Crisis en Río Grande: Desempleo y pobreza en aumento en Tierra del Fuego
Las fábricas de Río Grande, que antes funcionaban 24 horas, ahora cierran temprano. Cómo impacta la crisis y el desempleo, en la zona sur del país.
Río Grande, la mayor ciudad de Tierra del Fuego, enfrenta una crisis económica, con un aumento alarmante en el desempleo y la pobreza. Hace cuatro décadas, la llegada de nuevos trabajadores a esta región patagónica era recibida con ofertas laborales de grandes empresas argentinas que prometían salarios hasta cuatro veces más altos que en otras partes del país. Hoy, el único vuelo diario que aterriza en la ciudad es recibido por desempleados que luchan por sobrevivir, algunos conduciendo Uber y compitiendo con taxistas por tarifas que no superan los 5 dólares.
Los que aún tienen trabajo se trasladan hacia fábricas que ensamblan productos electrónicos, como teléfonos Samsung y sistemas de aire acondicionado. Sin embargo, muchas de estas fábricas han reducido su actividad, cerrando a primeras horas de la tarde. Según la Asociación de Fábricas Argentinas Terminales de Electrónica (AFARTE), la producción en el sector ha caído casi un 50% en el primer semestre del año.
La provincia ha experimentado una de las mayores pérdidas de empleo en el sector privado desde que Javier Milei asumió la presidencia, con un 10% de los aproximadamente 37,900 puestos de trabajo desapareciendo en pocos meses. “La situación es bastante triste en comparación con hace un año”, afirmó Pablo Blanco, senador nacional por la provincia.
El crecimiento de la pobreza ha sido drástico, aumentando del 32% al 50% en los primeros meses de 2024. Las exenciones fiscales otorgadas a las empresas hace más de 50 años han mantenido la industria en la región, pero las políticas de austeridad de Milei están provocando un impacto negativo significativo en la economía local.
La ciudad plenamente industrial carece de lugares turísticos que propicien otro tipo de actividad. Además, es la pesadilla de un urbanista: una amalgama de casas móviles de latón y residencias de madera de una sola planta sobre suelo industrial y fábricas gigantescas que se desparraman sobre zonas residenciales.
En invierno, la gente practica deportes de interior o se queda en casa, acurrucada cerca de sus estufas de leña. Requiere cierta dureza aguantar lo peor, tanto en la vida como en el trabajo.
Aunque algunos empresarios, como Juan Pablo Guaita, gerente de Aires del Sur, esperan una recuperación gracias a nuevas opciones de financiación, la incertidumbre persiste. El sector informal también ha sido golpeado, perdiendo más de 500,000 empleos en el primer trimestre de este año, lo que ha llevado a que la preocupación por el desempleo supere a la inflación en la lista de inquietudes de los votantes.
Mientras tanto, en su fábrica en el corazón de Río Grande, 160 trabajadores sueldan tubos de cobre, ensamblan piezas en miniatura en paneles de control y las encajan en armaduras de plástico enviadas desde China. La cifra es superior a los 140 trabajadores de antes, pero ni de lejos se acerca a los 420 que emplean durante la temporada alta de verano.
“No sabremos si estamos de acuerdo o no con todo lo que estamos viviendo hasta el final”, añadió Guaita.
Guaita, de Aires del Sur, admitió que “abren la importación y vos te fundís”, pero señaló que los funcionarios del gobierno de Milei habían visitado el polo industrial con más frecuencia que ningún otro gobierno en la historia reciente.
El caso de Tierra del Fuego es una anomalía en muchos sentidos. La materia prima necesaria en la manufactura llega por barco a Buenos Aires antes de iniciar un viaje de 3.000 kilómetros hacia el sur, a través de pastizales llenos de ovejas y vacas que en el pasado impulsaron la economía argentina. A continuación, los productos se envían de vuelta a la capital. No es de extrañar que los productos electrónicos cuesten en Argentina entre dos y tres veces más que en el vecino Chile.
El gigante argentino de la electrónica Mirgor —que opera en la isla extensas plantas de alta tecnología que producen sistemas de control climático para empresas como Ford y Volkswagen, además de teléfonos para Samsung — como parte de un esfuerzo para reinventar la economía de Tierra del Fuego, comenzaría la construcción de un puerto de US$500 millones a 24 kilómetros al norte de la ciudad en los próximos seis meses. El objetivo es no solo aminorar la pesadilla logística, sino servir de puerto de abastecimiento a la Antártida y ayudar a embarcar el abundante petróleo y gas.
“En estos 40 años que tiene historia Mirgor, ha sabido pasar todas las crisis y todos los momentos”, dijo desde Buenos Aires Juan Donal, vicepresidente de asuntos corporativos de la empresa. “Esto es una más y vemos que está pasando”.
Mientras tanto, en las calles de Río Grande, la comunidad intenta adaptarse a esta dura realidad. María Elizabeth Leyes, quien dirige un comedor comunitario, destaca la creciente necesidad de apoyo alimentario en la ciudad, donde la ayuda social ha disminuido significativamente.
“Ya veníamos mal. Entonces, supongo que la gente se cansó”, explica sobre la inesperada victoria de Milei. “La gente, acostumbrada a otro pasar acá, creyó en este hombre que dijo que iba a sacar a la casta. No sabían que iba a empezar por ellos mismos”.
El suyo es uno de los 72 comedores sociales de la ciudad, de unos 98.000 habitantes. Lo que antes donaban las familias de clase media, ahora lo llevan a los mercados de fin de semana para obtener ganancias, y las aportaciones de los mayoristas de alimentos han disminuido de lotes semanales a un goteo mensual, dice. A medida que Milei recortaba las transferencias discrecionales a las provincias, los presupuestos para programas de ayuda social también han desaparecido. “Va a llegar un momento que la gente no le va a dar más el cinturón para decir ya está”, dijo Leyes. “Lo que pasa es que todavía tira”.
Gustavo Melella, gobernador de Tierra del Fuego, atribuye la derrota de su partido ante Milei a la incapacidad para calmar la inflación. Con un gobierno que no lleva mucho tiempo en el poder, la gente aún tiene esperanzas, según Melella, ex alcalde de Río Grande. “Cuando la gente vea que no hay crecimiento, no hay avance, no empiece a vivir mejor, y ahí se va la paciencia”, dijo.
Fuente: Bloomberg