¿Don’t tread on me?: El dilema de las armas en Estados Unidos

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Desde el siglo pasado, la sociedad estadounidense puso sobre la mesa una discusión más que interesante: el uso de las armas. Este país, entre tantas cosas, se ha caracterizado por ser el lugar indicado en donde conseguir un arma es más fácil que acceder al odontólogo. El verdadero american dream para los conservadores de todo el mundo.

Estas premisas vuelven a salir a la luz a partir de lo sucedido en la masacre de Uvalde, Texas, el pasado 24 de mayo. Nuevamente, las armas utilizadas para dañar a los inocentes, en manos de agresores con una historia de vida que fue dejada de lado por los círculos sociales y por el mismo sistema. La pérdida de más de 20 vidas, entre ellas, la mayoría de niños, volvió a teñir de sangre a la tenencia de armas en Estados Unidos. Voces a favor y en contra, en una sociedad donde la portación de una pistola es más corriente que en algún otro país.

¿Guns, Freedom and God? 

La historia de Estados Unidos con las armas está signada por un fuerte proceso independentista de carácter virulento. En 1776 se declara la independencia de Estados Unidos por sobre la hegemonía británica en la zona. Los primeros años de la joven nación estadounidense tuvo como protagonista a fuertes combates en la guerra de independencia y el intento de construcción de una nación autónoma y soberana. Lógicamente, Gran Bretaña, madre de la patria de Estados Unidos, no pensaba dar el brazo a torcer, y es, con absoluta claridad, uno de los determinantes para el apogeo de la utilización de las armas en la actualidad estadounidense. 

Para la construcción del propio estado de los Estados Unidos, era necesario, como en todos los actuales modelos republicanos y democráticos de la actualidad, la necesidad de tener un corpus de leyes que pueda ser mediador de las relaciones sociales internas del país. Esta ley magna, conocida como la Carta de Derechos estadounidense (Bill of rights) contiene una enmienda fundamental para entender el proceso de construcción de consenso a la hora de portar armas: la Segunda Enmienda. Esta permite, hasta el día de hoy que los defensores de la tenencia de armas sigan manteniendo sus discursos. Dicha enmienda protege al pueblo de Estados Unidos de poseer y portar armas. 

La Segunda Enmienda dice lo siguiente: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”. 

Esta traducción es tomada de los Archivos Nacionales de Estados Unidos. Esa enmienda fue propuesta en 1789 y finalmente aprobada en 1791. 

Ahora bien… ¿Hay una explicación para semejante institucionalización de la portación de armas? Claro que la hay, y básicamente se explica en la amenaza constante de las potencias europeas. Desde que la independencia de Estados Unidos se transformó en un hecho, la necesidad de Gran Bretaña de volver a contar con las colonias norteamericanas era imperante. Ante esto y los consecuentes roces armados en distintas zonas de la región atlántica de Estados Unidos, incluyendo a comerciantes, llevó a los actuales próceres estadounidenses a pensar en la posibilidad de la defensa como parte del aparato institucional. Armar a toda su población a través de la Segunda Enmienda fue básicamente una estrategia interna y externa. En la primera premisa se entiende la necesidad de tener un ejército robustecido ante cualquier avance de fuerzas extranjeras, más allá que los mismos sean tropas no profesionales. Por otro lado, a nivel externo, fue un llamado de atención para Reino Unido. Esto se explica en la necesidad de construir una imagen de un pueblo fuerte, resistente y con capacidad de dar batalla a un gigante mundial como lo era la corona británica por esos años. De hecho, esa constante sensación de invasión y conflagración fue argumentada con los sucesos ocurridos en la Guerra Anglo – estadounidense entre 1812 y 1815.

Entendiendo este derrotero histórico, es simple ver que la Segunda Enmienda tiene un fundamento meramente contextual. El hecho de una nación en defensa de su territorio dista mucho de la actualidad de Estados Unidos, la gran potencia mundial desde el siglo XX y con un prontuario enorme en cuanto al “mal uso” de las armas respecta.

En base a esto, modificar una enmienda de semejante preponderancia pareciera ser una tarea prácticamente imposible. Aquí cabe recordar que hay un gran sector de la población de Estados Unidos que apoya a ultranza la posesión y comercialización de las armas. Sin embargo, hay otra cuestión por demás importante: el costo político. Suponiendo que el gobierno de Joe Biden decida tomar cartas en el asunto y llevar adelante la sola idea de una reforma constitucional con el fin de revocar o cambiar esta enmienda, no solo sería histórico o revolucionario, sino que abriría el panorama a una situación de descontento generalizado tan evidente en la ciudadanía más conservadora y recalcitrante de Estados Unidos, que inclusive podría abrir el panorama a una radicalización de estos grupos. El costo político de trastocar una de las leyes fundamentales del génesis estadounidense podría significar una mayor oposición armada, e inclusive la posibilidad de ejercer golpes de Estado con total liviandad. La rudeza del ala más dura de los republicanos podría manifestarse y poner en riesgo el afianzamiento del Estado de Derecho de Estados Unidos. 

Palabras más, palabras menos… El intento de sofocar las oleadas de matanzas y masacres en Estados Unidos a través de una prohibición o cambios en la Segunda Enmienda, sólo podría generar una reacción aún más violenta. De hecho, uno de los argumentos expuestos por los “pro-guns” es que el hecho de tener una ciudadanía armada podría servir para tener en constante amenaza a la clase dirigente en que no transformen al Estado de Derecho en una tiranía. Don’t tread on me

¿Quiénes defienden el uso de las armas?

La política estadounidense es, casi por definición e historia, un sistema bipartidista. En este sentido, hay dos grandes partidos políticos que priman por sobre el resto: demócratas y republicanos. Estos últimos son generalmente los más asociados, desde la opinión popular como desde la defensa pública, como los más allegados al uso de las armas como así también a su comercialización. Sin embargo, y más allá de sobradas pruebas que demuestran el affaire de los republicanos con revólveres, pistolas y rifles, cierto es que no todo se puede remitir meramente a la cuestión partidaria.

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Hay situaciones que ameritan una perspectiva mucho más sociológica. El sur de Estados Unidos es una región la cual, luego de la Guerra de Secesión (1861 – 1865) se comenzó a construir, desde el imaginario social, un prototipo de persona con características denotadas y, principalmente, una postura de defensa absoluta de la portación de armas. Más allá de los prototipos creados sobre los rednecks, hay una explicación para comprender el deliberado uso de armas, como se dijo previamente. En principio, el sur de los Estados Unidos luchó por un modelo de producción agraria, contra un modelo de producción industrial del norte durante la Guerra de Secesión. Ante la derrota del sur, Washington supo comenzar a unificar su estrategia de modo de acumulación del capital. Sin embargo, en el sur, casi por costumbre, se heredaron una serie de comportamientos: uno de ellos fue el de mantener un fuerte arraigo a la producción en los campos en contraste con las urbes cosmopolitas industriales. Este es un fenómeno interesante, ya que la protección de los campos lleva al auto – sustento de seguridad de los propietarios, quienes, mediante la utilización de armas de fuego, cuidaron y siguen cuidando sus campos hasta el día de hoy. Solo basta con ver la típica imagen de las películas “yankees”, donde se aprecia a un anciano con una escopeta en una silla mecedora. Cabe recalcar que esta imagen no es completamente homogénea y, claramente, no toda la población sureña es así, sino una pequeña parte, aunque peligrosa.

Ahora bien, la utilización de las armas para defender sus campos es una explicación hasta casi obvia. En este apartado hay que leer entrelíneas, y de esa forma cabe ver que la formación de la idiosincrasia del sureño estadounidense mucho tiene que ver con romper toda semejanza con el norte. La portación de armas, entre otros aspectos, son formas de rebelarse históricamente al dominio del norte industrial, cosmopolita y europeísta. Así también, son varias las aristas que se conjugan aquí, como ser los extremistas religiosos, el racismo confeso (por ejemplo, el KKK) y la exaltación de la cultura regional. Esos parámetros ampliamente polémicos conforman a un colectivo imaginario que es uno de los más grandes defensores de la portación de armas, casualmente avalados por la propia constitución estadounidense. 

Lógicamente que, en este gran grupo de adherentes, hay facciones anarcocapitalistas, conspiranoicos, grupos cuasi paramilitares, mafias y organizaciones criminales, y personas que han sido atravesadas por procesos de asimilación y de consumo del “ser” ultranacionalista estadounidense, que enarbola la bandera de la utilización, posesión y comercialización de las armas. Asimismo, el paulatino crecimiento de los niveles de inseguridad en las grandes urbes en conjunción con el precario accionar de la policía local y estatal en Estados Unidos, llevó a que la propia ciudadanía tome cartas en el asunto sobre cómo defenderse a sí mismo y a su propiedad. Detroit es el claro ejemplo del crecimiento industrial casi porcentualmente con el crecimiento de la inseguridad.

Para mayor complejidad, se suma un agregado más, y es el de las nuevas tecnologías de la comunicación. Las redes sociales han sido y siguen siendo grandes plataformas de formadores de opiniones, en los cuales pululan los discursos racistas, supremacistas, golpistas, anti cientificistas y xenófobos, entre otros. Se transformó en un sitio ideal en donde los adeptos a estas nefastas ideas encuentran a sus pares, y ven potenciados sus discursos al creer en la magnificación de los mismos. De esta forma, la formación de generaciones jóvenes se ven claramente seducidas por estas ideas puestas en una plataforma de consumo inmediato y virtual.

Asimismo, Estados Unidos presenta una situación que suele repetirse también en Latinoamérica. El bullying pareciera ser una problemática transversal a los modelos occidentales, en los cuales el acoso de una persona o un grupo sobre un perjudicado, termina provocando una herida enorme. En gran parte de las masacres que se han visto en Estados Unidos durante las últimas décadas, se puede apreciar a un agresor que pasó por un círculo de familia y escolar que han sido complicados o no lo suficientemente contenedores para con esas personas, como así también una sociedad cómplice que replica estas prácticas, sin poder generar un consenso para evitarlas con total solvencia desde las decisiones políticas. Es, lastimosamente, una constante cuando uno habla de matanzas o tiroteos. Claro está, que estas personas pueden llevar a cabo con total liviandad los semejantes actos que cometen debido a una legislación que los ampara y con una sociedad que fogonea la portación de armas, inclusive con un reciente ex presidente, tal como lo es Donald Trump.

Es menester también tener en cuenta a un grupo que institucionalizó y aglomeró a los fanáticos de las armas en Estados Unidos. En este sentido, la Asociación Nacional del Rifle es un espacio fundamental para los defensores de la portación de armas. El mismo fue fundado en 1871 y es el lugar en donde los discursos se transforman en acción, en donde, colectivamente, se defienden los ideales más conservadores del Estados Unidos profundo. Las decisiones que se tomen en esta comunidad son fundamentales para entender la problemática de la portación de armas en Estados Unidos. 

Estados Unidos y el culto al revolver 

Ante el inmenso grupo de personas que abogan por el uso de las armas, la proliferación de matanzas, masacres y tiroteos públicos ha sido moneda corriente, como ya lo hemos comentado previamente. Cifras de hasta el año 2018, tomadas por encuestadoras privadas dan un total de 120 armas por cada 100 habitantes de Estados Unidos, un número verdaderamente sorprendente. Según datos recabados por Gun Violence Archive, desde el año 2019, en Estados Unidos hubo más atentados y tiroteos públicos que días, con cifras realmente escalofriantes. Sin ir mas lejos, según esta asociación sin fines de lucro, el año pasado hubo 692 episodios violentos en donde las armas fueron el protagonista principal. Siguiendo con los datos, en 2020 hubo más de 45 mil víctimas por armas de fuego según el Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. 

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Estos datos solamente revelan el flagelo de un país entero ante la propagación de una verdadera cultura de las armas. Las diferencias sociales, políticas, económicas, culturales y étnicas, pareciera ser que quedan en segundo plano cuando se trata de este tipo de crímenes que, claramente, conmueven al total de la sociedad. Más allá de esto, solamente hay 8 Estados que tienen estrictas regulaciones a las armas de guerra y asalto: Nueva York, Nueva Jersey, Washington DC, California, Massachusetts, Maryland, Connecticut y Hawái. El resto de los Estados que conforman al gran imperio del norte simplemente se apegan a las leyes establecidas desde nación, e incluso hay Estados con menores regulaciones que el resto: Minnesota y Virginia. 

Las armas en el resto del mundo 

Indudablemente que para poder afirmar que la posesión de armas como una práctica legal y accesible en Estados Unidos es uno de los motivos por el cual tienen lugar más atentados, cabe realizar una comparativa con el resto del mundo y sus realidades. 

Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, 53 personas murieron por día con ataques que incluyen a las armas de por medio, y  pareciera ser un número verdaderamente alto. El mismo dato está cruzado con el total de que 79% de los homicidios en general en Estados Unidos están asociados a la utilización de armas. Ante esto, cabe ver de manera comparativa con el resto del mundo. Por ejemplo, en Canadá, el 37% de las muertes fueron por armas de fuego, siempre tomando al 2020 como el año de análisis, en tanto que en Australia fue del 13% y Gran Bretaña del 4%. Estas cifras están fuertemente atadas a la explicación de una legislación que apoya (o no) a la proliferación de las armas en el común de las calles. 

Uno podría pensar que estos números simplemente explican la actualidad de Estados Unidos. Sin embargo, en un país de amplia complejidad como se explicó en clave histórica, un punto a tener en cuenta es el dato que revela Adam Lankford, un profesor asociado de justicia criminal en la Universidad de Alabama, quien reveló que entre 1966 y 2012 hubo 90 tiroteos masivos en Estados Unidos. Lógicamente, ese número se incrementó de manera exponencial como se expuso previamente, sin embargo, esos tiroteos y matanzas en EE.UU. forman parte de un total de 292 en todo el mundo con el mismo lapso de tiempo. Es decir, que, en 46 años, la cantidad de tiroteos solamente en Estados Unidos representó al total del 31% de los tiroteos globales. Una cifra indudablemente alarmante. 

Por otro lado, Estados Unidos es, por “goleada” el país del G7 con más cantidad de tiroteos, y asimismo es el país que representa un 57% más de atentados en sus escuelas que en el resto de las naciones industrializadas. Estos son datos tomados de diversos medios de comunicación con asiento en el país hoy presidido por Joe Biden. 

En el caso de Argentina, la compra de armas de manera legal es algo regulado firmemente por el Estado. La tenencia de armas está sujeta a poder transportarla descargada y separada de sus municiones, como así también para fines lícitos como la caza o el tiro deportivo. Previamente hay que contar con la credencial de Legítimo Usuario de Armas de Fuego y con un registro completo del arma en cuestión. En este apartado cabe recordar que, en el mercado negro y sobre todo en los sectores más desfavorecidos la compra y venta de armas no goza de estas regulaciones, ya que se encuentran fuera del sistema. Esto también es una constante que se repite en América Latina, donde Argentina si bien presenta día tras día casos de violencia relacionados a la utilización de armas en grandes urbes como CABA, Gran Buenos Aires y Rosario, es incomparable a los datos de otros países de la región, como Brasil, en donde el 72% de los homicidios se deben a la utilización de armas de fuego, y, yendo más lejos, el brutal caso de El Salvador, en donde el 91% de los homicidios son por armas de fuego. En este sentido, las desigualdades sociales son las explicaciones centrales que dichas problemáticas, sin contar con el accionar de las pandillas en el caso salvadoreño. 

Más armas que rosas

Estados Unidos, una de las capitales históricas del rock n’ roll definitivamente tiene más armas que rosas, parafraseando a la emblemática banda de hard rock, Guns n’ Roses. El panorama de este país pareciera no poder torcerse con una simple medida del Senado, ni tampoco podría cambiar radicalmente con una imposición rígida. Así como se construyó durante décadas e incluso siglos, esa cultura a las armas, costará mucho tiempo poder desarticularla. Si bien, la progresía a nivel mundial pudo poner de manifiesto esta situación, lo cierto es que, dentro de las propias fronteras de Estados Unidos, los demócratas cuestionan y lamentan los tiroteos y sus víctimas, pero engrosan su presupuesto nacional en defensa y en capacidad armamentística. Los estadounidenses lloran por las víctimas de los tiroteos en las escuelas, pero paralelamente bombardean escuelas en Medio Oriente. Estados Unidos y sus representantes demócratas buscan repensar estrategias como el alza de la edad para adquirir un arma (de 18 a 21 años) pero mientras tanto financia la defensa total de países que les sirven de aliados geopolíticos en diversas regiones del mundo. Nuevamente, el problema pareciera no ser meramente las armas, sino los intereses detrás de las mismas. Mientras los debates siguen, la problemática estructural se agranda aún más, y lo más lamentable de todo, son los inocentes quienes siguen pagando.

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