Exclusivo: Empresas yerbateras arrastran una deuda de $2.160 millones por la política de “mate barato” en la época de Moreno
Los números son elocuentes. Las 18 principales empresas yerbateras del país -en su mayoría firmas familiares y cooperativas misioneras y correntinas-, arrastran un pesado endeudamiento con los principales bancos que ascendía a $2.161 millones a noviembre pasado.
Este endeudamiento, combinado con la política de tasas de interés altas que promueve el Banco Central, obliga a las yerbateras a pagar un 30 o 35% de intereses anuales en promedio. El dato es contundente: implica entre $650 y $750 millones al año que pasan de la industria yerbatera a los bancos. Es decir, por ese “agujero” se escurren casi todas las ganancias de las empresas.
Economis elaboró un ranking con las principales firmas yerbateras endeudadas. Las Marías, líder del mercado, debe 1.000 millones a los bancos. En tanto Rosamonte, históricamente la segunda (cerró el 2017 como la tercera) tiene un pasivo de casi $600 millones.
No es casualidad que las más grandes sean las más endeudadas. El origen de este pasivo fue la política de yerba mate barata en las góndolas de Buenos Aires, que impuso el secretario de Comercio, Guillermo Moreno y que obligó a los principales jugadores a abastecer los supermercados de grandes centros urbanos sin poder pasar a los precios finales la gran suba de costos producto de una inflación que se aceleró desde 2010.
Incluso el entonces gobernador, Maurice Closs, sostuvo una recordada disputa en marzo del 2012 con el poderoso funcionario “K” por este tema. Aunque entonces -como casi siempre-, la necesidad política de tener yerba barata en el Conurbano bonaerense (y otros lugares) pesó más que las necesidades de una economía regional como la misionera.
En cambio, Cooperativa Liebig, que desde hace dos años es la número 2 del mercado, no sufrió tanto porque cuando comenzó esta política de paquete de yerba casi-congelado, la productora de Playadito no tenía una posición tan dominante como Las Marías (Taragüí) o Rosamonte. Su pasivo con las entidades financieras alcanza los $89,5 millones.
El resto de las yerbateras también carga con una deuda significativa, aunque en ningún caso supera los 100 millones. La Cachuera (Amanda) y Gerula (Romance), ambas de Apóstoles, deben $77 y $43 millones, respectivamente.
El endeudamiento, además, pegó un salto fuerte cuando en diciembre de 2016 -días después de la asunción de Mauricio Macri- se decidió la salida del cepo cambiario, el dólar pegó un salto y las tasas de interés también se elevaron. Las tasas de las Lebac -hoy en 27,5 por ciento- llegaron a estar en 60% anual en los comienzos de la gestión de Federico Sturzenegger en el BCRA.
El titular del Central sostiene que con tasas de interés altas se puede combatir la inflación -una estrategia polémica y de resultados no del todo probados- pero lo cierto es que también ahoga a empresas como las yerbateras, que deben repagar esa deuda, a menudo tomando más deuda. De la misma manera que hace el Estado nacional o las provincias.
Entonces el círculo vicioso vuelve a empezar y la deuda se patea para adelante y sigue generando una carga que se “come” los beneficios.
¿Quién es el perjudicado?
En plena discusión de precios en el INYM, donde los productores necesitan una actualización del precio de la materia prima, lo más probable es que la industria conteste a las demandas con números como estos, argumentando que tampoco está “para tirar manteca al techo”.
¿Quién tiene la razón? Todo parece indicar que las dos partes, los dos tienen argumentos atendibles. Los productores (y los tareferos) son los más postergados de la cadena yerbatera.
Pero la industria también sufre las consecuencias de poner la yerba en las góndolas a precios baratos en Buenos Aires y los grandes centros de consumo.
Ahora ya no está Guillermo Moreno, pero una “guerra de precios” impulsada por Molinos -apuntan en la industria- por recuperar cuota de mercado y a la que tuvieron que plegarse los grandes jugadores, está impidiendo a las yerbateras actualizar el valor del paquete de yerba mate y recuperar parte de la rentabilidad resignada en todos estos años.
La realidad parece indicar que la verdadera puja no debería ser productores-industria, sino que toda la cadena yerbatera debería organizarse para actualizar de una buena vez el precio del paquete de yerba. Sino, la perjudicada es la zona productora y las industrias, que como se dijo están casi todas en Misiones y Corrientes.
“Dejamos de recibir en Misiones una renta equivalente hoy a 1.000 millones al año”, dijo a Economis, el directivo de una de las firmas más grandes del mercado.
En Argentina todo está caro. Comprar un pedacito de queso en el supermercado puede llegar con facilidad $100. Hacer una ensalada de frutas, implica dejar no menos de $150 en cualquier verdulería de barrio. La carne ahora se abarató, pero en el primer año de Macri en el Gobierno, era casi un lujo comer un buen asado. Pero nunca nadie sintió que tomar un mate era caro.
Proveer el principal producto de consumo masivo a un precio barato en un país donde todo lo demás es costoso parece una política cada vez más dificil de sostener. Y la carga principal la termina pagando Misiones y Corrientes. Tareferos, productores, sí, pero también las empresas, que son el motor para agregar valor y generar puestos de trabajo en este sector.