La conservacionista y empresaria estadounidense Kristine Tompkins, viuda del filántropo Douglas Tompkins, fundador de la marca de ropa y material deportivo The North Face, ofreció donar al Estado chileno 93.492 hectáreas de tierras en el extremo sur del país, para la creación de un parque nacional, informaron hoy.
En este sentido, el ofrecimiento se suma a las 407.000 hectáreas de bosque nativos y especies que fueron cedidas en 2017 por la familia Tompkins, en la mayor donación de tierras privadas de la historia del país, con el fin de que el Estado de Chile se hiciera cargo de ellas y tuvieran un acceso público, informó la agencia de noticias AFP.
“Gracias a la generosa propuesta de donación de la Fundación Rewilding Chile, más de 93.000 hectáreas de Cabo Froward serán parte de la creación de un Parque Nacional. Avanzamos enfrentando la crisis climática y protegiendo la biodiversidad”, indicó el mandatario chileno, Gabriel Boric, en Twitter, tras reunirse con Kristine Tompkins.
Así, con el traspaso de tierras, la familia cumple con un viejo anhelo de Douglas, quien inició su proyecto conservacionista en el sur del país hace más de dos décadas y murió en 2015 en un accidente en kayak.
En un comunicado, la fundación Rewilding Chile y Tompkins Conservation, que administran el legado del fallecido filántropo, explicaron que “la propiedad a donar, Cabo Froward, es el punto más austral del continente americano, las últimas tierras antes de que éste se sumerja en el Estrecho de Magallanes”.
Está cubierto en un 48% por bosques subantárticos (coihue de Magallanes, Canelo, Ciprés de las Guaitecas) y un 11% por turberas (humedales) milenarias.
“Sus bosques y suelos absorben 521 toneladas de carbono por hectárea. Alberga la población más austral del huemul y también al canquén colorado, ambas especies en peligro de extinción”, indicaron.
Por David Gelles, New York Times. Medio siglo después de fundar Patagonia, la marca de ropa para actividades al aire libre; Yvon Chouinard, el excéntrico escalador que se convirtió en un multimillonario a pesar de su visión poco convencional sobre el capitalismo, ha regalado su empresa.
En vez de vender la compañía o hacerla pública, Chouinard, junto con su esposa y dos hijos adultos transfirieron la propiedad de Patagonia, valorada en unos 3000 millones de dólares, a un fideicomiso especialmente diseñado y una organización sin fines de lucro. Ambas organizaciones fueron creadas para preservar la independencia de la empresa y garantizar que todas sus ganancias (unos 100 millones de dólares al año) se utilicen para combatir el cambio climático y proteger las tierras no urbanizadas en todo el mundo.
Esta inusual decisión sucede en un momento de creciente escrutinio para los multimillonarios y las corporaciones, cuya retórica sobre convertir el mundo en un lugar mejor a menudo se ve eclipsada por sus contribuciones a los mismos problemas que dicen que quieren resolver.
Al mismo tiempo, la renuncia de Chouinard a la fortuna familiar es coherente con su antiguo desprecio por las normas comerciales y su amor por el medioambiente.
“Esperemos que esto influya en una nueva forma de capitalismo que no termine con unos pocos ricos y un montón de pobres”, dijo Chouinard, de 83 años, en una entrevista exclusiva. “Vamos a donar la cantidad máxima de dinero a las personas que están trabajando activamente para salvar este planeta”.
Patagonia continuará operando como una corporación privada con fines de lucro con sede en Ventura, California, vendiendo chaquetas, gorros y pantalones de esquí por un valor de más de mil millones de dólares anuales. Pero los Chouinard, que controlaron Patagonia hasta el mes pasado, ya no son dueños de la empresa.
En agosto, la familia transfirió irrevocablemente todas las acciones con derecho a voto de la compañía, equivalentes al 2 por ciento de las acciones totales, a Patagonia Purpose Trust, una entidad recién creada.
El fideicomiso, que será supervisado por miembros de la familia y sus asesores más cercanos, tiene como objetivo garantizar que Patagonia cumpla con su compromiso de ser una empresa socialmente responsable y regalar sus ganancias. Como los Chouinard donaron sus acciones a un fideicomiso, la familia pagará alrededor de 17,5 millones en impuestos por la donación.
En agosto, la familia Chouinard transfirió irrevocablemente todas las acciones con derecho a voto a Patagonia Purpose Trust, una entidad recién creada.Credit… Laure Joliet para The New York Times
Además, los Chouinard donaron el otro 98 por ciento de Patagonia, sus acciones ordinarias, a Holdfast Collective, una organización sin fines de lucro recientemente establecida que recibirá todas las ganancias de la compañía y utilizará los fondos para combatir el cambio climático. Como Holdfast Collective es una organización 501(c)(4), lo que le permite hacer contribuciones políticas ilimitadas, la familia no recibió ningún beneficio fiscal por su donación.
“Había un costo significativo para ellos al hacerlo, pero era un costo que estaban dispuestos a asumir para garantizar que esta empresa se mantuviera fiel a sus principios”, dijo Dan Mosley, socio de BDT & Co., un banco comercial que trabaja con personas muy ricas, como Warren Buffett, y que ayudó a diseñar la nueva estructura de Patagonia. “Y no obtuvieron una deducción caritativa por eso. Aquí no hay ningún beneficio fiscal”.
Barre Seid, un donante republicano, es el único otro ejemplo reciente de un rico empresario que donó su empresa a causas filantrópicas y políticas. Pero Seid adoptó un enfoque diferente al dar el 100 por ciento de su compañía de productos electrónicos a una organización sin fines de lucro, cosechando una enorme ganancia fiscal personal al hacer una donación de 1600 millones de dólares para financiar causas conservadoras, incluidos los esfuerzos para detener la acción sobre el cambio climático.
Al regalar la mayor parte de sus bienes durante su vida, los Chouinard —Yvon, su esposa, Malinda, y sus dos hijos, Fletcher y Claire, ambos de 40 años— se han establecido como una de las familias más caritativas del país.
“Esta familia es un caso atípico si se considera que la mayoría de los multimillonarios solo donan una pequeña fracción de su patrimonio neto cada año”, dijo David Callahan, fundador del sitio web Inside Philanthropy.
“Incluso quienes participan en The Giving Pledge no donan tanto y tienden a enriquecerse cada año”, agregó Callahan, refiriéndose al compromiso de cientos de multimillonarios de donar la mayor parte de sus fortunas.
Patagonia ya ha donado 50 millones de dólares a Holdfast Collective y espera contribuir con otros 100 millones este año, lo que convierte a la nueva organización en un actor importante en la filantropía climática.
Mosley dijo que, durante su carrera, nunca había visto un caso como este. “En mis más de 30 años de planificación patrimonial, lo que ha hecho la familia Chouinard es realmente notable”, dijo. “Es un compromiso irrevocable. No pueden recuperarlo, y no quieren volver a hacerlo nunca más”.
Para Chouinard, incluso fue algo más simple: era una solución satisfactoria para la planificación de la sucesión.
“No sabía qué hacer con la empresa porque nunca quise una empresa”, dijo desde su casa en Jackson, Wyoming. “No quería ser un hombre de negocios. Ahora puedo morir mañana y la compañía continuará haciendo lo correcto durante los próximos 50 años, y no tengo que estar presente”.
‘Esto podría funcionar’
“Esperemos que esto influya en una nueva forma de capitalismo que no termine con unos pocos ricos y un montón de pobres”, dijo Chouinard.Credit… Meridith Kohut para The New York Times
De alguna manera, los cambios en Patagonia no son tan sorprendentes viniendo de Chouinard.
Cuando era un escalador pionero en el valle de Yosemite, en California, durante la década de 1960, Chouinard vivía en su automóvil y comía latas dañadas de comida para gatos que compraba por cinco centavos.
Incluso hoy, usa ropa vieja y andrajosa, conduce un Subaru destartalado y divide su tiempo entre varias casas modestas en Ventura y Jackson, Wyoming. Chouinard no tiene computadora ni teléfono celular.
Chouinard fundó Patagonia en 1973 y se convirtió en una empresa que reflejaba sus prioridades idealistas, así como las de su esposa. Fue una de las primeras compañías en implementar todo, desde el algodón orgánico hasta el cuidado de niños en el sitio de trabajo. Incluso hizo un llamado a los consumidores para que no adquirieran sus productos con un anuncio en The New York Times, durante el Black Friday, que decía: “No compre esta chaqueta”.
Durante décadas, la empresa ha regalado el 1 por ciento de sus ventas principalmente a los activistas ambientales de base. Y en los últimos años, la compañía se ha vuelto más políticamente activa, llegando incluso a demandar al gobierno de Donald Trump en un intento por proteger el Monumento Nacional Bears Ears.
Sin embargo, a medida que las ventas de Patagonia se dispararon, el patrimonio neto de Chouinard siguió aumentando, lo que creó un enigma incómodo para un hombre que aborrece la riqueza excesiva.
“Estaba en la lista de multimillonarios de la revista Forbes, y eso realmente me molestó”, dijo. “No tengo mil millones de dólares en el banco. No manejo coches Lexus.
La lista de Forbes, y luego la pandemia de COVID-19, ayudaron a poner en marcha un proceso que se desarrolló durante los últimos dos años y que, en última instancia, hizo que los Chouinard salieran de la empresa.
A mediados de 2020, Chouinard comenzó a decirles a sus asesores más cercanos, incluido Ryan Gellert, el director ejecutivo de la empresa, que si no podían encontrar una buena alternativa, estaba preparado para vender la empresa.
“Un día me dijo: ‘Ryan, lo juro por Dios, si ustedes no comienzan a avanzar en esto, voy a conseguir la lista de multimillonarios de la revista Fortune y comenzaré a llamar a esa gente’”, dijo Gellert. “En ese momento nos dimos cuenta de que hablaba en serio”.
Patagonia se ha vuelto más activa políticamente, llegando incluso a demandar a la gestión de Trump en un intento por proteger el Monumento Nacional Bears Ears.Credit… Laure Joliet para The New York Times
Utilizando el nombre en clave de Proyecto Chacabuco, una referencia a un paraje de pesca en Chile, un pequeño grupo de abogados y miembros de la junta de Patagonia comenzaron a trabajar en las posibilidades.
Durante los siguientes meses, el grupo exploró una variedad de opciones, incluida la venta de parte o la totalidad de la empresa, convertir a Patagonia en una cooperativa con los empleados como propietarios, convertirse en una organización sin fines de lucro e incluso utilizar una empresa de adquisición de propósito especial, o SPAC.
“De alguna manera volteamos cada piedra, pero realmente no había buenas opciones que pudieran lograr sus objetivos”, dijo Hilary Dessouky, asesora general de Patagonia.
Los caminos más fáciles, vender la empresa o hacerla pública, le habrían dado a Chouinard amplios recursos financieros para financiar iniciativas de conservación. Esa fue la estrategia seguida por su mejor amigo, Doug Tompkins, fundador de las empresas de ropa Esprit y The North Face.
Pero Chouinard no creía que, como empresa pública, Patagonia pudiera priorizar cosas como el bienestar de los trabajadores y el financiamiento de la acción climática.
“No respeto el mercado de valores en absoluto”, dijo. “Una vez que eres público, pierdes el control de la empresa y tienes que maximizar las ganancias para los accionistas, y luego te conviertes en una de esas empresas irresponsables”.
También consideraron simplemente dejarle la empresa a Fletcher y Claire. Pero incluso esa opción no funcionó, porque los hermanos no querían la compañía.
“Para ellos era importante que no fueran vistos como beneficiarios financieros”, dijo Gellert. “Tenían ideas muy fuertes al respecto. Sé que puede sonar frívolo, pero realmente encarnan esa noción de que cada multimillonario es un fracaso de las políticas”.
Finalmente, el equipo legal y los miembros de la junta llegaron a una solución.
En diciembre, en una reunión que duró todo un día en las colinas de Ventura, el equipo se congregó por primera vez desde que comenzó la pandemia. Rodeados de robles y huertos de aguacates, los cuatro Chouinard, junto con su equipo de asesores, acordaron seguir adelante.
“Todavía teníamos un millón de cosas por resolver, pero parecía que esto podría funcionar”, dijo Gellert.
‘La solución ideal’
Chouinard filmó un anuncio para sus empleados en su casa en Wyoming. Al regalar la mayor parte de sus bienes durante su vida, los Chouinard se han establecido como una de las familias más caritativas del país. Credit…Natalie Behring para The New York Times
Ahora que el futuro de la propiedad de Patagonia está claro, la compañía tendrá que cumplir con sus nobles ambiciones de administrar una corporación rentable mientras aborda el cambio climático.
Algunos expertos advierten que sin que la familia Chouinard tenga una participación financiera en Patagonia, la empresa y las entidades relacionadas podrían perder el foco. Mientras los hijos permanezcan en la nómina de Patagonia y los Chouinard mayores tengan lo suficiente para vivir cómodamente, la empresa ya no distribuirá ninguna ganancia a la familia.
“Lo que hace que el capitalismo sea tan exitoso es que hay motivaciones para tener éxito”, dijo Ted Clark, director ejecutivo del Centro de Empresas Familiares de la Universidad Northeastern. “Si se eliminan todos los incentivos financieros, la familia no tendrá ningún interés en el negocio, excepto el anhelo de los buenos viejos tiempos”.
En cuanto a cómo Holdfast Collective distribuirá las ganancias de Patagonia, Chouinard dijo que gran parte del enfoque estará en las soluciones climáticas basadas en la naturaleza, como la preservación de las tierras salvajes. Y Holdfast Collective también podrá aprovechar el financiamiento de activistas de base que ha caracterizado a Patagonia, pero también puede cabildear y hacer donaciones a campañas políticas.
Para los Chouinard, esta decisión resuelve la pregunta de qué pasará con Patagonia después de que su fundador se haya ido, asegurando que las ganancias de la empresa se pondrán a trabajar para proteger el planeta.
“Siento un gran alivio por haber puesto mi vida en orden”, dijo Chouinard. “Para nosotros, esta era la solución ideal”.
Hace tres meses ocurrió en Corrientes un hecho histórico para la conservación del yaguareté: nacieron Arandu y Jasy, los primeros cachorros concebidos y nacidos en total libertad en Iberá, luego de más de 70 años de extinción en la zona.
Estos pequeños depredadores tope siguen creciendo bajo el cuidado de su madre, Arami, y la protección que les proporcionan las cientos de miles de hectáreas del Gran Parque Iberá.
Luego de 10 años de trabajo en la reintroducción del gran felino americano, el nacimiento de yaguaretés en total libertad es un hecho esperanzador. Se estima que quedan solo 250 yaguaretés en Argentina, por lo que la existencia de proyectos de recuperación de poblaciones como el que llevamos adelante en Iberá junto al gobierno de Corrientes, el Proyecto Yaguareté (CeIBA-CONICET) y la colaboración de numerosas instituciones de nuestro país, Paraguay, Brasil y Uruguay, resultan indispensables.
Con Arandu y Jasy, ya son 10 yaguaretés libres en el Iberá gracias al rewilding impulsado por Douglas Tompkins.
En el valle, cercano a la ciudad de Cochrane, la presidenta Michelle Bachelet anunció la creación de una amplia red de parques nacionales en Chile que va desde Hornopirén, unos 1150 kilómetros al sur de Santiago, hasta el Cabo de Hornos, la punta sureña del continente en la que Chile se divide en una serie de fiordos y canales.
El parque es proyecto de Kristine McDivitt Tompkins y su fallecido esposo, Douglas Tompkins, cofundador de las compañías The North Face y Esprit quien, a partir de 1991, invirtió 345 millones de dólares –casi toda su fortuna– en la adquisición de terrenos en la Patagonia.
Mientras Bachelet hablaba de la creación de la red, McDivitt Tompkins volteó hacia arriba y se quedó sin aliento al ver el águila que sobrevolaba su casa: el código de radio de su esposo era águila.
Kristine McDivitt Tompkins con su perro, Wacho, en parte de la tierra que Tompkins Conservation donó al gobierno chilenoCreditMeridith Kohut para The New York Times
Tompkins falleció a los 72 años, en diciembre de 2015, después de un accidente durante un viaje en kayak. Meses antes, Tompkins Conservation, conglomerado de varias fundaciones creadas por la pareja, le propuso un acuerdo al gobierno de Chile: donaría más de 404.000 hectáreas de sus tierras preservadas y restauradas si el gobierno se comprometía a sumar terrenos adicionales para designar nuevos parques que juntos fueran parte de una red nacional patagónica.
El gobierno de Bachelet terminó por contribuir con poco más de 900.000 —más de lo propuesto por Tompkins Conservation—, además de designar cinco nuevos parques nacionales y de expandir otros tres. El acuerdo fue una de las pocas victorias para los esfuerzos de conservación en una región en la que la minería, la tala y la agricultura han puesto cada vez en mayor peligro a los ecosistemas y los bosques.
La mañana en la que fue anunciado el nuevo parque el montañista Rick Ridgeway, a la derecha, e Yvon Chouinard, fundadadores de la compañía Patagonia, visitaron la tumba de su amigo, Douglas Tompkins.CreditMeridith Kohut para The New York Times
McDivitt Tompkins dijo en entrevista que el acuerdo representa “un modelo real para la conservación a gran escala y la creación de parques nacionales a modo público-privado”.
Junto con los parques ya existentes, quedó establecida una red que se extiende por 4,5 millones de hectáreas, más de tres veces mayor que la extensión conjunta de los parques estadounidenses de Yosemite y Yellowstone. Con ella las zonas de parque nacional chilenas crecieron en un 40 por ciento, ampliando así las áreas protegidas para pumas, cóndores, flamencos y especies de ciervos en peligro.
Para abril de 2019, todos los parques estarán bajo el resguardo de la Corporación Nacional Forestal; uno de ellos será nombrado en honor a Tompkins.
La red “no es buena solo para Chile, sino también para el planeta”, dijo Bachelet en entrevista. “Demuestra que no se requiere ser un país rico para tomar este tipo de decisiones. Solo requiere voluntad y coraje”.
Sin embargo, hay sentimientos encontrados entre los habitantes locales. El alcalde de Cochrane ni siquiera acudió a la ceremonia de creación de la red de parques.
La red de parques cruza bosques, montañas, volcanes con picos nevados, lagos y ríos con aguas impolutas.CreditMeridith Kohut para The New York Times
Para llegar al Parque Patagonia, donde se realizó el anuncio a finales de enero, se tiene que viajar en auto siete horas desde el aeropuerto más cercano, en Balmaceda, cerca de la frontera con Argentina.
El camino, principalmente de terracería, serpentea entre montañas imponentes flanqueadas por ríos de color turquesa y el lago General Carrera, de una extensión aparentemente interminable.
Praderas con guanacos –camélidos salvajes– dan paso a estepas y bosques, a aguas de un color azul profundo entre montañas majestuosas de picos nevados y a las puertas de campos de hielo y glaciares.
“Es una maravillosa coincidencia estar aquí en este día”, dijo John Rosenblum, el exdirector de la facultad de Negocios de la Universidad de Virginia, quien estaba visitando el parque con su hijo cuando se hizo el anuncio.
Guanacos, camélidos salvajes de la PatagoniaCreditMeridith Kohut para The New York Times
Douglas Tompkins viajó por la Patagonia por primera vez en 1961, cuando tenía 18 años y era un aventurero y alpinista. Compró sus primeros terrenos ahí unos treinta años después: el fundo Reñihué de 17.000 hectáreas, ubicado en la región de Los Lagos, que convirtió al uso de la agricultura orgánica.
En 1993, McDivitt se retiró de la empresa de ropa deportiva Patagonia, de la que era directora ejecutiva, y se casó con Tompkins. Fue entonces, dijo ella, que comenzaron “una vida muy nómada en busca de proyectos de conservación en Chile y Argentina”.
Junto con el filántropo Peter Buckley, adquirieron 84.000 hectáreas cerca del volcán Corcovado, al sur de Reñihué. También compraron otros terrenos más al sur y 157.000 hectáreas adyacentes al parque provincial Iberá, en el noreste de Argentina, que también han estado donando, en cuatro etapas, al gobierno de ese país.
Con los años continuaron adquiriendo propiedades de terratenientes, en buena medida ausentes, para desarrollar el parque Pumalín, compuesto principalmente de bosque templado que incluye al árbol milenario alerce.
Convirtieron los valles en zonas de agricultura ecológica mientras construían cabañas de lujo, sitios para acampar, senderos y otra infraestructura abierta a todo al público.
En la zona de acampado los West Winds en el valle de Chacabuco hay baños con agua caliente gracias a páneles solares.CreditMeridith Kohut para The New York Times
De pronto, los Tompkins se volvieron una preocupación en materia de seguridad nacional.
Algunos políticos y el ejército acusaron que el parque Pumalín, cuya extensión prácticamente cruza desde el Pacífico hasta la frontera argentina, cortaba el país a la mitad y ponía en peligro la soberanía chilena.
Empresarios y terratenientes acusaron a Tompkins de impedir el desarrollo económico. Grupos nacionalistas dijeron que estaba creando de manera encubierta un enclave sionista en la Patagonia.
A los partidos de izquierda, en tanto, les preocupaba que un empresario estadounidense estuviera comprando tramos tan grandes de Chile. La Iglesia católica objetó la Fundación para la Ecología Profunda, creada por Tompkins en 1991 en San Francisco, al acusar que promovía medidas de control de la población.
Tompkins fue vilipendiado por la prensa conservadora, interrogado por comisiones legislativas y amenazado con su expulsión del país.
Alpinistas en el San Lorenzo, el segundo pico más alto de la Patagonia con 3700 metros de altura, admiran la vista hacia el lago Cochrane.CreditMeridith Kohut para The New York Times
Fue en 2005 que los Tompkins comenzaron a donar tierras al gobierno chileno para la creación de parques. Ese mismo año las autoridades designaron a Pumalín como un santuario natural.
Para entonces, el grupo de conservación había adquirido otra gran extensión de tierras con la estancia valle Chacabuco, de 300.000 hectáreas, que renombró Parque Patagonia. Los agricultores y rancheros locales aún resienten lo que llaman la pérdida de sus actividades económicas tradicionales.
Con ayuda de socios y de donaciones internacionales, el grupo tiró unos 650 kilómetros de cercado, retiró a unas 25.000 ovejas y, de nuevo, construyó alojamientos de primer nivel, senderos, sitios para acampar y caminos; también desarrolló programas para restaurar ecosistemas naturales y reintroducir la vida salvaje a su hábitat natural.
“Hay algo en la expansión de la Patagonia, una suerte de evocación que llega al alma, que te afecta físicamente”, dijo McDivitt Tompkins el día que fue anunciada la red de parques. “Hay pocos lugares que te atrapan y no te sueltan como nos sucedió aquí a Doug y a mí”.
Si lo hubieran planeado, no hubiese salido tan bien. Antes de ser liberada en el programa de reintroducción de especies, una guacamaya roja posó en el cartel del flamante Parque Nacional del Iberá, creado en noviembre del año pasado.
“Si lo hubiéramos intentado durante cien años, no podríamos haber creado este loco momento esta semana: una guacamaya en entrenamiento para ser liberada completamente en la naturaleza, aterriza en el nuevo cartel del Parque Ibera que fue donado a la Argentina hace nueve meses”, conto Kristine Tompkins, la viuda de Douglas, el filántropo que compró las tierras en el Iberá para convertirlas en una reserva natural e iniciar el proceso de reintroducción de especies que tiene al yaguareté como objetivo mayor.
Hace más de 190 años fue el último registro de un guacamayo volando libre por los cielos de Argentina. Por sus plumas rojas, la caza furtiva y la deforestación, se había extinguido y sólo había ejemplares en algunos zoológicos del país. La reintroducción del guacamayo no sólo tiene un impacto en la fauna, sino que esperan que sirva para la recuperación de especies de árboles frutales a través de la propagación de las semillas con sus excrementos. Se alimentan de ubajay, mburucuyá, pitanga y aguaí, entre otras frutas silvestres.
“Si yo puedo contribuir a la conservación de la belleza, de la biodiversidad y dejar espacios de paisajes para los siglos que vienen, estoy muy feliz –explica. Como decía Doug, es el precio de alquiler a pagar por vivir en este planeta”. Al mando de Conservation Land Trust (CLT), la ONG que también financia programas de protección de la vida silvestre, restaura paisajes y reintroduce especies extintas, entre otras acciones, hoy ama su presente, pese a la tristeza de haber perdido a su aliado y compañero, con quien se casó en 1993.
El futuro Parque Nacional Iberá crece a la par de las expectativas que genera en los 13 municipios de influencia que rodean a los Esteros. Después de Cambyretá, será San Nicolás, muy cerca de San Miguel. Aunque la reserva en ese lugar tiene 19 mil hectáreas, se donarán también otros terrenos, que suman en total 90 mil. Se trata del núcleo más grande que se cedió hasta ahora. Mientras, la comunidad sanmigueleña se prepara para la exponencial demanda de turismo que promete el lugar.
Según anticiparon al diario Época, desde Conservation Land Trust (CLT), la fundación que creó Douglas Tompkins para fomentar los proyectos de conservación y reintroducción de especies, el traspaso al Estado nacional sería en noviembre. Justo a un año de la primera de las cuatro donaciones previstas para conformar el Parque Nacional Iberá.
En noviembre del año pasado, en coincidencia con el Día de los Parques Nacionales, Cambyretá (el portal norte a los Esteros, cerca de Villa Olvari e Ituzaingó) fue el primer núcleo que CLT traspasó para el proyecto. Y con ese acto, la Administración nacional se hizo cargo del lugar y de quienes, hasta ese momento, habían sido personal de la fundación de Tompkins, que se convirtieron en guardaparques nacionales.
Ahora será el turno de San Nicolás y con solo cuatro meses por delante, la comunidad sanmigueleña redobla energía para “estar preparada para recibir a los visitantes”.