Los adolescentes: violencia y pobreza

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Nos parece pertinente, ante los hechos de violencia que se registran con cierta frecuencia en la sociedad, reflexionar sobre su significado y sobre las propuestas de punición que suelen formularse.

Pareciera que cuando se habla de violencia, de aumento de la violencia, la asociación más rápida y directa que hace la sociedad está referida al castigo necesario para controlar dicha violencia, para reprimirla, para que no prolifere.

Menos frecuente, o más tedioso para algunos, resulta volver a pensar acerca del por qué de la violencia, de los orígenes sociales de la misma, de modo de alejarnos de concepciones “biologicistas” y prejuiciosas, y de los impulsos de revancha primaria que nos suelen invadir.

Esta sensación y percepción primaria, poco elaborada e irreflexiva, a menudo gana el pensamiento y la acción, ya no sólo de los sectores frontalmente reaccionarios y punitivos, sino también el pensamiento de muchos de nosotros, ante la incertidumbre, la indignación y el miedo que nos producen determinadas acciones delictivas, especialmente las que implican la pérdida de vidas humanas.

La primera pulsión, entonces, nos encamina a la ecuación violencia-castigo; más violencia-más castigo; violencia precoz-reducción de la edad de imputabilidad, para el castigo precoz.

Pensamos más en reprimir que en prevenir. La prevención constituye una acción madura, reflexiva, moderna. La sola represión, por el contrario, encarna posiciones de mero revanchismo, de disciplinamiento socialmente diferenciado, de enmascaramiento de posiciones racistas.

¿A quiénes se castiga más en nuestras sociedades? A los más pobres, a los más desprotegidos, a los que más sufren precisamente la violencia. Los sectores sociales más vulnerados, ante la ausencia de oportunidades, están más expuestos a los contextos de delincuencia y hasta impulsados a ella, y luego son los más severamente castigados, configurando un férreo “círculo vicioso”, acerca del cual la sociedad no puede eximirse (cándida o hipócritamente) de responsabilidad.

La criminalización de la pobreza no es una ficción; es una terrible constatación cotidiana y no sólo de esta época. Todos sabemos que, a menudo, se detiene y se encausa a las personas por mera “portación de cara” o vestimenta. Y cuando una persona registra más de una causa (no importa si la misma fue instruida indebidamente o aún si fue absuelta) ya queda estigmatizada como “antisocial” o delincuente.

Una sociedad cabalmente moderna no debe ser impropiamente permisiva, pero tampoco puede admitir -si se precia de democrática- la vigencia de criterios inequitativos para la administración de la justicia.

Ni más castigo, ni aumento de las penas, ni más cárceles, podrán combatir eficazmente la violencia, si no se ataca a ésta en las condiciones en que se cultiva, en las causales de índole estructural que generan su presencia creciente.

Los castigos más severos, las condiciones indignas y medievales de reclusión, la pena de muerte, no resuelven los niveles de delincuencia y de violencia. Precisamente porque se abandona el lúcido y necesario ejercicio de ahondar en el origen de estas problemáticas (que indudablemente es social y no individual) para poder enfrentarlas en su génesis más significativa.

Cada tanto las sociedades pretenden “limpiar” su propia responsabilidad e impotencia y salen despavoridas a buscar “chivos expiatorios” para redimirse momentáneamente.

Por eso la prevención, que requiere de activas políticas públicas -tanto globales como puntuales- debe asumirse como el instrumento más idóneo para la disminución de la violencia.

Si aumenta la violencia en una sociedad, más que enloquecernos punitivamente para ver en cuánto aumentamos las penas o hasta donde bajamos la edad de imputabilidad (hay quienes irresponsablemente hablan de los 12 años), tendríamos primeramente que preguntarnos en cuánto aumentó la pobreza, en cuánto aumentó el desempleo y el subempleo, en cuanto se flexibilizaron y redujeron los salarios, en cuánto se debilitaron los derechos a la salud, a la educación, a la vivienda, a la seguridad social. Es ahí donde tenemos que buscar y atacar las causas principales de la violencia y no meramente en los efectos últimos, aunque éstos resulten trágicamente horrorosos.

La sociedad tiende a olvidar o desestimar el profundo significado de violencia que entraña el padecimiento de pobreza cotidiana. La realidad de la pobreza, en sí misma, es profundamente violatoria y violenta.

Conviene aclarar que no nos sumamos a esas posiciones discriminatorias y estigmatizantes, que relacionan mecánicamente el aumento de la pobreza con el aumento directo de la violencia. Y que entonces -desde esa asociación sesgada- concluyen en que los pobres son los principales delincuentes. La mayor relación de los pobres no es con la criminalidad, sino con la criminalización de la que son objeto y ello no hace más que sumar sufrimiento a la vida en la pobreza por la que atraviesan.

Convivimos, a diario, con la violencia del desempleo, con la violencia de los salarios insuficientes, con la violencia de las familias pauperizadas, con la violencia del despojo a los jubilados, con la violencia de las viviendas insuficientes, con la violencia de las discriminaciones varias, con la violencia de la falta de escolaridad de niños y adolescentes, con la violencia de la desnutrición y la mortalidad infantil, con la violencia que se descarga sobre los niños de y en la calle, con la violencia del tráfico y venta de niños, con la violencia de los narcotraficantes impunes, con la violencia de las mafias emparentadas con los altos poderes, con la violencia de los que proponen la libre portación de armas, con la violencia de la justicia no independiente y defensora de los poderosos, con la violencia de los evasores, con la violencia de la ostentación obscena de los enriquecidos vertiginosamente.

Si vivimos en este marco de violencia, ¡qué tanto asombro y alharaca cuando un chico, por ejemplo, comete un acto violento! ¿Nos molesta como sociedad porque el espejo nos devuelve la imagen de lo que somos? ¿Ansiamos encarcelarlo, hacerlo desaparecer de nuestra vista, si es adulto aplicarle la pena de muerte, en una réplica miserable del acto instintivo de los gatos cuando intentan ocultar su propia excrecencia?

Demasiado sanos son todavía nuestros adolescentes, y especialmente los más pobres, quienes sometidos a una violencia estructural sin parangón, no reaccionan en idéntico sentido y con igual intensidad.

Si los adolescentes no están en la escuela o en el trabajo, ¿dónde están?, ¿qué hacen?, ¿cómo y de qué viven? Seguramente ansiarán ir a bailar, asistir a una cancha de fútbol, fumar, tomar una cerveza, invitar a su novia, tener relaciones sexuales. Si no tienen auto sustento y sus padres no los pueden apoyar económicamente, ¿asumirán dócilmente verse privados de estas actividades propias de su edad, mientras simultáneamente están inducidos, por la cruda lógica del mercado, al consumo indiscriminado de lo útil y de lo innecesario? ¿procesarán racionalmente la certera percepción de que no tienen presente, ni futuro, en los modelos societarios de exclusión?

Cabe que nos interpelemos acerca de qué tipo de sociedad estamos construyendo, para que luego, cuando estemos frente a la terrible desgracia de que un niño o un adolescente hiera o mate a otra persona, no salgamos despavoridos a buscar razones biológicas o genéticas en los “niños asesinos”, a tratar de penalizarlos más severamente o a intentar bajar la edad de imputabilidad para esos delitos.

La delincuencia y los delitos se construyen socialmente y luego, sólo en el eslabón más débil de la cadena, se aplican los castigos individuales, como una mágica creencia de haber solucionado el mal o para aliviar nuestra conciencia por lo que no hicimos oportunamente para prevenir.

Los adolescentes y los niños expresan y reconstruyen, con sus comportamientos, las características de la sociedad en la que viven.

Las sociedades que asumen modelos político-económicos con un gran componente de violencia estructural (como la pobreza, por ejemplo), terminan cosechando lo que siembran. De ahí que la clave es la prevención y no el castigo.

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¿Quién es Joe Lewis, el amigo inglés de Macri?

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A raíz del obsceno y repudiable viaje y alojamiento de un grupo de jueces, empresarios periodísticos, un fiscal, un ministro de CABA, un publicista y hasta un ex espía a una importante estancia propiedad de Joe Ted Lewis, el nombre de éste se irradió ostensiblemente en los medios de comunicación y en las redes sociales.

¿Pero quién es este tan nombrado personaje? Se trata de un inglés, de casi 86 años, que nació en Bow, Londres, padre de un hijo y una hija. Según la revista Forbes tiene un patrimonio de 5.300 millones de dólares, siendo uno de los 300 hombres más ricos del planeta. Es el mayor inversor en Tavistock Group, un grupo que tiene más de 200 compañías en 15 países. Dueño del club inglés Tottenham. Vive en Lyford Cay, Bahamas, a bordo de uno de los mayores yates del mundo de 98 metros de largo. Está considerado como un “autoexiliado impositivo” (tax exile), es decir una persona rica que elige vivir en un país con bajos impuestos.

En Argentina, en 1996, adquirió una estancia de 12 mil hectáreas, a 45 kilómetros de El Bolsón (Río Negro), por un valor de 14 millones de dólares, un precio irrisorio que implicó una tasación fiscal muy por debajo de su valor de mercado. La construcción de la fastuosa mansión de casi 4.000 m2, justo frente al lago Escondido, tuvo un costo de 8 millones de dólares. Suele habitar esta propiedad en los meses del verano argentino.

A pesar de que las leyes argentinas y la propia Constitución establecen que todo curso de agua es público y de libre acceso, Lewis decidió cercar el camino hacia el mencionado lago. En 3 ocasiones (2009, 2012 y 2013) se le impuso, mediante sentencia judicial, la orden de abrir un sendero público (Tacuifí), pero el magnate logró hasta la fecha eludir a la Justicia argentina. Barrera de alambres de púa y permanente vigilancia con cámaras de seguridad bloquean el sendero hacia el lago.

Mauricio Macri, el ex presidente argentino, dilecto amigo del mega empresario extranjero, se hospedó en diversas ocasiones en esa lujosa estancia, que posee una catarata artificial, pista de karting profesional, pista de equitación de salto, caballerizas, canchas de bowling, tenis y paddle, y hasta un zoológico.

En marzo de 2016, Macri junto a su esposa Juliana Awada y la hija de ambos, utilizando el helicóptero de Lewis para ser trasladado desde Bariloche, se alojó en el predio del magnate.

Un día después de que el presidente Macri y su esposa concluyeran su visita a la estancia del multimillonario inglés, la ex vocera de Lewis, la abogada Dalina Pinacho, fue nombrada Directora de Radio Nacional de Neuquén. Pinacho, militante del PRO, fue la vocera de Lewis hasta 2010, continuando como una mujer de confianza en el círculo del magnate. Hasta alguien como Elisa Carrió criticó la figura del inglés y sus actividades en el país. Pinacho, defendiendo a su empleador, acusó de mentirosa a Carrió.

Por ese viaje, Macri fue denunciado por el senador Pino Solanas y la senadora Magdalena Odarda, por la figura judicial de “dádivas” (lo cual está penado al tratarse de funcionarios públicos), a cargo de un terrateniente extranjero que, además, se niega sistemáticamente a cumplir los fallos de la Justicia argentina.

En esa ocasión, Solanas en su cuenta de twitter escribió: “Ir a la estancia de Joe Lewis que tiene fallos en contra de la Justicia argentina por usurpar (sic) territorio nacional es un grave error de Macri”. A su vez, el diputado nacional por el FpV Martín Doñate también cuestionó ese viaje de Macri, afirmando: “Que Macri pase el finde en Río Negro en la estancia del inglés ladrón de lagos Joe Lewis (sic), merece el repudio y rechazo”. Doñate agregó que Macri merece “una investigación por dádivas. ¿O será que el PRO en Río Negro recibió la colaboración del magnate inglés para la campaña de 2015?”.

Otra significativa inversión de Lewis, es la estratégica pista de aterrizaje que construyó en Playas Doradas, al este de la provincia de Río Negro, en la zona atlántica. Dicha pista, de igual longitud a la del Aeroparque Jorge Newbery de CABA, fue habilitada por la Fuerza Aérea y, según medios provinciales, desde la misma habrían partido vuelos con destino a las Islas Malvinas, distante a sólo mil kilómetros, aunque no se llegó a comprobar.   

Asimismo, Lewis es propietario de la empresa Patagonia Energía, una subsidiaria de Hidden Lake, a quien la provincia de Río Negro le concesionó la explotación del río Escondido para la producción hidroeléctrica por 30 años. Para ello, debía realizar obras que no llevó a cabo y fue eximido de las sanciones que le correspondían. En 2018, el gobernador Alberto Weretilneck logró la sanción de una ley que estableció una exención en el pago de Ingresos Brutos y Sellos por 20 años a la firma Patagonia Energía. Lewis, en un futuro cercano, ¿será el mayor proveedor de energía eléctrica en la ciudad de El Bolsón?

Nicolás van Ditmar es un argentino que opera como una suerte de testaferro y mayordomo de Lewis. Según el diario “Soberanía Digital”, Nicolás -junto a su hermano Federico y Vanezza Mazza, su esposa- figuran como propietarios de 11 firmas, controladas y/o vinculadas con capitales franceses, belgas e ingleses.

El informe del diario destaca que “Es cierto que la pareja van Ditmar-Mazza formalmente argentinizan las inversiones de Lewis en la región, pero su intervención en operaciones de dudosa legalidad en la apropiación del territorio y los bienes de la naturaleza excede en mucho el perímetro del lago Escondido y la pista de aterrizaje de Playas Doradas”.

Ditmar, que dirige grupos armados en defensa de Lewis, en 2011 en Viedma, frente a la Casa de Gobierno, declaró: “La propiedad privada se viene avasallando más y más; vamos a resistir y si hace falta, como los antiguos pobladores con el Winchester en la cintura, no van a entrar más. La justicia por mano propia muchas veces es el camino, entonces por la propiedad privada todos los empleados vamos a pelear con sangre si hace falta”.  

Mauricio Macri es muy amigo de Joe Lewis. En ocasiones las amistades se construyen y consolidan por sentimientos, independientemente de eventuales coincidencias de pensamientos y formas de actuar. En otros casos, las amistades se tornan sólidas por intereses en común, por defensas propias y recíprocas, por comportamientos y procedencias idénticas.

En 2016, como ya lo señalamos, el diputado Doñate definió a Lewis como el “inglés ladrón de lagos”. Por cierto, nos surge la incógnita acerca de por cuál de las dos opciones que mencionamos para la construcción de amistades, Macri (de casi 64 años) se habrá convertido en amigo íntimo del inglés Lewis (de casi 86 años), señalado como “ladrón”.

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Messi y el Dibu Martínez: vulgares y obscenos

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Que Lionel Messi y el arquero Dibu Martínez hayan sido tildados de vulgares y obscenos me generó el recuerdo de una nota (“Maradona, el obsceno”) que publiqué en el diario “Página 12” hace ya mucho tiempo, el 20 de octubre de 2009.

Me permito reproducirla, con el ánimo de reflexionar e intercambiar, en esta época de obscenidades marcadamente agudizadas y casi naturalizadas, en el contexto del retroceso mundial y del más inhumano capitalismo, expresado en las propuestas neoliberales.

No pretendo defender el indebido y “políticamente incorrecto” gesto del guardavallas y creo entender la legítima molestia que debe haber causado en algunos sectores de la sociedad. Pero no acepto y detesto la fingida “moralidad” de aquellos verdaderos inmorales que representan y encarnan los proyectos de profunda degradación humana.

Por ejemplo, no puedo olvidarme del diario “La Nación”, relevante sostén de la genocida dictadura cívico-militar, que con su prédica supuestamente impoluta y ajena a lo vulgar y obsceno, acompañaba en silencio el comportamiento de aquellos que violaban mujeres, robaban bebés, lanzaban al mar a personas vivas y picaneaban la vagina de mujeres embarazadas.

Estos sectores y medios están inhabilitados para “dar cátedra” sobre lo vulgar y la obscenidad.

MARADONA, EL OBSCENO (20/10/2009)

Maradona estuvo mal. En rigor estuvo pésimo, con sus groseras expresiones dirigidas a algunos periodistas, en la conferencia de prensa después de haber clasificado para el Mundial de Sudáfrica. Se equivocó muy fiero por varias razones: en primer lugar por el carácter soez de sus manifestaciones; por la repercusión nacional y mundial que seguramente tendrían sus declaraciones; por eclipsar la principal noticia que fue la clasificación al Mundial; por desviar la necesidad de realizar análisis serios acerca de su papel como entrenador y sobre la débil performance deportiva del seleccionado.

Millones de personas escuchamos al unísono su muy explícita referencia a una práctica antigua, que no es abominable en sí y que responde a la legítima y voluntaria opción de libre albedrío entre adultos, pero que requiere de una consideración alturada, sin ventilarse de semejante manera ante una audiencia multitudinaria que, desde luego, también incluyó a niños y adolescentes.

Seguramente han habido comportamientos previos entre cierto periodismo y el propio Maradona que dieron pie (aunque no es justificable) a ese nivel de exabruptos. De todos modos es absolutamente cierto, también, que algunos periodistas y algunos medios pueden desencajar y encolerizar hasta al más pintado. Distorsionan, frivolizan, mienten, se mofan agresivamente. Algunos hasta fingen aparecer y/o se creen que son “la ética con patas”.

Y al día siguiente, vino la respuesta de la “sociedad” y de los periodistas y sus diversos medios. Y le dijeron de todo al verborrágico Director Técnico de la Selección. Muchas críticas certeras y también muchas críticas miserablemente hipócritas.  La global obscenidad del conjunto social se depositó sin más en el ex jugador de fútbol, casi expiando las obscenas conductas de tantos otros.

Existen, sin duda, distintas interpretaciones y valoraciones acerca de expresiones obscenas (si se quiere focalizadas) y de manifestaciones obscenas de carácter estructural en el funcionamiento de nuestras sociedades.

La obscenidad de la explotación y de las ganancias sin límites por parte de determinadas empresas; la obscenidad de los sectores económicos altamente concentrados y de enormes riquezas; la obscenidad de la consecuente pobreza; la obscenidad de los niños que mueren por desnutrición; la obscenidad de quienes no tienen acceso al empleo, a la salud y a la educación; la obscenidad de las mujeres (usualmente pobres) que innecesariamente mueren por prácticas abortivas que podrían evitarse o bien realizarse en adecuadas condiciones sanitarias, etc.

De todos modos, veamos algunos casos particulares:

¿Podría, por ejemplo, el senador Carlos Reuteman, ex gobernador de la provincia de Santa Fe, criticar la real obscenidad de Maradona?  Cuando hace poco, ante la oferta de una eventual candidatura, Reuteman dijo que “se la podían meter en el ….”, lugar recóndito que poseen las personas.

¿Podría el conductor televisivo y ex periodista deportivo Marcelo Tinelli, señalar a Maradona como obsceno, olvidándose de sí mismo?  Y los programas de Tinelli también son vistos por millones de personas, incluidos niños.

¿Podrían algunos canales de televisión cuestionar la obscenidad de Maradona, cuando publicitan con imágenes sugestivas y de alto voltaje, que el público se comunique con un mensaje de texto para contactar con alguna exuberante y explícita “compañía” femenina?

¿Podría el diputado Francisco de Narváez imputar de obsceno a Maradona, cuando él reconoció por televisión que por todas sus grandes y diversas empresas pagaba menos impuestos que el periodista que lo entrevistaba?

¿Podría la jerarquía de la Iglesia Católica acusar de obsceno a Maradona, cuando no se expidió condenando los abusos sexuales a niños del pedófilo cura Julio César Grassi, quien está condenado a 15 años de prisión, aunque aún permanece en libertad? Precisamente el caso del cura Grassi tiene cierta simetría con las expresiones de fellatio que vertió Maradona. Uno de los jóvenes abusados por Grassi, declaró que el cura le propuso: “¿querés que te la …..?”

El tradicional matutino “La Nación”, en su primera página, titula: “Maradona escandalizó a todos, pero no se arrepiente”. Estimamos que sería conveniente, por diversas razones, que Maradona se disculpara. Pero no podemos dejar de preguntarnos, si “La Nación” se arrepintió de haber apoyado el genocidio político y económico de la dictadura cívico-militar de Jorge Rafael Videla y José Alfredo Martínez de Hoz. Y la dictadura fue algo más que una obscenidad.

Maradona, el obsceno, en definitiva es un niño de pecho al lado de algunos “respetables” y bien educados actores políticos, económicos, eclesiásticos y periodísticos, que pululan en nuestra sociedad.

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La FIFA y las amistades de Mauricio Macri

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Acaba de trascender la noticia de que Mauricio Macri, como presidente de la Fundación FIFA, ha beneficiado con un viaje al Mundial de Qatar a cuatro alumn@s y un docente de un exclusivo colegio privado (Pilgrims’ College, fundado en 1982), con sedes en San Isidro y General Pacheco. Dicho colegio, que imparte formación católica, y a la cual asistieron hijos de Jorge Macri y de Esteban Bullrich, entre sus objetivos señala que busca “acompañar a los alumnos en el crecimiento y la maduración de su Fe, invitándolos a encontrarse con Jesús”.

Por cierto, esta decisión de Macri no constituye un hecho ilícito, aunque sí es demostrativa de sus posicionamientos y de sus relaciones amistosas. Podría caber la pregunta, por ejemplo, acerca de por qué algún colegio de Villa Fiorito, donde nació el gran jugador Diego Maradona, no recibió ese regalo.

El director general del colegio, de la sede San Isidro, es Maximiliano Gulmanelli, lo cual me llevó a recordar un desgraciado episodio acontecido en la Villa 31 de Retiro, hace ya muchos años, en marzo de 2012.

En efecto se trataba de un grupo de niños que vivía en esa villa y concurría a una escuela primaria dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, distante a unas 30 cuadras de sus casas. Las diversas dificultades que se les presentaban para asistir a la escuela (de seguridad ante el tránsito, de colectivos que no les paraban en el barrio, de costos económicos) llevó a sus padres a reclamar, desde hacía dos años, que el gobierno de Mauricio Macri (jefe de gobierno de CABA en ese entonces) les asignara dos micros para el traslado de sus hijos. El gobierno del partido PRO se negó firmemente a las reiteradas solicitudes de los vecinos y ello concluyó con una movilización que interrumpió y cortó el tránsito vehicular en esa zona del barrio de Retiro.

La irrupción en las calles de las familias desoídas por la pertinaz insensibilidad social del gobierno de Macri sacudió irremediablemente la modorra y el retardo clásico (ante este tipo de necesidades) que caracterizan a los funcionarios del PRO.

Y, entonces, apareció en el firmamento Maximiliano (Max) Gulmanelli (el actual director general del colegio de San Isidro, beneficiado por Macri), para negociar alguna alternativa de resolución del ya muy dilatado problema. Max, que era en ese entonces el director general de Educación de Gestión Estatal del Ministerio de Educación de la ciudad, citó a los padres y, en la sala del ministerio donde estaban reunidos para dialogar y conciliar posiciones, los rodeó con agentes de la Policía Metropolitana. Se trataba del mismo ministerio en el cual Macri había designado en 2009 a Abel Posse, aquel cónsul de dos dictaduras, en reemplazo de Mariano Narodowski que tenía empleado en su cartera al célebre espía Ciro James.

Seguramente los papás y mamás de los niños se habrán sentido “cálidamente” protegidos y contenidos por la policía que el funcionario Max ordenó ingresar. Nada garantiza mejor el diálogo sincero y productivo de los ciudadanos con sus gobernantes que la presencia de policías en una reunión, resoplándole a uno en la nuca, mientras intenta articular argumentos para reivindicar necesidades no satisfechas. Y eso ocurrió, en marzo de 2012 en la CABA, en democracia.

Si se hubiera tratado de una reunión con padres de escuelas privadas, confesionales o no, ¿el gobierno de Macri los hubiera rodeado con policías, mientras dialogaban?

Precisamente el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, ¿inducía (y/o induce), con ese tipo de prácticas policíacas, a fortalecer el prejuicio clasista y estigmatizante de que los pobres serían agresivos y violentos?

Los padres de los niños a quienes no se les asignaban dos colectivos para poder concurrir a estudiar, ¿cómo se habrán sentido ante semejante maltrato y autoritarismo? El retrógrado accionar de Gulmanelli, ¿habrá incentivado en ellos una posible reacción de violencia simétrica a la que recibieron?

Las familias vulneradas, ¿habrán podido confiar en el diálogo, como mecanismo fértil y maduro para la resolución de conflictos en democracia? ¿Les habrán brindado confianza ese tipo de instituciones y ese tipo de dirigentes?

Gulmanelli, ya entonces, no era un joven funcionario sin antecedentes. Graduado en el Consejo Superior de Educación Católica (Consudec) y en la Universidad Católica de Santiago del Estero, fue -desde 2004 hasta 2008- asesor de Santiago de Estrada (secretario de Estado de las dos últimas dictaduras; embajador de Alfonsín ante El Vaticano, y secretario de Seguridad Social de Menem) en la vicepresidencia 1ª de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Fue miembro fundador de la Red Luján, de dirigentes políticos cristianos; secretario del Departamento de Escuelas Parroquiales del Arzobispado de Buenos Aires, y director y rector de diversos institutos y colegios católicos. Entre 2008 y 2009 fue jefe de Despacho de la vicejefatura del Gobierno de la Ciudad. Desde 2010, fue conductor -junto al sacerdote Guillermo Marcó- del programa “Entre el cielo y la tierra”, de Radio Rivadavia. Conductor, también, del programa “Siempre hay más”, en Canal 21, perteneciente al Arzobispado de Buenos Aires. Presidente de la Fundación Fragua, con sede en la Capital Federal, desde 2009. Completando sus relevantes antecedentes, fue coordinador general de Hogares de la Fundación Felices los Niños, dirigida por el padre Julio César Grassi, condenado a 15 años de prisión por abuso sexual de adolescentes, que estaban internados en el “hogar” de la propia fundación.

Tanta tradición “cristiana” no le impidió a Gulmanelli violentar, discriminar y estigmatizar a los padres de los niños pobres, rodeándolos durante aquella entrevista de conciliación con agentes de la Policía Metropolitana, mientras intentaban acordar una solución al conflicto.

Macri, como jefe de gobierno porteño, y honrando su visión de la amistad, no decidió la sustanciación de un inmediato sumario y la remoción del director general Gulmanelli del cargo, que pertenecía, nada más y nada menos, que al área de educación.

Gulmanelli, hoy, es el director de este distinguido colegio favorecido por Macri, quien -desde el Club Boca Juniors, desde el gobierno de la CABA, desde la Presidencia de la Nación, desde la Fundación FIFA- siempre ha demostrado una lealtad inquebrantable, y en ocasiones obscena, para con sus amigos.

* Norberto Alayón es profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

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Lucas Llach: ¡Más antiargentino no se consigue!

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Lucas Llach es un economista rosarino graduado en la Universidad Torcuato Di Tella.

En 2015 fue precandidato, en las elecciones primarias, a Vicepresidente de la Nación por la Unión Cívica Radical, acompañando al senador Ernesto Sanz, aquel “ilustre” pensador del radicalismo quien pretendiendo descalificar la importante función social de la Asignación Universal por Hijo, llegó a manifestar impúdicamente que “se iba a ir por la canaleta del juego y de la droga”.

Desde diciembre de 2015 hasta junio de 2018, Llach se desempeñó como Vicepresidente del Banco Central de la República Argentina, bajo la presidencia de Federico Sturzenegger.

En febrero del 2019 fue nombrado por Javier González Fraga como asesor del Banco Nación y desde abril a diciembre del mismo año fue el Vicepresidente de dicho banco.

Años atrás, en febrero de 2012, publicó una nota en el diario “La Nación”, con el sugestivo título “Las Malvinas están mejor siendo Falklands”. Y el 2 de abril de 2012, reafirmando su convicción antinacional, difundió por twett (que luego eliminó) una delirante afirmación: “Yo entregaría no sólo Falklands, sino todo Tierra del Fuego a England, así nos sacamos ese apéndice que le encarece la vida al pueblo”.

A raíz de estas declaraciones, el Partido Social Patagónico de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur solicitó declarar a Llach como “persona no grata” en la provincia.

Además de acompañar activamente el proyecto macrista que devastó a la Argentina, impulsaba la matanza de guanacos en la provincia de Chubut, corriéndolos hasta que los animales morían de cansancio. Esta crueldad inusitada hacia los guanacos, colisionaba con la “sensible” decisión de su gobierno de imprimir los billetes de 20 pesos con la imagen de este mamífero.

Pero también Patricia Bullrich, ex ministra de Seguridad de Mauricio Macri y hoy presidenta del Partido PRO, emuló el “patriotismo” de Llach, cuando el 27 de abril de 2021, en una entrevista televisiva en el canal La Nación Más, se refirió a las exigencias que planteaba el laboratorio norteamericano Pfizer por la compra de vacunas contra la epidemia de coronavirus. Expresó, en la ocasión: “Pfizer no pidió los hielos continentales, ni las Islas Malvinas; bueno, las Islas Malvinas se las podríamos haber dado”.

Sabrina Ajmechet, otra representante de las posiciones antinacionales, actual diputada nacional de gran sintonía con los postulados de Patricia Bullrich, manifestó sobre nuestras Islas Malvinas: “Las Malvinas no existen”; “Las falkland islands son de los kelpers”; “Las Malvinas no son ni NUNCA fueron argentinas”; “La creencia en que Las Malvinas son argentinas es irracional, es sentimental. Los datos históricos no ayudan a creer eso”.

Llach, ese extraviado personaje, al igual que muchos miembros del Partido PRO y sus aliados, debería lucir permanentemente una remera con la siguiente inscripción: ¡SOY LUCAS LLACH: MÁS ANTIARGENTINO NO SE CONSIGUE!

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