El despertar del dragón asiático
Asia se transformó en la zona con mayor concentración de tensión militar en los últimos días, desplazando, en gran parte, a la Guerra en Ucrania desde la óptica de los medios internacionales. Las razones son lógicas, nuevamente se abrió un capítulo de un viejo conflicto entre China y Taiwán, con un disparador que suma a un actor en esta disputa: Estados Unidos.
2022, un año conflictivo
No conforme con las conflagraciones y frentes de batalla ya abiertos en el mundo, se suma esta situación de completa tensión en la región del indo–pacífico. Pero hubo un condicionante externo que encendió la mecha de una bomba que tiene fecha de explosión. Nancy Pelosi fue la encargada de recrudecer este conflicto. La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, decidió llevar adelante una gira diplomática por varios países asiáticos, que son considerados estratégicos y aliados por parte de Washington. Sin embargo, las suspicacias comenzaron cuando Pelosi y su entorno dieron a conocer la intención de visitar Taipéi, poniendo la mirada de Xi Jinping sobre esta particular gira de la política estadounidense en Asia.
Ahora bien, antes de proseguir con el disparador de Nancy Pelosi, es menester comprender que China y Taiwán tienen una gran disparidad política e ideológica. En principio, esto se remonta a fines de la Segunda Guerra Mundial, precisamente en 1945 y con la confirmación total de la separación de Taiwán de la China continental en 1949, en donde la Revolución maoísta tuvo su rol de preponderancia, en el cual Taiwán se abroqueló ideológicamente cerca de los valores y formas políticas occidentales.
Desde entonces, Taipéi siempre fue una obsesión para Pekín, en el marco de la reunificación de la China insular con la China continental, aunque fue la gran reforma de 1970, la que le dio la capacidad económica y armamentística a la República Popular de poder planificar, a largo plazo, la recuperación de Taiwán. De hecho, en el marco de la planificación territorial, Taiwán se encuentra como parte de China para antes de 2050, lo cual nos dice algo: Pekín va a invadir y conquistar a Taiwán en algún momento, solo que no se sabe cuándo, pero es un hecho.
Volviendo a la situación de conflictividad generada por la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, la respuesta de China fue abrumadoramente inmediata. Xi Jinping desplegó gran parte de su poderío militar en forma de ejercicios militares. Las acciones armamentísticas tuvieron condimentos que hacen pensar en una posible escalada del conflicto y con una planificación milimétrica. El régimen chino no claudicó a la hora de demostrar sus poderosos misiles, sus cazas y sus buques de guerra.
China es uno de los países con mayor despliegue militar, desde lo armamentístico hasta lo humano. A esto se le suma una constante violación del espacio aéreo y marítimo de Pekín sobre Taiwán, incluso durante la breve estadía de Nancy Pelosi en Taipéi. Un agregado que termina siendo materia de críticas, es que el poderoso ejército de Xi Jinping, llevó adelante sus ejercicios militares con fuego real, lo cual nos lleva al concepto de planificación milimétrica. Esto cobra sentido cuando se piensa en el ordenamiento, casi a rajatabla, de no tener margen de error por parte de los jefes de ejército y comandantes chinos, ya que un mínimo cálculo errado, podría provocar no solamente la destrucción casi masiva de alguna zona extranjera, con inocentes inclusive, sino ser el condicionante perfecto para un nuevo y enorme cataclismo mundial, expresado en una enorme guerra mundial. Ya lo dijo Xi Jinping, “si juegan con fuego, se van a terminar quemando”.
La otra arma china
Más allá de lo pura y exclusivamente militar, Pekín cuenta con un arma fulminante y que, inclusive, les preocupa mucho más a los países que están mirando de reojo este conflicto. En este sentido, China tiene la botonera de la economía mundial. ¿Qué significa esto? Básicamente, si Pekín decide dar un salto en la economía global o poner alguna piedra en el zapato del aparato productivo a nivel global, se puede provocar un freno a las finanzas y comercios internacionales. Este panorama sería verdaderamente desolador, ya que sería el empujón de declive económico de la globalización que impera en el mundo. A un mercado golpeado por la pandemia de COVID – 19, la Guerra en Ucrania, la crisis energética, sumarle un enfriamiento de la economía mundial por parte de China podría marcar el cambio en el paradigma o la matriz productiva de todo el globo.
Teniendo en cuenta esto, China ya aplicó sanciones económicas, mínimas a comparación del verdadero daño que le puede causar a Taiwán y a occidente. La medida primaria que tomó la mesa chica de Xi Jinping fue prohibir la exportación de arena, cítricos y pescados hacia Taiwán. Pareciera ser no tan sobresaliente esto, sin embargo, hay que leer entre líneas. La política internacional se mide, en gran parte, por el tráfico de influencia entre grandes potencias, y si hablamos de oriente, es China el gran estado hegemónico. Esto significa que, en un potencial enfrentamiento o posicionamiento de países en el conflicto China-Taiwán, gran parte estará bajo las filas de Pekín. De hecho, Emiratos Árabes, India y Rusia, se pronunciaron a favor de las decisiones del régimen chino. Esto justamente ocurre por la magna presencia económica de China en prácticamente todo el mundo.
El gigante rojo de Asia es el país con mayor presencia en la cadena productiva y comercial a nivel mundial, financiando deudas externas, posicionando productos en todos los mercados, e inclusive siendo acreedor de bonos de diversos países. Esa es la verdadera carta que tiene Xi Jinping, ya que, en un eventual conflicto directo, sería difícil que muchos países impartan sanciones, como si fue el caso contra Rusia, entendiendo que un simple estornudo de China, y la economía entera se desmorona. El as de espada lo tiene Pekín.
El tío Sam en Asia
Ante todo el panorama de dominio político, económico y militar de China, pareciera que no hay muchas explicaciones válidas para comprender la acción de Nancy Pelosi de provocar semejante desequilibrio geopolítico en el indo-pacífico. Sin embargo, la respuesta está en Washington. En noviembre de este año, Estados Unidos se juega las bancadas del Senado en elecciones, y una imagen positiva, es más que importante en este contexto. De esta forma, la gira de Nancy Pelosi por Asia, su cercanía a Taiwán y su provocación a China, no es otra cosa que simplemente la creación de una imagen de política exterior dura por parte de Estados Unidos. Esta se lleva adelante a partir del evidente fracaso y debilitamiento de la gestión Biden en materia internacional con el estallido de la Guerra en Ucrania, el retorno de los talibanes al poder en Afganistán y las constantes oleadas de migrantes centroamericanos que buscan ingresar a Estados Unidos. En este sentido, es explícita la necesidad de los demócratas de demostrar “valentía” a nivel internacional para mejorar su imagen y Nancy Pelosi lo llevó casi al extremo con su arriesgada visita a Taipéi. Por otro lado, no es novedad que los demócratas acarreen estos desequilibrios geopolíticos, de hecho, casi como en su génesis ideológica, está el hecho de posicionar a Estados Unidos como la gran potencia en el extranjero, respondiendo a las misivas del destino manifiesto. A esto se le suma la diferencia con los republicanos. Este partido siempre aboga por mantener un equilibrio en el interior de sus fronteras, con un fortalecimiento de las industrias nacionales, salvo el caso de Ronald Reagan.
World’s on fire
La motivación de un país enorme como Estados Unidos de mantener el poder de su clase política dirigente puede devenir en un desastroso escenario militar internacional. Jugar con China es jugar con fuego, y aquí ingresa también Latinoamérica. Esto se remite, no al panorama bélico, sino a las consecuencias económicas. Un enojo de Xi Jinping puede profundizar los males de la economía latinoamericana, más allá de los índices de pobreza y bajo ritmo de crecimiento y desarrollo económico. Si China encausa una guerra, gran parte de esos capitales que se encuentran distribuidos en la región, podrían concentrarse en Pekín, y con eso desfinanciamiento de una gran cantidad de industrias y obras en América Latina, que, dicho sea de paso, es un escenario interesante a nivel comercial para China.
Por otra parte, un conflicto también derivaría en poner todos sus esfuerzos económicos dentro de su frontera, y a colación de ello se podría generar un proceso de desabastecimiento en distintas zonas periféricas del globo, siendo que Pekín es uno de los grandes exportadores de productos de industria liviana e industria pesada. Más allá de la cuestión meramente bélica y de lo que sucede en otras latitudes del globo, hoy el mundo entero espera que Biden no enfade a Xi Jinping, y detrás de él lleguen represalias que paguemos todos.