Europa, entre la guerra y Navidad

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El occidente del viejo continente es el lugar que más ha padecido las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania, luego del país beligerante. La navidad se aproxima y es lógico que para los europeos se viva de manera especial, quizás sin antecedentes similares desde la Segunda Guerra Mundial. 

Este conflicto bélico está causando estragos en Ucrania, pero indudablemente, el resto de Europa es presa fácil para el desbalance económico gestado desde las sanciones rusas y desde la brutalidad de los mercados. Esta navidad es especial. De por sí, es una fecha en donde el consumo se apodera de la práctica humana, sin embargo, este 2022 está signado por la precariedad económica. El nivel de vida bajó en Europa, sobre todo por la crisis económica y energética, fenómenos que se desprenden de la guerra en Ucrania. En términos de derroteros históricos, el euro tocó su piso mínimo en 20 años, a través de los vaivenes del mercado, pero también por la suba de las tasas de interés de la Reserva Federal. Un “súper dólar” presente en la economía global, postergó y dejó en un segundo plano al euro. 

Por otro lado, los precios comenzaron a crecer, como respuesta a la especulación de los mercados a través de un mecanismo de reacción por la incertidumbre generada por el contexto bélico entre Ucrania y Rusia. Este corrimiento de los valores de productos y servicios, como en cualquier lado del mundo, afecta principalmente a los sectores más vulnerables, provocando una brecha aún más dispar entre ricos y pobres. Países como Alemania, España y Francia, plantean distintos panoramas sobre como solventar a una sociedad hastiada y con cierto revanchismo en las calles. En principio, medidas en común que tomó el viejo continente es una presencia más fuerte del Estado en la economía, con una intervención paulatina, los bonos a los sectores mas golpeados, los cheques de desempleo y los subsidios, comienzan a aflorar entre el vocablo europeo. Sin embargo, las respuestas son inmediatas. Reino Unido se encuentra presenciando una de las huelgas más grandes en los últimos años, a raíz de la inflación más alta en más de cuatro décadas. Se conjugaron los ferroviarios y el sistema de salud, representado por las enfermeras, los paramédicos y las ambulancias. Su petición es la misma que gran parte de la clase media europea: aumentos de sueldo. Está claro que es un caldo de cultivo que puede derivar en problemas más grandes. 

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Uno de los desafíos más importantes de los líderes europeos es la crisis energética. El denominador común son las sanciones y los bloqueos a Rusia. El país de Vladimir Putin es uno de los abastecedores más grandes e importantes de este continente, y ante el rechazo a la comercialización con el Kremlin, los precios suben y es lógico que Moscú busque otros mercados. Esta guerra en Ucrania se trasladó a una guerra económica con Europa. Por un lado, la UE enarboló una serie de sanciones, económicas por sobre todas las cosas. El G7 y la OTAN hizo lo propio. Putin responde cortando los gasoductos, limitando su envío o subiendo los precios y obligando a pagar en rublos, y más allá de todas las “multas” que Bruselas aplique, la economía rusa pareciera no inmutarse. Asimismo, Estados Unidos, quién debería ser el guardián del viejo continente, no toma mayores medidas y se mantiene en un semi – aislacionismo, en donde, desde lo diplomático apoya a Europa, pero desde lo económico no parece ser lo suficientemente contundente para mantener en pie al modelo europeísta. Por lo pronto, la primera impresión es que es Europa, el rehén de esta guerra, en donde Kiev sufre los bombardeos y el resto del continente padece una economía deteriorada. 

Los grandes líderes europeos deben salir a buscar mercados alternativos para poder mantener en pie a su sociedad, y en época navideña, las emociones se quedan a flor de piel. Es justamente que estas fiestas, los europeos las pasarán a oscuras, no por intentar ayudar a la protección del medioambiente, sino porque necesitan ahorrar. Países como Francia tienen cortes de energía programados para no agotar el suministro, y en Italia ya se ha planteado, a nivel municipios, que no encenderán luces en las decoraciones navideñas. Estas medidas, lejos de lo romántico que puede resultar, propinan un golpe directo a las familias menos pudientes, pero también al ego europeo. Esa sociedad que siempre se propuso ser el ejemplo mundial, hoy se encuentra en vilo y “arañando” para llegar a fin de mes. Papá Noel tendrá que tener cuidado con no tirar las velas en las casas europeas. 

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Otro tema, no menos importante, es el humor social. No tener luz, tener que afrontar un invierno crudo, no poder tener una navidad en las mejores condiciones y, además, afrontar la incertidumbre de un futuro incierto. Este es el caldo de cultivo ideal para las manifestaciones, las huelgas, los paros y las marchas. Todo eso está presente en distintos rubros y en distintos países, pero hay algo más peligroso detrás de eso. Si la clase política europea no encuentra una salida, puede generarse el escenario propicio para los nacionalismos y los movimientos extremistas. Sociedades sensibles buscan respuestas fáciles y demagógicas, y es algo de lo que la extrema derecha sabe en Europa. A tal punto, que una persona pro – fascista como Giorgia Meloni, llegó al poder en Italia. Esta persona, que es la primera ministra italiana, reivindica a Benito Mussolini, nada más ni nada menos. El modelo político europeo, la socialdemocracia, la democracia liberal y el parlamentarismo europeísta se encuentran en tela de juicio, y si los líderes políticos no toman medidas urgentes, el revanchismo político puede apropiarse del sentir popular. 

Una navidad complicada para Europa, con un “Santa Claus” austero y con un único deseo: volver al predominio económico continental. Ante esto, pareciera ser que Rusia y Estados Unidos ofician de ser el “Grinch”, y lastimosamente, Ucrania termina siendo un simple duende en el eslabón de la cadena de producción de los regalos.

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