Crisis medioambiental, evitar el tránsito al ecofascismo

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La crisis medioambiental que atravesamos no será lo que nos aniquile, sino las formas incorrectas en que la enfrentemos. Bien sabemos que el planeta se esta quedando sin recursos, que el cambio climático subirá la temperatura media del planeta no menos de 2 grados Celsius, implicando asi la desaparición de especies, la desertificación de los suelos fértiles y la crecida de las mareas oceánicas. Esto es inevitable, pero, ¿De que manera se organizará la sociedad para enfrentar la crisis?

A menudo peco de ingenuo al suponer a la ciencia como “La Redentora” de la humanidad, cual si fuese posible hoy una mágica solución tecnológica que nos salve a todos, siendo que sus propias leyes nos dictan que tal hazaña es físicamente imposible. La termodinámica nos enseña que no se puede “crear” energía como tal, sino tan solo transformarla: Según el portal de estadística alemana Statista GmbH, en mayo del corriente año, el 29,3% de la energía primaria fue obtenida del petróleo, el 26,5% del carbón, el 23,4% del gas natural y 4,9% de energía nuclear, dejando tan solo el 1,1% para la energía eólica y un 0,9% para la fotovoltaica. Este 2% representa lo que hoy conocemos como energías “renovables” …

¿Renovables? Desmenucemos el término: Renovable deriva de que se “renueva”, por ende, es infinito, pero la definición oficial de “energías renovables” habla de la obtención de energía a partir de fuentes naturales “virtualmente” inagotables, como el sol o el viento. Es decir, no son infinitas, pero es su potencial tan grande que su fecha de caducidad se extiende a eones. Lo que la definición de renovables no contempla es la obtención y el aprovechamiento de estas energías; el costo de fabricación de los paneles y las turbinas eólicas, o la disponibilidad de cobre, neodimio o silicio, minerales claves para la elaboración de estas alternativas, que de renovables ya no les queda nada. Como si fuera poco, para extraer estos minerales se requiere de energía fósil (petróleo, gas, etc.), sin mencionar el daño ambiental que su extracción implica.

Llevo ya más de un artículo describiendo los motivos por los cuales la transición energética hacia energías “verdes”, es termodinámicamente imposible, es una fantasía, un analgésico social cuyo propósito no trasciende de calmarecoansiosos. El problema no es como seguiremos sosteniendo la sociedad capitalista, siendo ésta insostenible debido a su demanda de crecimiento perpetuo, sino cual será el rumbo que tomará la humanidad durante esta resaca de combustibles fósiles.

La crisis no es sino otra cosa que sustrato de trasformación, por razones históricamente deductibles. Pero ésta trasformación puede tomar forma de redistribución de las riquezas, asi como una mayor acumulación de la riqueza en cada vez menos manos y su consecuente tendencia al fascismo.

La Alemania del treinta se vio en la dura encrucijada de tener que pagar el tributo a la derrota de la primera guerra mundial como lo imponía el tratado de paz de Versalles (33 mil millones de euros), sumado a la crisis financiera del “jueves negro” o “gran depresión” de 1929. Estas condiciones fueron caldo de protestas, tanto en frentes de izquierda como de derecha, a lo que se le sumó una ideología de “mano dura”, aparentemente sólida y capaz de resolver los problemas de la sociedad mediante políticas nacionalistas y antisemitas. No fue sino hasta 1933 que ésta emergente alternativa tomaría el poder por medios democráticos, instaurando una posterior dictadura a la que hoy conocemos por nacional socialismo o nazismo.

Hoy emerge una rama curiosa del fascismo, una a la que, convenientemente, se le anexa el “eco”, sugiriendo una tendencia a la resiliencia medioambiental y el decrecimiento. Pero, lejos de eso, esta ideología se sustenta sobre el término “sobrepoblación”, argumentando que la razón del actual colapso medioambiental es consecuencia de la misma. “Si no podés pagar un auto eléctrico, si no podés pagar los paneles solares, si no podés comprar alimentos porque las tierras fértiles fueron arrasadas, entonces, es porque sos un ciudadano de segunda mano”.

Mediante la predominancia de sistemas gubernamentales meramente neoliberales, se busca promover el desprecio al pobre (aporofobia), con la promoción de ideales hipotéticos como la meritocracia. Cabe destacar que este fomento es principalmente encarnado por el propio proletariado contra el que atenta, tal cual sucedió en Alemania fruto de la propaganda nazi. 

Asi, decir que los paneles son la mágica solución al cambio climático,puede llegar a ser un típico argumento ecofascista. O ¿Por qué no tenés un auto Tesla?, ¿Acaso no te importa el cambio climático?

Por razones como éstas es de vital importancia saber separar al decrecentismo económico del decrecentismo poblacional. El problema no es la cantidad de bocas a alimentar, sino la cantidad de camiones que tiran comida. Hoy hace casi un mes de haberse viralizado un video donde varios camiones volcaban no menos de 8.000 kilos de mandarinas en Entre Ríos, Argentina… ¿La razón?; El poder adquisitivo local está por el piso… Hoy, comer mandarinas es de privilegiados.

Las alternativas no faltan, desde la agroecología, que, como bien sabemos, es perfectamente capaz de suplir la demanda alimenticia de la población suprimiendo incluso el uso de agrotóxicos, hasta mecanismos eficientes de aprovechamiento de la energía, como lo suponen las “técnicas humildes para el decrecimiento”.

A estas alturas, quizás sea obvio que remarque la importancia de priorizar las alternativas humanitarias por encima de las que supongan una rápida pero discriminatoria solución ambiental. Pero, de no ser capaces de ver la difurcación social a la que nos enfrentamos, no nos queda mas que esperar la próxima ecodictadura.

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