De izquierda a derecha: Ernesto y su hijo Pablo Klingbeil; Juan Imhoff, Valois S.A., Pepe Stepaniuk (JS), Jorge Coulter (IRAM-Regional Litoral), Alberto Ré, Christian Domínguez (gerente producción Piporé), Yamila Imhoff y Antonio Kazimirov (ANRA SRL).

La yerba redobla su apuesta por la calidad: Mate Rojo, Piporé y Buen Día se suman a Rosamonte y certifican inocuidad en secaderos

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La industria de la yerba mate sigue avanzando con su profunda transformación silenciosa, de ser productora de un commodity que no se diferenciaba mucho entre una marca y otra, a elaborar un producto que incorpora cada vez más calidad. El mercado está demostrando que premia aspectos como el sabor, el estacionamiento, la mezcla y el cuidado en la elaboración. Así se gana cuota de mercado y se puede cobrar más por el producto.
En el día de hoy se dio un nuevo paso en ese sentido con seis secaderos medianos y pequeños que obtuvieron su certificado IRAM, que acredita que cumplen con las llamadas Buenas Prácticas de Manufactura (BPM). Estos seis secaderos se suman a Rosamonte y son los 7 primeros que alcanzan esta acreditación dentro de un programa que lanzó el INYM en 2015.
Los secaderos de las yerbateras Piporé, Mate Rojo (J.S. S.A.), Buen Día (Imhof SRL) y Jardinera (de la firma Valois SACIFIA, que también es fuerte en fécula de mandioca) recibieron este certificado esta mañana en un acto que se realizó en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNAM.
También recibieron certificados los secaderos de Ernesto Klingbeil y Anra SRL. Esta última firma, propiedad de Antonio Kazimirow, acaba de lanzar su marca de yerba “Encanto” que se está comercializando en Córdoba y Santa Fe.
Las BPM son normas estrictas por las cuales, los secaderos deben cumplimentar con una serie de procedimientos productivos que garantizan la inocuidad de los alimentos. Es decir, que se cumplen ciertas normas de orden y limpieza en la manipulación de la materia prima.
Por ejemplo, se revisa y se modifican -de ser necesario- la forma de recibir la hoja verde, el lugar donde se almacena antes y después de la secanza, etc.
“Es muy exigente, se controlan los cerramientos, se pide a veces que coloquen mallas mosquiteras o entoscar accesos a la planta que son terrados”, dijo a Economis, Cecilia Rodríguez, auditora de IRAM y la profesional que acompañó a las empresas en la tarea de evaluación y certificación.
Como muestra de la exigencia del proceso, cabe mencionar que algunas firmas que participaron del programa de capacitación impulsado por el INYM decidieron, por ahora, no ir por la certificación. Son las empresas Unizony (Campo Grande), Agro Moreno SRL y Secadero Colonial. Incluso Imhof y Piporé certificaron solo uno de los dos secaderos con los que cuenta cada una de estas yerbateras. En el proceso, bajaron una de sus instalaciones del programa final.
En cambio, Rosamonte, que fue la primera en obtener la acreditación bajo este programa del INYM, decidió desde el arranque certificar su instalación de Apóstoles y dejó para el año que viene a su secadero de Concepción de la Sierra. Otra muestra más de la exigencia que implica el proceso.
Cabe aclarar que por afuera del programa impulsado por el INYM, las yerbateras Las Marías  y Romance (Gerula), ya cuentan con certificación IRAM en BPM en sus secaderos. En tanto, Amanda (La Cachuera) tiene la IRAM en BPM para su molino y el año que viene buscará certificar sus cuatro secaderos bajo el programa del INYM.
El mercado paga más por la calidad
“Si queremos cobrar más por la yerba, cobrar más por nuestro producto y ganar mercados, tenemos que apostar a la calidad”, dijo Alberto Re, el titular del INYM.
“Es muy lindo ver como a través del proceso de certificación, va cambiando la mentalidad sobre la forma de hacer las cosas, se puede mejorar mucho”, dijo Pepe Stepaniuk, cara visible de Mate Rojo (JS S.A.) cuando recibió su diploma.
Una parte del proceso es documental. Hay que tener registrados, documentados y acreditados los distintos pasos en el proceso de secado de la yerba. Esto, para una industria donde la repetición de las tradiciones es fuerte y los conocimientos se transmiten de generación en generación, implica todo un cambio profundo.
“Es una cuestión de superación, mi padre me decía ‘hasta acá’, pero hay un cambio generacional y nosotros superamos expectativas que antes ni siquiera teníamos”, dijo Pablo Klingbeil, de la zona de Oberá cuando fue a recibir el diploma, ante la atenta mirada de su padre, Ernesto.
El INYM impulsa la transformación de la industria
El organismo yerbatero es el gran impulsor de esta iniciativa por la cual, cada vez más secaderos, certifican las BPM. El INYM provee de capacitación a las empresas y luego IRAM realiza la evaluación a través de una auditora externa. Si pasan la evaluación y cumplen las exigencias de inocuidad, obtienen la certificación.
Certificar implica modificar procedimientos, incorporar ciertos recursos. A veces se puede realizar con lo que ya tiene un secadero y sólo se trata de reordenar todo. Pero a veces, implica invertir para mejorar las instalaciones.  “Es una inversión que tiene un retorno, porque el mercado hoy pide calidad”, dijo Ré.
A Rosamonte le llevó nueve meses alcanzar la certificación. “La limpieza en toda la instalación, todo lo que tenga que ver con el cuidado del producto, lo cual implica una inversión de la empresa para modificar lo que sea necesario y capacitaciones con el personal para lograr ese resultado, fueron necesarias”, dijo José Maria Zanek, encargado de producción de Rosamonte, en una publicación del INYM.
Otras empresas que ya se anotaron para el próximo programa de capacitación de BPM del INYM son Colonia Yapeyú, Cooperativa de Productores y Te de Guaraní, Yerba Mate Kraus, Cooperativa Yerbatera Dos de Mayo (Picada Indumar), Cooperativa Agrícola Mixta Montecarlo (Aguantadora), San Miguel S.A., Empresa Fontana S.A., Empresa EMPRO, Anibal Mondini, Don Leandro SRL y nada más y nada menos que Cooperativa Liebig.
Liebig, elaboradora de Playadito, es la yerbatera que está liderando este cambio de la industria hacia la calidad. El mercado le respondió en los últimos años como a ninguna otra. Desde hace tres años, Playadito se consolida como la segunda yerbatera del país, detrás de Las Marías (Taragüí) y se transformó en un factor muy influyente en esta industria. Un negocio donde la última palabra, igual, siempre la tiene el consumidor.


 
 

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