¿Qué nos pasa como suciedad? Digo, sociedad…

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No es extraño ver en las entidades públicas y privadas de la provincia, a ancianos haciendo largas colas, que muy frecuentemente superan la media hora de espera. Mientras tanto, las autoridades del lugar, el custodio (autoproclamado autoridad) y los empleados siguen su rutina como si nada. Las personas que también esperan para consumir, retirar dinero, pagar o hacer el trámite en cuestión, se mantienen ensimismadas, de ser posible con el celular en la mano.

Nadie ve que al fondo, callado, encorvado y taciturno, un abuelo espera al igual que todos, pero con las fuerzas por el piso, ya que, como dice el tango, las nieves del tiempo platearon su sien.

Y cuando excepcionalmente alguien intenta evitar que esas personas padezcan la larga espera, frecuentemente debe discutir con el policía de turno porque, por ejemplo, “no hay caja especial”, o simplemente porque nos les gusta que “atenten contra su autoridad”.

Elie Wiesel, escritor judío que sobrevivió a los campos de concentración nazis, reconocido con el Premio Nobel de la Paz en el año 1986, sostenía que lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia. ¡Y cuánta razón tenía!

Los miembros de esta sociedad (“líquida” diría el recientemente fallecido Zygmunt Bauman, “putrefacta” diríamos algunos en un momento de enojo), no miran hacia el costado. Mientras no nos molesten, incluso mientras no nos toquen el bolsillo, no pasa nada. Padecemos una apatía lacerante.

¿Hace falta que una autoridad nos dé la orden para que ayudemos al prójimo? Acaso si fuera nuestra abuela la que espera cansada, ¿No quisiéramos que la traten con cordialidad? Tenemos que ser nosotros el cambio que queremos en el mundo.

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No hace falta que el Estado me diga lo que tengo que hacer todo el tiempo. Con una buena educación de base, alcanza y sobra para que seamos mejores personas y, consecuentemente, mejores ciudadanos. Sin embargo, hay quienes pueden no pensar igual. Y eso no está mal. Para ellos está la ley.

La ley provincial XIX – N° 57, vigente en la Provincia Misiones desde el año 2013, prevé que los establecimientos y organismos, públicos o privados, que brindan atención al público a través de cualquier forma o modalidad, deben garantizar la atención prioritaria a: a) mujeres embarazadas, b) personas discapacitadas, c) enfermos oncológicos, d) adultos mayores de sesenta (60) años y e) personas que tienen a su cuidado niños de hasta tres (3) años de edad.

Los establecimientos están obligados –por ley– a atenderlas de forma prioritaria, es decir, de inmediato, evitando cualquier tipo de demora, sin otro requisito que demuestren su edad (DNI) o certificado médico o de discapacidad, según corresponda. E incluso este paso debe ser obviado cuando la pertenencia al grupo es evidente.

Los establecimientos deberían contar con una ventanilla o sector especial, cuya ausencia no evita, en absoluto, el cumplimiento de esta norma, debiendo hacerlos pasar al primer lugar que se hallare disponible.

La norma también prevé, en consonancia con leyes de orden nacional, que los establecimientos deben gestionar los medios necesarios para asegurarles una rápida y eficiente atención. Esto implica capacitar al personal, mejorar los canales de comunicación e incluso reestructuraciones edilicias.

Conclusión: tengamos empatía, pongámonos en lugar de las personas que, por distintos motivos, no están en condiciones de esperar al igual que nosotros. Seamos solidarios! Pero si la empatía y la solidaridad brillan por su ausencia, si los organismos a los que concurrimos no se adaptan a los tiempos que corren, recurramos a la autoridad y exijamos el cumplimiento de la norma.

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