Ecuador elige al sucesor de Rafael Correa después de una década

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New York Times. QUITO — Por primera vez en una década, el domingo 19 de febrero los ecuatorianos verán una papeleta de votación presidencial donde no estará el nombre que ha dominado el escenario político: Rafael Correa.

Su sucesor saldrá de entre ocho binomios. Las encuestas están encabezadas por el candidato de Alianza País (el partido de gobierno), Lenín Moreno, que fue vicepresidente de Rafael Correa de 2007 a 2013; el exbanquero conservador Guillermo Lasso; la socialcristiana Cynthia Viteri y el exalcalde de Quito y héroe de la guerra entre Ecuador y Perú de 1995, Paco Moncayo.

Según el sistema electoral ecuatoriano, si un candidato obtiene más del 40 por ciento de los votos válidos —sin contar nulos y blancos— y mantiene una diferencia de diez puntos con el segundo, gana las elecciones sin necesidad de un balotaje. Los encuestadores y politólogos dicen que ese escenario es poco probable, aunque no imposible.

La campaña electoral arrancó oficialmente el 3 de enero de 2017, pero los candidatos empezaron su proselitismo mucho antes. Quizá el que más tiempo y dinero ha invertido es Lasso, un exbanquero con posturas liberales para la economía y ultraconservadoras para lo social. Lasso —un militante del Opus Dei que ha dicho públicamente que “no está de acuerdo con el condón”— ya estuvo nominado en 2013. Ese año, en el mejor momento del gobierno de Correa, Lasso resultó segundo con cerca de un 23 por ciento de la votación; el presidente se reeligió en una sola vuelta con más del 57 por ciento.

En las elecciones parlamentarias de 2013, Alianza País logró una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, el aparato legislativo ecuatoriano: 109 de 130 escaños. Para el oficialismo, esa mayoría le ha dado gobernabilidad al país y le ha permitido aprobar leyes que consideraba fundamentales. Para los críticos, sin embargo, la asamblea ha funcionado como una aplanadora legislativa que allanó el camino para los abusos y excesos de un líder tan eficiente como autoritario.

A cuatro años de aquella elección, el panorama es muy diferente. “Alianza País tiene problemas graves”, dice el politólogo Oswaldo Moreno, “lucha contra sí misma: desgastada después de diez años, Lenín Moreno es un excelente candidato pero no es invencible como Correa. Súmale a eso a Glas, que terminó siendo un lastre”.

Se refiere al ingeniero Jorge Glas Espinel, vicepresidente del segundo período de Correa y compañero de fórmula de Moreno, porque sus índices de popularidad eran muy bajos para ser el candidato presidencial. El lastre que señala Oswaldo Moreno no es la falta de carisma de Glas, sino los graves casos de corrupción que involucran a los sectores que estaban bajo su directa supervisión.

Un exasesor suyo está acusado de pedir coimas para asignar una frecuencia radial, y en el escándalo de los Panama Papers se reveló que un ejecutivo de la empresa estatal petrolera ecuatoriana, Petroecuador, recibía pagos ilegales en una empresa offshore domiciliada en el país centroamericano. La investigación posterior develó una red de sobornos que incluían a Carlos Pareja Yanuzelli, que fue ministro de Hidrocarburos, gerente de Petroecuador y gerente de refinanción de la petrolera.

A inicios de febrero de 2017, Pareja apareció en una serie de videos llamada Capayaleaks (por las iniciales de su nombre) en los que dice que “nada se hacía en Petroecuador sin el visto bueno de Jorge Glas”. Correa acusó a su excolaborador de participar en una conspiración de la derecha y la prensa. “No tienen ninguna prueba. Todo es un show. Porque es verdad: nos la tenían preparada para hacernos perder una elección”, dijo sobre los videos.

A pesar del revuelo mediático de los casos de corrupción, varios analistas consideran que no es el factor principal en esta elección. “A la gente de los estratos sociales más bajos no les interesa que haya corrupción, porque tiene un argumento: ‘Este gobierno nos ha puesto en el  mapa’”, dice el politólogo Paolo Moncagatta, experto en estudios de opinión pública. “Es gente excluida política y económicamente por siglos en el Ecuador, y recién este gobierno les ha dado acceso a la salud, a la educación, a cierto tipo de bienestar. Esa gente votará por Alianza País”.

Según Moncagatta, la clase media que se benefició de la bonanza de los primeros años de Rafael Correa pero que sí repudia la corrupción será la que probablemente no vote por Alianza País, pero no lo expresa en las encuestas. Ese silencio explicaría el altísimo porcentaje de indecisos que aún hay: entre el 35 y 50 por ciento de los electores dicen que no han elegido candidato.

Según Paulina Recalde, de la firma de encuestas Perfiles de Opinión, la corrupción sí será un factor relevante: en las mediciones de los temas que más preocupan a los ecuatorianos, pasó del 3 al 13 por ciento. “Casi empatada con la delincuencia, que es el tercer factor que más se menciona”. Los dos primeros son el desempleo y la crisis económica. “Casi el 50 por ciento de las preocupaciones en esta elección son económicas”, explica Recalde.

Desde 2015, cuando los precios del petróleo —el principal ingreso no tributario del país— empezaron a bajar, la economía de Ecuador empezó a resquebrajarse. El terremoto de abril de 2016 terminó de complicar la situación del país, cuyos niveles de desempleo regresaron a los de 2006: solo en el último año, se han perdido casi 350 mil empleos.

Otras factores de los que se ha acusado al gobierno de Correa y que resuenan en medios y redes sociales, como el estado de la libertad de expresión, la represión de la protesta social y el estado de la democracia, ocupan un espacio menor.  “La gente a la que le interesan las libertades y la democracia no deben ser más que un cinco por ciento de la población. Y se dividirán el voto entre Lasso, Viteri y Moncayo. Claro, es la gente que escribe y que lee, entonces parece que es la preocupación principal de los ecuatorianos”, dice Moncagatta.

Y luego agrega: “Pero no, cuando vas un poco más allá y preguntas, lo que importa es la economía del hogar, tener trabajo, pagar la comida, mandar a los niños a la escuela y tener atención de salud, poder sacar sus productos de la chacra al mercado del pueblo o de la ciudad”.

Oswaldo Moreno coincide con él: “Me parece que hay una burbuja en la que los generadores de opinión terminan reflejando sus angustias y demandas, pero los votantes que ganan un básico, madrugan a las cinco de la mañana, están pagando el pavo navideño recién, viendo cómo hacen el carnaval y se les viene en abril el colegio de los chicos en la costa, ese es el electorado que toma la decisión, sorprendiéndonos o ratificando lo que dijo la burbuja”.

El candidato Guillermo Lasso, un exbanquero con posturas liberales para la economía y ultraconservadoras para lo social, se perfila como uno de los principales contendientes en las elecciones presidenciales en Ecuador. Reuters

Son esos los factores que producirían una segunda vuelta, que se realizaría el 2 de abril. Todas las encuestas dan casi por hecho que a esa etapa pasarán Lenín Moreno y Guillermo Lasso, aunque Cynthia Viteri insista en que va de segunda.

Guillermo Lasso ha consolidado el voto duro anticorreísta, pero no logra superar un 24 por ciento de intención de voto. Paolo Moncagatta y Oswaldo Moreno dijeron, por separado, la misma frase: “Lasso es un muy mal candidato”. Según Blasco Peñaherra, director de Market, una de las encuestadoras más grandes del Ecuador, el candidato que más posibilidades tendría de derrotar a Lenín Moreno es Paco Moncayo. Moncagatta coincide con él: “En segunda vuelta tiene más posibilidades Paco Moncayo. Es el candidato que permitiría volver a una paz, un escenario donde se haga una política no tan polarizada”.

Sin embargo, ninguna encuestadora le da a Moncayo más de un 14 por ciento. Matthew Carpenter, experto en comunicación, cree que vivimos una elección fraccionada, donde ningún candidato logra unir mensaje y audiencia: “Lo vimos en otras partes, como en Canadá el año pasado, cuando Trudeau logró unificar detrás de su mensaje a una audiencia. Lo mismo pasó en Estados Unidos con Barack Obama”.

Según Carpenter, en un país fragmentado como Ecuador, los ocho candidatos parecen insistir en sus votantes incondicionales pero no intentan penetrar en otros nichos: “Los candidatos saben que para sobrevivir lo único que tienen que hacer es hablarle a sus bases. Entonces no hay ningún esfuerzo de llegar a nuevos públicos con su mensaje”.

La campaña terminará el jueves 16 de febrero y parece que cualquier pronóstico podría sonar aventurado. Después de todo, vivimos en la época de las predicciones fallidas: en Estados Unidos con Trump, en Colombia con el referendo por el acuerdo de paz con las Farc y en Inglaterra con el Brexit.

Lo único seguro es que el 24 de mayo de 2017, Rafael Correa dejará de ser presidente de Ecuador. Y eso marcará el inicio de una nueva etapa en la siempre convulsionada historia política de este país.

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