Xuxa fue la Barbie de Brasil, ahora pide disculpas

Alguna vez fue la estrella más grande de la televisión brasileña. Muchos se preguntan ahora si una mujer blanca, rubia y delgada era el ídolo adecuado para un país tan diverso.

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Por Ana Ionova, New York Times. En las décadas de 1980 y 1990, Maria da Graça Xuxa Meneghel, conocida universalmente como Xuxa, fue la estrella más importante de la televisión de Brasil. Generaciones de niños pasaron las mañanas viéndola jugar, cantar y bailar durante horas en su popularísimo programa de variedades.

“Yo venía a ser la muñeca, la niñera, la amiga de estos niños”, dijo Xuxa, de 60 años, en una amplia entrevista. “Una Barbie de aquella época”.

“Ella venía con un autito rosa”, agregó. “Yo venía con una nave espacial rosa”.

Al igual que la famosa muñeca, Xuxa también es delgada, rubia, de ojos azules y blanca. En su programa para niños, a menudo usaba faldas cortas y botas hasta los muslos cuando salía de una nave espacial adornada con las figuras de unos labios rojos gigantes. Y al igual que Barbie, se convirtió en un ídolo para sus admiradores, quienes crecieron queriendo ser como Xuxa y su elenco totalmente blanco de bailarinas adolescentes, las “Paquitas”.

Pero ahora Brasil está en medio de una especie de ajuste de cuentas con su Barbie de carne y hueso. Y en medio de eso está Xuxa. Esto se debe en parte a una nueva serie documental que se ha convertido en una sensación nacional y ha vuelto a plantear cuestionamientos sobre la diversidad, los estándares de belleza y la sexualización en su programa.

Muchos, entre ellos la propia Xuxa, se preguntan si el ideal tan específico que representó fue siempre una fuerza positiva en Brasil, un país con una población mayoritariamente negra donde se está gestando un debate nacional sobre qué se considera bello y quién ha sido borrado de la cultura popular.

“No lo veía mal. Hoy sabemos que está mal”, dijo Xuxa sobre el estándar de belleza que representó para la juventud brasileña.

Durante el reinado de Xuxa, que coincidió con la expansión económica de Brasil, las tasas de cirugía plástica se dispararon a las más altas del mundo, y muchas personas pasaron por el quirófano cuando aún eran adolescentes. Pero Brasil y sus guardianes culturales adoptan ahora nuevas definiciones de belleza que celebran los rizos naturales, los cuerpos curvilíneos y los tonos de piel más oscuros.

La falta de rostros negros en los programas de Xuxa “infligió heridas profundas a muchas mujeres en Brasil”, dijo Luiza Brasil, quien escribió un libro sobre el racismo en la cultura, la moda y la belleza brasileñas.

En la serie Xuxa culpó en gran medida de los problemas de su programa a su antigua jefa y a la cultura de la época. Pero en su entrevista con The New York Times, Xuxa asumió más responsabilidad y lamentó la huella que pudo haber dejado en los jóvenes televidentes que no lucían como ella. “Madre santa, qué trauma les puse en la cabeza a algunos niños”, dijo.

“No fui yo quien lo decidió”, agregó. “Pero lo avalé. Le puse mi firma”.

Cuando Xuxa, de 23 años, obtuvo su propio programa nacional para niños en 1986, que se transmitía seis mañanas a la semana, fue un éxito instantáneo. Su espectáculo reunía a unos 200 niños en un escenario colorido y delirante que contaba con actuaciones musicales, concursos y mascotas de tamaño humano, como un mosquito llamado Dengue.

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La televisión “era una cajita mágica”, dijo Xuxa. “Yo era parte de esa magia”.

Como estrella de la primera cadena de televisión de Brasil, se convirtió en uno de los rostros más conocidos del país, apodada “la reina de los bajitos”.

“Era mucha gente viendo lo mismo”, dijo Clarice Greco, profesora de la Universidad Paulista que estudia la cultura pop brasileña. “Xuxa se convirtió en una franquicia”.

Se extendió hacia la música y el cine, vendiendo más de 26 millones de discos y casi 30 millones de entradas de cine, rompiendo récords de taquilla en Brasil. Y los niños clamaban por comprar cómics, trajes y muñecas de Xuxa, que tenían un parecido sorprendente con otra rubia de plástico.

“Todo el mundo estaba hipnotizado por ella”, dijo Ana Paula Guimarães, que se impuso a miles de chicas para convertirse en Paquita.

Tras conquistar Brasil, Xuxa aprendió español y comenzó a grabar programas en Buenos Aires y Barcelona. A principios de la década de 1990, decenas de millones de niños veían sus programas en portugués y español. Un periódico francés la catalogó como una de las mujeres más influyentes del mundo, junto a Margaret Thatcher. Y se le relacionó románticamente con famosos como Pelé y John F. Kennedy Jr.

En 1993, Xuxa probó un programa en inglés para capturar el mercado estadounidense, pero dijo que sus problemas con el idioma y su intensa agenda hicieron que el programa fracasara.

Si bien gran parte de su audiencia era negra y mestiza, Xuxa era descendiente de inmigrantes italianos, polacos y alemanes, y se parecía a las princesas y muñecas que inundaron la cultura popular en la década de 1980.

“Y ahí llegué yo: blanca, rubia, alta, piernas largas”, dijo. “Creo, por lo tanto, que tal vez por eso tuve mucho mucho éxito en esa época”.

No todos eran fanáticos. Algunos se quejaban de que Xuxa estaba demasiado sexualizada para ser un modelo para los niños. Antes de dedicarse a la televisión infantil, había posado para Playboy. Y académicos y activistas negros ya cuestionaban la falta de diversidad de su programa una vez que se convirtió en un éxito, incluso en un artículo de 1990 de The New York Times.

En los últimos años, en internet se han analizado los peores momentos de Xuxa, como cuando dijo que sus televidentes preferían a las Paquitas rubias, usó un tocado indígena y le dijo a una niña que perdió un concurso en su programa porque “comió demasiadas papas fritas”.

Xuxa dijo que lamenta tales comentarios, pero agregó que el mayor problema eran los estándares de la época. “En los años 80, no podías encontrar una telenovela en la que la empleada no fuera negra”, dijo.

“No es culpa del show de Xuxa”, agregó. “Es culpa de todo lo que nos transmitían como normal”.

Xuxa dijo que también estuvo sometida a crueles ideales de belleza. “Desde pequeña me veían como un pedazo de carne”, dijo. Le dijeron que perdiera peso, la obligaron a someterse a cirugía plástica y le prohibieron cortarse el cabello. “Una muñeca tiene que tener el pelo largo”, recuerda que le dijeron.

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Cuando se convirtió en madre, se cortó el pelo como protesta. “Ya no quiero ser una muñeca”, dijo, luciendo el corte pixie platinado que ha mantenido durante años.

Xuxa nunca se vio a sí misma como feminista, pero de todos modos se convirtió en un símbolo del empoderamiento femenino. En su programa, dirigido por una mujer, decía a las niñas que podían lograr cualquier cosa. Y construyó un imperio multimillonario mientras criaba a una hija como madre soltera. “Nunca pensé en casarme, nunca busqué a mi Ken”, dijo.

Para Xuxa, los paralelos con Barbie no terminan ahí. “Son dos ganadoras, son dos mujeres victoriosas en una época en la que solo los hombres podían hacerlo todo”, dijo. “Creo que eso es más que ser feminista”.

Cuando Xuxa saltó a la fama, se convirtió en una activista por accidente.

Amaba a los animales, por lo que habló sobre los derechos de los animales en su programa. Aprendió el lenguaje de señas para poder comunicarse con los espectadores sordos. Y ataviada con trajes que evocaban la cultura drag, se convirtió en un ídolo de la comunidad LGBTQ.

Ahora, después de décadas en el centro de atención, dijo que comprende mejor la influencia que tiene y está tratando de impulsar el progreso en la representación, la lucha contra el racismo y los estándares de belleza.

“Defendía causas sin saber necesariamente que aquello era una causa”, dijo. “Ahora realmente quiero hacerlo”.

Xuxa en casa con dos de sus mascotas. Credit… Maria Magdalena Arrellaga para The New York Times

La semana pasada, en un evento benéfico televisado, Xuxa subió a un escenario brillantemente iluminado con sus dos rubias sucesoras en la televisión infantil brasileña. Las tres mujeres cantaron canciones que les habían enseñado a millones de brasileños mientras crecían. Detrás de ellas, alrededor de una decena de bailarines negros se arremolinaban y saltaban al compás.

La actuación parecía ser una muestra de inclusión racial. Pero en internet, la reacción negativa fue rápida, ya que muchos interpretaron la reunión como una celebración del whitewashing, o blanqueamiento de la cultura pop brasileña.

“Estas mujeres todavía son elogiadas como un ideal”, dijo Brasil, quien es negra. “Y nosotras todavía estamos ahí, en un lugar al margen de lo que es esta belleza blanca, rubia, casi infantil que nos ha lastimado y atormentado durante tanto tiempo”.

En los últimos años, la televisión brasileña ha dado pasos hacia una mayor diversidad. Los papeles protagónicos en las tres principales telenovelas de Brasil ahora están ocupados por intérpretes negros, y más programas de noticias y política están a cargo de presentadores negros.

Xuxa dijo que el debate sobre el impacto de su figura mediática le ha enseñado mucho sobre sí misma y la sociedad. “Solo aprendemos a hacer las cosas bien cuando vemos que estamos en el camino equivocado”, dijo. “Así que creo que tuve que pasar por todo esto para llegar aquí”.

Jack Nicas colaboró con reportería desde Río de Janeiro.

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