
Día Mundial de Lucha contra la Depresión: En Argentina, hay miles fuera del sistema
El Día Mundial de Lucha contra la Depresión busca visibilizar este grave trastorno que afecta al 5,7% en Argentina, agravado por el limitado acceso a salud.
Este 13 de enero, se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Depresión, un trastorno que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo y es la principal causa de discapacidad según la OMS. En Argentina, el 5,7% de la población fuera del sistema de salud la enfrenta, muchas veces sin diagnóstico ni tratamiento adecuado.La depresión: Un trastorno mundial con cifras alarmantes
La depresión no discrimina: puede afectar a cualquier persona y a cualquier edad, y sus efectos no quedan únicamente en el ámbito emocional, afectando la salud física, las relaciones interpersonales y el desempeño laboral. Según la OMS, este trastorno incrementó su prevalencia en un 18% en la última década, siendo más común en mujeres que en hombres.
Los principales síntomas incluyen tristeza persistente, pérdida de interés, fatiga constante, alteraciones del sueño y cambios en el apetito. Aunque en su forma más grave, la depresión puede llevar al suicidio, la cual representa la segunda causa de muerte en jóvenes de entre 15 y 29 años a nivel mundial.
En Argentina, los datos son preocupantes: la Encuesta Nacional de Salud Mental reveló que, aunque el 5,7% de la población fuera del sistema de salud padece depresión, esta cifra no incluye a quienes reciben atención médica o psicológica. La falta de recursos, el alto costo de los tratamientos y la persistencia del estigma hacen que sea difícil para muchos buscar ayuda. Además, los trastornos mentales representan un riesgo bidireccional: quienes los padecen tienen mayor probabilidad de desarrollar enfermedades orgánicas, como artritis o enfermedades cardiovasculares, y viceversa.
El acceso desigual al sistema de salud mental también agrava la situación. Mientras las grandes ciudades como Buenos Aires y Córdoba tienen mejores recursos, en provincias más pequeñas el acceso a psicólogos o psiquiatras sigue siendo limitado.Avances científicos y deuda pendiente en Argentina
La comunidad científica argentina dio algunos pasos prometedores en el estudio de la depresión. Un equipo del Conicet, liderado por los doctores Federico Daray y Andrea Errasti, descubrió que algunas proteínas presentes en los monocitos y los linfocitos se pueden usar para diagnosticar la depresión con una precisión superior al 80%. Con este hallazgo, se podría identificar el trastorno mediante análisis de sangre, una herramienta más accesible y menos estigmatizante que las evaluaciones tradicionales.
El estudio, realizado con 40 pacientes diagnosticados, también busca entender cómo la inflamación del sistema nervioso afecta el cerebro. Actualmente, los investigadores trabajan en estudios longitudinales para observar cómo varían estos marcadores a lo largo del tiempo y en respuesta a tratamientos. Si lograsen demostrar que el sistema inmune puede modularse para mejorar los síntomas depresivos, este avance podría revolucionar el tratamiento.

Recientemente, se descubrió que un análisis de sangre puede detectar con mucha precisión si la persona padece o no depresión, lo que significaría un enorme avance que supera la detección psicológica.
A nivel juvenil, el informe de Unicef #MunaTeEscucha demostró que el 60% de los adolescentes en nueve provincias argentinas (Buenos Aires, Salta, Tucumán, Chaco, Córdoba, Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y CABA) asocia la depresión con problemas de salud mental. Entre las causas más señaladas están el bullying y el cyberbullying (30%), las presiones familiares (20%) y, en el caso de las mujeres, la violencia y el abuso. A pesar de esto, solo el 20% habla del tema en casa, lo cual muestra lo urgente que es fomentar espacios de diálogo y apoyo.
En cuanto a tratamientos, los inhibidores de la recaptación de serotonina siguen siendo la primera línea de medicación, con más de 30 años de uso. Aunque para pacientes que no responden a estos tratamientos iniciales, los médicos recurren a fármacos más específicos o incluso a terapias alternativas como la fototerapia para el trastorno afectivo estacional.