
La guerra comercial 2.0 de Trump
El nuevo gobierno de Donald Trump no deja de dar nuevos capítulos en tan solo un puñado de días. El comercio es vital para el líder estadounidense, entendido como una forma de fortalecer a la clase media y de llevar adelante un nuevo resurgimiento de su industria nacional. El problema no es ese, sino lo que está dispuesto a hacer para que la economía estadounidense marche en popa. Para Trump, el fin justifica los medios.
Aranceles para todos
“Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, y si entre ellos se pelean, los devoran los de afuera”, reza una de las frases más conocidas del Martín Fierro, sin embargo, en Norteamérica no es aplicable. El ascenso de Trump generó un marcado rupturismo con Canadá y México, donde las fronteras están más firmes que nunca.
Una aplicación de aranceles del 25% cae como un baldazo de agua fría directamente sobre la economía de los países limítrofes de Estados Unidos. Si bien es una medida económica, el argumento es social y político pero la respuesta sigue siendo económica.
Trump aclaró que esta suba desmesurada de los aranceles es debido a la no colaboración con la rampante crisis migratoria vivida en las fronteras de Norteamérica, la cual, según el mandatario estadounidense, tienen como rehén al mapa de su país. Por otro lado, se esgrime que esas fronteras laxas que fueron pregonadas durante las gestiones de Obama y Biden, fueron motivo suficiente para la extrema proliferación de las drogas, principalmente del fentanilo, la causa más compleja de adicciones en Estados Unidos en la actualidad. Además de ello, se esgrime la gran cantidad de subsidios que Washington desperdigó para el resto del mundo. Esta última decisión tiene dinero de por medio pero con una explicación política del hecho.
Pese a todo ello, la verdadera respuesta es económica. Como se dijo varias veces, el slogan Make America Great Again es meramente económico, y guarda una estrecha relación con el fortalecimiento de la clase media estadounidense como un actor vital en el crecimiento económico, comercial y financiero, y además como el depositario de la innovación tecnológica en un contexto de ferviente competitividad de mercado.
Entendido ello, los aranceles y sus primeras razones políticas responden a la necesidad de volver a la senda pujante de la industrialización en Estados Unidos. Es una ecuación simple, si hay aumento de aranceles para productos mexicanos y canadienses en mercados estadounidenses, significa una merma de consumo de dichos productos por parte de la población, lo que llevaría a una baja de precios en medida que se pueda sostener la producción. A tan alto arancel, es inevitable entender que el colapso productivo sería un hecho, por ende, a las empresas transnacionales con sede en México y Canadá, les convendría mudarse a Estados Unidos para producir y vender a ese mercado, sacándose de encima la carga impositiva y manteniendo un mercado enorme y pujante. Eso motivaría a una demanda obrera enorme, con la posibilidad firme de generar movilidad social ascendente a través de un salario. En otras palabras, la generación de una nueva clase media y el fortalecimiento de la ya existente.
Esta medida sería, lisa y llanamente, el “robo” de las empresas transnacionales de México y Canadá a Estados Unidos. Entiéndase “robo” como ironía, ya que es una movida muy común en la economía y ciertamente, vale todo para aumentar la rentabilidad. Aunque quienes la pueden pasar mal son los mexicanos y canadienses que ven el achicamiento y el cierre de empresas con una obvia contracción económica. Pero eso, cabe destacar que a Trump no le importa. Primero Estados Unidos, después el resto.
El líder de la Casa Blanca también aclaró que China sería un punto clave de sus aranceles, en conjunto al BRICS, donde denominó hasta un 100% para sus miembros. De ser posible, generaría un descalabro económico mundial sin parangón. La cosa sola con China sería una reversión de la ya vivida previamente Guerra Comercial. Pekín no corre el peligro que si México y Canadá, entendiendo que se habla de economías totalmente diferentes pero que podría afectar al comercio internacional. Parece ser que es momento de que China y Estados Unidos se vean las caras en el concierto económico.
Tecno – política del siglo XXI
La complejidad del panorama económico mundial tiene otro ribete interesante y es la tecnología. El avance imperante en todos los campos de desarrollo humano han generado una irrupción tal, a la cual la política no le es ajena. No es casualidad que Elon Musk forme parte del gabinete de Trump, ni que Bezos y Zuckerberg acompañen a su gobierno desde el marco empresarial.
Ya no circunscriptos meramente a la situación comunicacional o mediática, el espaldarazo de estos magnates tiene que ver con una tendencia creciente hacia gobierno tecno – político. Allí, el desarrollo económico está estrechamente ligado a una competencia tecnológica con sus rivales geopolíticos. Si bien, históricamente, siempre fue la tecnología el motivo de avance de las sociedades, pero hoy, más que nunca, está presente la puja por la hegemonía del avance tecnológico entre las potencias geopolíticas.
Quien domine las mejores y más sofisticadas tecnologías puede asestar golpes bajos a su contrincante. Inmiscuido en la banalidad de las redes sociales y la comunicación, las realidad tecnológicas juegan una parada ideológica importante. Por algo la restricción y posible compra de Estados Unidos de parte de TikTok ha sido tan polémica, o la denominada “carrera de inteligencia artificial” pisó tan fuerte.
Los diseños tecnológicos hoy mueven los intereses nacionales en un mundo multipolar, en donde se necesitan recursos claves y para ello la distribución zonal de influencias es estratégicamente importante para las potencias.
El mundo espera que el avance tecnológico y la inteligencia artificial solucione problemas claves como la optimización laboral o la sanidad especializada, sin embargo, para Estados Unidos y China, principalmente, la cuestión va por otro lado. Casi como reviviendo años de la Guerra Fría, el conflicto es casi un movimiento de espionaje y control, con el fin de mantener en raya al contrincante pero sin descuidar los conflictos internos.
Los aranceles de Trump a México y Canadá son por cuestiones económicas, y a China por la puja de la hegemonía tecnológica mundial. Un nuevo mundo se abrió por completo con la llegada al poder de Trump, y con ello, hay nuevos escenarios de disputa y con varios frentes dominantes. ¿Y el “Tercer Mundo”? Un espectador que espera su tiempo para ser usado por alguno de los bandos.