
China: su rol como socio comercial de Argentina en el nuevo escenario internacional
Por Marcela Cristini y Guillermo Bermúdez / Fundación FIEL – China es un socio comercial principal de la Argentina. El comercio bilateral se caracteriza por un saldo negativo muy importante. Argentina le vende agroindustria y minerales y le compra insumos de todo tipo, bienes de capital y productos terminados. El menor crecimiento chino esperado podría reducir nuestras exportaciones a la vez que los conflictos entre China y los Estados Unidos podrían afectar el comercio internacional, limitando su crecimiento en perjuicio de los países en desarrollo como el nuestro.
El año 2024 mostró una importante recuperación de las exportaciones de la Argentina hasta los casi USD 80 mil millones y un saldo comercial abultado de USD 18.899 millones que facilitó la gestión macroeconómica del gobierno. El primer bimestre de 2025 volvió a mostrar un aumento de las exportaciones en torno al 10%, pero también una recuperación importadora del 33% que limitó el saldo del balance comercial a USD 389 millones (equivalente a un 18% del saldo del primer bimestre del año 2024). Del lado exportador, se destaca el aumento en el volumen exportado de combustibles y energía y de productos industriales (automóviles). Del lado importador, sobresalen la maquinaria y equipo y los insumos de todo tipo. Por su composición, la recuperación de las importaciones se asocia a la mejora en el nivel de actividad local, pero también a un anticipo de compras por la incertidumbre sobre el futuro del tipo de cambio cuando se normalice el mercado de divisas (eliminación del “cepo”).
En cuanto a los socios comerciales de nuestro país, el primer bimestre mostró la importancia permanente de Brasil, China, la Unión Europea y los Estados Unidos y la participación ascendente de la India, que superó a China en su intercambio con nuestro país. En 2024, Brasil fue nuestro principal cliente y abastecedor, como ha ocurrido en toda la historia reciente, seguido por China. En ambos casos, el saldo comercial fue negativo.
En el caso de China, su condición de socio comercial principal de la Argentina se desarrolla desde comienzo de los años 2000, cuando este país aceleró su ingreso progresivo en todos los mercados de América Latina, iniciándose como proveedor de insumos para luego también abastecer bienes finales, en especial los tecnológicos.
La mayor parte de este sendero de integración comercial estuvo caracterizado por un saldo negativo para la Argentina (Gráfico 1), particularmente luego de la finalización del “boom de las commodities” que elevó los precios de nuestros productos agroindustriales entre 2004 y 2012.

En el primer bimestre de 2025, nuestro intercambio con China volvió a mostrar un saldo negativo, pero esta vez su importancia fue mayor debido al descenso de nuestras exportaciones (-23%) y a un aumento significativo de nuestras importaciones (74%). La información del INDEC muestra que “el intercambio con China representó 5,5% de las exportaciones y 26,0% de las importaciones argentinas totales”.
El intercambio comercial entre China y la Argentina muestra un patrón estable en el que China busca abastecerse de nuestra agroindustria, principalmente de soja y sus derivados, de carne vacuna y pescado y, más recientemente, del litio de nuestra minería. El 80% de nuestros envíos (los veinte primeros productos por importancia de valor) se concentran en esos productos. Por el lado chino, en cambio, el patrón de ventas a la Argentina se encuentra muy diversificado y los primeros veinte productos apenas concentran el 20% del valor importado. Se trata de productos tecnológicos ya terminados o de sus partes, que se ensamblan en productos finales en Tierra del Fuego (telefonía, computación, televisores), y de una variedad de otros productos como motos, grupos electrógenos, acondicionadores de aire, etc. El posicionamiento de China en América Latina como socio comercial e inversor directo no fue una sorpresa.
Como país en desarrollo, China ha liderado el crecimiento mundial desde los años 90 pasando por diferentes etapas. En una primera etapa, la economía de mercado se limitaba a ciudades costeras habilitadas para comerciar internacionalmente, a la vez que se producía una migración rural hacia las ciudades. Más adelante, la economía china recibió inversiones internacionales para aprovechar el valor bajo de su mano de obra y se integró en las bases de múltiples cadenas de valor (upstream). Por último, su sector tecnológico y sus propias inversiones hicieron que sus empresas avanzaran a lo largo de las cadenas de valor hasta posiciones en el downstream. En todo este período (1980-2008), las tasas de crecimiento rondaron el 10% anual. En ese proceso, el ingreso per cápita de China creció desde USD 227 hasta los actuales USD 13297. En ese mismo período, la Argentina -que partía de un ingreso per cápita más de 10 veces superior al de China (USD 3282) en 1980- apenas si superó el registro chino en 2024.
Hoy la situación de China ha variado. Aunque sigue siendo, sin lugar a duda, la segunda economía mundial, su tasa de crecimiento de largo plazo ha disminuido y ha obligado al gobierno a aceptar una tasa objetivo de crecimiento de un 5% para 2025. Aunque esta situación era previsible, el contexto actual de competencia agresiva entre China y los Estados Unidos presenta riesgos para el futuro desarrollo chino y también para el conjunto de los países intervinientes en el comercio mundial.
Como era de esperarse, en el curso del desarrollo chino algunos de los factores de crecimiento se han agotado, como la ocupación de la mano de obra y de la tierra, a la vez que sus clientes e inversores se ajustaron a un ritmo de crecimiento mundial más bajo. Por el lado positivo, las industrias más tecnológicas chinas han conquistado mercados internacionales y este país avanzó significativamente abriendo nuevos mercados en países en desarrollo.
En el caso de la relación bilateral China-Estados Unidos, la competencia internacional entre ambos países se fue complejizando en los 2000 y alcanzó un mayor grado de enfrentamiento desde la primera presidencia de Trump hasta el presente, atravesando desde una administración republicana a una demócrata hasta el regreso actual del presidente Trump. Por mucho tiempo, el enorme déficit comercial de los Estados Unidos con China se explicaba por el desarrollo de las cadenas de valor en un mundo globalizado, a la vez que China financiaba a los Estados Unidos utilizando sus dólares para la compra de bonos del Tesoro (Gráfico 2). Ambos “socios” se beneficiaban. Luego de la crisis internacional de 2008-09, fue claro que ese “equilibrio mundial” se había roto, dando lugar al escenario actual.

El avance chino hacia el desarrollo de productos de alta tecnología ha puesto en alerta no sólo a los Estados Unidos sino también a los socios de China en la Unión Europea, como ocurre con el caso de las exportaciones de autos eléctricos. Estos conflictos comerciales se reflejan también en el terreno geopolítico a partir de la alianza chino-rusa y la ampliación de la alianza de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica son los signatarios originales) hacia países de corte autoritario (Irán).
Desde Occidente, y particularmente desde los Estados Unidos, se observa a China como una economía estatal de mercado, que ha abandonado el impulso de integración a las reglas internacionales del multilateralismo manteniendo una política industrial activa con fuerte presencia y subsidios del Estado, limitaciones en el reconocimiento del derecho intelectual, regulación a las inversiones extranjeras para obtener ventajas de nuevos desarrollos tecnológicos (obligación de establecerse como joint-ventures y sectores de servicios no admisibles) y la aplicación de aranceles y medidas no arancelarias sobre importaciones en general.
Desde China, se manifiesta que el país sigue empeñado en su integración al mundo. En efecto, ingresó a la Organización Mundial del Comercio en 2001, adecuándose a la normativa internacional y reivindica su participación constructiva en el G-20 y en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se relaciona con 44 países (en especial del Asia y América Latina) a través de acuerdos comerciales y de inversión y mantiene una posición de defensa de las reglas multilaterales económicas y políticas en los organismos mundiales correspondientes. Por el momento, el clima político mundial no ayuda para resolver estas discrepancias internacionales dado el marco de conflictos que negocian una muy difícil desescalada como el de Rusia y Ucrania o Israel y Gaza.
Mientras tanto, la estrategia de la política comercial en la Argentina se ha movido hacia una mayor apertura de la economía. A las medidas conocidas que redujeron impuestos a las exportaciones e importaciones se sumaron los anuncios de reducción de aranceles a la importación de calzado, de indumentaria y de telas e hilados que usa la industria textil a nivel local. En el corto plazo, el objetivo principal detrás de estas medidas es el de contener los precios locales, pero su efecto de mediano plazo operará en favor de lograr un patrón productivo de mayor eficiencia, que mejore las condiciones de vida locales. Esto no significa desconocer que en el proceso habrá ganadores y perdedores y que también deberá preverse por resultados no deseados de la reforma. Para ello será importante que todos los cambios que requiere la economía local alcancen un nivel de credibilidad suficiente como para ir acompañados de nuevas inversiones privadas, locales y extranjeras que aceleren el crecimiento. Para nuestro país, la aparición de conflictos bilaterales entre sus socios comerciales más importantes, como China y los Estados Unidos, obligará también a un cuidadoso rediseño de nuestra estrategia externa. Como país en desarrollo, convendrá incluir a nuestros pares latinoamericanos en este proceso y mantener junto a ellos una cerrada defensa de las reglas del multilateralismo.