La economía en un año con elecciones presidenciales

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El informe de la Fundación Mediterránea realizado por Marcelo Capello y Franco Vico muestra que la política resultará determinante para la economía en 2019, y la actual administración debería tomar todos los recaudos al respecto,
• En la abstracción analítica de considerar a 2019 como si no fuera año electoral, el exceso de oferta de dólares que se aprecia en el arranque del año podría prevalecer en el resto de los trimestres. Al mismo tiempo, el consumo podría recuperarse gradualmente con negociaciones que permitan que los salarios superen en dos o tres puntos porcentuales a la inflación del período
• Sin embargo, la historia reciente de la Argentina muestra que existe impacto en las variables económicas en cada año de elecciones presidenciales, y que este fenómeno se canaliza a través de la fuga de capitales
• Existen diversas combinaciones a través de las cuales el escenario político podría no constituir un lastre para la marcha de la economía, particularmente si se avanzara hacia acuerdos de gobernabilidad. Mientras tanto, la actual administración podría fortalecer instrumentos destinados a moderar la volatilidad en este año electoral
La economía argentina comenzó el año 2019 con algunos hechos positivos, en buena medida derivados de la perspectiva de que dejen de subir las tasas de interés en USA, la que repercutió en una importante baja del riesgo país (desde 829 puntos el 27-12-18 hasta 670 puntos ayer). Esta situación, sumado a mejores números en la balanza comercial en los últimos meses, consolidó la calma en el mercado de cambios, con un exceso de oferta de dólares que tiende, de no ser por las compras de divisas que dispuso el BCRA, a apreciar nominalmente la moneda local.
Dicha compra de divisas y concomitante emisión de pesos por parte del BCRA, que no deben ser totalmente esterilizados vía Leliqs (en estas circunstancias la Base Monetaria puede subir hasta un 2%), coadyuvó a que se produzca una (leve) baja en la tasa de interés, que pasó de 59,39% anual el 27-12-2018 a 56,87% ayer.
¿Lo anterior implica que la economía ya se encuentra en una senda que lleva inexorablemente a la recuperación de la actividad económica? No se lo puede asegurar, por cuanto el actual es un año con elecciones presidenciales, y eso muchas veces suele traer algunas consecuencias para la economía local.
La economía “como si” no hubiera elecciones en 2019
En la abstracción analítica que 2019 no fuese un año electoral, el exceso de oferta de dólares que se visualiza al inicio del año podría prevalecer todo el año, ante un tipo de cambio real relativamente depreciado, con tasas de interés inicialmente altas, que  paulatinamente irían bajando en la medida que ocurriesen las intervenciones compradoras del BCRA en el mercado de cambios (con el límite mencionado). Habría que agregar el efecto de una mayor cosecha, las crecientes exportaciones en el tiempo en la medida que se vayan recuperando o conquistando nuevos mercados, además del efecto de un mejor Brasil, y finalmente un consumo masivo que dejaría de caer, y hasta podría tener alguna recuperación en la medida que se vayan cerrando nuevos acuerdos salariales, que se supone este año al menos empatarán contra la inflación.
A este respecto, para el gobierno el mejor escenario sería uno en que los salarios superen levemente a la inflación en 2019 (2 o 3 puntos porcentuales), para que exista alguna recuperación en el consumo, pero en que dicho repunte resulte leve o intermedio, de  modo que se consolide una baja en la tasa de inflación, y se mantengan salarios competitivos cuando se los mide en dólares, para acelerar el ímpetu exportador en el sector industrial y de servicios.
Para la negociación salarial en ciernes, ante una perspectiva de inflación decreciente, pero que podría resultar no del todo creíble para los trabajadores y sus representantes (pues venimos de un año con inflación del 47,6%), podría resultar de utilidad que en 2019 se recurra a cláusulas gatillo o cláusulas gatillo “mejoradas”, es decir, que se garantice que los salarios suban, por ejemplo, como la inflación más 2 puntos porcentuales, en todo el año.
Una regla tal ayudaría a ordenar la discusión salarial y permitiría alguna recuperación del consumo masivo, con inflación menor a la de 2019, a la vez que consolidaría bases más sólidas en materia de competitividad de costos.
La economía en un año con elecciones presidenciales 
Pero en 2019 hay elecciones presidenciales, y ese evento siempre trae algunas noticias para la economía, a partir de la incertidumbre sobre el resultado electoral, y de cuál será la política económica del ganador. Esta situación se produce por la cobertura en dólares que suele existir por parte de los agentes económicos antes de las elecciones, que puede agravarse en función de las decisiones que puedan tomarse luego de las elecciones, ya sea si el oficialismo permanece o no en el poder, pero especialmente en el segundo caso.  Cuando la fuga de capitales resulta muy fuerte, y conduce a una suba excesiva del tipo de cambio, en parte se transmite a la inflación, disminuye el salario real y con ello el consumo masivo.
Adicionalmente, la mayor incertidumbre y suba de tasas afectan el crédito y así el consumo de durables y la inversión. Al respecto, revisemos lo que ocurrió con la “fuga de capitales” (Formación de Activos Externos del Sector Privado No Financiero) entre 2006 y 2017, especialmente en períodos con elecciones presidenciales. En el Gráfico 1 puede observarse que en años con elecciones  presidenciales (2007, 2011 y 2015), la fuga de capitales resultó mayor, en promedio, que en los años sin elecciones presidenciales (U$S 12.900 millones versus U$S 9.900 millones).
Adicionalmente, se concluye que las mayores diferencias se producen en el tercero y cuarto trimestre del año (en ambos trimestres, en promedio, la fuga de capitales superó en cerca de U$S 4.000 millones en los años con elecciones, respecto a los que no se vota para
presidenciales).

No obstante, si atendemos a casos particulares, puede percibirse en los gráficos que siguen que la fuga de capitales ocurrida en años con elecciones presidenciales resultó sustancialmente mayor en 2011 (U$S 21.500 millones, es decir, U$S 11.500 millones superior a  lo que suele ocurrir en promedio en años sin elecciones) que en 2007 (sin cepo) y 2015 (con cepo). En 2011, además, la fuga resultó mayor al promedio en todos los trimestres, no sólo en el segundo semestre del año. Como se recordará, dicho drenaje se amortiguó al final de dicho año, con la implementación del cepo cambiario (control de capitales).
En 2018, si bien no hubo elecciones presidenciales, y por causas externas e internas suficientemente conocidas, la fuga de capitales excedió en alrededor de U$S 17.000 millones a lo que suele ocurrir, en promedio, en años sin elecciones presidenciales.

Si bien la fuga de capitales ha aminorado notablemente desde noviembre del año pasado (ese mes resultó equivalente a un 9% que el máximo de mayo de ese año), y las aguas siguen calmas en lo que va de 2019, el gobierno debiera estar preparado para escenarios de mayor salida de capitales en los meses previos a las elecciones, esto es, previo a las PASO del 11 de agosto, y de las elecciones generales del 27 de octubre (y probable posterior Ballotage). Aunque el proceso podría eventualmente adelantarse, si se tiene en cuenta las elecciones anticipadas en provincias (desde febrero), y la proliferación de encuestas en la medida que se acercan las fechas eleccionarias. Ayuda el hecho que este año se contaría con superávit comercial (aproximadamente U$S 7.000 millones) y que el gobierno contaría con un excedente de dólares de la asistencia proveniente del FMI, respecto a sus necesidades de pagos en esa moneda, con lo cual podría realizar ventas de dólares en el mercado (por aprox. U$S 10.000 millones), ampliando la oferta en ese sentido

¿Qué posibilidades tendría el gobierno para ampliar sus instrumentos y previsiones que le permitan intervenir, si se revirtiera la actual tendencia en el mercado cambiario? Serían principalmente las siguientes: a) Acordar previamente con el FMI la posibilidad de vender más que U$S 150 millones diarios en caso que el tipo de cambio supere el límite superior (actualmente en 48,78 pesos)), de manera de evitar subas excesivas en el tipo de cambio, que podrían generar contagio y posteriores subas aún mayores; b) Negociar fondos con organismos o gobiernos de otros países para tener disponibles en 2020, en caso de ser necesarios para pagar la deuda, cuando la asistencia del FMI ya no alcance para cubrir el saldo de vencimientos de ese año (y si no se tiene acceso fluido a los mercados).
Para dar mayor viabilidad al primer instrumento, puede ayudar la actual acumulación de reservas que lleva a cabo el BCRA con sus compras diarias de divisas, dado que estas podrían usarse luego, en caso de ser necesario, para vender divisas en el mercado, y evitar subas abruptas.
Así las cosas, este año la economía estará íntimamente ligada a la política, y por ende debe analizarse el contexto también en base a los incentivos económicos y políticos que tendría cada agrupación que compita con posibilidades en las próximas elecciones. Y aquí se tienen básicamente tres posibilidades: Oficialismo nacional actual (OA); Oposición con una visión anti-sistema en materia económica (O1); Oposición moderada, económicamente más racional (O2).
¿Quiénes tendrían más incentivos para actuar o pronunciarse más racionalmente en un año electoral, en lo que respecta a los aspectos económicos?:
• O1: Su base electoral, al menos para la primera vuelta, avala principalmente un discurso anti – sistema económico, que podría incluir ruptura con el FMI, desconocimiento de la nueva deuda, controles de cambios, etc. Si bien podría tener incentivos para moderar el discurso para la segunda vuelta, apuntando al votante mediano, y por la posibilidad de acceder efectivamente al poder (“teorema de Baglini”), difícilmente resultaría creíble para los mercados (no confundir al votante mediano con el inversor mediano), y además podría apuntar a beneficiarse electoralmente con el impacto negativo sobre la economía, antes de las elecciones, que sus propias posiciones podrían ocasionar.
• O2: Tendría incentivos para posicionarse como la alternativa racional al actual oficialismo, y por ende avalar el acuerdo con el FMI y la necesidad de cumplir con los acreedores, e instalar sus críticas sobre otros aspectos de la política económica. No obstante, con este tipo de posturas, correría el riesgo de la polarización y no acceder a la segunda vuelta.
• OA: Claramente tiene todos los incentivos para plantear posturas racionales que aseguren los pagos de la deuda en 2019, e inclusive también en 2020, aun cuando en este caso pueda beneficiar a un eventual gobierno de otro signo político. Ocurre que la incertidumbre respecto a lo que ocurra en 2020 afectará negativamente las posibilidades de OA de lograr su continuidad. Para los mercados, si la actual administración obtuviese el compromiso de asistencia financiera de organismos y/o países para 2020, que garanticen los pagos de ese año, disminuiría la incertidumbre para este período aún si la opción O1 fuera finalmente elegida, por cuanto resultaría inverosímil que ésta no utilizara los recursos para pagar la deuda, si estuviesen disponibles.
Por supuesto, la mejor alternativa para la economía sería algún tipo de acuerdo de gobernabilidad, sobre aspectos económicos básicos, entre las opciones OA y O2, antes o después de las PASO, antes o después de las elecciones de octubre. Mientras más rápido se encontrasen esos acuerdos básicos sobre la economía, más favorable y menos disruptivo resultaría su tránsito durante 2019.
 
 

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