU de fortalecer su posicionamiento en el tablero geopolítico, en contraposición con el grupo de países emergentes, y, porque no, ser la punta del iceberg de algún conflicto mayor. 

El futuro es algo incierto pero nada positivo si no se toman decisiones fuertes en el corto plazo. Si Lula no suaviza la situación y no le da un abordaje integral del problema que no se centre solo en “bala”, puede provocar el avance y consolidación del narco estado, inclusive decantando en la bajada de líderes narco de los morros, haciendo que Río de Janeiro sea ingobernable. Sin recuperación de territorio, el Comando Vermelho promete represalias y eso conlleva a un conflicto de seguridad nacional que puede afectar a la región. Más allá de la perspectiva estadounidense y la equiparación de Lula como un defensor de un “narco régimen”, el problema se puede extender a las fronteras, como Argentina. Esto va desde el genuino éxodo de brasileños que buscan tranquilidad como el camino de huida de narcos, lo que conlleva a mayor inestabilidad en la región. 

Además, puede abrir la puerta a una nueva (vieja) doctrina de mano dura, en donde el combate a estas situaciones sea meramente a través de la militarización, promoviendo un contexto ideal para intervenciones o “ayudas” extranjeras. Si Lula y el arco político brasileño no colaboran en solucionar el caos de Río de Janeiro de manera integral, están a un par de pasos de transformarse en la Medellín de la década de 1980.

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Río de Janeiro: vecinos hallaron otros 50 cadáveres tras la operación policial más letal de la historia

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La violencia en Río alcanzó niveles inéditos. En la madrugada de este miércoles, vecinos del Complexo da Penha, en la zona norte de la ciudad, trasladaron más de 50 cuerpos hasta la plaza São Lucas. Los cadáveres fueron hallados en una zona boscosa entre los complejos del Alemão y de la Penha, donde tuvo lugar la operación policial más letal en la historia del estado.

De acuerdo con cifras oficiales, el operativo -dirigido contra el grupo criminal Comando Vermelho- dejó al menos 64 muertos y 81 detenidos, incluidos cuatro policías. Sin embargo, organizaciones locales estiman que la cifra real podría superar los 120 fallecidos.

Imágenes difundidas por la agencia Reuters muestran una escena estremecedora: cuerpos alineados en el suelo, familiares llorando e intentando identificar a las víctimas. “Varios presentan disparos en la nuca, puñaladas y heridas en las piernas”, denunció la abogada Flávia Fróes, testigo de la remoción. “Es la mayor masacre de la historia de Río de Janeiro”, afirmó.

 (Foto: Eduardo Anizelli/Folhapress, COTIDIANO)

Durante la noche, Río lució irreconocible. Las calles permanecieron vacías, los bares y restaurantes cerraron, y el silencio se apoderó de barrios como Tijuca, Vila Isabel y Laranjeiras. “Parece la pandemia de Covid. Muy extraño”, relató un vecino a O Globo.

Incluso la autopista Grajaú–Jacarepaguá, uno de los principales accesos entre las zonas norte y suroeste, fue clausurada durante horas. El Centro de Operaciones del municipio informó su reapertura recién a las 3:30 de la madrugada.

Clamor por intervención internacional

La magnitud del operativo y las denuncias de ejecuciones sumarias provocaron la reacción de organismos de derechos humanos. Distintas ONG solicitaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y a la ONU la intervención de observadores internacionales para investigar los hechos.

El activista Raull Santiago, del colectivo Papo Reto, explicó que los familiares decidieron exponer los cuerpos para “mostrar en qué condiciones fueron hallados”. “Es una escena que entra en la historia de terror de Brasil”, expresó.

La ONU, por su parte, manifestó estar “horrorizada” por el desarrollo de la operación y pidió explicaciones al gobierno estatal sobre el uso de la fuerza en comunidades densamente pobladas.

El operativo en Río de Janeiro reaviva el debate sobre la militarización de la seguridad pública en Brasil. Las incursiones policiales en favelas suelen dejar un alto saldo de víctimas civiles, especialmente jóvenes afrodescendientes de bajos recursos.
Pese a las críticas, el gobernador Cláudio Castro defendió la intervención y pidió apoyo de las Fuerzas Armadas, argumentando que “Río está sola en esta guerra”.

Mientras tanto, las familias velan a sus muertos y reclaman respuestas. En la plaza São Lucas, una madre gritaba entre lágrimas: “Policía asesina, ¿dónde está mi hijo?”.

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