¿Y si las cosas salen bien?

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Por Ricardo Kesselman – La profesión es agorera. Un poco por negocio y otro poco por costumbre, el economista argentino típico es un pronosticador de crisis. En la Argentina, esta predicción es una garantía de acierto.

El caso del nuevo Gobierno no es una excepción. Si bien con alguna prudencia (el miedo no es zonzo), las inconsistencias, contradicciones, ausencias, errores y otros calificativos negativos están a la orden del día. Y es una visión posible, no se puede negar. Pero también hay hechos notables cuya dimensión no se ha destacado, o no lo suficiente. Damos algunos ejemplos simples.

Uno muy simple: el Ministro de Economía piensa en términos de equilibrio general. Bien por él. Más aún, lo dice. Esto es una novedad radical en los ministros kirchneristas que, salvo en el caso de Lavagna, herencia de Duhalde ignoraron olímpicamente la macro, entretenimiento de la segunda línea. Esta cualidad novedosa fue registrada a lo sumo como un academicismo.

Otro ya más complicado: a todo ministro de economía se lo acusa de pretender equilibrar las cuentas públicas con un impuestazo. OK, el impuestazo está. Pero está la suspensión de la movilidad jubilatoria, tremenda medida. Por la décima parte hubieran linchado a Macri tres veces. Y está también la ruptura del pacto fiscal, pésimo anuncio para gobernadores e intendentes, es decir un eje del poder político.

El análisis de estas medidas en general ha concluido en demagogia o perspectiva conspirativa (sometimiento de los gobernadores por la caja). De la disminución del gasto tantas veces reclamada, que potencialmente incluyen estas medidas, poco y nada.

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El tercero (last but not least): el saqueo al Banco Central. Expropiación de las divisas y expansión de la base. La herencia era mala pero no tanto. Al final, para qué sirven las reservas sino para pagar las deudas. Por otro lado ¿si la brutal licuación macrista de la base monetaria permite una emisión monetizable de por ejemplo el 1% del producto? Si comprimiendo la base la inflación no bajó, quizás ahora no suba.

Al que le han roto el bolsillo, estas consideraciones le resultan por lo menos superfluas. Sin embargo, también hay buenos indicios y la partida recién empieza. Como a veces dice De Pablo: “ánimo”.

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