¿Donald Trump puede terminar preso?

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La senda oficial del ex presidente cada vez se hace más cuesta arriba. Las causas judiciales le caen como bombas sobre Medio Oriente, y, paralelamente, se encuentra la vital pretensión de volver a ser el máximo líder de la Casa Blanca.

Donald Trump volvió a tener horas agitadas en Nueva York. Lejos de las cámaras, que en algún momento lo trataban como un personaje histriónico y con cierta simpatía mediática, la Gran Manzana se le volvió en contra. El jurado, compuesto por 12 ciudadanos estadounidenses, decidió declararlo culpable por el caso “Stormy Daniels”.

Hace un puñado de años atrás, cuando se encontraba en carrera por convertirse en el presidente de Estados Unidos, Trump había tenido un affaire con una actriz porno. Stormy Daniels recibió sobornos e inclusive la falsificación de documentos por pagos para garantizar su silencio por este escándalo sexual que tenía involucrado al jocoso republicano. El dinero era prácticamente secundario, lo importante pasaba por ocultar esta bomba que podía impactar directamente en la imagen de Trump.

Con el correr del tiempo y sobre todo en la gestión Biden, se fueron destapando una serie de cuestiones. Más de una treintena de causas cayeron sobre la humanidad de Donald Trump. Entre ellas, las de delitos fiscales y las del caso Stormy Daniels, junto a otras situaciones relacionadas a escándalos sexuales. Lo fiscal va por el lado de que aparentemente a Donald no le gusta pagar impuestos. Será por descuidado o para ganar más dinero, sea como sea, las causas allí están.

Con el caso Stormy Daniels, la situación es aún más compleja. Si bien fue declarado culpable por el jurado, aún falta el veredicto final del juez para determinar cuál será el derrotero que tenga que afrontar el ex presidente que quiere volver a la casa blanca. Más allá de esto, el mismo puede terminar en la cárcel, y ahí es donde se complica todo.

Una presidencia desde la cárcel

Lo que determine el juez a cargo será, obviamente, la palabra final. Esto significa que el mismísimo Donald Trump puede ir preso. Con ello, uno podría pensar que su vida política estaría acabada. De hecho, hay un debate interesante entre juristas y expertos en el análisis constitucional de Estados Unidos para determinar cómo puede darse esta situación.

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Un grupo de especialistas aclara que Trump podría ejercer la presidencia tranquilamente desde la cárcel. Sería posible que el republicano ejerza el máximo cargo ejecutivo si es un delincuente convicto o incluso si se encuentra pagando una pena en prisión. La contraparte podría intentar, en este hipotético escenario, un nuevo juicio político contra su persona en base a la decimocuarta enmienda. Asimismo, hay posibilidad de que se utilice la Cláusula de Supremacía de la Constitución, por la cual un Estado no puede interferir en el poder federal o en el ejercicio de los poderes de carácter constitucional. Esto podría mantener a Trump fuera de la cárcel, aunque siendo condenado y al mismo tiempo, ejerciendo la presidencia de la nación de Estados Unidos.

Por otro lado, cabe aclarar que según el Estado de Nueva York, los delitos que afronta Trump son los más leves dentro de los que son considerados como graves. El sistema judicial de la Gran Manzana podría someterlo a 20 años de prisión, asimismo, como los delitos de Trump no fueron violentos ni tiene antecedentes penales, la sentencia podría reducir la pena a una fracción mínima. Este es el increíble caso de Trump, un ex presidente que quiere volver a la Casa Blanca, aunque se encuentre encerrado en una celda. 

Política, siempre política

Para el magnate republicano, hay una sombra que busca ocupar toda la claridad del caso. Hace meses, cuando esta causa retumbó en los medios estadounidenses, Trump comenzó a avizorar que esto no es una situación meramente judicial, sino que tiene un tinte político que lo motoriza. El mismo lo catalogó como una “caza de brujas”. Esto significa, lisa y llanamente, una persecución. 

Para comprobar lo que Trump denuncia se necesita de mucho tiempo e investigación, sin embargo, es válido hacer una lectura política de los hechos. Hay una realidad que es inobjetable: Trump es muy popular. Esa popularidad lo puede llevar nuevamente al máximo cargo político en su país y los demócratas saben eso. Trump ha logrado robustecer su núcleo duro de votantes y sumar a los indecisos o arrepentidos de Biden. 

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La capitalización de esa masa electoral mucho tiene que ver con la mala gestión del actual presidente. Joe Biden profundizó un debilitamiento económico que si bien, no es crónico, si preocupa y mucho a los analistas estadounidenses, y que, claramente, esto se percibe en el día a día para la gente de a pie. A la economía se le suma la incontenible problemática de los inmigrantes que causa pavor en cuanto estadounidense lo hable, entendiendo la poca o nula contención por parte del gobierno federal. Y, finalmente pero no menos importante, la política exterior. Biden es apuntado como el culpable de que se hayan desatado una serie de conflictos internacionales que afectan severamente a la imagen de Estados Unidos. El retorno talibán en Afganistán, la Guerra en Ucrania y la guerra en Gaza, son los puntos que se le achacan a Joe, y detrás de ello, el financiamiento de conflictos que no afectan al estadounidense promedio.

Este escenario lleva a la lectura de Trump, donde básicamente apunta a una guerra mediática y judicial contra su persona porque no pueden frenar su popularidad y eventual retorno al poder. Es por eso que habla de que designaron jueces tendenciosos y que inclusive son causas que detonaron todas juntas. Trump habla de un mecanismo monumental para intentar tumbarlo, y, por otro lado, el hecho de que un poder coarte a otro, un tropezón para la República. Si es el poder judicial el que inhibe a Trump ejercer la presidencia, básicamente se está devorando al poder legislativo y al ejecutivo. Esta situación, inclusive, fue advertida por Putin.

El caso de Trump y sus problemas con la ley puede ser el puntapié para comenzar a visualizar una serie de problemáticas institucionales a las cuales no nos tiene acostumbrado Estados Unidos y que, a posteriori, puede acarrear a una descomposición política que acabe con la mega potencia tal cual como la conocemos ahora.

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