Jóvenes argentinos que rompen barreras en el mercado laboral

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Por Florencia Tuchin / Otra Economía – Cuando Celeste Bayo Quintana, de 22 años, egresó de la escuela secundaria, sabía que quería capacitarse para formar y acompañar a la primera infancia. Desde entonces, realiza tareas de cuidado de niñas y niños en distintos hogares, un empleo que, en la mayoría de los casos, es registrado. Inspirada por su familia docente, en 2020 comenzó a cursar en el profesorado inicial de forma virtual. Sin embargo, la pandemia de Covid-19 la llevó a posponer momentáneamente sus estudios y, al año siguiente, aceleró su ingreso al mercado laboral.

Hace tres años trabaja de manera registrada cuidando a una niña y estudia Estimulación Temprana porque, a partir de su experiencia laboral, confirmó que su pasión es acompañar a las infancias en su crecimiento y desarrollo. Paralelamente, mantiene otros empleos donde cuida a dos niños y es animadora de fiestas infantiles, aunque en estos empleos no está registrada. Esta diferencia le da una perspectiva clara sobre la formalidad: “En el trabajo en el que estoy registrada, cobro mensualmente el sueldo, aguinaldo, vacaciones, si hay algún tipo de plus o de aumento por el sindicato también lo cobro, siempre por transferencia”, señala. Además, añade: “Tener vacaciones, obra social, la jubilación es sumamente importante. Yo ya estoy aportando desde mis 21 años, eso es un montón”.

Para Celeste, trabajar no solo le permite construir su independencia económica para llevar adelante proyectos propios como mudarse sola, sino que también le ofrece un espacio donde crear, despejar su mente, aprender y vincularse con otras personas. La joven proyecta seguir estudiando y creciendo en el ámbito laboral de su rubro, y destaca la importancia de los derechos laborales que le brinda su trabajo registrado: “Tiene toda esa parte beneficiosa para una persona joven que también necesita días de estudio, días de examen… soy súper afortunada porque no a todas las personas les pasa, y menos siendo joven”. Aún recuerda el momento en que tuvo que completar por primera vez los trámites para ser registrada como trabajadora formal en tareas de cuidado. “Con 20 años nunca me habían registrado. Tanto mi empleadora como yo desconocíamos el procedimiento, así que tuvimos que informarnos. Mi jefa se instruyó para poder explicarme, aprendí un montón de cosas y ella también”, comenta.

En Argentina, a pesar de una leve mejora en 2023, la tasa de desempleo juvenil alcanza actualmente el 20 %. Esta población enfrenta más dificultades para acceder a un empleo formal: durante el primer trimestre de 2024, la tasa de informalidad juvenil fue del 60 %, en comparación con el 42,2 % de las personas adultas, según datos del INDEC. Además, la brecha muestra factores de género: en el mismo período, la tasa de ocupación de mujeres jóvenes fue del 36,2 %, frente al 47,9 % de sus pares varones.

“El mundo del trabajo está en constante cambio, y el dinamismo y la innovación de las personas jóvenes son fundamentales para construir un futuro laboral sostenible”, explica Sara Luna Camacho, directora de la Oficina de País de la OIT Argentina. “Las innovaciones de la revolución digital, las reconfiguraciones de la organización del trabajo y las situaciones heterogéneas en el mundo laboral abren interrogantes sobre la creación de empleo juvenil seguro, las transiciones de la escuela al trabajo, de la informalidad hacia la formalidad y la extensión de derechos fundamentales de trabajo”, reflexiona.

Agustina Vinciguerra, de 23 años, ya cuenta con experiencia laboral en su profesión. Solo le falta la tesis para terminar la Licenciatura en Producción de Videojuegos y Entretenimiento Digital en la Universidad Nacional de Rafaela (UNRaf) en Santa Fe, y ya se recibió de Técnica Universitaria en Desarrollo de Videojuegos y Narrativa Interactiva. Agustina migró desde Santa Fe Capital a Rafaela para estudiar lo que siempre le apasionó: el código o “esqueleto” de videojuegos como los hiperrealistas “Beyond Two Souls”, “Until Dawn” y “Horizon Zero Dawn”. Descubrió la carrera en esa ciudad y apostó por la educación local y pública para trabajar tanto a nivel nacional como internacional. Aunque gran parte de su trabajo es para el exterior, ella quiere vivir y desarrollarse en Argentina.

La joven técnica, especializada en el lenguaje de programación C Sharp, profundiza los conocimientos adquiridos en su carrera universitaria y trabaja de manera autónoma, a la vanguardia de las nuevas formas de empleo entre jóvenes, generando conexiones a través de plataformas donde ofrece sus servicios en el sector de videojuegos y programación. Su puerta de entrada al mundo laboral formal fue un proyecto de la UNRaf, donde participó en varios proyectos en el Laboratorio de Experiencia de Usuario, ahora llamado de Entretenimiento Digital. Actualmente, presta sus servicios de manera independiente para un desarrollador de videojuegos en Chile y, paralelamente, desarrolla un proyecto personal junto a un amigo que está a punto de ser aprobado en Estados Unidos. En Argentina, trabaja de manera registrada como monotributista para la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), donde da clases virtuales de animación 3D para la sede de Buenos Aires.

Como en otros sectores, la industria de la programación tiene un techo de cristal para mujeres e identidades feminizadas, lo que obstaculiza su desarrollo profesional, mostrando una fuerte segregación por género. Agustina señala que, en general, las mujeres se dedican a “partes más blandas” del desarrollo de videojuegos, marcando una gran desigualdad en el rubro. Ahora forma parte de la asociación Women in Games, que representa a mujeres y disidencias en el mundo de la programación y los videojuegos.

Nicolás Sigal, de 23 años, se define como un “emprendedor argentino”. Lidera la dirección general de su empresa Tifox, que produce medias deportivas. En solo cinco años, la firma ha crecido un 10.000 %, vendiendo productos en 18 provincias con más de 160 puntos de venta. A través de su página web, esperan expandirse a toda Latinoamérica. Nicolás afirma: “El día de mañana, cuando esto se pueda manejar solo, me encantaría hacer otra marca. Me mantiene despierto levantarme y querer aprender todos los días. Me gusta el desafío de no saber dónde va a estar en un año o dos, pero sé que voy a llegar lejos porque lo hago con mucha pasión”. Y finalmente resalta: “Hay una frase que una vez escuché que dice: ‘¿Cuál es el peor miedo?’ y la respuesta es ‘perder la pasión’. Yo me identifico con eso”.

El proyecto Atalaya Sur, de la Asociación de Fortalecimiento Comunitario, obtuvo el apoyo de la OIT y PAGE Argentina para capacitar en la implementación de redes de internet con soporte de energía solar en barrios populares. La iniciativa tenía dos objetivos: por un lado, brindar acceso a internet a quienes no lo tienen mediante el cableado de fibra óptica; por otro, ofrecer empleo registrado y decente a jóvenes de entre 18 y 24 años. En ese contexto, Elías Caballero González, del Barrio Villa 20, realizó un curso de Operador de Conectividad que lo llevó a descubrir su vocación tecnológica e insertarse en el mundo laboral de la economía verde.

Con esta formación, Elías logró trabajar en una empresa desplegando redes de fibra óptica en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A sus 20 años, ya cuenta con trabajo registrado en telecomunicaciones, siendo esta su segunda experiencia laboral como técnico. De 7 a 15 horas, su labor consiste en modificar y reestructurar el tendido de la red de fibra óptica. “Mi trabajo es planificar con mi cuadrilla el punto a punto de los cables con los que vamos haciendo el tendido de fibra”, dice. Pero su jornada no termina allí; además, dos veces por semana estudia Nutrición en el Instituto San Vicente de manera online.

Emprender a los 18 años un café con impacto social

A los 18 años, Ara Meniño decidió enfocarse en hacer realidad su sueño de tener una cafetería. A finales de 2023, con 6.000 dólares ahorrados, comenzó a planificar la apertura de su propio local.

Al terminar el colegio a los 17 años, Ara se fue a Tierra del Fuego, donde trabajó como guía turística y moza durante varios meses.

Ese tiempo la ayudó a darse cuenta de que disfrutaba el contacto con la gente y el trabajo en servicio. Decidida a seguir por ese rumbo, comenzó a ahorrar gran parte de su sueldo para luego invertirlo en su proyecto. Así, abrió Lately Café en el barrio de Belgrano en la Ciudad de Buenos Aires.

Lately Café no solo es un lugar para tomar café, sino también un espacio que apoya la inserción laboral de jóvenes.

Desde su apertura, recibieron muchos currículums de personas que buscan su primera oportunidad de trabajo. Además, ofrecen cursos de barista con becas para estudiantes y organizan talleres de cerámica y escritura. Ara logró crear un emprendimiento con impacto social que busca dar oportunidades a otros jóvenes.

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