Lucas Doronuk

Docente, divulgador e investigador en proceso

Lula 2.0

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Luiz Inácio Lula da Silva es una de esas figuras imprescindibles para cualquier persona que busque comprender el presente, la actualidad y la vorágine de la política latinoamericana en el siglo XXI. Su figura, envuelta en un sinfín de contradicciones, marca la agenda (a grandes rasgos) de la polarización en Brasil y en la región en general, pasando por un proceso de transformaciones socioeconómicas y culturales bastante similares.

El regreso de Lula da Silva a la política brasileña es una de las tantas señales del hartazgo político latinoamericano. Lógicamente que él es un líder carismático y con muchos seguidores, pero su figura abrumadoramente positiva en la opinión pública simboliza en gran parte ese rechazo a la fatídica gestión de Jair Bolsonaro al mando de Brasil con una gran cantidad de debilidades: pandemia, corrupción, discriminación de toda índole y proliferación de discursos de odio. Lula vuelve, recargado, pero con un mundo completamente distinto.

Hagamos un poco de historia

Lula da Silva fue presidente de la República Federativa de Brasil entre 2003 y 2010. Una persona que, a diferencia de las renombradas figuras de máximos mandatarios estatales, no nació de una formación intelectual, sino desde el ámbito obrero. Lula fue obrero metalúrgico y sindicalista. Su condición de un funcionario nacido desde el seno de los trabajadores fue uno de los puntos que lo llevó a ser quién es y una de las razones por la cual vuelve a ser una válvula de escape para una sociedad brasileña confundida.

El gobierno de Lula estuvo signado internamente por un fuerte robustecimiento del sistema productivo y una reactivación de la pujante economía verdeamarela. De hecho, los programas Bolsa de Familia y Hambre Cero fueron grandes responsables del repunte de los sectores más golpeados históricamente en Brasil, logrando un gran avance en materia de movilidad social ascendente. A nivel económico, fue tan importante la contribución de Lula da Silva, que Brasil tuvo la oportunidad de organizar y ser anfitrión de una Copa Mundial de Fútbol en 2014 y de que Río de Janeiro sea sede de los Juegos Olímpicos en 2016.

Paralelamente a la cuestión interna en Brasil, la región tuvo un importante protagonismo durante los años de Lula. En consonancia a las fronteras interiores, Brasil mantuvo lazos cercanos a la Argentina de Kirchner-Fernández, Venezuela de Hugo Chávez, Cuba de Castro, Bolivia de Evo Morales, Uruguay de “Pepe” Mujica y Paraguay de Fernando Lugo. Este grupo de países sudamericanos embanderados en conceptos como el antiimperialismo y el socialismo del siglo XXI, marcaron un tiempo de recuperación económica y superación del monetarismo estatal o neoliberalismo, simbolizando estabilidad, gobernabilidad y autonomía. 

Ahora bien, fuera del continente, Lula da Silva tuvo un protagonismo en el programa nuclear de Irán y la polémica desatada a nivel de seguridad internacional, como así también poner sobre la mesa el debate del que tanto se habla ahora: el cambio climático. 

Finalmente, Lula fue involucrado en casos de corrupción que sacudieron sus cimientos. El lawfare regional se inició con Petrobras. En 2017 fue condenado. En 2018 se entregó y no pudo participar de las elecciones presidenciales. En 2019 se ordenó su liberación y en 2021 se anularon todas las sentencias contra él. Lula vuelve, recargado. 

Lula, modelo 2022

La primera incógnita que suscita el retorno del líder del Partido de los Trabajadores de Brasil, es, lógicamente, cuál será su perspectiva para ejercer el poder en Brasil. 

Principalmente uno puede ver que Lula, desde el punto de vista de su discurso y construcción del relato político, apela al retorno de políticas sociales y económicas destinadas a los sectores más afectados durante la gestión bolsonarista. Esto hace pensar en el retorno de políticas similares a las que aplicó previamente, aunque no todo es tan fácil como parece. El contexto entre 2003 y 2022 es absolutamente yuxtapuesto. 

El mundo, en principio, está padeciendo las consecuencias económicas de la pandemia del SARS – COV- 2. Ante esto, Brasil no es ajeno y está sufriendo un proceso inflacionario de los más grandes en décadas. Esto, por un lado, posiciona como necesidad primera el hecho de cuidar a los sectores más vulnerables, aunque por otra parte es menester pensar en que el Banco Central de Brasil no cuenta con las divisas y los fondos como para poder solventar semejante inyección monetaria. La impresión de billetes sería una oportunidad, aunque parte de la sociedad no ve como un gran plan esa salida. Programas de políticas socio-económicas, el primer rompecabezas de Lula. 

Ahora bien… Judicialmente, ¿qué sucederá? Uno piensa que el revanchismo político y mediático de Lula podría ser un efecto inmediato. En este punto, la decisión que tome es fundamental para comprender su forma de comunicar la política hacia sus opositores. Si el ex presidente decide perseguir a quienes lo persiguieron, podría verse envuelto en un sistema de operación mediática por los medios de comunicación hegemónicos de la derecha brasileña. Por otra parte, si decide no hacer nada al respecto, la figura de sus opositores, y sobre todo la de Jair Bolsonaro, podría gozar de aceptación pública ascendente, y volver a posicionarlo como una opción para gobernar al país más grande de América del Sur. 

Sur: ¿La moneda de la Patria Grande?

Entre las promesas preelectorales de Lula Da Silva, quién será candidato a la presidencia de Brasil en las próximas elecciones del 2 de octubre, se encontró una polémica monetaria que causa asombro a algunos y estupor a otros. 

Sur es su nombre, y según el expresidente brasileño, sería la materialización de la unificación de una moneda común en toda América Latina. Su formato sería digital

Más allá de lo que signifique la declaración de Lula da Silva, su poder discursivo puso sobre la mesa una serie de cuestiones. En principio, se retoma la idea de la unificación monetaria de Latinoamérica, como un bloque político-económico-territorial (la Patria Grande hecha moneda). Rápidamente uno puede pensar en la inevitable comparación con la importancia del Euro en la Unión Europea, aunque con innumerables diferencias. 

Salvando las distancias y las discusiones de los detractores y los defensores de Sur, hay una idea entre líneas que hay que saber leer: la moneda no es la noción, sino la unidad latina. Una moneda en común traerá grandes beneficios a la región, eso es indudable. Ahora bien, la idea va mucho más allá y devela el concepto de la política para Lula da Silva. La unificación no busca ser meramente monetaria, sino una adhesión política regional emergente que pueda soportar los embates de un mundo en guerra (Rusia-Ucrania-Occidente), una guerra comercial (China-Estados Unidos), una comunidad debilitada (Unión Europea) y economías en constante crecimiento (India). La idea detrás de Sur, es, además, marcar el camino rupturista con el dólar estadounidense. Latinoamérica es dólar  dependiente por excelencia, como gran parte de los países del mundo, aunque Lula da Silva aún tiene la constante idea de la soberanía económica, financiera y monetaria. 

La primera inquietud sería el proceso de aplicación de la unificación monetaria. Hay sobrados ejemplos en la historia que demuestran que estos son los procesos a mediano-largo plazo que tienen avances y retrocesos y donde hay países (en este caso) más beneficiados que otros. La consecuencia de esta moneda digital que pueda ser usada por empresarios o Estados podría generar alguna inestabilidad a las monedas reales, o inclusive a la competencia con otras monedas digitales. Tan solo vale pensar en la equiparación de las distintas monedas nacionales con el dólar para entender el abismo que hay entre los miembros del sur de América. Sin ir más lejos, Brasil y Argentina son países vecinos, aunque con diferencias siderales si de finanzas y moneda hablamos. 

Ante este panorama, Sur pareciera ser más una utopía que una realidad. Sin embargo, Lula no está cantando envido con 33 en mano. Es decir, la noción de la unificación de la moneda es simplemente la punta del iceberg de la verdadera unificación de un bloque regional competente, el cual Brasil se posicionaría como el eminente líder. 

¿A qué se enfrenta Lula?

Lula da Silva retorna en la época del apogeo de las redes sociales, algo que modificó estructuralmente el eje de las comunicaciones. En este sentido, el expresidente se enfrenta a un batallón anónimo al cual no había enfrentado antes y donde Jair Bolsonaro se supo mover muy bien. Bajo esta premisa, las plataformas de comunicación virtual son ejes de vital importancia para la construcción de relatos. Bolsonaro y su séquito de seguidores lo comprendieron a la perfección y prácticamente se adueñaron de la comunicación política brasileña en Twitter y Facebook. Lula deberá enfrentarse a trolls y fake news, algo nuevo para él, pero viejo para el concepto del poder político (en Argentina hay experiencia de sobra en los últimos años).

Más allá del fenómeno de redes sociales, hay un componente opositor abrumadoramente fuerte, simbólico, real y efectivo que pulula entre los brasileños, y que además tienen a Bolsonaro como aliado: el evangelismo político

Esto se entiende por la constante, paulatina y expansiva presencia de las Iglesias Evangélicas en Brasil. A priori, no significan nada más que una religión que predica para sus fieles, y en el marco de la libertad de culto es algo que siempre es bien recibido. Sin embargo, hubo una transformación hace al menos dos décadas que se potenció al cuadrado durante la gestión de Bolsonaro, e inclusive durante su campaña rumbo a la presidencia 2018. Hablamos del evangelismo en la política, de la utilización de las iglesias, cultos y retiros espirituales como centros de operación política que rozan la extrema derecha. Los sectores más vulnerables son aquellos quienes acuden allí, y que en lugar de conseguir la satisfacción espiritual que buscan, terminan bajo el manto de una editorial política que tiene valores extremadamente contrarios a los del Partido de los Trabajadores de Brasil. 

El evangelismo político será un obstáculo enorme para Lula da Silva. Se han multiplicado por todo Brasil y cuentan con un financiamiento dadivoso. Además de ello, son cercanos a Bolsonaro, a tal punto que varios de sus funcionarios provienen de este sector de la política. Que no se mal entienda, ni Dios ni la fe son un problema, sino la manipulación de ellos con intereses políticos.

En síntesis con ambos sectores o situaciones expuestas (redes sociales y evangelismo político) hay un factor de vital importancia que Lula deberá afrontar: los discursos de odio.

Durante la gestión bolsonarista existió desde el poder político, estatal y mediático el discurso racista, xenofóbico, clasista, sexista, machista, anti-científico y negacionista. Esta realidad de Brasil se sintetiza en la tríada bolsonarismo – evangelismo político – redes sociales.

Ante ello, la figura de Lula aparece como un protector de los derechos de todos aquellos que se han visto golpeados por el bolsonarismo. Desde ex presos políticos por la dictadura del 64’ en Brasil, hasta mujeres que fueron insultadas públicamente por el establishment del odio brasileño.

Los amigos de Lula 

Previamente hablamos de la región, de la importancia de la adhesión política, económica y social en América Latina, y también de cómo Luiz Inácio Lula Da Silva supo conformar el bloque de la Patria Grande… pero, ¿qué pasa en 2022?

Latinoamérica está pasando por un momento de fragmentación equilibrada de las fuerzas políticas e ideológicas de toda índole. Desde progresismos de centro izquierda o socialdemocracias como la de Alberto Fernández y Gabriel Boric; gobiernos de tendencia neoliberal como Lacalle Pou en Uruguay; modelos políticos heredados de la Guerra Fría como Cuba, Nicaragua y Venezuela; hasta personajes “disruptivos” u “outsiders” como Nayib Bukele en El Salvador. 

Entre ese mar de disparidades ideológicas, ¿dónde se ubicará Lula? La primera respuesta es la necesidad de recomponer algunos lazos simbólicos con sus vecinos más cercanos: Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Venezuela. Este pareciera ser un primer paso, aunque entre las naciones nombradas hay diferencias totales. Inclusive, cabe preguntarse en dónde se va a apoyar más Lula, ¿en la socialdemocracia argentina y chilena o en la tosca herencia chavista de Nicolás Maduro?. Aquí, Lula tendrá que mostrar sus dotes de malabarista. 

Por otra parte, ¿cómo afectaría a la política externa intercontinental de Brasil esta posición de Lula?  Recordemos que el país actualmente presidido por Jair Bolsonaro conforma un bloque de economías emergentes a nivel mundial llamado BRICS. Este se encuentra conformado por Rusia, India, China y Sudáfrica. Ante esto, si Lula rearma un grupo con “los chicos del fondo” de América, podría ser un problema para Estados Unidos en el sentido de su presencia económica y política, y por otro lado sería bien recibido por China y Rusia. 

De hecho, si seguimos ahondando en las relaciones internacionales, Rusia es un tema en cuestión. Ni el mismísimo Bolsonaro cuestionó la invasión rusa en Ucrania y Lula deslizó que Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania, es igual de responsable de la guerra que Vladimir Putin. Allí confluyen Bolsonaro y Lula. La política internacional es más compleja de lo que parece. 

Asimismo, Brasil es la entrada de China a Sudamérica. Es justamente el gigante asiático, el país que más bienes, productos y servicios coloca en el mercado brasileño. Este factor es clave, ya que Lula podría reafirmar los lazos que se habían ablandado con la polémica política sanitaria y el rechazo pendulante de las vacunas chinas contra el COVID-19 por parte del gobierno bolsonarista. Además, en un contexto de guerra en donde la industria liviana y pesada de Brasil pueden resurgir en mercados europeos, es fundamental contar con el respaldo chino y, claro está, con el fondo enorme de divisas que maneja Shanghai. 

Previamente nombramos a Estados Unidos y el dolor de cabeza que podría significar la figura de Lula da Silva nuevamente al frente del gigante de Sudamérica. Esto no es solamente algo que podría afectar a Washington, sino que va mucho más allá. Podría ser, inclusive la OTAN una comunidad que ponga sus ojos sobre Brasilia. La autonomía de América Latina unida no es la misma que fragmentada. Esto puede ser un estorbo para la Organización del Tratado del Atlántico Norte si pensamos en la ocupación territorial para bases militares en Brasil y zonas aledañas, con una Sudamérica golpeada por el narcotráfico en donde la guerra llevada adelante por los big boys de la DEA, no solamente no funcionó, sino que la inundó de más violencia. El territorio es fundamental, Estados Unidos, la OTAN y Lula lo saben. 

¿A vida vai melhorar? 

Muchos brasileños se esperanzan en que los rieles de Brasil al mando del Partido de los Trabajadores puedan ser como un fragmento de “Canta canta, minha gente” de Martinho da Vila. La respuesta es incierta, aunque se pueden analizar ciertas aproximaciones entendidas en el marco del año 2022. De hecho, si hablamos de números, cabe recordar que la inflación de Brasil en marzo de este año fue la más alta en 28 años, algo inusitado para una economía creciente, aunque explicado por el contexto internacional. 

Otro dato revelador tiene que ver con la pobreza y este guarda relación que, según encuestadoras y agencias de análisis económico privadas, de los 213 millones de brasileños, 50 millones son considerados pobres y 28 millones viven en pobreza extrema o indigencia. Un panorama que dista mucho de los 28 millones de brasileños que lograron salir de la pobreza gracias a las medidas de Lula da Silva entre 2003 y 2010. 

A la inflación y la pobreza hay que agregarle el dato del empleo, un tópico tan recurrente por Lula y sus seguidores. Brasil presentó en marzo del 2022 una contracción del empleo de casi el 60%, una cifra asfixiante. En consonancia con estos números, es menester aclarar que de esos trabajadores muchos se encuentran en “negro” o en industrias severamente golpeadas por la pandemia, como por ejemplo el turismo. Este último, luego de dos años de pandemia, comienza a mostrar signos de recuperación. 

Brasil y Misiones

En cuanto a la relación de la tierra colorada con Brasil, es posible comenzar a pensar qué podría cambiar, mejorar o empeorar con la figura de Lula al frente del país vecino. En principio, la moneda es fundamental. El gigantesco abismo entre el Real y el Peso argentino trastocan y condicionan el día a día del misionero en zona fronteriza con Brasil. Nuevamente resuena la idea de una moneda digital unificada y sus consecuencias, aunque en los vínculos sociales de frontera, es menester que, si se generan mayores lazos comerciales y facilidades financieras y económicas en ambos lados, el flujo entre Misiones y Brasil puede ser más ameno. 

Otro punto es fundamental y guarda relación con la rigidez o flacidez de las fronteras (reales o imaginadas) entre Argentina y Brasil en contexto misionero. Es sabido que, durante la etapa más dura de la pandemia, el lado brasilero tuvo menor cantidad de cuidados sociales y sanitarios, lo que llevó a Misiones a doblegar los esfuerzos por evitar un contagio masivo que signifique una saturación del sistema de salud misionero, algo que finalmente se evitó. De hecho, desde el otro lado del Río Uruguay era común ver los hospitales colapsados. La presencia de Lula podría servir para unificar criterios de políticas sanitarias en la región, en donde no se dependa solamente de las decisiones de Buenos Aires y Brasilia, sino que tengan una visión transfronteriza de unificación de criterios.

Lógicamente que este panorama depende pura y exclusivamente de que Lula da Silva gane las elecciones en octubre de este año, aunque su reaparición en la escena pública de la política latinoamericana puede hacer retroceder varios casilleros a sus opositores. Por otro lado, Alberto Fernández y la comitiva presidencial nacional son los encargados de las relaciones bilaterales entre Argentina y Brasil. 

Lula, el retorno de un gigante 

Finalmente, el retorno del expresidente brasilero no significa solamente un nombre en una boleta electoral, sino que abre un panorama de análisis internacional que podría cambiar 180 grados con su presencia. Eso no lo logran todos, lo logran aquellos que supieron transformar la realidad desde la práctica. Lula trae un ápice de esperanza para los sectores de centro izquierda e izquierda de Brasil, como así también para aquellos que padecieron y padecen las consecuencias de un Estado ausente de la mano de Jair Bolsonaro. 

Esta presencia es tan grande que nos llevó automáticamente a pensar en la reconfiguración social y económica de nuestras fronteras, en términos de políticas puestas a disposición de una región. De todas formas, Misiones y Brasil han tenido una historia de siglos, y la mixtura entre lo portugués y lo misionero siguen siendo identitarios, es por eso que la reaparición de Lula hace ruido: molesta, alegra, ofusca o excita. Sea cual sea la reacción, la vuelta de un líder enorme siempre es digna de un análisis internacional.

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El shock del gas ruso

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Gran parte del mundo se ha impactado con las imágenes de la guerra en Ucrania, que tiene como protagonistas al ejército ruso de Vladimir Putin y la resistencia con apoyo occidental del país dirigido por Volodimir Zelenski. Desde que se consumó esa “operación militar especial”, como lo catalogó el Kremlin, un sinfín de aristas comenzaron a tomar sentido teórico, pero también práctico acerca de las consecuencias del conflicto bélico.

Más allá de esas cuestiones, el mundo sigue, las personas consumen y siguen inmersas en la cotidianidad. Aunque en ese último punto se cae en cuenta de los problemas de esta guerra. Pasando por encima de lo obvio, que es la pérdida humana, la economía se resiente día tras día mientras la contienda ruso – ucraniana se desarrolla.

A raíz de esto, los europeos se vieron inmersos en una situación de difícil dimensión para el nivel de consumo del viejo continente. Europa que, a fuerza de colonialismo y capitalismo salvaje, siempre supo tener bajo su manga el as de la estabilidad económica. Bajo esta premisa, desde la Segunda Guerra que el pueblo europeo (sobre todo los pertenecientes a la Unión Europea y la Eurozona) no veía amenazadas sus necesidades, como si lo hace el pueblo latinoamericano, africano y de ciertas zonas de Asia en el día a día. La situación cambió, y el gas ruso se transformó en el oro gaseoso”. 

Con el fin de mayor y mejor contexto, es menester recordar que, desde que el primer ataque ruso tuvo lugar en tierras ucranianas, Occidente en su “casi” totalidad enarboló una serie de sanciones hacia Rusia y la mesa chica de Putin. Se han visto una gran cantidad de acciones, como la congelación de activos, ataques a la oligarquía rusa, éxodo de empresas y hasta boicots artísticos y culturales. Pero lo cierto es que, de alguna u otra manera, Europa le brindó a Vladimir Putin una carta fundamental: el abastecimiento europeo del gas ruso. 

Las sanciones afectaron más al humor del pueblo ruso que a los propios intereses de Putin, y además, Europa no contaba con la “ruso – dependencia” del gas a la cual se encuentra sometida. Rusia es el mayor proveedor de gas natural y petróleo del mundo, y ese dato se siente fuertemente en Europa. Para mayor precisión, el 45% de los ingresos rusos en 2021 se dieron solamente por la exportación de gas y de petróleo y el viejo continente depende en un 40% del gas ruso.

Ante semejante potencia energética como lo es Rusia ya desde la época soviética, la decisión de eurodiputados y de líderes políticos de intentar sancionar a Putin con el hecho de no comprarle gas, pareciera ser más una utopía que una política efectiva y real. 

Europa se encuentra involucrada en un verdadero “shock” del gas ruso y las reprimendas a partir de tener el monopolio del abastecimiento de gas natural a Europa. 

¿Qué exige Rusia?

El Kremlin tiene, a priori, una misión clave: seguir exportando gas. Hasta ahí, todo parece ser normal o parece tener un contexto preguerra. Sin embargo, las necesidades de Putin se extienden más allá. Rusia busca fortificar su moneda luego de una caída abrupta de valores tras las sanciones económicas y financieras por parte de Occidente. De esta forma, Moscú exige el pago del gas en rublos (moneda oficial rusa) pero Europa, en mayor o en menor medida, se niega a cumplir con la petición de la plaza roja.  

Europa Occidental argumenta que la obligación de Rusia de pagar su gas en rublos no cumple con los contratos preestablecidos y además citan la falta de ética corporativa de Putin. Sin embargo, Vladimir lo tiene claro: su país no es una empresa y está viviendo un contexto bélico.

Además de robustecer al sistema financiero ruso y de continuar con la exportación de gas natural, el Kremlin tiene otro objetivo. Aquí es clave comprender la comunicación política y los intereses que, a veces, se presentan entretejidos, casi de manera simbólica, pero que sientan las bases de antecedentes para poder avanzar en materia política. Putin espera que Europa pague en rublos porque posiciona al viejo continente a los pies de la Gran Madre Rusia. 

Simbólicamente, esto sería patear el tablero de la política internacional. Desde la llegada de Putin al poder en el año 2000, el ex miembro de la KGB, supo posicionar a su país en la competencia económica mundial, solo equiparada a los mejores años productivos de la Unión Soviética. Aunque Putin siempre fue visto de reojo por los demás líderes europeos, fue un aliado, con vaivenes, pero presente en las decisiones económicas europeas. 

Haciendo un breve paréntesis, Europa vio en Putin a un líder con el que se puede hacer negocios, cosa distinta a la gestión noventosa de Boris Yeltsin que significó el vaciamiento del ex estado soviético y una grave indecisión para exportar los bienes más preciados de Rusia: el gas natural y el petróleo. 

Volviendo a la comunicación política, Rusia busca posicionarse como el gran proveedor europeo de gas, pero también el país que puede llevar una guerra a cuestas contra las sanciones de la OTAN y la Unión Europea. Inclusive, en el marco de la comunicación política, los rusos se posicionaron como potencia sanitaria, al patentar en el año 2020, la primera vacuna contra el Covid – 19. No cabe duda que esto es un jaque mate para Vladimir Putin. 

Retomando el tema del gas, cabe recordar que Rusia tiene rutas de gasoductos y oleoductos, como así también una relación medianamente cordial con otros países exportadores de gas a través de un intercambio de favores políticos que Putin los llevó adelante con la sutileza de un gato salvaje de las nieves. A eso, hay que sumarle que Rusia tiene una relación corporativa casi paralela a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). 

¿Qué quiere Europa?

La respuesta a este interrogante podría ser lo contrario a las exigencias rusas: seguir utilizando el gas de Gazprom y pagarlo en euros. Sin embargo, la política internacional es mucho más compleja de lo que parece. 

Europa, al contrario de lo que se cree, es un continente que viene debilitado y más aún para afrontar una crisis energética a causa de una guerra. Esto se explica por dos factores internos del viejo continente. En principio fue el hecho de haber perdido a Gran Bretaña como su miembro a partir de lo que sucedió con el Brexit

La Unión Europea perdió a uno de sus hijos pródigos y eso se siente a nivel político, económico y militar. Pero además de la figura de los británicos, Europa (como categoría política compleja) perdió a su dama de hierro el año pasado. Desde que se confirmó la salida de Angela Merkel de la vida política, Europa no ha encontrado el rumbo de liderazgo político que le supo dar la alemana. Asimismo, es Alemania el punto neurálgico de Europa, y a la vez es un país que depende casi en un 70% del gas ruso, y ante la falta de ese preciado servicio, el shock y el debilitamiento político se siente más. 

De hecho, como un mínimo apartado ruso, cabe recordar que esta crisis bélica en Ucrania fue orquestada hace años, sin embargo, la presencia de Angela Merkel y Donald Trump como figuras políticas decisivas, hacían pensar dos veces a Putin antes de actuar. Una vez confirmada la salida de líderes fuertes, Rusia actuó. Cuando el gato no está, los ratones bailan.

Volviendo al caso europeo con el gas, este continente se vale del uso del gas todo el año, no solamente en invierno o en otoño, esto hace que las discordias morales por la invasión rusa en Ucrania, aparentemente, queden de lado. 

Ahora bien, ¿Por qué Europa sanciona a Rusia si necesita su gas? La respuesta es simple, la UE responde a los intereses de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. En síntesis, pareciera ser que Europa es solamente un rehén de los intereses rusos y de la OTAN en una suerte de Nueva Guerra Fría.

¿Qué opciones tiene Europa? 

Es sabido que Moscú comenzó a cortar el suministro de gas a varios países europeos, y ante esto, el euro – continente necesita de nuevos rumbos para mantener a su población con bienestar, con el fin de evitar algún tipo de levantamiento civil y  ahorrarse así otro dolor de cabeza más. 

Lógicamente hay opciones. Por ejemplo, la zona más occidental de Europa podría valerse del gas británico. Esto es interesante, porque con la salida de Gran Bretaña de Europa con el Brexit, como comentamos previamente, el viejo continente deberá pagar impuestos y un canon para la importación del gas natural proveniente del país de la reina Isabel II. 

En el caso de Europa central y pensando en Alemania, puede haber un nuevo factor de análisis. El gas podría ser importado desde países escandinavos a través de gasoductos, o bien podría ser una opción Países Bajos. El problema es que Alemania suspendió el proyecto de construcción del gasoducto Nord Stream 2 con Rusia. Esta magnífica obra hubiese solucionado gran parte de los problemas energéticos del país teutón, sin embargo, su cancelación debido a la guerra fue un golpe al mentón a las políticas a largo plazo para el corazón europeo. 

El sur de Europa vive una situación distinta, ya que podría abastecerse por otras rutas de gas y petróleo. Aquí entra en juego Asia, a través de un país intercontinental: Turquía. 

Esta crisis energética por el gas ruso podría posicionar a Turquía como una buena fuente de suministro de gas a Europa, entendiendo que a lo largo y ancho del territorio asiático turco pasan los gasoductos más importantes que provienen de Medio Oriente. Pero… ¿Europa no castigó las acciones bélicas rusas con sanciones económicas, aunque podría exportar gas de países de Oriente Medio, a los cuales también cuestiona por sus prácticas políticas, sociales y religiosas? La política internacional es más compleja de lo que parece. 

No todo termina ahí, hay una opción más para el pueblo europeo: Azerbaiyán. Este país ubicado en el continente asiático es uno de los mayores exportadores de gas natural del mundo, aunque constantemente asediado por conflictos internos y regionales. Azerbaiyán es una ex República Soviética, que llevó adelante un proceso de descomposición política, social y económica que lo siente hasta el día de hoy, además se le suma un conflicto medianamente resuelto pero que aún dispara esquirlas. Hablamos del conflicto de Nagorno – Karabaj con Armenia. Más allá de esto, el gas azerbaiyano se posiciona como una opción para Europa y, casi como efecto rebote, el país asiático ve en Europa una sola cosa ante este eventual panorama: entrada de divisas. 

Inclusive, vale nombrar que hay países que se han posicionado como potenciales exportadores de gas para Europa. Nigeria, Qatar, Argelia, Congo y Bolivia son opciones, aunque menos viables. En esa menor viabilidad podría ingresar Estados Unidos. Entendiendo que existe la posibilidad de gas natural licuado, esta sería una solución inmediata, aunque su exportación y posterior traslado y tratamiento es mucho más complejo y caro que el gas natural. Esto traería como consecuencia, el aumento del servicio de gas en el viejo continente, y posteriormente, la baja en la calidad de vida de la población europea. Aunque, habrá que pensar en los más débiles, los miles de migrantes provenientes de África, los trabajadores sin visa que provienen de América Latina, y los musulmanes que poco a poco se están integrando de manera “europeizante” a los distintos países a los que llegan. Ellos serán quienes sufrirán más. 

Asimismo, cabe aclarar que Europa busca la independencia energética lo antes posible de Rusia, teniendo como meta al año 2030. Pareciera ser una misión complicada para cumplir, sobre todo entendiendo el contexto macro que involucra esta crisis energética global y el hecho de que el precio del gas en Europa se disparó un 20% desde el inicio de la guerra ruso – ucraniana. 

¿Qué pasa en América Latina con el gas? 

Latinoamérica es esa región mundial que siempre busca sacar provecho del contexto económico internacional para poder posicionar a sus economías emergentes. En términos de gas, claramente Bolivia es uno de los productores más grandes. De hecho, desde el comienzo del conflicto armado en Ucrania, el Estado Plurinacional de Bolivia rubricó una serie de acuerdos de abastecimiento de gas a Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Se expresa la posibilidad de mayor generación de divisas para el país boliviano. Asimismo, está abierta la posibilidad de que, en un futuro lejano, logre abastecer a otras regiones del mundo. 

Por otro lado, Argentina, Brasil y Chile son países exportadores de gas licuado. Este contexto puede posicionar a la región como una pequeña opción para el suministro del viejo continente. De hecho, Argentina se está preparando para una temporada de amplia exportación del GNL. Esta previsión podría extenderse aún más para los próximos años en nuestro país, entendiendo la viabilidad de esta propuesta como una política de Estado que no se abandone más allá de la fuerza política gobernante. El tablero político de la región sudamericana se mueve con la inestabilidad predominante y característica por condiciones históricas. Los acuerdos de hoy, podrían no ser los de mañana. 

Misiones y el gas

La tierra colorada tiene, por su parte, una cuestión casi de arraigo histórico con el gas. Arraigo en el reclamo de un gasoducto o de un precio diferencial para las pretensiones de Misiones. 

Cabe recordar que Misiones es una provincia atravesada por la política y economía internacional, encontrándose en el medio de dos países con experiencias históricas absolutamente disímiles que marcan el día a día de los misioneros: la pujante economía brasileña y la condición pendulante de Paraguay. 

Ante este contexto, es Nación la que toma cartas en el asunto cuando se habla de una situación de asimetría, digna de análisis en clave internacional. Allí es donde puede preguntarse si la crisis energética europea puede afectar a Misiones. 

En el marco de los factores externos, se puede encontrar una serie de situaciones previamente explicadas y que parecieran ser obvias. Si Europa acapara el mercado emergente de gas natural o gas licuado, las zonas periféricas del globo podrían afrontar una crisis energética de desabastecimiento, que la pagarían los que menos tienen. Es por esta razón que una guerra en el otro lado del mundo puede afectar severamente al vecino misionero que busca calentar su agua para el mate.

Las políticas energéticas nacionales, provinciales y municipales son claves para tener una ciudadanía cuidada, con todas las aristas características que cada espacio geográfico tenga. Por esta razón, la llegada de un gasoducto a la provincia de Misiones traería beneficios que a leguas servirían para combatir la crisis energética que sacude al continente más rico del mundo. 

La necesidad y la petición de Misiones de conformar una red de gasoductos para el abastecimiento provincial son de al menos 2 décadas. Sin embargo, la postergación se siente mucho más cuando uno abre los portales de noticias internacionales y ve que países con una magna estabilidad económica están sufriendo por la falta del gas. Esta deuda con Misiones, además se materializaría en una cuestión meramente básica: las industrias y los comercios podrían utilizar una red de gas, de capital público, privado o mixto. El bienestar parece ser la respuesta más obvia. 

Ahora bien, ¿Por qué Misiones está alejada de las conexiones de abastecimiento de gas en Argentina? En principio cabe analizar el contexto histórico de la Argentina: el falso federalismo. Con el correr de las décadas, distintos gobiernos nacionales no hicieron más que acentuar la diferencia entre CABA y zonas de Buenos Aires con el resto del país, provocando una asimetría innegable en términos de consumo, precios, oferta y demanda. Esta situación es aplicable a otros rubros y no solamente es un concepto que invita a entender el shock del gas, sino que desnuda el problema estructural de la aglutinación del poder político y económico nacional encerrado entre el Río de la Plata y la avenida Rivadavia. 

Cierto es que, si uno hace historia, encontrará gobiernos y colores políticos que hicieron más o menos por subsanar esa diferencia, aunque el resultado nos llevó a un 2022 en donde Misiones aún no tiene rutas de gasoductos para sus habitantes.

Por otro lado, está la falsa premisa de que Misiones no necesita un gasoducto ante la situación climática o geográfica. Aducir que la tierra colorada no es merecedora de un abastecimiento de gas natural o licuado como otras zonas de Argentina es del nivel de una falacia supina, entendiendo que se expusieron argumentos consistentes que avalan la necesidad de utilizar el gas y tener un acceso mucho más plausible que lo que ya es una realidad. 

Gas, dinero y mucho más…

 Luego de ver y comprender las diversas cuestiones que giran en torno a la situación del gas en el mundo hay varias reflexiones a las que se puede abordar. En principio, está a la vista de todos que Rusia no solamente es una potencia militar bajo el firme mandato de un presidente que fue producto de la Guerra Fría, sino una potencia económica y energética que, ante la batería de sanciones en su contra, supo con tan solo una carta hacer tambalear al continente mas rico del mundo. 

Por otro lado, la acción de Occidente contra Rusia, materializada en sanciones en respaldo a Ucrania, ¿son reales o son intereses? Pareciera ser que mientras el pueblo ucraniano resiste una invasión brutal, los europeos solamente se preocupan por tener el gas suficiente como para no bajar su nivel de vida, luego del shock del gas ruso generado por el Kremlin. ¿Y la ética y moral europea? Pareciera ser que es solo para las redes sociales.

En consecuencia, quedó claro que esas regiones económicamente postergadas en el mundo, hoy en día tienen la posibilidad de posicionar su gas y generar divisas, entendiendo que de acuerdo a como se desarrolle esta situación que mantiene en vilo al mundo, podría generar cambios sustanciales a nivel interno y externo en un varieté de países. Es la posibilidad de “los Congos y las Bolivias” de poder incorporarse a mercados previamente inusitados. Finalmente, y como todo proceso histórico, es casi obvio ver la integración del mundo como una realidad, inclusive previa a la globalización. De esta forma, es simple de dilucidar que una guerra al otro lado del mundo puede afectar al panadero del barrio, al remisero de la ciudad e inclusive a quien quiera tomar un simple mate, además de desnudar las desigualdades imperantes en nuestro país, en este caso. El shock del gas ruso, que aparentemente hace poner a Europa de rodillas, se ve, se analiza y se siente.

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