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Eterno resplandor de una Nación sin recuerdos

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El panorama previo al Día del Trabajador de este domingo se da en una situación particular, en algo que nos parece un deja vu, que ya vimos y que de hecho si ya vimos y vivimos.

La imagen es de un país que creció fuerte en 2021 recuperando casi en su totalidad la caída del 2020 provocada por el coronavirus y que sigue creciendo a pesar de una marcada desaceleración, en especial en la industria que cayó con respecto a febrero, aunque en un 3.6% arriba interanual. 

Si bien la reciente corrección al alza de las perspectivas de crecimiento por parte del FMI al 4%,  aunque podría ser más aún, el país aún no logra superar los estragos de la debacle del 2018. El PBI aún no recupera esos niveles y ni soñar con los del 2015. Este país recuerda más al periodo 2001-2003, pero al parecer no se toma nota de la experiencia pasada.

Variación trimestral de la serie desestacionalizada del PIB (porcentaje), 1er trimestre 2018 – 4to trimestre 2021

Fuente: elaboración propia en base al Indec

Este crecimiento reduce el desempleo, llegando a niveles bajos que inclusive hacia el 2019 habían tocado el 10 % en una situación prepandémica y que durante la misma subieron aún más. A no confundir el 7% de desempleo es una buena noticia en sí, pero al hilar más fino, el empleo que se creó es precario para ser elegante en los términos, mucho en negro y disimulado en el montributo cuando alcanza un nivel mayor de formalidad, pero no es el trabajo de calidad que se necesita y eso tiene un correlato en las remuneraciones que se perciben obviamente. Hay más empleo pero mal pago

Tasa de desocupación y evolución de los salarios reales promedio de los trabajadores registrados en el sector privado (porcentaje e índice IV trim.15=100),

IV trimestre 2015 – IV trimestre 2021

*Debido a la falta de información, la tasa de desocupación de 2015 corresponde al tercer trimestre del año.

Fuente: elaboración propia en base a INDEC

Con el dato del 6.7% de inflación del mes pasado y del 7% en alimentos y con perspectivas que no sea menor a 5% para este mes, se consolida la dinámica inflacionaria que se inició durante el 2019 y que llevó la inflación anual al 54%, la mayor en 40 años. En 2020, a fuerza de pandemia, bajó a un 36%- pero con la nueva normalidad volvió a sus niveles previos, aunque dado el dato de marzo podría superar esa marca con tranquilidad.

En este marco se dio el anuncio del Gobierno de un bono para jubilados, trabajadores informales y monotributistas de las categorías más bajas: por única vez de $18.000 y a pagar en dos veces, una especie de IFE remozado. Además se adelantaron las paritarias para tratar de compensar las pérdidas devenidas de la dinámica conocida en la Argentina… Los precios suben por ascensor y los salarios por escalera.

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Para muestra basta un botón: en Comercio -el sector más numeroso de la Argentina-, hasta la reapertura de paritarias el salario de bolsillo de un trabajador registrado en blanco era de $80.000 y la canasta para no caer en la pobreza es de $84.000 para una familia tipo. 

Algunos dentro de la coalición gobernante impulsaban la idea de una suma fija por decreto de forma tal de ubicar a los salarios en un escalón de dignidad  un poco mayor, pero esa reedición de medidas que encaró bajo el mandato del presidente Nestor Kirchner, el ministro Roberto Lavagna, fue descartada de plano por funcionarios del Ejecutivo sin dar muchas razones del porqué

Para financiarlo se mencionó la posibilidad de un [totalmente impreciso, como acostumbra a comunicar el Gobierno nacional],  impuesto a las ganancias extraordinarias, algo similar al windfall profit tax que aplicó Estados Unidos por los años 80 a sus compañías petroleras.

Si en este país las cosas se discutieran sin eslóganes vacíos y a medias verdades, sería interesante en el marco de una reforma tributaria estructural. Pero por algo se empieza, al menos es una fuente más genuina que emitir solamente para cubrir estos bonos que solo compensan temporalmente la pérdida adquisitiva de los salarios y que implican una inversión de $200.000 millones. Solo para que tomemos dimensión es casi el equivalente al presupuesto para el ejercicio 2022 de Misiones ($226.000 millones). 

Pero no todas son malas noticias. El crecimiento sí tuvo ganadores que, dadas las circunstancias y dependiendo del sector, podrían hacer mayores aportes a impulsar la economía mediante mejores salarios y mayores contribuciones. La cerrazón de “ni un impuesto más”, no solo suena a berrinche  sino que además es inconducente y falaz como se intenta instalar. En la Argentina la presión tributaria es menor que la de los ejemplos de siempre, como Uruguay o Brasil y muy menor que la de la OCDE. Además la estructura fiscal es profundamente regresiva: solo cinco impuestos representan el 90% de la recaudación impositiva nacional. Se trata del IVA, que explica el 37%; el Impuesto a las Ganancias que representa el 27%; el Impuesto a los débitos y créditos (8,5%); Combustibles (4%) y los recursos aduaneros (donde están los derechos de exportación e importación), que son el 15%. Es decir que en nuestro país al Estado los sostienen los trabajadores y las Pymes fundamentalmente.

Presión tributaria según datos de la OCDE recopilados por CEPA.

Participación de los asalariados y del excedente bruto de explotación del sector privado en el PBI en % 2016-2021

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Fuente: elaboración propia en base a INDEC

A modo de conclusión esta semana se cristalizó una vez más un clásico argentino, la puja distributiva que se expresa en cuatro variables fundamentales, crecimiento, inflación, salarios y desempleo. En mi humilde opinión y en base a los datos que en esta profesión son sagrados -y que siempre encontrarán en mi esa honestidad queridos lectores-, los trabajadores han puesto de más para salir adelante. Nunca en la historia desde que se tiene registro, los trabajadores perdieron poder adquisitivo durante cuatro años consecutivos en la Argentina, y como muestran los gráficos, han perdido en el reparto del crecimiento en forma escandalosa.Es hora que las cosas vuelvan a un reparto equitativo en donde los empresarios ganen una renta adecuada al riesgo y sus capacidades de organizar eficientemente la producción y  que los trabajadores obtengan por su esfuerzo la remuneración que les permita vivir con dignidad a ellos y sus familias. Para menguar estos desequilibrios creamos como sociedad civilizada al Estado, que no puede ni debe mirar para otro lado, debe tomar nota y reaccionar con soluciones de fondo y no parches que no son más que pan para hoy y hambre para mañana.

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