El buen Samaritano
Escribe monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 15° domingo durante el año [10 de julio de 2022]
Entre los tantos temas ausentes en la reflexión de nuestro tiempo, está el que nos cuestionemos sobre el discernimiento de los «modelos sociales» que habitualmente nos presentan los grandes medios de comunicación. Muchos de ellos provocan un grave daño tanto en los adultos como en los jóvenes. Como algo habitual llegan hasta nuestros hogares series o programas de entretenimiento que se integran a las familias sin ninguna recepción crítica. Incluso sus personajes son amados u odiados sin tener en cuenta los valores o antivalores que expresan.
El texto del Evangelio de este domingo sobre el buen samaritano (Lc 10, 25-37), que ayudó a un pobre tirado en el camino, nos presenta un posible modelo a seguir. Quizás este modelo no sirva a muchos para promover formas de consumismo, ni tenga rating, ni sirva para hacer negocios, pero, imitar las actitudes de este samaritano, nos permitirá obtener un tesoro espiritual en nuestro interior que nos dará la satisfacción de tener más paz, distensión y mayor esperanza.
En el Evangelio de este domingo, Jesús le enseña al doctor de la Ley algunas condiciones para ser un testigo de la verdad y cómo debe ser un liderazgo social válido. Le dice que ponga en práctica aquello que en teoría ya conocía: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo». (Lc 10,27-28)
espués le va a explicar quién es el prójimo con la conocida parábola del buen samaritano. Este sí era un modelo social porque supo ayudar a este pobre y herido que estaba tirado en el camino y le dio todo lo que necesitaba. Es bueno recordar el texto de la carta del papa san Juan Pablo II en «Novo Millennio Ineunte»: «Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que el mismo ha querido identificarse: “He tenido hambre y me diste de comer, he tenido sed y me has dado de beber… desnudo y me has vestido, encarcelado y me has venido a ver” (Mt. 25,35-36). Esta página no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia». (NMI 49)
Hoy también necesitamos que todos, pero sobre todo aquellos que tienen liderazgos sociales, políticos, económicos, religiosos… tengan un perfil que implique en sus acciones y compromisos esta opción preferencial por los pobres. Deberemos estar especialmente atentos a si los liderazgos son narcisistas que solo buscan poder y dinero o tienen una consideración especial por la inclusión de tantísimos hermanos marginados. Los liderazgos narcisistas siempre llevan al fracaso porque se desentienden del bien común. Necesitamos en cambio conducciones con mayor magnanimidad.
Es bueno recordar el documento de Aparecida que señala en concreto situaciones que debemos tener en cuenta y requieren una atención comprometida como la del buen samaritano: «La globalización hace emerger, en nuestros pueblos, nuevos rostros de pobres. Con especial atención y en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, fijamos nuestra mirada en los rostros de los nuevos excluidos: los migrantes, las víctimas de la violencia, desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y secuestros, desaparecidos, enfermos de HIV y de enfermedades endémicas, tóxico dependientes, adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes, grandes grupos de desempleados/das, los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, los indígenas y afroamericanos, campesinos sin tierra y los mineros. La Iglesia, con su Pastoral Social, debe dar acogida y acompañar a estas personas excluidas en los ámbitos que correspondan». (DA 402)
Para generar esperanza en medio de tantas dificultades tendremos que corregir y ajustar muchas cosas, pero sobre todo deberemos asumir actitudes de conversión de corazón, para obrar como el buen samaritano de la parábola y así poder ser desde la caridad y justicia practicada, los modelos sociales que nuestro tiempo necesita.
Un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas