Francisco: pontífice, político y argentino

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El frágil estado de salud del sumo pontífice lleva a hacer memoria y nostalgia, al mismo tiempo. Es imposible no ver la incertidumbre y hasta la tristeza de sus fieles, quienes con la esperanza de quien solo tiene fé, oran y desean una pronta recuperación para la figura más trascendental de la iglesia católica. Sin embargo, más allá de la evidente importancia religiosa de su figura, el papa Francisco demostró un compromiso y un cambio solemne a la hora de la dirección de uno de los estados más particulares del mundo, como lo es El Vaticano. Hasta allí llegó su tendencia y la “mano de Dios”.

De Jorge a Francisco

Nacido el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Jorge Bergoglio, tuvo un amplio recorrido que le valió ocupar el cargo de máximo representante de la Iglesia católica. Desde ser técnico químico hasta profesor de literatura y psicología, su vida siempre estuvo marcada por la valía y el cuidado de aquel que menos tiene. Desde sus inicios en la religión mostró una preferencia hacia el abordaje meramente social de su accionar en la comunidad. De ser obispo, arzobispo y cardenal, su tiempo llegó como papa, marcando un precedente nunca antes visto.

Adoptó el nombre de Francisco en conmemoración al santo de Asís, siendo el primer sumo pontífice de origen jesuita, americano, del hemisferio sur y el primero no europeo desde el año 741, tras la figura de Gregorio III (era sirio). Esa “desfachatez” tantas veces achacada a su figura, en conjunto con una visión más real o cercana al pueblo de su ser, le valió una especial atención y admiración por aquellos que veían más allá de la doctrina religiosa, comprendiendo su impacto político en su cargo.

Entiéndase, la política es toda aquella acción del hombre que impacta en la polis (ciudad – estado), más no referirnos aquí a la política partidaria. Es así que Francisco se convirtió en un eje transformador del entendimiento del rol del hombre en un nuevo paradigma internacional. Curiosamente, su papado, hasta el día de la fecha, atravesó una serie de eventos mundiales que llevaron a un clima de época cambiante que deriva en lo que denominamos “desglobalización”. Ese mundo híper conectado bajo la tutela dominante de Estados Unidos desde la década de los 90’s tras la caída de la Unión Soviética, llegó a un quebrantamiento lógico pero paulatino, en donde el reordenamiento mundial camina hacia otro lado: multipolaridad. Hoy no existe una hegemonía total y la regionalización del poder es evidente, con un marcado ascenso de los nacionalismos, con todos los matices y las particularidades que puedan llegar a caber en el amplio universo geopolítico. En medio de ellos, un hombre: Francisco.

Argentino hasta la médula, gran consumidor de mate, amante de los alfajores y un oyente asiduo del tango, algunas de las características humanas que sobresalen cuando era Jorge y no aún Francisco, aunque jamás dejó esto de lado en su rol como sumo pontífice. Como buen argentino, también es futbolero, y vaya las paradojas de la vida que el destino lo hizo a San Lorenzo como el club de sus amores. Casi como un guiño de Dios, el “santo” de Boedo consiguió su única Copa Libertadores un año después de la asunción de Francisco. En paralelo, como un agregado, el papa había mostrado interés en visitar la provincia de Misiones y recorrer el complejo jesuítico – guaraní de San Ignacio, en el marco de su gira por Argentina, lógicamente pospuesto por su frágil estado de salud.

Un papa político

Francisco fue tildado en innumerables ocasiones de peronista, “zurdo”, montonero y muchas otras cuestiones relacionadas a ideologías políticas por su preferencia hacia los pobres. Casi en un juego perverso de la mera “rosca” comunicativa, la figura del papa fue acercada a estos parámetros ideológicos previamente contados, y no los juzgo a quienes compran un relato así, ya que aparentemente hay algunas cosas en común entre el pensamiento de Francisco y la doctrina de Perón. Este último era profundamente católico y parte de la conjunción del entramado ideológico de ese peronismo de génesis era el hecho de basarse en la teología cristiana. La famosa doctrina social de la iglesia tuvo un peso enorme para cierta aplicabilidad fáctica en el peronismo (luego desvirtuado tras muchos experimentos electorales) y Francisco ve en ello una respuesta importante. Y no, no es que el papa sea peronista porque de hecho hay sobradas fuentes que demuestran que nunca militó en absoluto, sino que en la doctrina social de la iglesia hay puntos en común, casi como universalismos a la hora de cuidar a quien está al lado.

Otro tópico es la teología del pueblo, a la cual se acerca y mucho la visión de Francisco. Aquella nacida a finales de la década de los 60’s y que tuvo un fuerte impacto en Latinoamérica. No centrada en la lucha de clases como  la teología de la liberación sino en la opción preferencial por los pobres en la composición total de un pueblo que responda al bienestar común. Es imposible no encontrar más de una lectura similar al desarrollo histórico argentino en este apartado.

Por otro lado, ciertas acciones de Francisco ya demostraron una vida basada en la aplicación práctica de dicha filosofía. Algunos gestos de sencillez se vieron en su decisión de vivir en la Casa de Santa Marta, más no en el Palacio Apostólico Vaticano. Aunque su gran desafío fueron las iniciativas de cambios en la curia romana, buscando arribar a una mayor transparencia de las finanzas vaticanas y su impacto en la vida diaria de la denominada misión evangelizadora, la simplificación de la burocracia y la mayor humanización dentro de la propia iglesia desde sus escaños de poder más elevados. Esto sumado a la lucha contra la pedofilia, los abusos y la crisis migratoria. Sumado a ello, la homosexualidad y el aborto, este último inclusive siendo uno de los temas que mayor auge tuvo en los últimos años hasta la sanción de la ley del IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo) en Argentina.

“Levántense y hagan lío” dijo alguna vez Francisco antes miles y miles de jóvenes, una frase que tal vez reflejaba lo que él estaba haciendo en la propia iglesia. Tal vez no cambiando una doctrina pero si modificando las formas y marcando un precedente importante dentro de la religión y la propia política.

Hoy, el mundo está expectante por su salud, pero no quedan dudas de su trabajo, aún con todas las críticas que le puedan valer, su obra está, y aunque tal vez nunca regrese al país, sin lugar a dudas, la “mano de Dios” vuelve a ser argentina.

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