Soldado desconocido: Finlandia y el refugio de la OTAN

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La guerra ruso – ucraniana en suelo del país dirigido por Volodimir Zelenski ha dejado una serie de consecuencias tempranas que están a la vista de todos. Una de las resultantes de la invasión del ejército de Vladimir Putin en territorio ucraniano, es el dinamismo prácticamente inmediato en el tablero geopolítico mundial. Desde esta perspectiva, la OTAN se volvió a posicionar como causa y solución de los países, no solamente en disputa bélica, sino en condición de amenaza constante.

De esta forma, es conocida la posición de diversos países de formar parte de la OTAN. El primero que se mostró abrumadoramente interesado fue Ucrania. Las razones son lógicas, se encuentran padeciendo una invasión por parte de uno de los ejércitos más grandes del mundo y con mayor trayectoria y experiencia: Rusia. Sin embargo, una serie de países han mostrado interés en formar parte de las filas de la OTAN, como por ejemplo Moldavia, Suecia y Finlandia. El último caso es emblemático, ya que Finlandia rompió con ocho décadas de neutralidad a raíz de la amenaza de su seguridad nacional en el hipotético caso de una invasión rusa en suelo finlandés. Claro que no es la primera vez que Finlandia y Rusia tienen conflictos. En la Segunda Guerra, los escandinavos lucharon contra las potencias aliadas, y tras ser derrotados por la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, combatieron al Tercer Reich. Pero al finalizar la conflagración, Finlandia inicia otra guerra para recuperar los territorios perdidos a manos de los rusos. Un costado poco conocido de la guerra que fue retratado de forma magistral por la película Soldado Desconocido, basada en la novela del escritor finlandés Väinö Linna.

¿Qué es la OTAN?

Cabe la necesidad de realizar un breve contexto histórico. La palabra OTAN son siglas que significan Organización del Tratado del Atlántico Norte. Se trata de una alianza de carácter militar, gubernamental y política que aglutina a países europeos y de América del Norte. Fue fundada el 4 de abril de 1949 y en un contexto bastante particular: la Segunda Guerra Mundial había terminado, pero comenzaba la Guerra Fría.

En este sentido, si bien la amenaza nazi-fascista había acabado, el “fantasma” del comunismo asolaba a Occidente, y fiel a su estilo, Estados Unidos puso manos en el asunto para formar esta alianza que perdura hasta el día de hoy. Por su parte, la Unión Soviética formó su propia alianza llamada “Pacto de Varsovia” en el año 1955. 

Si bien el contexto fundacional ya no existe, la OTAN perdura y tiene preponderancia hasta el día de hoy. La razón se justifica en varias cuestiones. Por un lado, es el fin máximo entendido como la protección territorial de los países miembros, en dónde ante la amenaza de las fronteras o de la seguridad nacional de alguno de ellos, se activa la alianza para defender a ultranza de una amenaza externa. Prácticamente, y bajo esta premisa, la OTAN pareciera ser una comunidad que nunca tendría fin, entendiendo que los conflictos geopolíticos existirán en tanto existan los intereses de las naciones, gobernantes o Estados. 

Así y todo, hay otras razones. Por ejemplo, el país que es el líder simbólico y real de la OTAN es Estados Unidos. El gigante de América, de acuerdo a su historia siempre se encuentra en peligro y se embandera en la “defensa” de la democracia y el capitalismo, aunque sus intereses son más profundos de lo que puede parecer. 

Ante este recorrido histórico, es simple dilucidar las razones por las cuales hay diversos países que buscan ser parte de la OTAN. Una alianza que protege el status quo occidental. Además de eso, esta alianza está compuesta por 30 miembros actuales: el último de ellos en ingresar fue Macedonia del Norte en 2020, y según cifras símiles en los años anteriores, el presupuesto militar de los países miembros redondea el 52% del gasto militar mundial. La OTAN, con sede en Bruselas, es un coloso armamentístico global.

La sombra de la OTAN, la amenaza de Putin

Los alcances de la Organización del Tratado del Atlántico Norte pueden ser enormes. En este sentido, el mínimo ataque a un blanco de un país miembro puede desencadenar un conflicto de escalas apocalípticas. Ahora, la pregunta es: ¿La OTAN quiere una guerra contra Rusia? Contra viento y marea, esta alianza monumental busca evitar un enfrentamiento directo con Vladimir Putin, y viceversa, el Kremlin no quiere problemas con el Tratado de Washington.

Ambos son brutalmente poderosos, enormes y con un derrotero digno de imperios históricos. Cabe recordar que Putin heredó el poderío militar soviético y supo elevarlo al carácter de mega-potencia que el Ejército Rojo supo tener hasta 1991. Pero este “superclásico” de la política global no quieren enfrentarse. 

Hay varias razones por las cuales buscan evitar un enfrentamiento directo. En principio, algo que ambos comparten es el hecho de que los miembros de la OTAN como Rusia por su parte, buscan acrecentar su ritmo de generación de excedentes económicos y de posicionar a sus economías como líderes en un mundo regido por el capital. Aquí no hay pasado soviético que valga. 

De esta forma, es inviable pensar en un crecimiento económico a corto plazo en un contexto de guerra, aunque Estados Unidos sea una potencia en el marco de la industria armamentística. Sin embargo, hay más cuestiones y sobre todo una “voz cantora” que es determinante: China.

El país gobernado por Xi Jinping y, que mantiene una curiosa estructura estatal de política y economía denominada Capitalismo de Estado no quiere frenar su abrumador crecimiento. China es un aliado estratégico de Vladimir Putin, con sus idas y vueltas, pero siempre más cerca de Moscú que de Washington. 

El acercamiento estratégico de ambos países forma parte de un eje poderosísimo en términos políticos que no tiene un fundamento en común más allá que el de detonar los cimientos de poder internacional en el que se fundó la hegemonía estadounidense en todo el globo. A este dúo poderoso y bajo la idea anti-estadounidense, se le suman Irán y Corea del Norte. Un cuarteto extremadamente fuerte si hablamos en clave militar. 

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Si bien la amistad sino-rusa es una realidad enmarcada en la complejidad de los dilemas geopolíticos y de la construcción de una coraza simbólica contra la OTAN, Xi Jinping no quiere frenar a la inmensa maquinaria económica china. Por consiguiente, si se desencadenara una guerra y aunque China tome o no postura, su economía se enfriará, y los chinos nunca pierden

De esta forma, hay dos razones por el momento: la economía y la palabra china. Sin embargo, se debe agregar algo más. Putin no buscaba generar un efecto en cadena de adhesiones a la OTAN, sino una guerra de conquista rápida que conlleve paulatinamente la anexión de parte de un territorio ucraniano. 

Tomando en cuenta esta última noción, a simple vista los planes de Putin se vieron frustrados ante la imposibilidad de vencer las fuerzas de Kiev. Sin embargo, Rusia acaparó prácticamente todas las ciudades y regiones más importantes del este de Ucrania. Más allá de las pretensiones militares del Kremlin, se ha provocado un efecto inesperado que puede impactar en la reconfiguración del mapa político de Europa del Este. Estamos hablando del posicionamiento de la OTAN como el refugio de los países limítrofes de Rusia.

Una de las razones esbozadas por Putin para comprender la invasión a Ucrania se basó en la seguridad nacional rusa a través del avance y la presencia de la influencia de la OTAN y la Unión Europea en Ucrania, pero su operación militar especial podría tener un efecto rebote y es algo que el Kremlin busca evitar a toda costa. Es decir, si Moldavia, Finlandia y Suecia logran afianzar su solicitud para ser parte de la OTAN y posteriormente son incorporados como miembros, las fronteras político- militares de la OTAN se encontrarán limitando con Rusia

Esto último se puede entender como la puesta en funcionamiento de un cinturón ejercido por la alianza occidental sobre territorio ruso y bielorruso. Putin no lo quiere y para él, esa es la amenaza más grande, aunque sabe que la Organización del Tratado del Atlántico Norte tampoco busca un enfrentamiento directo. Esta situación deriva en la creación de un ambiente de tensión total en Europa, al cual hay que ir varias décadas detrás en la historia para poder ver algo similar. Esta tensión genera incertidumbre, tanto para los poderosos como para los países que buscan ingresar a la OTAN y para Bielorrusia, que es el fiel aliado europeo de Moscú.

Un largo camino hasta la OTAN

Indudablemente, desde su fundación, la Organización del Tratado del Atlántico Norte se transformó en el faro de muchos países. Deseos, aspiraciones, anhelos y peticiones públicas por parte de países que vieron su seguridad nacional afectada de cerca o que responden a la agenda hegemónica de Occidente. 

En ese trajín, muchos deseos terminaron transformándose en realidad y muchos otros quedaron por el camino. Lógicamente, la OTAN no arriesgará su propio privilegio por el simple hecho de llevar un plan de salvataje a algún país que atraviesa una crisis de seguridad, sino que, por el contrario, abogará por robustecer su alianza con Estados que sean funcionales a sus intereses. Caso muy parecido al ingreso a la Unión Europea. 

A partir de la decisión de Finlandia de solicitar el ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, es necesario comprender los requisitos que son fundamentales para poder aprobar el ingreso de un miembro nuevo o no a la alianza militar más grande del mundo. 

En principio, ser un país europeo es el requisito específico y más segregacionista que se establece para el ingreso. En base a este último punto, Finlandia tiene claramente el visto bueno. Sin embargo, hay otros países de diversas zonas del mundo que han intentado ingresar y no han podido, como por ejemplo Colombia. Pese a esto, el país sudamericano es socio global de la Organización del Tratado del Atlántico Norte desde 2018, junto a otros 19 países. Estos no cuentan con la protección de la alianza, pero sí pueden mantener mejores relaciones para afianzar la defensa de sus fronteras.

Otro punto a tener en cuenta para el ingreso como miembro de la OTAN es ser un estado democrático. Este último apartado es fundamental, entendiendo el concepto de la estabilidad gubernamental y la garantía de planificar políticas estatales a largo plazo respetando la pluralidad, pero por sobre todo el modelo de la democracia liberal que es la estirpe de Occidente. Teniendo en cuenta esto, Finlandia es modelo de un sistema democrático, que, de hecho, suele ser el país cliché en cualquier ejemplo de funcionamiento de un sistema socio-político integrado. Factor clave y determinante donde los finlandeses incluso son más viables que varios países que ya integran la OTAN. 

Finalmente, y como punto neurálgico de la acción de la alianza, la capacidad de contribución a la defensa de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, a todos sus miembros que requieran el accionar militar, sin excepción. Los escandinavos entran a la OTAN con un currículum impactante en términos armamentísticos. Finlandia es la mayor potencia militar del norte báltico, un poderío explicitado en uno de los países europeos que mayor cantidad de aviones de combate F-35 tiene en su haber. El potencial de la armada es imponente, contando con un programa de corbetas que hacen del Mar Báltico, la piscina de la casa de Finlandia. 

La situación armamentística del país del norte de Europa se ha logrado a través de una serie de debates enormes en términos de seguridad nacional que se vienen dando desde los años de la Guerra Fría, potenciados en la década de 1980. Asimismo, la población finlandesa nunca ha visto con buenos ojos semejante gasto público destinado a la defensa. De hecho, Finlandia se caracteriza por destinar gran parte de su presupuesto a la educación y a los programas sociales. Esta perspectiva cambió luego del avance de las tropas rusas en suelo ucraniano el 24 de febrero. Según consultoras privadas, la entrada del país nórdico a la OTAN tiene, actualmente, una aprobación de casi el 80% del total de la población. Una cifra asombrosa para un país donde el ejército nunca fue prioridad, aunque tampoco fue desarmado ni dejado completamente de lado. 

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Entonces… ¿OTAN si u OTAN no?

Es un hecho que la reconfiguración del tablero político internacional cambió y seguirá cambiando en tanto dure esta guerra y sus consecuencias. Sin embargo, el ingreso de más países a la OTAN supone un nivel de variabilidad que podría incrementar o enfriar la tensión en la región. Europa deberá afrontar años difíciles

Yendo a los datos duros, cabe aclarar que, en el caso del ingreso de Finlandia a la Alianza Atlántica, la frontera terrestre con Rusia pasaría de 1215 a 2600 kilómetros, un número sumamente considerable que no muestra optimista a Putin. Cuidar tantos kilómetros de frontera con un país que ya afronta un conflicto bélico es una tarea dificultosa, más allá de la capacidad militar del Kremlin. 

Esta frontera es decididamente importante, entendiendo, como se explicó previamente, la formación de un cinturón geopolítico de la OTAN sobre Rusia, el mayor temor de Putin. 

Sin embargo, hay otro factor a considerar: los mares. Finlandia y Rusia son socios comerciales y quienes, junto a Dinamarca y Suecia, monopolizan el Mar del Norte. Sin embargo, esto podría cambiar, no tanto en lo que respecta exclusivamente a los acuerdos bilaterales, sino en las rispideces que se puedan generar en mar abierto o aguas internacionales. Esto significa, lisa y llanamente que, si un barco de bandera finlandesa es hundido o atacado por un barco ruso, la OTAN activa el accionar propuesto por el artículo 5. Este se basa en que, si un país miembro sufre un ataque armado en Europa o en América del Norte, se tratará de un ataque dirigido a toda la alianza, que responderá con la dureza y firmeza correspondientes. En otras palabras, un barco hundido de Finlandia por parte de Rusia, desencadenaría en una guerra de dimensión masiva. 

También cabe agregar que el ingreso de Finlandia a la OTAN significaría una mayor relación comercial con los países de la alianza. Aunque no se establezcan primordialmente, en la práctica, las relaciones diplomáticas son fundamentales. Pero en este apartado hay que entender la otra cara de la moneda. La sede central en Bruselas podría comenzar a pujar por un cese paulatino de comercio entre Finlandia y Rusia. Esto va más allá de las sanciones impuestas desde Helsinki o de las respuestas de Moscú con su monopolio del gas, sino más bien a la imposición de decisiones ajenas al estado de Finlandia. Un problema enorme de soberanía podría abrirse en el norte báltico, generado a partir de la presencia de la OTAN. Dar y recibir

Argentina y Finlandia

Ante el posible escenario que se generaría en Europa por el ingreso de nuevos miembros a la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la evidente crisis económica desatada por la guerra en Ucrania, Argentina debería comenzar a pensar en una gran cantidad de probabilidades. En caso de que Finlandia represente algún tipo de problemas de abastecimiento por el boicot ruso, deberán concentrar sus fuerzas económicas en el mercado interno para poder subsanar ciertos productos y servicios, o bien, volcar la balanza del presupuesto para sectores de la producción que podrían verse afectados, y casi como un efecto dominó, podría repercutir en Argentina. 

Según Estadísticas de la Aduana de Finlandia, hasta el año 2019, el país europeo le proveyó de una gran cantidad de papel y cartón a Argentina, de hecho, fue el producto más importado. Seguido a ello, maquinarias industriales y artefactos eléctricos fueron también de lo más requerido por Argentina. Finlandia no solo exporta su educación.

En un panorama de economía de guerra, en donde Finlandia ponga sus esfuerzos económicos en solventar su consumo interno de energía a partir de las represalias rusas, podría significar que falte inversión estatal en las industrias que proveen de los bienes previamente nombrados a Argentina. Esta es otra prueba más de como un conflicto en otro lado del mundo puede repercutir en la realidad argentina. Así también desvela que una alianza militar puede generar, indirectamente, un sinfín de problemáticas de índole económica. 

Rumbo a un nuevo orden 

La OTAN agranda su familia y Rusia se mantiene cerca de China, Corea del Norte e Irán, la resultante de esto es que el mundo vive un 2022 cargado de tensiones, que más allá del conflicto bélico desatado en tierras ucranianas, mantiene en vilo al mundo por varios aspectos. Claramente, nada de lo que conocíamos previamente, volverá a tener el mismo sentido. La década de 2020, marca el proceso de transición de nuevos modelos de sociedades y de nuevas configuraciones geopolíticas. La pandemia de COVID – 19 y la Guerra en Ucrania tienen consecuencias directas en el Orden Mundial, el mismo que día a día continúa sorprendiendo, e inclusive planteando incógnitas a futuro. Si Suecia y Finlandia ingresan a la OTAN y la tensión bélica continúa o se expande, ¿podría pensarse en la posibilidad de incorporar países no europeos a la alianza? ¿Rusia conformará una alianza símil o, casi en forma de reversión del Pacto de Varsovia? Ejes de supina importancia que demuestran la complejidad de los tiempos, pero también de la misma vorágine y dinámica de la política internacional.

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