Brasil fomenta un mercado mundial de biocombustibles más libre

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Escribe Mario Osava / Inter Press Service – La presidencia durante este año del Grupo de los 20 (G20), de grandes economías industriales y emergentes, está permitiendo a Brasil impulsar el viejo sueño de crear un mercado mundial de biocombustibles sin las barreras comerciales aún vigentes.

Brasil intenta, por lo menos desde el inicio de este siglo, liberar el comercio internacional del etanol, pero hata ahora sin éxito. El escenario es más favorable ahora, ante el agravamiento de la crisis climática y otros países sumandose a la producción y al consumo de bioenergía.

Con la presidencia del G20 este año, Brasil tiene a cargo los temas y proyectos a discutir, crea grupos de trabajo e impulsa acuerdos, que cristalizarán en la cumbre anual del grupo que se realizará el 18 y el 19 de noviembre en Río de Janeiro.

El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha impulsado temas sociales e incluyó los biocombustibles como aspecto central de la transición energética. Varias de sus propuestas ya fueron aprobadas en los grupos de trabajo o reuniones sectoriales, de ministros, expertos y sociedad civil a lo largo de 2024.

“El contexto actual, impulsado por el liderazgo más activo de Brasil en el G20 y el avance regulatorio en combustibles alternativos, ofrece una perspectiva más optimista al éxito del país en expandir su mercado de biocombustibles”, resumió Rafaela Guedes, integrante sénior del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (Cebri).

“El foco ya no se limita al etanol”, acotó en entrevista con IPS en Río de Janeiro. Nuevos carburantes, como el combustible sostenible de aviación (SAF en inglés) y el biobunker, para el transporte marítimo, abren múltiples mercados y reducen el riesgo de proveedores dominantes.

A esos se suman el biodiésel y el diésel verde, ambos derivados de insumos animales y vegetales pero distintos en su proceso de producción y en sus propiedades, siendo el segundo químicamente idéntico al diésel fósil.

Además está el etanol, ya producido en gran escala, y el biometano, equivalente al gas natural y producto de la refinación del biogás extraído de excrementos animales, residuos agrícolas, la basura urbana y desechos industriales.

Todos esos productos ganaron nuevas regulaciones y estímulos en Brasil por la conocida como Ley de Combustibles del Futuro, aprobada por el legislativo Congreso Nacional en septiembre y en vigencia desde el 8 de octubre de 2024.

La nueva legislación debe atraer inversiones y reducir barreras comerciales, al definir reglas y normas en un país que lidera la producción de biocombustibles y se presenta como “proveedor y también como socio estratégico para la innovación y la seguridad energética”, evaluó Guedes, economista especializada en transición energética.

Temor a la dependencia

El etanol prosperó como carburante de libre comercio en parte por temor a quedarse como rehén de pocos productores. Brasil y Estados Unidos responden por cerca de 80 % de su producción mundial, con 35 400 millones de litros el primero y 58 000 millones de litros el segundo en 2023.

Brasil intentó fomentar su producción en países de gran producción o potencial de incremento de la siembra de caña de azúcar, como India, Cuba y México, para aminorar las barreras al comercio internacional del etanol.

Además del temor a la dependencia, otro escollo eran y siguen siendo las preocupaciones ambientales y de seguridad alimentaria. La bioenergía resta tierras a la producción de alimentos, se argumenta especialmente en Europa.

Esa fue la alegación de Cuba, que hasta los años 80 fue el mayor exportador mundial de azúcar, pero cuya producción cañera cayó posteriormente al punto de limitarse hoy prácticamente al abastecimiento del mercado interno de 10 millones de habitantes, que sufren una grave crisis energética.

Pero ahora India, antes reticente, se sumó a la producción de etanol, así como otros países, incluso porque su consumo, mezclado a la gasolina, se difundió por más de 70 naciones. Las inversiones se incrementaron en los distintos biocombustibles en el contexto del esfuerzo por reducir las emisiones de los gases invernadero.

“Esa diversificación de productores reduce la posibilidad de monopolios” y por ende los temores a la dependencia, según Guedes, que agrega el aumento de la capacidad productiva de países emergentes y la consecuente expansión de la oferta global como factores favorables a un mercado más libre de biocombustibles en el mundo.

“India invirtió mucho en biocombustibles en su estrategia de seguridad energética y reducción de emisiones. Sus políticas volcadas al uso de residuos agrícolas para producir etanol y biodiésel contribuyen a incrementar su capacidad productiva, como un potencial exportador a mediano plazo”, citó como ejemplo.

Otros países asiáticos y latinoamericanos aprovechan sus abundantes recursos de biomasa y desechos orgánicos en la producción bioenergética, de biometano y diésel verde, en lo que representa otro modelo.

Insumos son residuos, no alimentos

La restricciones basadas en la seguridad alimentaria se flexibilizaron también porque los biocombustibles en buena parte se hacen a partir de residuos, sean agrícolas, urbanos o industriales.

El etanol de segunda generación (E2G), producto de residuos como el bagazo de caña, es otra solución para el dilema. Su producción ya cuenta con plantas en Estados Unidos y Brasil y tiende a una rápida expansión.

En Brasil, Raizen, una gran productora de azúcar y bioenergía con la participación del consorcio petrolero británico Shell, puso en marcha sus primeras plantas de E2G desde 2015 y estima que esa tecnología permite ampliar en 50 % la producción de etanol en una misma área sembrada de caña.

Además, destacó Guedes, la Agencia Internacional de Energía definió prácticas sustentables de agricultura, como la integración cultivo-ganadería-bosque que se expande en Brasil, el rastreo en las cadenas productivas y criterios para definición de energías sostenibles,  fortalecen la confianza en los biocombustibles que benefician el clima.

Son políticas que promueven la llamada agricultura de bajo carbono, preservan la calidad del suelo y aseguran que las fronteras agrícolas en Brasil se puede expandir con sostenibilidad y sin afectar la seguridad alimentaria, sostuvo.

Pero hay un desconcierto en la decisión brasileña de fomentar los biocombustibles incluso internacionalmente, según Pedro de Camargo Neto, un ganadero que lidera un movimiento del llamado agronegocio, el de los grandes agricultores, que busca conciliar su sector con el ambientalismo, tras décadas de antagonismo porfiado.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva (en el centro) visitó en mayo el parque de bioenergía de Raizen, en Guariba, un municipio productor de caña de azúcar, ubicado a 340 kilómetros de São Paulo, en el sur de Brasil. La visita fue para celebrar la producción de etanol de segunda generación, a partir de residuos da la caña de azúcar. Imagen: Ricardo Stuckert / PR

Ambiguedad

“Hay un conflicto de intereses, de personalidad dividida. Si Brasil quiere ser líder en biocombustibles, debe descartar nuevas exploraciones petroleras”, sentenció a IPS, por teléfono desde Bandeirantes, un municipio del centro-occidental estado de Mato Grosso do Sul, donde tiene una hacienda.

Condena de esa forma la intención de Petrobras, el grupo petrolero estatal, de hacer perforaciones cerca de la desembocadura del río Amazonas, en búsqueda de yacimientos.

Se cree en la existencia de grandes yacimientos de petróleo en la Margen Ecuatorial, al norte de Brasil, una extensión de la cuenca marítima que ya produce mucho crudo en Guyana y Suriname.

Nuevas y abundantes existencias abaratarían el petróleo y gas, en desmedro de los biocombustibles, argumentó Camargo, quien ya presidió la Sociedad Rural Brasileña, una importante representación de los agricultores, y ocupó funciones importantes en el Ministerio de Agricultura.

“Brasil no sabe lo que quiere”, realzó.

Ello porque promueve un mercado libre y mundial de biocombustibles, por razones económicas y ambientales, y la vez pretende ascender como productor petrolero, en desmedro del clima y de su propia estrategia.

Actualmente este país ocupa el octavo lugar mundial en la producción de petróleo, con 4,3 millones de barriles (de 159 litros) diarios como promedio en 2023.

El país debería defender medidas internacionales que encarezcan las fuentes fósiles. Eso viabilizaría un boom de biocombustibles en todas partes, con incremento de inversiones en un mercado en que Brasil ya es líder. Europa ya adoptó acciones que apuntan en ese sentido, comentó Camargo.

La exploración petrolera cerca de la desembocadura del Amazonas está bloqueada por exigencias de la autoridad ambiental, el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables, que consideró insuficientes las evaluaciones y garantías de la Petrobras.

Una autorización o negación de las perforaciones exploratorias será “técnica”, basada en análisis de los impactos ambientales locales, según la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva.

Es un error, según Camargo, que reclama una evaluación más amplia, no por las consecuencias locales, sino por los efectos climáticos globales, es decir las emisiones de gases del efecto invernadero, y por la estrategia económica, de prioridad a los biocombustibles, que también favorecen la política externa del país.

Mario Osava corresponsal de IPS desde 1978 y encargado de la corresponsalía en Brasil desde 1980

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