China, la otra cara del poder

Escribe Lucas Doroñuk

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Mientras los análisis de antaño siguen hablando de globalización, la realidad habla de multilateralismo. En este nuevo orden mundial, el desvelo de la Casa Blanca tiene identidad. Nada más y nada menos que China.

El gigante asiático se perfila para ser uno de los caudillos mundiales. Considerado una potencia integral, cuenta con una economía fortificada, un régimen político estricto y autoritario, una sociedad disciplinada, una población enorme y un ejército temible. Estas características lo posicionan como un competidor directo de Estados Unidos, en términos de la hegemonía global. Los tiempos históricos dirían que China es el gran heredero de la Unión Soviética en la Guerra Fría.

La explicación del crecimiento chino se da por el cambio de paradigma hacia un capitalismo estatal que se viene promulgando desde la década de 1970, con los famosos crecimientos a largo plazo y una recia planificación desde el Partido Comunista. Sin embargo, hay un fenómeno de la actualidad que realza aún más el predominio chino.

El resquebrajamiento del poder estadounidense mediante una política exterior sumamente abarcativa y una globalización desmesurada, comenzaron a marcar los latidos finales de este estadio del capitalismo y del modo de ordenar el globo. El mundo se está desglobalizando. Esto significa que esa hegemonía política, económica y hasta cultural que Estados Unidos detentó desde 1991, comenzó a tambalear.

Nuevos actores ocupan nuevas grietas que Washington no pudo cerrar. Rusia con una forma de hacer política desde Oriente, India impartiendo su poderío en la toma de decisiones a nivel regional, el “sur global” comprendido con Brasil e Indonesia, y, por supuesto, China. Este último, reversionando el capitalismo con tintes de exceso de autoridad. Casi como si fuera la frase “todo dentro del Estado y nada fuera del mismo”.

El país de Xi Jinping es una evidente amenaza para Estados Unidos. Dentro de la redistribución mundial, es el principal verdugo del monopolio yankee. China logró captar mercados donde el país de Biden era el eterno dominador. Mediante inversiones diversas, el gigante asiático le juega una pulseada importante por la generación de influencia en el globo. Además de esto, se abrió una nueva etapa de disputas: la guerra de los billetes. China está expandiendo las tratativas para poder comerciar en su moneda (yuan) con otros países, evitando al dólar de esta forma. No se trata solamente de una disputa meramente monetaria, sino que es un golpe bajo al predominio cultural y simbólico de Estados Unidos.

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China crece, influencia e invierte. En términos reales, Sudamérica no parece una zona estratégica, si es que hablamos de aliados comerciales. Claro está que hay que quitar de por medio a recursos valiosísimos como el litio y el agua, entre otros. Más allá de esto, hay capitales chinos por doquier. Aquí la cuestión es fastidiar al Tío Sam. El dragón asiático comenzó a jugar en el patio trasero de Estados Unidos y esto, evidentemente, molesta de sobremanera.

El multilateralismo no solamente demuestra la polaridad vigente, sino que también devela distintas formas de manejar el capitalismo y sobre todo al Estado. China, desde el autoritarismo de la cúpula del Partido Comunista expresa la coexistencia de una economía de libre mercado bajo una conducción pseudo – socialista, estatal y concentrada. Es la resurrección de aquel experimento realizado en la Unión Soviética, con la incorporación de salpicados provenientes del capitalismo.

Estados Unidos ve en China al posible derrumbe de un esquema que le funcionó durante décadas. Esa democracia liberal en pugna es uno de los bastiones, tanto de republicanos como demócratas, para mantener el orden según sus intereses. Hay un escenario que puede acelerar esta caída: la guerra en Ucrania. Rusia, apoyada en gran medida por China, está demostrando que la hiper – globalización solamente llevó al empobrecimiento de Europa, una vez consumido el avance del ejército de la Z sobre suelo ucraniano.

En un hipotético escenario de triunfo ruso en la conflagración, la credibilidad del viejo continente se caería, y detrás de ellos vendría la postura del gran líder del bloque. China conoce esto, y especula con la guerra.

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Al día de hoy, el Pentágono sabe que no habrá un enfrentamiento bélico directo contra China, ni aunque Pekín invada a Taiwán. Pero sí hay una certeza: hoy Estados Unidos tiene miedo. El gigante, propietario histórico del capitalismo, teme en demasía por el avance chino. Esto lo replica Donald Trump y gran parte del Partido Republicano. Estados de EEUU cancelan y prohíben TikTok por el famoso fantasma del espionaje chino.

El G7, inclusive, advierte acerca de las consecuencias de la creciente influencia china. Hoy el enemigo está más fortificado que el viejo antagonista soviético. Hoy, China no discute al capital, sino que lo reforma para competir directamente con Estados Unidos. Hoy, el escenario no es un campo de batalla, el espacio son los mercados financieros, las acciones y las reservas. Hoy, China planifica un crecimiento a décadas que es inconmensurable, mientras Estados Unidos se ahoga en discusiones banales, e inclusive se paraliza a partir de tiroteos que su propia Carta Magna los avala, en cierta manera.

Hoy China sonríe tímidamente y Estados Unidos transpira con recelo, aunque bien se sabe que el Tío Sam siempre tiene un as bajo la manga.

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