Balance de la gira de Mike Pence
Días atrás el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, visitó nuestro país en el marco de una gira que realizó por cuatro países del continente: Argentina, Colombia, Chile y Panamá. Salvo Argentina, los otros tres son los países con los que Estados Unidos tiene tratados bilaterales de comercio preferencial (los famosos TLC). La visita de Pence tuvo un fuerte componente político: Donald Trump había lanzado una amenaza de intervención militar a Venezuela, en el marco del profundo deterioro de la situación interna de ese país, y su Vicepresidente vino a aplacar los ánimos.
La gira mostró que, para la administración Trump, en América del Sur hay dos aliados principales: Argentina y Colombia. Lo de Pence fue también una devolución diplomática, en el marco de las visitas a la Casa Blanca de los presidentes Macri (en el mes de abril), Santos de Colombia (mayo) y Varela de Panamá (junio). Es de destacar que, aunque Pence visitó también a Michelle Bachelet, la presidenta chilena no estuvo aún en la Casa Blanca. Aunque Chile fue uno de los grandes aliados regionales de Estados Unidos durante las administraciones de Bill Clinton y Barack Obama, la mandataria chilena ha tomado cierta distancia del encuentro con Trump. Aunque ella estuvo en Seattle y California en junio, y luego se trasladó a Canadá para mantener un encuentro con el primer ministro Justin Trudeau, Bachelet no pudo concretar el encuentro con Trump “por problemas de agenda”. Hay razones para creer que ni Trump ni Bachelet pusieron mucha voluntad para propiciar el encuentro. De hecho, ella le transmitió a Pence que iba a rechazar un golpe de Estado o una intervención militar en Venezuela, y tampoco aceptó el pedido de romper relaciones con Corea del Norte.
Además de la cuestión Venezuela, y de plantear a sus contrapartes latinoamericanos que Rusia, China e Irán son los respaldos de Maduro, Pence pronunció dos discursos con mensaje económico en su gira. Uno fue en Buenos Aires, donde habló de la expansión de los lazos comerciales. Siendo Argentina el único “aliado político” de Estados Unidos en la región que no tiene TLC con Washington, el foco puesto en la cuestión comercial, y los grandes elogios brindados a Mauricio Macri en todas sus intervenciones, parecían señalar algo. En Chile pronunció otro discurso similar, en el que describió al TLC como un “acuerdo modelo” para Estados Unidos. En el marco de las fuertes críticas y amenazas de Trump (desde su cuenta de twitter, habitualmente) contra el NAFTA y la relación comercial con México, Pence parecía decirle a chilenos, colombianos y panameños que sus vínculos comerciales estaban a salvo pese a los cambios inevitables que sufrirá el acuerdo de América del Norte.
En Argentina, recordemos, la visita de Pence tuvo el aditamento de los anuncios sobre el comercio de limones y cerdos, que para el gobierno de Macri eran preanuncios de la profundización de una relación comercial bilateral que es acotada. El balance que estaban haciendo las cancillerías sudamericanas sobre la gira vicepresidencial era positivo: tonos más moderados sobre Venezuela, despeje de dudas sobre una “mexicanización” de los TLCs, oportunidades de comercio con el nuevo aliado. Por eso, fue una desagradable sorpresa para Macri la noticia de que el Departamento de Comercio de Estados Unidos aplicará altísimos aranceles (alrededor del 57%) a las importaciones de biodiesel desde Argentina, haciendo caso a una presentación realizada por la cámara que agrupa a las empresas productoras locales. La presentación de las empresas estadounidenses sostiene, entre otras cosas, que el gobierno argentino hace dumping con su producción de biocombustibles en favor de las 8 empresas exportadoras de su país; algo similar a lo que sostienen, desde hace años, las autoridades europeas.
Pero la gira de Pence y la sanción del Departamento de Comercio no necesariamente van de la mano. Para el gobierno argentino, resultó particularmente insidioso que Pence, ex gobernador de Indiana -uno de los estados productores de biocombustibles- no hubiera puesto la cuestión en la mesa. En la era Trump y el “Buy American”, las cámaras empresariales estadounidenses y sus demandas proteccionistas tienen aún más voz que antes en el Departamento de Comercio y los comités del Congreso, y eso nadie puede ignorarlo. La diplomacia comercial requiere gestión específica.
Pero la voluntad de Washington de tener a la Argentina de su lado en la política hacia la región es real. Argentina seguirá siendo el nuevo aliado político de Estados Unidos en América del Sur. Solo que no hay que caer en el simplismo de creer que la relación política con Washington y la relación comercial con el complejo entramado de la economía de Estados Unidos estarán correlacionadas.