Escenario económico 2017: ¿dónde estamos y qué podemos esperar?

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• El difícil panorama de recesión con aceleración que dominó la primera parte de 2016 comenzó a revertirse poco antes de fin del año pasado. La inflación, que había llegado a 4 % mensual, perforó el umbral del 2 % en forma consistente, mientras que algunos indicadores de consumo, de crédito y de empleo comenzaron a entrar en terreno positivo. La recesión parece haber llegado a su fin tras cinco trimestres consecutivos de caída del nivel de actividad

• Para 2017 se espera una recuperación del consumo, pero con una intensidad menor a la de los rebotes registrados en ciclos pasados. En parte, esto se debe a que el gobierno apunta a salir del esquema cortoplacista anterior, buscando consolidar objetivos de mediano y largo plazo claves para el despegue de inversiones, empleo y exportaciones. Así, junto a la expansión del gasto en políticas sociales, jubilaciones y obra pública, se ratifica la política anti-inflacionaria del Banco Central, con un sendero de desinflación muy ambicioso, dado el punto de partida

• Se espera que todavía resulte acotada la incidencia de la inversión y de las exportaciones en la recuperación de 2017. Factores externos e internos afectan el dinamismo de estas variables. Si bien la economía mundial y Brasil están en condiciones de repuntar en relación a los guarismos de 2016, la mayor incertidumbre política afecta la toma decisiones.

En lo interno, la subsistencia de problemas de competitividad y alguna incertidumbre sobre la evolución de las cuentas fiscales (nación y provincias) también tienen su influencia El año pasado la economía nacional se contrajo por cuarta vez en los últimos 8 años llevando al PBI en términos absolutos al nivel de 2010, y en términos per cápita, al de 2008. A su vez, el nivel de inflación volvió a acelerarse fuertemente y alcanzó el 4to. lugar entre las economías con mayor inflación según los datos que monitorea regularmente el FMI en 190 países.

 

El 2016 para Argentina representó el fin de ciclo de un gobierno populista1 de casi 13 años. El cambio en las políticas económicas logró evitar que la economía colapsara como los clásicos ciclos populistas vividos en la región tanto en el pasado como en los últimos años.

 

De esta forma, 2016 resultó un año difícil y de transición donde el nuevo gobierno debía empezar a “mejorar” el contexto económico y afrontar reformas estructurales que dinamizaran el proceso de inversión, de forma tal de que la economía pudiera comenzar un nuevo sendero de crecimiento sostenido luego de muchos años de retroceso.

 

La “mejora” del contexto económico incluyó importantes medidas como la eliminación del cepo cambiario, de los controles de precios y movimientos de capitales así como también de la mayoría de los impuestos a las exportaciones. Por otro lado, las autoridades regularizaron la relación con los “holdouts”, comenzaron a recomponer los desfasajes en las tarifas de los servicios públicos, implementaron una política monetaria con objetivos anti-inflacionarios, reconstruyeron las estadísticas públicas (Indec) y restablecieron el diálogo con los organismos financieros internacionales (FMI).

 

En economía nada es gratis y esta “mejora” del contexto económico tampoco lo fue. El reacomodamiento de precios relativos aceleró fuertemente la inflación y redujo el poder adquisitivo tanto de la masa salarial como de los créditos. Este fuerte ajuste se tradujo en una importante caída en la confianza de los consumidores y en una retracción en la mayoría de los indicadores de consumo.

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Por otro lado, el débil contexto externo (histórica recesión en Brasil, desaceleración en el crecimiento de Estados Unidos y leve caída en los precios internacionales) obstaculizó el repunte de las exportaciones (crecieron solamente un 1%) a pesar de una mejora en el tipo de cambio (neto de inflación – Tipo de Cambio Real).

 

Con respecto a las reformas estructurales, el gobierno avanzó muy poco en 2016. Los principales problemas estructurales están relacionados con la presión impositiva, las regulaciones en el mercado laboral, el grado de apertura comercial, la falta de infraestructura, las trabas administrativas que complican el Clima de Negocios y el eterno problema del desbalance de las cuentas públicas. En la mayoría de estos problemas, no se registraron avances significativos. • En materia impositiva, si bien el gobierno redujo un poco la presión impositiva (retenciones a las exportaciones y la reciente reforma en el impuesto a las ganancias), la misma se mantiene en niveles récords en términos históricos con algunos impuestos altamente distorsivos y, pasado un poco más de año de gestión, aún no se ha presentado un plan concreto de reforma integral. • Tampoco han habido avances concretos en materia de Infraestructura, Apertura Comercial y cambio en las regulaciones del mercado laboral (a pesar del elevado nivel de informalidad – 34%). • Con respecto a la Facilidad para realizar negocios, en el indicador global que mide el Banco Mundial (www.doingbusiness), la Argentina avanzó solamente 2 lugares, encontrándose actualmente en el puesto 116 (de un total de 190 economías) pero con un retroceso en 7 de los 10 trámites analizados regularmente por el citado organismo internacional2 . • Por último, en el eterno problema del desbalance de las cuentas públicas, el gobierno también avanzó muy poco en 2016. Según mediciones oficiales, el déficit primario (sin intereses) habría bajado de 5.3% del PBI en 2015 a 4.6%. Pero dicha caída se explica básicamente por el efecto inflación (eleva el PBI nominal) ya que el nivel de gasto público, volvió a crecer a un ritmo más alto que los ingresos públicos en 2016. El lento avance en las reformas estructurales, si bien permitió una caída en la prima de riesgo país, se reflejó en un muy pequeño aumento en los niveles de inversión que terminaron muy por debajo de los requeridos para un crecimiento económico sostenible en el mediano plazo (las tasas de inversión de las economías con procesos de alto crecimiento sostenido prácticamente duplican a las que actualmente presenta Argentina).

 

La economía en 2017

El difícil panorama de recesión con aceleración de la inflación descripto para 2016 mejoró hacia fin del año. La inflación mensual se desaceleró desde casi un 4% mensual en el primer semestre al 1.8% mensual en el cuarto trimestre. Algunos indicadores de consumo comenzaron a recuperarse de la mano de una pequeña mejoría en el poder adquisitivo de los salarios, de los préstamos personales, de la confianza de los consumidores y del empleo privado. De esta forma, la economía como un todo también mostró una pequeña recuperación en el cuarto trimestre y volvió a expandirse (respecto del período anterior) luego de 5 trimestres consecutivos de caída.

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De esta forma, a pesar que 2016 fue un año recesivo con fuerte aceleración de la inflación, el 2017 comenzó con una incipiente recuperación de la economía y con una inflación cercana a la mitad de la registrada en el año anterior. Respecto a la actividad económica para 2017, una de las mejoras esperadas estaría basada en el consumo fruto de una recuperación en los ingresos de buena parte de la población (poder adquisitivo de las jubilaciones y de los salarios). El impulso de estos factores podría más que compensar las aún elevadas tasas de interés (política antiinflacionaria del Banco Central) y permitir que el consumo mejorase en 2017 pero con menor intensidad que los rebotes registrados en el pasado luego de los últimos episodios recesivos. En año eleccionario, el gasto público nacional probablemente continúe traccionando a favor de la actividad económica a través de los canales de la reparación histórica de jubilados y del plan de obras públicas. Las dudas aparecen por el lado de las inversiones y de las exportaciones. En el primero de los casos juegan en contra dos factores. Por un lado, a mediados del año pasado las autoridades económicas relajaron la meta de déficit fiscal prometida para el 2017 (de 3.3 puntos del PBI a 4.2 puntos) generando dudas sobre la dinámica de mediano plazo de este desequilibrio. Por otro lado, el escenario externo con la llegada de Trump no sólo ha aumentado el costo del financiamiento de las inversiones sino también ha generado incertidumbre sobre la profundidad de su política proteccionista. Todos estos factores debilitan el proceso de inversión en mercados emergentes incluido nuestro país. Con respecto a las exportaciones, hay factores a favor y otros en contra. En el primer grupo se encuentra que la economía de Brasil dejaría de caer en 2017 luego de dos años de fuertes contracciones. A este factor se sumaría un mayor dinamismo en el crecimiento de la economía de Estados Unidos (Trump está impulsando importantes obras de infraestructura y rebajas impositivas). Por el lado negativo, se encuentran los problemas de competitividad que comienzan a afectar a algunas economías regionales (encarecimiento de los costos internos), el riesgo del creciente proteccionismo en las economías más avanzadas (Estados Unidos y Europa) y el posible contagio negativo que puede tener el precio de las commodities como consecuencia del fortalecimiento internacional del dólar debido a la suba en las tasas de interés en Estados Unidos.

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