Si el Norte fuera el Sur

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Un 2022 caótico por donde se lo mire, y a aquellas cuestiones ya conocidas, se le suman nuevas crisis en países poco acostumbrados a estar en problemas. Huelgas, manifestaciones, recesión e inflación, parecieran ser palabras “nuevas” en el diccionario del gran norte industrializado del globo, pero que golpea y fuerte a su sociedad.

Europa en huelga 

A partir de la ya conocida descomposición de la hegemonía económica del viejo continente, a raíz de los acontecimientos bélicos en Ucrania, se sumaron una serie de protestas casi semanales. En este sentido, Alemania fue testigo de un gran “paro aéreo”. Los trabajadores de Lufthansa, la empresa de bandera alemana más grande de todas, llamaron a un paro que dejó a más de 130.000 personas varadas en los aeropuertos de Múnich y Frankfurt. El reclamo de los trabajadores alemanes es simple: aumento salarial. De esta proclama, el sector empresarial respondió con un aumento de 150 euros, cuando lo pedido por los trabajadores aeroportuarios de Lufthansa rondaba en 350 euros, explicando la razón de esta cifra a partir del acelerado incremento de precios que sufre Europa. Al no haber un acuerdo entre trabajadores y empresarios, la salida fue la huelga. Las pérdidas económicas para Lufthansa han sido enormes, sin embargo, pareciera ser que el dilema salarial con sus trabajadores no es prioridad en un país que, desde el milagro alemán, no ve demasiados sobresaltos financieros o de cash.

Por otro lado, la isla de Gran Bretaña también ha tenido sus jornadas de movilización y protesta. En este sentido, los sindicatos que aglomeran a los trabajadores del sector ferrocarril llamaron a un paro como medida de fuerza ante la inacción del Estado británico para atender sus demandas, las cuales tienen una bandera principal: aumento de sueldos. 

Hace poco más de un mes, Gran Bretaña presenció el paro de ferrocarril más grande en los últimos 30 años, y tan solo unas semanas después, las medidas se repiten. Es lógico que esto ocurra, ya que el país insular está atravesando una tormenta de inestabilidad política. El Boris Gate que terminó por dinamitar la figura de Boris Johnson y la descomposición de su gabinete, explican en gran parte, el desinterés del Estado por atender la situación salarial de los ferroviarios. Por otra parte, todas las fuerzas políticas están puestas en la próxima elección de un primer ministro. En base a esto, los trabajadores del sector ferroviario decidieron encauzar un nuevo paro, en un país donde los trenes son unos de los medios de transporte principales.

Estas huelgas en Gran Bretaña y Alemania tienen un factor en común. Son países que están atravesando una vicisitud económica inusitada, a causa de la guerra en Ucrania. Principalmente, el nexo común es la crisis energética. Las decisiones del cierre del grifo del gas ruso para Europa son vitales para el dinamismo económico de Europa. De hecho, Alemania comenzó a racionar el consumo de gas y de electricidad, pensando en un invierno que podría ser afrontado sin la provisión gasífera de Moscú. Es entendible que una guerra que involucre a dos países estratégicos de un golpe al tablero a la economía mundial. En un mundo hiper – globalizado, las decisiones de Putin afectan al viejo continente. 

En base a esta última premisa, y teniendo en cuenta el contexto de crisis energética, Francia también toma medidas de emergencia. Fue justamente Emmanuel Macron quién tomó la decisión de comenzar a restringir el consumo y el acceso al agua en 88 departamentos franceses. La situación responde a la ola de calor que azota a Europa, con una consecuente sequía, pero también a la fuerza productiva que es necesaria para movilizar el consumo del agua. Pero esa no es la única medida francesa, también se llamó al racionamiento de luz. Esto se explica a través de la obligación de no usar el aire acondicionado en comercios o locales que tengan la modalidad al aire libre, como así también una multa de 150 euros para quienes no cumplan con dicha medida. A causa de la crisis energética, los supermercados de Francia tomaron la decisión de acortar su franja horaria de atención al público para evitar consumir más electricidad. 

España inflacionaria 

Las inclemencias económicas también están presentes en Europa. España ha presentado su inflación del mes de julio, que resultó ser la más elevada desde 1984. Estos datos, que parecen ser fríos, solamente calientan más el humor social de los españoles. En dicho país, los precios comenzaron a elevarse casi a la par de las primeras semanas de la guerra en Ucrania, aunque es el país de los más “grandes” de la Unión Europea con menor crecimiento económico pre – guerra y pre – pandemia, sobre todo en el marco comparativo con Francia y Alemania. Más allá de eso, el índice inflacionario de julio de 10,8% es particularmente alarmante para los sectores menos pudientes de ese país, y también se han transformado en parte del discurso de Pedro Sánchez, con una misión clara en el estado español: clase media y trabajadora lo menos golpeada posible. A esto se le suma una medida extraordinaria, que tiene como eje a la migración. Es justamente el país español el que decidió flexibilizar la llegada de extranjeros al mercado laboral, y es, justamente, una medida económica para afrontar esta crisis. Ante la falta de mano de obra en sectores claves como el transporte, construcción y hotelería, la decisión de incorporar a los extranjeros es una decisión clave. Esto se da por la baja oferta salarial para un español que se ofrece en estos puestos de trabajo, pero que, para los extranjeros, sean latinoamericanos o africanos, representan un sueldo mucho más grande que el percibido en sus países y, además, simbolizan la posibilidad de estabilizarse y regular su situación en el viejo continente. 

Estados Unidos en recesión 

La gran sorpresa para muchos la dio un informe elaborado por la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos. El país de Joe Biden se encuentra en recesión. Por segundo trimestre consecutivo se contrajo la economía estadounidense, lo que supone una situación económica complicada. Sin embargo, los especialistas estadounidenses en materia económica, como así también grandes medios de comunicación vienen advirtiendo que Estados Unidos puede caer en una recesión económica técnica. Precisamente, la economía estadounidense se contrajo un 0,9%, comprendiendo la caída del Producto Bruto Interno (PBI). A esto hay que sumarle el imponente endurecimiento de las medidas de la Reserva Federal para poder contener la inflación, la cual también se siente en Estados Unidos.

Ahora bien, el arco político estadounidense se ha manifestado. En principio, la Casa Blanca se niega a hablar de recesión. De hecho, el mismo presidente Joe Biden decidió evadir una pregunta que involucra este concepto en una rueda de prensa. Por otro lado, la oposición republicana achaca toda culpa de una posible crisis económica al rol de Biden en el poder. Los trumpistas son los más duros, entendiendo que la situación económica está evidentemente más desmejorada que bajo el poder de Donald Trump. Sin embargo, más allá de las cuestiones internas de Estados Unidos, este país también es rehén de una crisis global que tiene como génesis a la guerra en Ucrania. 

La palabra recesión retumba fuerte en la sociedad estadounidense, desde el trabajador informal hasta el accionista de Wall Street. En principio, se genera una incertidumbre generalizada acerca de la elevación de los precios de bienes y servicios, lo cual motiva a un malestar social que sería casi lógico. Por otra parte, una situación de tamaña complejidad económica y financiera, lleva a pensar en los inversionistas de la bolsa de Nueva York y el respaldo que puedan seguir brindando. Ante todo este panorama, vuelven a avivarse los fantasmas de las crisis de 1930 y 2008. 

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¡Hasta la vista, baby!

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Una nueva semana en la que la política internacional demuestra la voracidad de los cambios abruptos en el viejo continente. Desde Gran Bretaña, Italia y la azotada Ucrania, han dado muestras de giros de 180 grados que no se suelen ver con naturaleza en Europa, que, además, está atravesando una tremenda ola de calor histórica que golpea a su población. Días en los que los europeos añoran los años de estabilidad que gozaron durante décadas.

Boris dijo adiós

Pareciera ser que el Boris Gate no tiene fin, aún cuando el mismo proceso judicial se dio por cerrado y con un resultado político más que caro para el saliente primer ministro. Sin embargo, como si fuera poco, Boris Johnson volvió a ser tapa de los diarios del mundo al despedirse de su parlamento. En un escatológico y enérgico discurso, el representante de los tories, hizo una breve reflexión de su gestión, de los puntos a favor y de las adversidades que tuvo que afrontar su gobierno. A pesar de eso, la frutilla del postre estuvo en el final de su discurso, donde se despidió de los parlamentarios británicos con un irónico ¡Hasta la vista, baby! Esta parodia evidente de Terminator 2, colmó de aplausos y risas del parlamento del Reino Unido, aunque, por otro lado, y pensando en clave política y comunicacional, fue una nueva demostración de lo enajenado que se encuentra el poder político en ese país. Aunque, otra respuesta podría ser que “Boris fue Boris”, es decir, que se despidió con la misma postura hilarante que lo caracteriza, y que de manera explícita lo llevó adelante en sus prácticas políticas con esas animosas fiestas en Downing Street. 

Ahora bien, Boris Johnson se va definitivamente el 6 de septiembre, y un día antes se conocerá finalmente a sus sucesores. Se trata de dos nombres fuertes dentro del seno conservador de Reino Unido: Liz Truss y Rishi Sunak. Arranquemos por el último, quien es considerado por los analistas políticos británicos como el sucesor por naturaleza de Boris Johnson. En este sentido, Rishi Sunak fue miembro y funcionario activo del gobierno del dimisionario primer ministro. Detentó el cargo de ministro de finanzas y tuvo la ardua tarea de lidiar con dos problemáticas económicas de gran tamaño para el Reino Unido. Efectivamente, Sunak afrontó el proceso del Brexit, esa salida paulatina de la Unión Europea, que cosechó un gran número de críticas y de defensores, y con ello la restructuración del comercio exterior británico. Por otra parte, Sunak también fue el encargado de coronar una serie de medidas económicas para solventar los efectos de la cuarentena estricta y el cese de actividades comerciales, industriales y productivas en el Reino Unido, a causa, lógicamente, de la pandemia de COVID – 19. Rishi Sunak, además, podría transformarse en el primer premier británico no blanco y con raíces de la India. 

Además de Sunak, la otra candidata es Liz Truss. Se trata de una conservadora del ala más derechista, fanática de Margaret Thatcher y fiel defensora del libre comercio. Truss se caracteriza por ser confrontativa y con un carácter avasallante, eso le valió una posición considerable en el partido conservador. Al igual que Rishi Sunak, Truss también formó parte del gabinete del saliente Boris Johnson y tuvo una durísima tarea como ministra de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña. La situación más complicada que tuvo que atravesar fue, lógicamente, la Guerra en Ucrania y todo lo que se desprenda de la misma. De esa forma, fue encargada de modelar la postura británica en este conflicto, en las sanciones labradas hacia Moscú y en el sistema de alianzas que busco construir y consolidar en este tiempo de mandato. 

El drama de las exportaciones ucranianas

Finalmente pareciera ser que se destrabó la problemática económica que aflige a gran parte del mundo. Fue Turquía precisamente, quien ofició como mediador entre Ucrania y Rusia para poder volver a poner en marcha una inmensa cantidad de producción de granos que tendrán destinos variados y que saldrán por el Mar Negro. 

Aquí pareciera ser una obviedad entender que, en plena guerra, la producción entera de Ucrania se paralizaría. Sin embargo, este país es primordial en el mercado internacional de los granos, sobre todo del trigo, que sirve para abastecer a regiones del globo que no cuentan con producción propia. Asimismo, también parecía una obviedad que Rusia iba a impedir que se efectivicen esas exportaciones, poniéndole un cepo financiero y alimentario a Ucrania y los países que se valen de esa producción. Sin embargo, el impedimento de esa salida de granos hacia el mundo podría provocar una enorme crisis alimentaria, la cual, aparentemente se pudo evitar. 

Fue justamente Erdogan, el presidente de Turquía, quien sirvió de moderador en este conflicto. Gracias a la intervención turca, Ucrania y Rusia llegaron a un acuerdo o pacto que consiste en el establecimiento de corredores humanitarios para que la producción del grano ucraniano llegué al Mar Negro y se distribuido al mundo. Nuevamente, una simple guerra demuestra la fragilidad de un sistema de completa dependencia del capital transnacional, y queda a las claras, que esto también es un arma que Vladimir Putin puede utilizar a su favor. 

¿Draghi Gate?

Italia no es la excepción ante este cisma político que está viviendo actualmente Europa. Fue justamente Mario Draghi quien pagó las consecuencias de un evidente debilitamiento del poder y la institucionalidad en el viejo continente. Luego de su fallido primer intento de dimisión, Draghi afrontó un voto de confianza que logró atravesarlo de manera positiva, aunque perdió la mayoría de su respaldo en el parlamento italiano, por lo que volvió a presentar su dimisión, esta vez aceptada por Sergio Mattarella, presidente de Italia. 

La situación de Draghi no pareciera ser algo aislado, sino más bien el síntoma de una época. Europa entera está comenzando a cuestionar sus propias decisiones en un trajín de debilidad propinada por la hegemónica dependencia del gas ruso. A partir de allí y de una galopante crisis económica, el viejo continente comienza a demostrar signos de ablandamiento institucional y de, quizás, nuevos modelos de orden político. En el caso de Italia, el 25 de septiembre se conocerá quién lleve las riendas del país. Aunque nadie esté tocando el violín, Roma arde junto al resto de Europa. 

La naturaleza también golpea a Europa

El viejo continente está pasando por una de las olas de calor que, con brutal fiereza, está azotando a la isla británica, la península Ibérica y también a Francia. Con temperaturas récord que superan los 40ºC, Europa suma un nuevo problema que no es controlado, directamente, por el ser humano. El abrumador calor afecta al humor social del viejo continente, el cual suma todos los días, un nuevo número de fallecidos por esta ola de altas temperaturas. Asimismo, es el escenario propicio para que se generen focos de incendios, los cuales dijeron presente en Portugal, España y Francia, arrasando con todo a su paso. Una gran cantidad de hectáreas de bosques fueron consumidas por el fuego en esos países, y también sembrando la incertidumbre del alcance de los focos ígneos, y del evidente temor de que pueda acercarse a zonas residenciales, con todo el riesgo que eso implica. Parece ser que ni siquiera la naturaleza puede respaldar a Europa en estos días. 

Allá también pasa

Una lección interesante, con una lectura en clave internacionalista, de lo que sucede en Europa es la destrucción del mito de la idealidad de ese continente. Día tras día, ante las inclemencias económicas que vive Argentina y la región, es común escuchar frases como “en Europa no pasa esto”, “en un país serio no pasa esto”, “me voy a Europa porque allá sí se puede estar tranquilo”. Es claro que esa afirmación se transforma en una endeble falacia con el simple hecho de poder visualizar los acontecimientos que sacuden al viejo continente en estos días. Un combo de problemáticas hace que Europa no pareciera ser el oasis idílico que venden los relatos preelaborados, sino todo lo contrario, allá también existen las crisis económicas, las devaluaciones, el aumento de precio, las guerras, los gobiernos débiles, las renuncias de políticos, las crisis migratorias y el abrumador abrazo de una ola de calor histórica. Esto no es en detrimento de Europa, sino todo lo contrario, sirve para entender como se han naturalizado una serie de ideas que son alimentadas día tras día, cuando la realidad dice otra cosa. Por otro lado, es una oportunidad para que la Unión Europea y la la OTAN comiencen a pensar cómo reconstruir el sistema de alianzas y los mercados en la Europa post guerra en Ucrania, post caída del Euro y post debilitamiento de jefes de Estado. Es un llamado de atención para un continente, que, de querer seguir manteniendo la postura hegemónica construida desde la operatividad del Plan Marshall, deberá tomar las riendas y, junto a ella, un volantazo que explique y solucione las cuestiones nombradas. La multipolaridad llegó al mundo para quedarse.

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Efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania ¿fin de la hegemonía europea?

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La guerra en Ucrania continúa golpeando y fuerte al mundo, pero principalmente a Europa. Justamente fue la Unión Europea y todo el corredor occidental europeo el que decidió responder con efusividad al Kremlin en su avance militar sobre el suelo ucraniano. Lo que quizás no lograron prever los europeos, fue la gran situación crítica que debían afrontar en consecuencia. La última semana fue reveladora para la política y la economía europea, en varios países, con sus particularidades, pero todos con un génesis en común.

El Euro en declive 

En el plano económico es, sin lugar a dudas, la baja del Euro, la noticia de mayor preponderancia. Con justa razón, es un fenómeno que no se veía hace 20 años. El Euro, una de las monedas más estables del mundo y que mayor confianza y fiabilidad genera en los inversores, padeció un golpe económico y financiero que lo posicionó en una relación de “1 a 1” con el Dólar. Esto significa que un Euro, pasó a valer un dólar, e inclusive por momentos llegó a descender aún más el valor de la moneda de la Eurozona, por debajo de la barrera del dólar. Esto se explica principalmente como una consecuencia de la guerra en Ucrania. Es decir, que la incertidumbre de la seguridad nacional y continental, en conjunto con la imposibilidad de la exportación de granos ucranianos, fueron uno de los desencadenantes de esta baja del Euro. 

Otra problemática que se desprende de la conflagración en Ucrania es la crisis energética que afectó duramente a los mercados europeos, y por supuesto que se ha sentido y fuerte en la Eurozona. Ante esto, el “súper dólar”, fogoneado por las medidas de la Reserva Federal de Estados Unidos, también jugó su carta para que el Euro toque su punto más bajo en 20 años.

Sin embargo, estas cuestiones económicas están sujetas a situaciones políticas. Retomando el concepto de “crisis energética”, esto es, lisa y llanamente, un contragolpe de Vladimir Putin contra Europa. Fue la UE la que rubricó una gran batería de sanciones económicas y hasta deportivas contra Rusia desde que se consumó el avance del ejército de la Z sobre Ucrania. Pareciera ser lógico que la respuesta de Rusia hubiese sido inmediata, sin embargo, Putin sirvió la venganza en frío

Paulatinamente, el Kremlin fue cortando el gas a Europa, y con eso, el desbalance económico y social. Es decir, a medida que Rusia vaya cortando cada vez más el gas al resto de Europa, más va a profundizar su crisis económica. Además de esto, los líderes de la UE deberán buscar mercados emergentes de gas o llevar adelante un plan veloz de culminación de la dependencia del gas ruso. Sea como sea, pareciera ser que esto no es provechoso para Europa, y es justamente, el Euro, uno de los eslabones que comenzó a sentir la herramienta política más fuerte de Putin. 

Esta incertidumbre en Europa, genera a su vez un fuerte temor a una recesión de tiempo de las guerras mundiales y el período entreguerras. Esta situación de alto índice inflacionario, expuesto por la Comisión Europea, preocupa a los inversores y las empresas que tienen actividades en Europa, como así también al europeo de a pie, quien debe hacer sus compras diarias en cualquier mercado de barrio. 

La Madre Patria comunista 

Entre tantos vaivenes económicos y sobre la imposibilidad de ver un horizonte claro en el cual se termine esta crisis en Europa, pareciera ser que el caso español comienza a mirar con cercanía a ideas y políticas que, históricamente, fueron asociadas a la izquierda. En este punto, las dos medidas tomadas por Pedro Sánchez en pleno proceso inflacionario en marcha, y con una ola de calor que también afecta al humor social, han causado revuelo. España comenzará a cobrar un impuesto extraordinario a los bancos y las empresas energéticas. Dos medidas en una, por un lado, lo relacionado a lo impositivo, y por otro, la redistribución en base a lo obtenido mediante el fisco. El presidente Sánchez logró tener la aprobación para llevar adelante esto, y consiguió una medida ejemplar que en Argentina todavía está en veremos. A partir de ello, la banca y la industria energética, mediante el aparato impositivo estatal, podrían dejar 2000 millones de Euros para España, en una medida que, en principio, sería por dos años. 

¿España se hace comunista? La respuesta más rápida es que, una medida de un Estado presente y con decisiones fuertes contra el empresariado no significa comunismo, sino más una sensación de estatismo español. Por otra parte, no sería novedad si la situación de España se replica en otras partes de Europa, en caso de verse exitosa en un corto plazo. Además de entender la situación de “extraordinarias” que tienen estas medidas, con el fin de poder ponerle un parche a la evidente crisis europea.

El dominó político llegó a Italia

Su nombre es Mario Draghi, y por ahora, es una incógnita saber si continuará con su cargo de primer ministro de Italia. Él mismo presentó su dimisión esta semana. Días difíciles vive Europa.

Precisamente, luego de una sesión parlamentaria en donde se discutió por un voto de confianza de los decretos impartidos por Draghi durante su experiencia en el cargo de premier, se da esta situación rupturista que mantiene en vilo, no solo a Italia, sino a toda Europa. Todo comienza cuando el Movimiento Cinco Estrellas decidió quitarle su respaldo a Draghi durante el voto de confianza. Esta situación fue tomada como la gota que rebalsó el vaso en Roma, aunque el presidente italiano, Sergio Mattarella, aún no aprobó la dimisión del premier. Esta situación fue vista como el debilitamiento político final que tuvo Mario Draghi, sumado a todas las decisiones económicas tomadas desde que asumió el cargo a principios del año pasado. Asimismo, Italia viene advirtiendo hace varias semanas que su situación con el gas y el petróleo ruso es cada vez más crítica y que los faltantes comenzarán a afectar al grueso de la población próximamente, si el país no encuentra una salida rápida y emergente. Finalmente, es un debilitamiento político que tiene como raíz, a la ya nombrada guerra en Ucrania.  

Crisis post G7-G20 

Europa se vino abajo luego de las cumbres de los grandes países defensores de las democracias occidentales y capitalistas. El recrudecimiento de las crisis sociales, políticas y económicas europeas coincide, casi con inmediatez, con el fin de estas reuniones diplomáticas. Podría ser obvio si es que uno piensa en una situación de revanchismo tomado por Rusia contra Europa, y es que, justamente, esta razón podría ser la primordial. 

Sin embargo, el efecto dominó en las problemáticas integrales que está viviendo la comunidad europea, desnuda una cuestión: la situación de rehén del viejo continente. Rehén del fuego cruzado entre Rusia y la Otan y con espectadores de lujo como China, Norcorea e Irán. A esto hay que sumarle un interrogante no menor y que causa revuelo. ¿Será el fin de la hegemonía europea? Cuando hablamos de hegemonía, nos referimos no solamente a lo económico, sino al debilitamiento de la construcción del modelo de sociedad ejemplar que ha pregonado Europa, y con buenos indicadores que lo respaldan, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el presente. 

Sin embargo, pareciera ser que la imagen del gran continente que es una potencia en múltiples rubros, es presa de una situación externa, y a la vez, lo enfrenta a retos que varias generaciones no supieron visualizar: inflación, aumento de precios, faltante de energía, inestabilidad política y fragilidad social. Una nueva Europa se abre camino, ante una Europa resquebrajada. 

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God save the queen

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La primera semana de julio se llevó puesto a Boris Johnson, el primer ministro británico, un reino que, en el imaginario colectivo, se ha construido con un sistema político y económico de completa estabilidad, inclusive muchas veces es un tedioso ejemplo. Pero la realidad es otra, y las consecuencias de una mala administración, y, sobre todo, de una mala imagen en un contexto tan sensible como el de la pandemia de COVID -19, le valieron el cargo a Johnson. Dios salva a la reina, pero no a Boris.

Crónica de una renuncia anunciada

En Gran Bretaña, el año 2022 estuvo claramente marcado por el escándalo de las fiestas privadas de Boris Johnson en plena cuarentena estricta. Este suceso es conocido como el Party Gate.

Todo arranca en mayo de 2020. En plena incertidumbre global sobre el alcance y las consecuencias del COVID – 19, Boris Johnson y sus allegados realizaron una serie de reuniones con tono festivo, las cuales siempre fueron “tapadas” o “maquilladas” de alguna manera. Sin embargo, durante todo el 2020 y 2021, medios británicos informaron sobre una fiesta tras otra en Downing Street. La bomba explota a partir de las publicaciones en el “Daily Mirror” y en “The Times”, las cuales dieron cuentas de las celebraciones que realizó el gobierno británico en pleno lockdown.

Esa exposición con una paulatina contradicción de la reconstrucción de los hechos por parte de los funcionarios, derivó en un escándalo de nivel global. Esta indignación de la ciudadanía se potenció por el contexto. Es decir que, mientras la población británica se encontraba respetando la cuarentena dictada por el gobierno, los mismos representantes que oficializaron esa medida para evitar el contagio del coronavirus, se encontraban realizando fiestas privadas, con alcohol y en la popular calle residencial de Downing Street. Entre medio, hubo filtraciones de mensajes y mails que dieron cuenta de lo que sucedió en 2020 y 2021. El descontento de los ingleses iba en aumento. 

Finalmente, es el 2022 el que terminó de empujar a Boris Johnson hacia el abismo político. El Party Gate se transformó en un tema de orden público. Fue tal el descontento generado por el inmoral comportamiento del máximo mandatario británico y su gabinete que previo al desenlace ya conocido, Johnson tuvo que aceptar lo que sucedió, pedir disculpas una infinidad de veces, pagar una multa y inclusive ser sometido a una moción de censura. Más allá de que haya superado todos esos momentos, no fue suficiente y la presión de una población indignada fue más fuerte. 

Julio de 2022 encontró a Boris Johnson en coma político. Una ola de renuncias anticipó la suya, a tal punto que su propio gabinete y su partido (Tories), le pidieron encarecidamente que abandone su cargo por el bien de su país y de su espacio político. Previo a la dimisión de Boris Johnson, más de 50 funcionarios cercanos a él y que inclusive formaron parte de su mesa chica, presentaron la renuncia. Gran Bretaña tuvo dos ministros de salud en 3 días, algo que pareciera ser inaudito en un país que se caracteriza por el orden y el reformismo. Luego de eso, llegó el 7 de julio y Boris dijo basta. Una reunión que se extendió por varias horas en Downing Street derivó en la conferencia de prensa donde Johnson oficializó su renuncia como primer ministro de Reino Unido y como presidente del partido conservador. “Amigos, en la política, nadie es indispensable”, sentenció Boris y le puso fin a su mandato. 

Asimismo, esta serie de malas decisiones tomadas por el ahora ex primer ministro británico, también se entrelazó con otras decisiones polémicas a lo largo de su corto mandato que arrancó en 2019. Entre ellas, se destaca casi de manera principal, al Brexit. Estamos hablando de la materialización de la salida de Reino Unido de la Unión Europea, con todas las consecuencias políticas, sociales y económicas que significaron. De igual manera, la relación diplomática con la Europa continental pareciera no haberse resquebrajado. Por otra parte, en el contexto de la Guerra en Ucrania, Boris Johnson decidió tomar la postura que ha defendido la OTAN y la UE, es decir, un evidente apoyo a Volodimir Zelenski. Este apoyo no fue solamente verbal o simbólico, sino que se vio plasmado en envío de ayuda humanitaria, armamento e inclusive permitiendo que soldados ucranianos entrenen en suelo británico. Finalmente, y no menos importante, la economía de Reino Unido, como la de casi todos los países del mundo se ve actualmente trastocada, teniendo una libra esterlina tocando sus mínimos en 3 años. Boris Johnson asumió desafiante y con carisma, pero se fue pidiendo disculpas con la cabeza agacha. 

El futuro británico 

Luego de la renuncia de Boris Johnson, a Reino Unido le queda esperar por elecciones anticipadas, y un desafío institucional enorme. Dicho esto, el reto que tenga el próximo premier británico es el de devolverle la confianza a la gente desde la política. La clase dirigente inglesa deberá volver a recobrar la esperanza de que el pueblo vea con buenos ojos a las actividades llevadas adelante en el gobierno, y es un reto que deberá acarrear  en paralelo a una serie de problemáticas. En este mismo apartado, hay que comenzar a pensar si no hay posibilidad de que el Party Gate sea un puntapié para ver al Reino Unido más combativo y revolucionario, alejado de su histórico reformismo. Habrá que considerar la posibilidad de que el pueblo británico pueda tener un rol más activo a la hora de marcarle un error a sus gobernantes. 

Por otro lado, el futuro premier británico tendrá el desafío de la política exterior. Básicamente, de las decisiones que giran en torno a la Guerra en Ucrania, la crisis energética, el rol activo del comercio británico con la Europa continental y el posicionamiento en distintos conflictos que vengan a futuro. Esto último se da pensando en una posible reunificación irlandesa y en las consecuencias que ha traído a esa relación el mismo Brexit que fue impulsado y oficializado por Boris Johnson. 

Más allá de lo previamente expuesto, lo verdaderamente relevante para los británicos es su economía. El próximo primer ministro británico deberá abogar por el alza del valor de la libra en comparación con las monedas extranjeras. Asimismo, el mejor nivel de vida, la baja del índice de desempleo y, sobre todo, el precio del combustible en el marco de la previamente nombrada crisis energética, son cuestiones inmediatas a resolver para poder mantener una imagen política positiva, y una cierta adhesión social que le permita conservar unidad y poder en el seno de su gabinete. 

¿Anarchy in the UK?

El caso de Boris Johnson no es algo aislado, simplemente se suma a una lista de mandatarios británicos de renombre que han tenido que renunciar por distintos motivos, o que estuvieron envueltos en escándalos mediáticos. 

La nunca bien recordada por los argentinos, Margaret Thatcher, también terminó renunciando a su mandato. Esto sucedió en 1990, en pleno contexto eleccionario en donde la Dama de Hierro terminó viéndose debilitada a partir de una serie de desencuentros en el seno de su propio partido político, a raíz de la desconfianza generada por ella misma. Este debilitamiento de Thatcher, más la renuncia de su viceprimer ministro Geoffrey Howe terminó provocando su renuncia y su retirada de Downing Street con lágrimas en los ojos. 

Por otro lado, un caso más cercano en el tiempo se dio en la persona de Tony Blair. El ex primer ministro laborista gobernó durante diez años, hasta que en 2007 decidió poner punto final a su mandato, luego de una reunión de casi media hora con la reina Isabel. Blair también se vio involucrado en un escándalo, incluso mucho más complicado que el de Boris Johnson. La renuncia de Blair se vio empujada por la decisión de apoyar con envío de tropas a la operación Libertad Duradera de Estados Unidos, más comúnmente conocida como la invasión de Afganistán en 2001. El ex primer ministro británico, Tony Blair, también apoyó con tropas y financiamiento a la invasión a Irak en 2003. Estos sucesos, junto a las constantes críticas y la propia condena internacional, terminaron siendo motivo para que Blair se retire de la vida política, poniéndole fin a su mandato. 

Pasa en las mejores familias

Con la renuncia de Boris Johnson, es menester comprender que, hoy más que nunca, es una falacia ese dicho que circula popularmente, el cual reza que “esto no pasa en el primer mundo”. Entendiendo que, por eso, el colectivo imaginario, se refiere a países capitalistas occidentales, en detrimento de países en vías de desarrollo. La geopolítica ha demostrado, una vez más, lo erróneo que es ese pensamiento. 

A la renuncia de Boris Johnson, envuelta en un enorme escándalo que puso en jaque la moralidad de la clase dirigente británica, hay que sumarle una brutal guerra en Ucrania, la caída estrepitosa del valor del euro (la peor en 20 años), el asesinato de un exprimer ministro japonés a plena luz del día, la indecisión de asuntos exteriores de Estados Unidos y la inconsistencia de resolución de conflictos de la OTAN, el G7 y el G20. 

Asimismo, la dimisión de Johnson demuestra la fragilidad de un sistema político en la era de la hiper – comunicación, en donde a partir de la viralización de sus mensajes, mails y fotos, en cuestión de horas comenzó a generar el eco de una voz que terminaría determinando su salida del poder. Será un llamado de atención para el manejo de la futura clase dirigente o será el hartazgo de la sociedad… lo cierto es que el golpe propinado a Boris Johnson y su gabinete fue un KO que terminó siendo tapa de todos los diarios del mundo.

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El tablero mundial del eje OTAN-G7

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Los últimos días del mes de junio encontraron a Occidente bajo la necesidad de diagramar y trazar políticas conjuntas a futuro. Lógicamente, esto sucede en el contexto de incertidumbre generado por el avance de las tropas rusas en Ucrania, y con las consecuencias económicas evidentes relacionadas a este suceso. Las potencias occidentales y capitalistas tuvieron la ardua tarea de poder empezar a pensar en los distintos panoramas sobre como salir de esta situación, con el menor riesgo colateral posible para ellos. En consecuencia, la cumbre del G7 en Alemania y la cumbre de la OTAN en España han dejado bosquejo de la reconfiguración geopolítica del globo, desde la perspectiva de los intereses occidentales.

Ucrania en la agenda de los grandes

No es una novedad el hecho de que el país dirigido por Volodimir Zelenski se ha transformado en un tema recurrente, no solo en las esferas académicas, diplomáticas o militares, sino que inclusive en cualquier charla cotidiana. En parte se explica esto por la reacción generada en una sociedad que, en occidente, nunca vivió ni padeció una guerra. Lejos quedan las problemáticas de Siria, Myanmar, Cisjordania y Yemen. Asimismo, la generación de la comunicación inmediata se ha hecho eco de la guerra en Ucrania y, de igual manera, han ayudado a su difusión. Ahora bien, donde la situación mundial se dirime es en la mesa de las grandes potencias representadas por sus máximos mandatarios. 

La cumbre de los 7, conocida como el G7, tuvo lugar en Alemania entre el 26 y el 28 de junio. Este grupo de países, potencias políticas, militares y económicas, está integrado por Estados Unidos, Canadá, Alemania, Inglaterra, Italia, Francia y Japón. Particularmente siempre se invita a la Unión Europea, y en esta ocasión, Argentina fue el único representante latinoamericano, por invitación directa de Olaf Scholz para la presidencia argentina. En esta edición también fueron invitados los jefes de Estado de India, Indonesia, Senegal y Sudáfrica. Si bien, este grupo de grandes países de economía de libre mercado e industrializados, funciona desde 1975, esta edición tuvo un agregado más que importante: la guerra ruso – ucraniana. 

Esta cumbre del G7 partió de la base de las sanciones a Rusia. Se intensificaron, con el aval de los líderes políticos occidentales, una batería de sanciones in crescendo para el país de Vladimir Putin. En principio, la limitación con tendencia prohibitiva hacia la exportación del oro ruso, uno de los principales motivos de generación de excedentes. Ante esto, la reacción en cadena es predecible, sobre todo con los problemas financieros que se evidencian en la cuestión plasmada en la falta de pago de deuda externa a la que ha incurrido Rusia. El primer posible default en un siglo. Asimismo, otro “cepo” económico propuesto desde el G7 giró en torno a la industria militar rusa. En este sentido, es entendible que esto afectaría directamente a la capacidad bélica del Kremlin, la cual pareciera no tener fin, comprendiendo el poderío armamentístico de Moscú. Claro está, que la condena hacia el preconcepto del crimen de guerra al cual se lo juzga a Rusia fue tema de debate, entendiendo el rearmado diplomático que se daría cuando cese la guerra, triunfe Putin o triunfe Zelenski. 

Sacando la situación de la guerra en Ucrania, el G7 no se salió de su molde. Reactivación económica a partir de paquetes monetarios emitidos por los grandes países hacia los de economía emergente o crónica. Lógicamente que, con esto se da el posicionamiento de grandes potencias como EEUU, como los acreedores del mundo. Paralelamente, la presencia de países invitados marca el rumbo de las alianzas políticas. La presencia argentina es fundamental, sobre todo entendiendo el contexto de refinanciamiento de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional. En este sentido, la diplomacia juega un papel clave a la hora de poder establecer una red de países que sirvan de soporte o apoyo a las decisiones financieras argentinas con un plan de pago que pueda mantener una economía sostenida.

Por otro lado, aparece la otra gran cumbre. Hablamos de la reunión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que tuvo lugar en España entre el 28 y el 30 de junio. Esta cumbre reunió a gran parte de los países que formaron parte de la reunión del G7, aunque con la salvedad del tópico militar como presencia estelar. Ante esto, fue nuevamente la cuestión ucraniana la que se posicionó como la vedette de dicha cumbre.

Aquí sí, con total claridad se puede resumir que, a partir de la invasión en territorio de Ucrania, Putin y su país se transformaron en la amenaza de la OTAN. Esto se da porque, básicamente, con una mínima acción belicista de Moscú, se puso en jaque el sistema de seguridad occidental. El punto real para la Alianza Atlántica no es, principalmente, la situación de Ucrania en sí, sino lo que puede pasar a raíz de eso. Es decir, el temor de la OTAN es tener que enfrentar militarmente a Rusia, por el poderío que representa Putin, como así también por las alianzas armamentísticas que ha generado el Kremlin con el correr de los años. Ante la activación del protocolo de emergencia y actuación de la OTAN, es sabido que detrás de la potencia militar heredada de la Unión Soviética, aparecerá la figura de China, Irán y Corea del Norte. Todos los países que podrían participar de este enfrentamiento hipotético podrían acarrear una guerra de dimensión monumental. Este es lo que genera el verdadero sentido de mesura por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. 

Más allá de esto, las medidas tomadas en Madrid por parte de la OTAN, son las de reforzar el flanco militar este de Europa, con una frontera cercana a Ucrania, que también pone en alerta al mismísimo Vladimir Putin. Sin embargo, lo que le quita el sueño al líder político ruso, son los posibles nuevos miembros de la OTAN. Hablamos de Suecia y Finlandia. Los países nórdicos desde hace semanas confirmaron su necesaria adhesión a la Alianza Atlántica, con el fin de tener resguardo militar y político ante un posible avance de las tropas rusas sobre su territorio. Esto sería un verdadero revés para las intenciones de equilibrio político en Europa por parte de Rusia, entendiendo que esta forzando un proceso de ingreso a la OTAN de países con los que tiene un comercio fluido, además de una historia militar en común. No obstante, y más allá de la anulación del veto turco, la propia dinámica de las alianzas geopolíticas conlleva a rearmar el tablero global, y sobre todo en el viejo continente, territorio donde hace décadas no se ve tan agitado en términos de inestabilidad. 

Otro punto de vital importancia para comprender, a manera de resumen, lo acontecido por los representantes de la OTAN en la última cumbre de Madrid, es el abordaje sobre China. Stoltenberg y los jefes de Estado fueron claros respecto a este país de vital importancia. Para ellos, el gigante rojo de Asia representa un desafío. Esto se entiende desde la perspectiva económica y el brutal afianzamiento financiero y de generación de excedentes que mantiene a un ritmo galopante el régimen de Xi  Jinping. De hecho, la preponderancia económica lo lleva a China a ser la potencia mundial por excelencia, y además es la razón por la cual, el país asiático no busca involucrarse de manera directa en el enfrentamiento bélico entre Ucrania y Rusia. Cierto es, que China es un aliado de Moscú, aunque el afán por mantener la aceleración en la rueda de consumo es mucho más grande. Una guerra enfriaría la economía global donde China impera, es por esa razón que Xi Jinping solo mira de reojo lo que acontece en el este de Europa. La OTAN sabe eso, y es la razón por la cual no se lo considera una amenaza como sí es considerada Rusia.

Empero, hay otra cuestión por la cual China es un reto para la Alianza Atlántica. Tiene que ver con el abultado ejército a disposición que tiene Beijing, y los intereses geopolíticos que se encuentran alejados del viejo continente. En base a esto, conocida es la vieja disputa entre China y Taiwán, y la constante tensión vivida en esa zona del globo a partir de amenazas de Beijing dirigidas hacia la isla taiwanesa. De igual forma, los intereses económicos de China se ven reflejados, geopolíticamente hablando, en el cinturón de perlas hecho alrededor de India, con el fin de establecer un comercio marítimo prácticamente directo con África. Dicho esto, es predecible ver que los ánimos de China se encuentran lejos de Europa, aunque cerca de sus aliados. Con esto último, es menester hablar de la posición dominante que el gigante asiático busca tener en los archipiélagos de Oceanía, sobre todo centrado en Islas Salomón. Xi Jinping ha demostrado en más de una ocasión su intención de mantenerse cerca de los países oceánicos y esto fue advertido en reiteradas situaciones por Australia, el país que mantiene bajo su control, la hegemonía de Oceanía. Es así, que Sídney, además de haber sido una colonia inglesa, sigue perteneciendo a la Commonwealth, y tiene una relación más que cercana con los intereses de la OTAN y el G7. 

2022, una cachetada a Europa

Una de las premisas que se esgrimen como síntesis de supina importancia al hablar de las últimas cumbres que han tenido lugar en el viejo continente, es el hecho de que Europa se dio cuenta que perdió la batalla de modelos políticos. Más que Europa, hablamos de la Unión Europea. ¿Por qué se dice esto? Básicamente porque la UE se había posicionado como el modelo político nacional y regional de funcionamiento ideal de las democracias liberales, la socialdemocracia, el libre mercado y las dinámicas políticas en base a la diplomacia total desde el comienzo del siglo XXI. Pero Europa se equivocó, no solamente eso, sino que se equivocó y perdió. Este año le dio un baldazo de agua fría, propinado por Rusia y también por EEUU.

Esto se explica por el proceso de otanización que lleva adelante Europa, con una rigidez política mucho más evidente que durante los años de proliferación de las diplomacias europeizantes. El concepto otanización fue propuesto por el mismísimo Joe Biden. El máximo mandatario de Estados Unidos aclaró que Europa está atravesando por ese proceso de inclusión a la OTAN por culpa de las decisiones de Vladimir Putin y las ambiciones de mayor defensa nacional de Rusia. He aquí un claro ejemplo en donde una invasión rusa y una respuesta estadounidense fueron suficientes para ponerle un punto a las prácticas políticas institucionales de la Unión Europea. 

Vayamos más a fondo, el G7 y la OTAN entendieron que el avance militar ruso no trae consigo solamente una cuestión plenamente territorial, sino que detrás viene el afianzamiento de un modelo político puesto a disposición en el personalismo de un líder carismático. De hecho, si se hace un breve proceso de revisión de la historia rusa, verá que sus épocas de apogeo económico estuvieron en manos de personajes y líderes, no así de modelos concretos. Aquí podríamos nombrar a Pedro el Grande, Catalina, Stalin y el mismísimo Vladimir Putin. Es decir, que tan solo el avance de Rusia sobre Ucrania puso en jaque todo un modelo de prácticas políticas que la Unión Europea había construido durante décadas. 

Por otro lado, hablamos de EEUU. En este sentido, Washington y su intransigencia o posición cuasi dubitativa también dejaron a la Unión Europea en un limbo. Curiosamente, Joe Biden condenó la operación militar rusa en Ucrania desde el primer momento, ejecutó sanciones económicas, apoya a Ucrania con envío de armamentos y de paquetes monetarios, pero no se metió en suelo ucraniano a combatir al “enemigo”. Pareciera ser que EEUU perdió esa fiereza que tuvo durante la Guerra Fría, en donde junto a la Unión Soviética, transformaron al mapa mundial en un juego táctico. Hace falta recordar lo que sucedió en la península de Corea, Vietnam, Afganistán y la crisis de los misiles cubanos. Ahora bien, Biden sabe que no es momento de actuar de esa manera, por las razones previamente establecidas como la equivalencia de fuerzas bélicas y el debilitamiento del sistema económico que ya viene desguarnecido por la pandemia de COVID – 19. Por otro lado, el eterno defensor de la democracia ha tomado la postura de la defensa indirecta, resguardando sus intereses y con un contexto nacional particular. La adhesión social en EEUU no es algo homogéneo en su mayoría, y además cabe recordar el avance de los extremismos en su sociedad, marcada por los tiroteos masivos y por el funesto episodio del asalto al Capitolio en 2021. Con esto se quiere decir que Estados Unidos tiene asuntos que resolver en su patio trasero antes de salir a pasear por el barrio. 

En el medio de esta discordia, la Unión Europea se encuentra entre fuego cruzado y con una amenaza constante y total. Por esa razón, personajes como Macron o Scholz han buscado el diálogo constante con Putin, entendiendo que esa vía es la indicada al no tener un contexto favorable para otro tipo de ultimátum. Por otro lado, las sanciones económicas a Rusia, no parecen afectarle en demasía, como si lo hace el bloqueo del petróleo y el gas del Kremlin, que están causando una verdadera crisis energética en el viejo continente. Efectos casi nunca padecidos: altas tasas inflacionarias, previsiones a futuro aún más elevadas, aumento del precio de combustible y caída del nivel de vida. Ante esto, la Unión Europea se dio cuenta del golpazo que le están propinando Rusia y EEUU, y también que su modelo puede entrar en crisis en cualquier momento. 

G7 y OTAN en la periferia 

Mucho se habló de lo acontecido en el viejo continente y de lo meramente relacionado a la Guerra en Ucrania. Sin embargo, hay países considerados emergentes que han participado de dichas cumbres, en forma de invitados. Previamente se habló de Argentina, y en este apartado cabe recordar que el país conducido por Alberto Fernández quedó medianamente bien posicionado en la última Cumbre de las Américas. Esto podría servir para Argentina, por razones de pagos externos, pero también para las potencias, entendiendo que, si la economía argentina goza de un leve despegue en los próximos meses o años, puede ser una oportunidad de invertir en Sudamérica. 

Más allá de esto, India se presenta como un país interesante que tuvo invitación al G7. La importancia de este gran país asiático radica en que forma parte del BRICS. Es decir, la alianza conformada también por Brasil, Rusia, China y Sudáfrica. Es decir, son países con economías emergentes, con relaciones bilaterales estratégicas. El acercamiento de India a las problemáticas que guardan relación con Europa puede servir como una especie de termómetro, si es que se posiciona como interés de la India, para con Vladimir Putin. No pareciera ser de suma importancia para Nueva Delhi, el hecho de ser un mediador en esta guerra. Caso contrario al de Turquía. 

Erdogan sigue haciendo de la OTAN, una novela en donde él mismo es el guionista. Con idas y vueltas para con Suecia y Finlandia. Más, sin embargo, habría que empezar a pensar en un actor importante que no ha aparecido en escena en estas cumbres, pero que tiene intereses de mediador y de dominador regional tal y como lo busca Turquía: hablamos de Israel. El país de Medio Oriente cumple un papel fundamental en las cercanías de la medialuna de las tierras fértiles, un rol preponderante como aliado de los intereses de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. El control de las sublevaciones o los afianzamientos de movimientos islámicos y, sobre todo, palestinos, es de vital importancia para mantener los intereses petroleros de la región. Israel, a su vez, no ha tenido participación directa en estas cumbres, aunque se conoce su postura al respecto de las problemáticas tratadas. A esto hay que agregarle, que Tel Aviv está pasando por un proceso de fragilidad institucional más que evidente. En los últimos días, Israel disolvió su parlamento y llamó a elecciones anticipadas para noviembre del corriente año. Será la quinta elección en cuatro años en dicho país. 

Luego de lo previamente expuesto, pareciera ser que África vuelve a ser ignorada y dejada de lado por las grandes potencias. El G7 y la OTAN solo tuvieron una escasa aproximación a un paquete económico de ayuda humanitaria en el continente más afectado por la pobreza y la enfermedad. Además de esto, la siempre complicada situación de Melilla en el norte africano fue material de comentarios en los pasillos alemanes y españoles, pero no más que eso. Nuevamente, el continente africano queda afuera de las políticas globales, sin tener en cuenta su galopante y preocupante nivel de pobreza, indigencia, falta de educación, crisis sanitarias por enfermedades y bajísimo nivel de vida. 

Finalmente, las políticas medio y socio – ambientales ocuparon un breve espacio, sobre todo en la cumbre del G7. Con el fin de continuar un proceso de saneamiento de la naturaleza y preservación de la naturaleza y la biodiversidad a partir de políticas a largo plazo. Inclusive, la Unión Europea aprobó el abandono de los vehículos a combustión para 2035, pero no más que eso. Es decir, antes de la guerra en Ucrania, la agenda global se encontraba plenamente abocada a las políticas ambientales. Hoy, la OTAN y el G7 tienen preocupaciones de mayor envergadura, las cuales han sido identificadas y tienen claros destinatarios: el avance militar de Rusia con el declive político de Europa, y la mega – maquinaria económica y financiera de China, manejada por un régimen con mano dura como el de Xi Jinping.

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