Valeria Mazza conoció el Awasi y se quedó encantada con la selva misionera

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Entre bambúes, huellas de venado y el canto del tucán, la troupe que preside Valeria Mazza (46) avanza con los sentidos bien alertas. Una bandada de vencejos se desprende de las cataratas, y sólo algunos los escuchan. Los rieles del tren les marcan el camino. Todo mientras el río Iguazú, que luego será torrente inagotable, corre calmo por la izquierda.

“¡Le ganamos al tren!”, anuncia Alejandro Gravier (58), impulsor de la aventura que trajo a su familia hasta el parque nacional más visitado de la Argentina. Esa Maravilla Natural del Mundo, que se compone de 67.720 hectáreas de selva y ríos, en 1984 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Destino perfecto para los Gravier durante el fin de semana largo del 25 de mayo, que en el tramo final tiene a a la revista Gente como testigo.

 

Valeria Mazza y Alejandro Gravier junto a sus hijos: Balthazar, Tiziano, Benicio, Taína y la hija de unos amigos, Isobel (Foto Maximiliano Vernazza/GENTE)

CUMBRE MESOPOTÁMICA. Valeria, Alejandro y sus hijos –Balthazar (19), Tiziano (16), Benicio (13) y Taína (10)– aterrizaron en Puerto Iguazú el viernes a la mañana, en un vuelo privado. Llegaron acompañados por Isobel, una londinense que bien podría ser hermana mayor de los chicos, con quienes se la pasa bromeando en inglés. “Es hija de unos amigos. Vino a vivir unos meses con nosotros. Experiencia genial para ella, así como para mis hijos”, explica Gravier.
 
 
Juntos se instalaron en Awasi, un exclusivísimo lodge en la selva, desde donde, coordinados por los guías Paula y Francisco, partieron una y otra vez para conocer a fondo el Parque Nacional Iguazú.

“El viernes por la tarde fuimos a Güirá Oga, un refugio de animales silvestres en recuperación, donde hacen un trabajo muy interesante”, cuenta Valeria sobre el primer paseo en Iguazú de la familia (el matrimonio cumplió dos décadas el 9 de mayo). Después hubo navegación en la Triple Frontera y picnic a bordo, para disfrutar del atardecer en el punto donde se encuentran Paraguay, Brasil y la Argentina.

 
La mañana del sábado los descubrió recorriendo el Circuito Inferior, convirtiendo su foto en el Salto Bosetti en la primera postal de los Gravier-Mazza en Cataratas. “Había venido de chica con mis padres”, apunta la modelo, mientras su marido empresario acota que él estuvo por trabajo hace ya algunos años. Ambos agregan que para los chicos es la primera vez.

“Anduvimos en kayak… ¡Estuvo tremendo!”, señala Tiziano, todavía vibrando por el paseo vespertino en el arroyo Urugua-í y su desembocadura en el río Paraná. “Estábamos sólo nosotros. Parecía de película”, apunta Benicio. “Así permanecimos hasta que salió la yací”, agrega Alejandro, hablando de la Luna y haciendo gala del puñado de palabras en guaraní que aprendió.

 
El repaso se da el domingo 27, apenas después de las ocho de la mañana y mientras el clan avanza entre las más de dos mil variedades de plantas que dominan la selva misionera. Son dos horas de caminata, que terminarán frente a la monumental Garganta del Diablo. Al llegar, los chicos se dejan empapar por la bruma del accidente geográfico más magnífico de nuestro territorio y contemplan la estrepitosa caída del agua desde más de 80 metros.

“Iguazú nos enamoró. La selva y las Cataratas nos regalaron una gran experiencia en familia”, concluye Valeria, que si bien con su familia recorrió y conoció el mundo, en su Mesopotamia natal pudo regalarles a sus hijos un fin de semana patrio que jamás olvidarán.

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