Juan Rubén Martínez

Obispo de Posadas.

«La evangelización de la cultura»

Compartí esta noticia !

En esta reflexión dominical quiero recordar y agradecer a nuestros maestros y profesores. A todos, pero  particularmente a los maestros de zonas rurales y a los que con tanto sacrificio viven la vocación maravillosa  de la docencia. En mis recorridas pastorales por la Diócesis, cuando me encuentro con nuestros maestros y  profesores, no dejo de asombrarme y valorar el trabajo, la entrega y la significación que tiene la presencia de  la misión que realizan.  

El 17 de septiembre es la fecha en la que recordaremos a un gran hombre de nuestra historia: José Manuel  Estrada. Es el día de su fallecimiento ocurrido en 1894. «Estrada fue profesor, historiador puntilloso y católico  practicante. Escritor, periodista y político, todo lo cual lo transformó en uno de los más fieles exponentes del  pensamiento argentino en los inicios de la modernidad de nuestra Nación». Muchas veces reflexionamos  sobre el rol del laico y la necesidad del compromiso entre fe y vida, fe y criterios, y fe y cultura. En Estrada y  otros tantos hombres y mujeres de ayer y de hoy podemos encontrar testimonios que nos indican que  fundamentalmente desde el compromiso de la gente podemos tener esperanza. 

La evangelización será consistente en la medida en que todos asumamos el llamado a la santidad. Hay  muchos laicos que son católicos practicantes de su fe, testimonios que aún en el silencio de la cotidianidad y  sin ser noticia, no dejan de ser fecundos y seguramente verdaderos constructores del Reino. Pero  lamentablemente en la necesaria evangelización de la cultura de nuestra Patria, sobre todo en la dirigencia  social, política, económica, o comunicacional, notamos que falta mayor presencia de laicos cristianos  practicantes de su fe, desde sus opciones, criterios, acciones que humanicen y pongan valores cristianos en  nuestra sociedad. Lamentablemente las luchas de poder, las excesivas estrategias y pragmatismos, oscurecen  el que podamos tener horizontes de esperanza. Necesitamos en estos días que se multipliquen los «Estradas» para mejorar la credibilidad de nuestras instituciones, la palabra empeñada, la calidad de vida democrática,  y una sociedad con mayor equidad social. 

Es probable que todos, incluidos los sacerdotes debamos poner más atención en acompañar con una  espiritualidad apropiada a nuestros laicos, para que logren vivir la santidad desde su vocación y misión. Es  cierto que algunos laicos cuando se inician en el proceso de conversión tienden a encerrarse en la dimensión  religiosa, especialmente a profundizar actos de piedad y a ligarse con aquellos con quienes se sienten  contenidos, y con quienes comparten la misma fe. Pero ocurre que a veces no ligan suficientemente esa fe y  el llamado a la santidad en las cosas de la vida diaria, tanto familiares como sociales, en criterios y opciones  relacionados con la justicia y la verdad. Desde ya que la fe que no es practicada, o se va perdiendo, o bien se  va tornando en algo ideológico, o en una religiosidad ritualista y pagana. 

Entre las dificultades que nos presenta el medioambiente y los antivalores que forman parte de nuestra  cultura está el exceso de luchas por espacios de poder, las envidias o celos, que dificultan vivir el trabajo y la  vocación como servicio al bien común. 

El Señor, en el texto del Evangelio de este domingo (Mc 8,27-35), señala las exigencias del discipulado: «El  que quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que  quiera salvar su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí y la Buena Noticia, la salvará» (Mc 8,34-35).  Sin una fe simple y humilde es difícil entender que amar es dar la vida, y este es el código de la verdadera  felicidad. Aunque es difícil, muchos cristianos entienden este llamado y lo viven en la cotidianidad. 

Aun sabiendo que muchas veces el medioambiente es adverso a las propuestas del cristianismo, también  sabemos que es posible ser mejores cristianos. El ejemplo de José Manuel Estrada nos puede ayudar. 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! 

Compartí esta noticia !

Una opción preferencial

Compartí esta noticia !

En numerosas oportunidades señalamos que la caridad practicada, y la opción preferencial por los más  pobres es un componente esencial de nuestra fe y condición del seguimiento discipular de Jesucristo el Señor,  en quien creemos. Los textos que nos presenta la Palabra de Dios en este domingo son contundentes.  

Por un lado, el Evangelio (Mc 7,31-37), nos presenta la curación de un sordomudo: «cuando Jesús volvía de  la región de Tiro le presentaron un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos […] y en enseguida  se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente». 

La carta de Santiago (Sant 2,1-7), también expresa de una manera definida esta opción preferencial a los  pobres, sobre todo contra la acepción de personas: «¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo  para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que le aman? Y sin embargo  ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos quienes los oprimen a ustedes y los hacen comparecer  ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman contra el nombre hermoso que les ha sido pronunciado  sobre ustedes?».  

Estos textos bíblicos, y tantos otros que están en la Palabra de Dios deben orientarnos tanto en nuestra  espiritualidad, estilo de vida, opciones y criterios. Sobre todo, en nuestras opciones pastorales. 

Tenemos que agradecer que notamos en nuestras comunidades mucha gente que se suma a colaborar en  varias tareas y ministerios. Hay también muchos jóvenes que quieren responder generosamente al llamado  que Dios les hace y están en nuestro Seminario. Este regalo que Dios nos hace a la Diócesis seguramente es  un llamado a que integremos más seriamente esta opción preferencial por los pobres en nuestra tarea  evangelizadora.  

Sabemos que hay muchas formas de pobreza y marginalidad: las nuevas pobrezas de la cultura urbana, la de  los jóvenes sin trabajo, los que sobreviven con changas, o los miles que viven en asentamientos. El Papa  Francisco en su exhortación Apostólica «Evangelii Gaudium» señala: «Nadie debería decir que se mantiene  lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos. Ésta es una  excusa frecuente en ambientes académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales. Si bien puede  decirse en general que la vocación y la misión propia de los fieles laicos es la transformación de las distintas  realidades terrenas para que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio, nadie puede sentirse  exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social: «La conversión espiritual, la intensidad  del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza,  son requeridos a todos». Temo que también estas palabras sólo sean objeto de algunos comentarios sin una  verdadera incidencia práctica. No obstante, confío en la apertura y las buenas disposiciones de los cristianos,  y os pido que busquéis comunitariamente nuevos caminos para acoger esta renovada propuesta. La  necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia  pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la  vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas  urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los  problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación  financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y  en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales». (EG 201-202) 

Los textos bíblicos nos indican con claridad la preferencia del Señor por los pobres, en este caso la curación  de un sordomudo, y Santiago en su carta nos señala la dignidad de los pobres, y nos enseña que sin las obras  de la caridad es imposible tener una fe viva. Pidamos que en nuestro discipulado privilegiemos  especialmente a los más pobres y sufrientes. 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! 

Compartí esta noticia !

La búsqueda de Dios

Compartí esta noticia !

El Evangelio de este domingo (Mc 7,1-8. 14-15. 21-23) nos presenta al Señor enseñando sobre la recta  búsqueda de Dios: «Y Jesús, llamando otra vez a la gente, le dijo “Escúchenme todos y entiéndanlo  bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que hace impuro es aquello  que sale del hombre”». Los cristianos debemos tratar de superar las miradas parciales que se fijan solo  en la superficialidad de las cosas. Una mirada atenta de la realidad implica mirar con el corazón. Esto  es válido también para las búsquedas espirituales que nos ayudan a encontrarnos con Dios. Una visión  materialista del mundo nos impedirá descubrir la presencia de Dios en las cosas.  

El desafío de evangelizar la búsqueda de Dios exige que los cristianos nos comprometamos a realizar  un camino de maduración en la Fe. En esto se ha insistido en Aparecida, así como en nuestro Sínodo  Diocesano sobre la necesidad de realizar un camino de formación integral como discípulos y misioneros  de Jesucristo, el Señor, considerando que este es un proceso de seguimiento a transitar durante toda la  vida.  

Junto a la visión materialista aparecen otras versiones que teñidas de espiritualidad no son, sin  embargo, compatibles con el cristianismo. Los cristianos creemos en la resurrección. La resurrección de  Cristo y la nuestra es confesada en el credo desde los primeros siglos y se diferencia absolutamente de  posturas orientalistas que creen por ejemplo en la reencarnación.  

Sobre las erróneas propuestas proselitistas es importante advertir que frecuentemente manipulan la  genuina búsqueda de Dios de nuestra gente presentándose como espíritus amplios y ecuménicos, y  silenciando que son propuestas superficiales e inconsistentes que en corto tiempo dañan la genuina  búsqueda de Dios, dejando a la gente en una profunda insatisfacción y con frustraciones personales y  grupales, que después son difíciles de revertir.  

Es importante señalar la centralidad que los cristianos le damos tanto al diálogo ecuménico como al  diálogo interreligioso, y que no es lo mismo el uno que el otro. El ecumenismo hace referencia al camino  de comunión que realizamos los cristianos que tenemos un mismo bautismo y que confesamos que  Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, y por lo tanto creemos en un Dios uno y trino. En  este camino ecuménico se encuentran católicos, ortodoxos y hermanos de otras confesiones cristianas.  Otra cosa es el diálogo con el judaísmo y con otros grupos religiosos no cristianos, sobre todo  monoteístas.  

Sobre el ecumenismo que no es la mezcla de todo, sino una búsqueda fundamental de comunión en  nuestro tiempo nos dice Aparecida: «El ecumenismo no se justifica por una exigencia simplemente  sociológica sino evangélica, trinitaria y bautismal: expresa la comunión real, aunque imperfecta que ya  existe entre los que fueron regenerados por el bautismo y el testimonio concreto de fraternidad. (DA  228). De esta manera buscamos cumplir con el deseo de Cristo: «que todos sean uno, lo mismo que lo  somos tú y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me  has enviado» (Jn 17,21). En Aparecida también se señala la relación con el judaísmo y el diálogo  interreligioso: «Reconocemos con gratitud los lazos que nos relacionan con el pueblo judío, con el cual  nos une la fe en el único Dios y su Palabra revelada en el Antiguo Testamento. Son nuestros “hermanos  mayores” en la fe de Abraham, Isaac y Jacob» (DA 235). «El diálogo interreligioso, en especial con  religiones monoteístas, se fundamenta justamente en la misión que Cristo nos confió, solicitando la  sabia articulación entre el anuncio y el diálogo como elementos constitutivos de la evangelización» (DA  237).  

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! 

Compartí esta noticia !

«Las exigencias de la fe»

Compartí esta noticia !

El pasado 21 de agosto, fue el día de San Pío X, Papa. Ese día rezamos y agradecemos especialmente por  nuestros catequistas. El fin de semana pasado celebramos la catequesis con un encuentro masivo y  diocesano. A todos los catequistas, que son miles, quiero agradecer y celebrar con ustedes todo lo vivido.  Los catequistas son una gran fortaleza en toda la acción evangelizadora de la Iglesia y en la vida cotidiana  de cada comunidad. En relación a la catequesis y la evangelización, observamos que nuestro pueblo  realmente tiene una gran religiosidad, pero esta no siempre es suficientemente cristiana y, por lo tanto,  debemos buscar caminos para evangelizarla.  

En el documento de la Conferencia Episcopal Argentina, «Navega mar adentro» se señala la necesidad de  evangelizar «la búsqueda de Dios». Si bien «el secularismo actual concibe la vida humana, personal y  social, al margen de Dios y se constata incluso una creciente indiferencia religiosa. No obstante, se percibe  una difusa exigencia de espiritualidad que requiere canales adecuados para promover el auténtico  encuentro con Dios» (Cfr. NMA 29)  

El texto del Evangelio de este domingo (Jn 6,60-69), puede ayudarnos a entender que no todos los caminos  promueven un auténtico encuentro con Dios. Es más, a muchos les cuesta comprender la fe que Jesucristo  nos enseña. El texto de San Juan se sitúa al final de una larga enseñanza del Señor sobre el pan de vida:  «Yo Soy el pan de vida bajado del cielo. El que coma de este pan, vivirá para siempre. Y el pan, que yo  daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo». Esto escandalizó a muchos de sus discípulos que lo  abandonaron porque decían «esta doctrina es inadmisible». Jesús les preguntó a los Doce: ¿ustedes  también me van a abandonar?, y Pedro tomando la iniciativa, le dijo a Jesús: «Señor ¿a quién iremos? Tú  tienes palabras de vida eterna».  

Todos debemos sentir la necesidad de asumir este camino de discipulado o de formación permanente.  Debemos agradecer que nuestra gente tenga una fuerte religiosidad y deseos de búsqueda de Dios. Pero  es cierto que la religiosidad, si no asume un camino de maduración en la fe, puede quedar anclada en  meras devociones, en promesas de un mundo feliz, light, que solo son burbujas engañosas, o bien, en  rituales vaciados de compromiso con la vida y con el riesgo de generar desequilibrios afectivos y  psicológicos. La fe que nos enseña Cristo, como nos lo dice el texto bíblico de este domingo, es una  enseñanza y un camino exigente. La fe para los cristianos está ligada al misterio de la Encarnación y de la  Pascua.  

Entre las tantas propuestas religiosas podemos percibir que no son un camino adecuado para un auténtico  encuentro con Dios, aquello que nos señala el documento Navega mar adentro: «grupos pseudorreligiosos  y programas televisivos que proponen una religión diluida, sin trascendencia, hecha a la medida de cada  uno, fuertemente orientada a la búsqueda de bienestar y sin experiencia de qué significa adorar a Dios.  Ocurre, por lo general, que, sorprendidos en su buena fe, y poco formados por la Iglesia, algunos cristianos  entran en círculos difíciles de abandonar cuando la desilusión o la mentira quedan en evidencia» (NMA  31).  

La maduración en la fe nos enseña a actuar con responsabilidad con ese don de Dios y buscar caminos  para formarnos, orando y asumiendo valores como la justicia, la libertad, la paz y la solidaridad. Sobre  todo, a vivir el misterio Pascual y la fe eclesial, de tal manera que tengamos una espiritualidad que nos  permita ser cristianos en la vida cotidiana. Es importante recordar que la fe que no se encarna en la vida,  termina siendo una religiosidad vacía y superficial. Lamentablemente estas formas de religiosidad  terminan siendo la antesala del secularismo, o provocando la indiferencia de la fe. 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! 

Compartí esta noticia !

«Un horizonte de esperanza»

Compartí esta noticia !

El Evangelio de este domingo (Jn 6,51-59), nos sigue relatando la multiplicación de los panes con una significación eminentemente eucarística. En realidad, este capítulo 6 de San Juan fundamenta el maravilloso don y milagro que realizamos en cada Misa que celebramos, donde el pan y el vino ofrecido se hacen el mismo Cuerpo y Sangre del Señor, actualizando lo que el mismo Señor realizó en la última Cena, «la Misa de todas las misas» que celebramos. El Señor dice: «Yo Soy el pan vivo, bajado del cielo.

Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo… El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» (Jn 6,51.54a).

La Misa, la Eucaristía no es solo un acto devocional o solo un precepto que hay que cumplir, sino que culmina, plenifica y alimenta el llamado que todos los cristianos tenemos de vivir la virtud de la caridad. La Misa es el amor donado de Jesucristo, el Señor, en la Pascua. Por eso nosotros junto al pan y el vino, en la ofrenda de la Misa, ofrecemos nuestra propia vida. Ese amor implica amar a Dios y al hermano. La Escritura respalda este llamado en muchos textos: «Si alguno dice: amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve». (1 Jn 4,20).

En el contexto de nuestro tiempo la palabra amor se utiliza mucho, pero la mayoría de las veces se la vacía de sentido, y lo que es llamado amor es muchas veces solo una expresión de sentimientos pasajeros y mera posesión de algo o alguien. La encíclica «Deus caritas est» [Dios es amor], señala la necesidad de realizar un camino o itinerario del amor. Esto es un servicio indispensable para nuestra época donde el individualismo y la fragmentación fundamentalmente mercantilista, deshumanizan y ensombrecen nuestra cultura y sociedad. Es Dios el que inicia el encuentro de amor con el hombre. Dios nos ha amado primero, dice la carta de Juan (1 Jn 4,10). «En el desarrollo de este encuentro se muestra también claramente que el amor no es solamente un sentimiento, los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor. Al principio hemos hablado del proceso de purificación y maduración mediante el cual el eros llega a ser totalmente el mismo y se convierte en amor en pleno sentido de la palabra. Es propio de la madurez del amor que albergue todas las potencialidades del hombre e incluya, por así decirlo, al hombre en su integridad» (DCE 17).

Es por eso que reitero aquello que el Papa nos pide que tengamos en cuenta en nuestras comunidades, y se liga al texto bíblico de la multiplicación de los panes de este domingo: «Nuestras comunidades cuando celebran la Eucaristía han de ser cada vez más conscientes de que el Sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse “pan partido” para los demás, y por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno… En verdad la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo» (DCE 88).

La caridad, el amor bien entendido, es el fundamento al reclamo legítimo de nuestro tiempo de comprometernos por la inclusión de tantísimos hermanos que por distintas razones están marginados; de una comprensión integral de todos los derechos humanos, también de los niños por nacer; de la misma dignidad humana ausente en los productores de programaciones mediáticas que lesionan y perjudican a nuestros adolescentes y jóvenes, así como tantas propuestas marcadas con la convivencia del alcohol y la droga. La virtud de la caridad y el amor inmerso en los sistemas sociales siempre generan un humanismo con valores, y un horizonte de esperanza.

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!

Compartí esta noticia !

Categorías

Solverwp- WordPress Theme and Plugin