¿Qué pasó en las elecciones? El análisis de Zuban & Córdoba
Pasaron las elecciones, los pronósticos quedaron atrás y luego de varios meses de incertidumbre y movimientos políticos muy bruscos la Argentina parece haber encontrado un punto de equilibrio en su escenario político e institucional. Un punto en el que nadie parece haber quedado muy cómodo.
El oficialismo logró su objetivo de remontar todo lo que fuese posible la elección, especialmente en la provincia de Buenos Aires, donde la situación de empate técnico fue tan repentina y abrupta que Juntos por el Cambio no pudo festejar la victoria que hubiese querido, el Frente de Todos logró además dar vuelta la elección en dos provincias más (Tierra del Fuego y Chaco). Por el otro lado, la oposición logró consolidar su triunfo nacional y mostrar lo que es ya casi una hegemonía en las provincias de la zona centro. Cuando todos ganan nadie pierde, eso quizás sea bueno desde un punto de vista institucional y de madurez política, pero sin dudas es malo para los dirigentes que esperaban terminar el domingo pasado sepultando a sus rivales internos y externos.
Así como la derrota de las PASO ayudo a bajar a tierra al Frente de Todos, obligándolo a acomodar su siempre latente interna y a desplegar una estrategia de campaña en provincia de Buenos Aires que demostró dar buenos frutos, para Juntos por el Cambio, el triunfo en las primarias significo una perdida total de prudencia o estrategia. Haberse mostrado tan triunfalistas estos meses, llegando al punto de incluso fantasear con una “transición” en palabras de Mauricio Macri, sin dudas contribuyó a licuar sus números y a generar una expectativa que al no verse cumplida el domingo de las elecciones los terminó mostrando impotentes, desorganizados y con caras de sabor a poco. Que importante es la prudencia en la política, especialmente cuando estás en la oposición y que costoso es dejarla de lado.
Con el resultado sobre la mesa se abre una nueva etapa política en el país. Una especialmente sensible, en la que ya no hay espacio para seguir postergando las grandes discusiones y definiciones que marcarán el futuro de la Argentina. Ambos espacios mencionaron y consideraron a su manera esta necesidad de acuerdos y consensos durante la campaña. En la Argentina que empezó el domingo pasado no hay grandes ganadores ni grandes perdedores, el famoso empate hegemónico conceptualizado por Pontantiero goza de buena salud y la gente parece querer que así sea. Nuestro último estudio nacional realizado antes de las elecciones mostró que un 70% de los argentinos está de acuerdo en que los políticos deben llegar a un acuerdo nacional sobre los grandes temas. La gente, nuevamente parece estar más adelantada que sus dirigentes, resta saber si esos dirigentes lograrán estar a la altura.
Esa misma pregunta en nuestro estudio también revela que un 25% de la población es contraria a ese acuerdo. Se trata de un bloque claramente minoritario, que seguramente esté compuesto de forma no menor por los núcleos duros del oficialismo y la oposición. El extremismo a ambos lados de la grieta coincide en su intransigencia. Quizás sea hora de que la política se pregunte hasta cuando va a seguir permitiendo que esos núcleos duros empantanen todas las discusiones.
Un 70% también cree que ese acuerdo no va a ser posible ya que “la dirigencia no quiere ponerse de acuerdo”. La ciudadanía demanda acuerdos y sin embargo, esa misma ciudadanía es tremendamente escéptica al respecto de que la política logre llegar a consensos saludables. Esa alquimia entre demanda y escepticismo debería preocupar a quienes quieren que el proceso democrático argentino siga madurando. No podemos permitir que las frustraciones de la gente crezcan todavía más.
A lo largo de los distintos envíos de #DomingodeDatos repetimos una y otra vez que es necesario que la política profesionalice su comunicación. Los resultados del domingo pasado demostraron una vez más lo importante que esto es. Allí donde hubo campañas profesionales, fundamentadas con investigación seria y estrategias bien diseñadas también hubo grandes desempeños electorales. Por el contrario, donde hubo improvisación, donde hubo un agrandamiento ingenuo del famoso “olfato político” de los dirigentes, también hubo derrotas o resultados magros. Toda la dirigencia debería tomar nota de esto. La calidad del debate político no se puede dar el lujo de seguir con este nivel constante de improvisación.
Los datos sobre lo que pasó el domingo (y sobre lo que pasó también en las PASO) estaban disponibles desde hace meses. No somos pocos los que lo venimos advirtiendo, otros colegas también detectaron el humor social del país y las posibles catalizadores con los que ese humor se iba a expresar. Es una lección que gran parte de la dirigencia sencillamente parece no querer aprender, una y otra vez nos encontramos con comentarios escépticos sobre lo que dicen nuestros estudios e investigaciones: “la calle me dice otra cosa” se repite en los pasillos de la política, el comentario no tarda en ser reemplazado por un “la verdad que tenían razón” cuando la realidad fatalmente les toca la puerta. El ciclo se repite y se repite cada vez que llegan las elecciones. Terminar de procesar de una buena vez la lección sobre la profesionalización no es someterse a los designios del marketing político ni convertir a nadie en un candidato coucheado cual presentador de TV, es sencillamente aceptar las limitaciones propias de quienes habitan la política de los palacios y embarcarse en la humildad de los aprendizajes. La política es mejor y sirve a la gente cuando acepta profesionalizarse. La mala praxis comunicacional no daña solamente la reputación de los dirigentes; también daña la credibilidad de las instituciones y del sistema político en su conjunto. Es hora de que aprendamos esa lección de una buena vez.
Por nuestra parte, este proceso electoral nos deja aprendizajes y satisfacciones. En nuestro último estudio nacional previo a las elecciones generales, logramos pronosticar el dato final a nivel país con un margen de error muy acotado. Es un logro de un equipo muy serio y profesional que nos enorgullece y que también nos genera un gran sentido de la responsabilidad. Seguir estudiando, investigando, analizando e interpretando a la opinión pública argentina es una tarea necesaria para contribuir al fortalecimiento de las instituciones democráticas. En ese camino seguiremos durante los próximos meses, sabiendo que la enormidad de las discusiones y reformas que el país necesita requerirá de esa tarea ahora más que nunca. Nada puede hacerse y discutirse de espaldas a la gente, la profesionalización debe usarse para que esos debates se nutran de la opinión pública e interactúen con ella. Ese es el camino por el que nosotros apostamos. Lamentamos tener que discutir sobre esto y no sobre cómo vamos a hacer para que el país crezca.
Bonus 1.
Análisis de Julieta Waisgold. Consultora en Comunicación Política.
El día de la elección se especulaba con el significado de la ausencia de Cristina. Ya pasó una semana y a juzgar por lo que salió en los medios esa ausencia no fue más que un posoperatorio elegido. Entre potenciar a sus candidatos en el acto de cierre y estar presente el día de los resultados, Cristina eligió lo primero.
Eso tampoco significa que el gobierno esté salvado de internas. Pero tal vez signifique que hay que dejar de pensar que lo único bueno que puede hacer el análisis político es adelantarse a las cosas en una suerte de acto de adivinación.
Lo que sigue a las elecciones está por jugarse. Más allá de la discusión sobre las dimensiones del resultado, ninguna de las fuerzas mayoritarias está en condiciones de irse a dormir la siesta en los años que siguen.
Los que dieron por muerto a Mauricio Macri descubrieron que tampoco lo estaba tanto.
Hacer crecer un espacio de coalición no es fácil. Y va a haber diferencias. Y tal vez haya que perderle el miedo a esas diferencias no siempre instagrameables.
Bonus 2.
Análisis de Mauro Becerra.
Sobre victorias y derrotas
Desde la noche del domingo, hace ya una semana, una disputa de sentido se adueñó de la opinión pública (y consecuentemente de la agenda de medios) de nuestro país. La política es tierra de interpretaciones, por lo que ambos frentes mayoritarios que disputaron las elecciones generales se lanzaron a una esgrima intensa. Los dos buscaron crear una versión sobre lo ocurrido en las urnas, que concuerde con “su” manera de contar la realidad.
Para mucha gente es casi un insulto al sentido común discutir que el Frente de Todos finalizó segundo en el resultado general de las elecciones. No obstante eso, desde la noche del domingo hasta el acto del 17 de noviembre en Plaza de Mayo, ese fue el marco de interpretación que el oficialismo nacional propuso… e instaló con éxito. Para conseguirlo, los medios se llenaron con declaraciones de varias figuras de los gobiernos nacional y de la provincia de Buenos Aires; quienes afirmaron sin dudar que “hay que celebrar el triunfo”, “es un empate técnico” o que “el triunfo lo tenemos nosotros”. Polémico.
¿A qué respondió esto? ¿A una verdadera distinción de que el Frente de Todos fue la coalición más votada? La realpolitik no indica eso: el 17 de noviembre fue publicada en el boletín oficial la prórroga en las sesiones ordinarias hasta el 31 de diciembre. Con este nuevo plazo, el gobierno buscará aprobar la mayor cantidad de proyectos afines a su agenda electoral antes del 10 de diciembre. Esto incluye los 116 decretos que el presidente Fernández firmó en cuarentena. Cambia la composición de ambas cámaras y, entre otras cosas, perderán el quórum propio en el senado. Todo bien con el relato, pero los porotos se pierden en serio.
Como vemos, las decisiones de fondo se alinean con los resultados reales, no con las declaraciones post elección. Entonces, ¿qué beneficios le dio al oficialismo instalar esta idea? Inicialmente le dio la chance de revitalizar su épica electoral. Lograr una transición desde una durísima derrota en las PASO, que generó un cisma condimentado por renuncias y cartas, a una realidad electoral de cara a 2023 un poco más digerible. Un poco nomás, recordemos que la derrota del pasado domingo incluyó a 15 de las 24 provincias. Pero esta estrategia discursiva, junto a una serie de argumentos intertemporales o de píldora amarga (“estamos mal pero vamos bien”) sirvieron para salir de una derrota con bajo costo político. Esto fue importante no sólo de cara a su núcleo duro de votantes, sino también ante el tercio independiente que define las elecciones en nuestro país. Copiando el lema de 2017, necesitaban poder decir que “Hay 2023”.
Pero como toda moneda, la jugada tiene dos caras. Desde la esfera de lo gubernamental, quienes se floreaban con definiciones reñidas con la realidad eran el mismo Presidente, su portavoz y el ministro de Seguridad de la Nación, entre otros. Esto, a un gobierno que no se caracteriza por brindar certidumbres, no le hace muy bien. Ni a su gestión, ni a sus ciudadanos. Que el presidente aparezca ante los ojos del espectador desapasionado como alguien alejado de la realidad, es una pésima señal para toda la sociedad.
¿Y qué pasó en la vereda de enfrente? La noche del domingo para el frente “Juntos” estuvo signada por la precaución al inicio y por el desconcierto después, incluso a sabiendas de la victoria lograda a nivel nacional. Puede haber colaborado el saber menor la diferencia lograda en las PASO. También la espera necesaria hasta confirmar que Diego Santilli había ganado en la PBA. O por ahí puso su parte la idea de que Argentina “no está para festejos” que algunos líderes cambiemitas sostuvieron. Por la razón que sea, en una parte del electorado quedó la sensación de que la diosa Victoria había besado en otro lado.
Hasta ahí, un primer escenario. No obstante, durante el acto del pasado miércoles el Presidente corrigió el rumbo en su discurso: “el triunfo no es vencer, sino nunca darse por vencido”. Posterior al mandatario, se sumaron la candidata a diputada Victoria Tolosa Paz y el referente del Movimiento Evita, Fernando “Chino” Navarro, quien sentenció “tenemos que entender que perdimos”. Esto ocurrió después de 72 horas donde la sociedad y los medios de comunicación discutían fervorosamente, pero dentro del marco de interpretación propuesto por el gobierno. El vínculo entre lo relatado y lo realmente ocurrido, finalmente apareció.
¿A qué se debe este cambio? ¿Internas? ¿Tensiones? ¿Percepción de que pese a la utilidad electoral, hay daño a la gestión que debe seguir dos años? No lo sabremos, pero por el bien de la salud mental de los argentinos, tan castigada desde hace tiempo, bienvenido sea!.
Popurrí de datos de nuestro último estudio:
El crecimiento económico aparece como el principal objetivo que un acuerdo nacional debería tener. Un 87% aprueba esta prioridad..
Un 50% desaprueba las medidas de control del dólar.
Un 45% considera muy relevantes a las políticas contra el cambio climático.