Vejeces reales y nuevas, hacia un nuevo paradigma
Por Graciela Spinelli – De acuerdo a la organización internacional, la esperanza de vida supera actualmente los 75 años en la mitad de los países del mundo, 25 años más que en 1950. Es más, para 2030 se prevé que el número de personas mayores supere al de jóvenes en todo el mundo, y que este incremento sea más rápido en los países en desarrollo.
La ampliación de la esperanza de vida ofrece oportunidades, no solo para las personas mayores y sus familias, sino también para las sociedades en su conjunto.
Es importante recalcar dos conceptos: “vejez” y “vejeces reales”. Primero, la vejez es una etapa de la vida como cualquier otra. Así como está la niñez, la juventud y la adultez. En la adultez se habla de adulto y en la vejez de viejo. Que la palabra viejo se use con connotación negativa es un problema social, pero el término en sí es correcto ya que se trata del sujeto de la vejez.
Se suele conceptualizar a la vejez como la última etapa del curso de vida. Es fundamental aquí entender que siendo la última fase cada persona pueda ser total y absolutamente autónoma para tomar las decisiones pertinentes al tiempo que le resta. Claro que para poder decidir hay que tener buenas herramientas de información, tener criterio o contar con alguien que explique lo que se desconoce, es decir, contar con accesibilidad cognitiva. Incluso una persona con deterioro cognitivo puede expresar qué desea si se le explica de forma sencilla y clara.
Hoy se habla de vejeces reales. De hecho, este fue el tema central que se abordó en el XX Congreso Argentino de Gerontología y Geriatría en Mar del Plata. La esperanza de vida se fue extendiendo, ahora al momento de jubilarse la persona tiene por delante 25/30 años o más.
En consecuencia, la sociedad debe prepararse para estos modelos de vejez donde se respete la individualidad, la dignidad, la autonomía y los derechos de cada persona como ser único. La persona antes se jubilaba y se dedicaba, por ejemplo, a cuidar nietos o a realizar tareas pasivas, cuando la vejez como etapa del curso vital puede ser la más activa de todo el camino.
Ahora la gente va teniendo otra visión de qué hacer con ese tiempo liberado de las obligaciones, hay proyectos por cumplir, inquietudes, motivación e interés, porque la sociedad está cambiando y cada vez encuentran más espacios donde se los recibe dándoles la posibilidad de seguir creciendo y desarrollándose. Es más, en la actualidad hay muchísimas ofertas pensadas para este público desde turismo, salidas en grupo, talleres, cursos, instituciones de todo tipo, etc.
Se empieza a encontrar así otro sentido a la vida en esta etapa. Se observan cada vez más personas mayores que salen con los amigos, debaten y siempre quieren aprender, no permiten que la sociedad les indique que hacer, se abren camino, se expresan y pisan fuerte manifestando su voluntad.
Hoy planifican y diseñan su proceso de envejecimiento tomando decisiones, respetando su individualidad y dignidad, avalando sus derechos, incluso buscando instituciones de larga estadía por decisión propia para ser artífices de su propia vejez aún con los desafíos que esta etapa pueda presentar.
Cuando las personas se sienten motivadas, valoradas y escuchadas, la adaptación a su nueva realidad se facilita en gran manera y toda la sociedad en su conjunto se ve beneficiada, ya que bajan los niveles de demanda espontánea en las guardias, los hijos se sienten más tranquilos viendo a sus padres felices y las personas mayores se sienten ser parte de una sociedad que cada día los incluye más. Para sentir el orgullo de ser una persona mayor con una vida vivida, hace falta que la sociedad se los haga sentir y sobre todo que las acciones concuerden con las palabras.
Graciela Spinelli, Licenciada en Gerontología de la Residencia Los Pinos.