La inteligencia como una cualidad relativa
Escribe Camilo Furlan
Y tal fue la arrogancia del hombre, que vio en las plantas materia prima para hacer shampoo, para convertir a la mayor de las inteligencias en una etiqueta que diga “Oleo Ecológico de algas exóticas”.
Porque, a simple vista, las plantas son aquello que suele teñir de verde las veredas de la ciudad. Son esa molestia que nos obliga a barrer el patio todos los días, son “esas cosas a las que la gente rara les habla pensando que los escuchan”. O, a lo sumo, extensiones interminables de monocultivo que representan el progreso de la humanidad.
Hoy quiero contarte que las plantas pueden ver, aunque no tengan ojos; pueden escuchar sonidos; y son capaces de oler con una sensibilidad increíblemente buena, ya que su receptor para las sustancias volátiles es mucho mas avanzado que en animales. No solamente poseen los mismos sentidos que nosotros, sino que tienen otros 15, que les permite conocer su entorno con mucho más detalle que cualquier animal.
Las plantas no pueden huir de un peligro inminente tal y como nosotros. Esto les obligó, a lo largo de la evolución, a adaptarse en consecuencia. Según S. Mancuso (Pionero en la Neurobiología vegetal), al carecer de métodos de defensa estrictamente mecánicos o bien la posibilidad de huir, deben de prever con muchísima antelación lo que pasa en su entorno, y actuar en consecuencia dentro de los parámetros, o la regla, de “no moverse”.
Dicha lógica no puede darse sino es del lugar de una inconmensurable inteligencia, la neurobiología vegetal es una disciplina científica obligada a defender dicha postura, ya que, la comunidad científica en general, acusa enormemente el hecho de que “al carecer de cerebro y de una (conciencia) del mundo y a su vez de sí mismo, no es comparable con nuestra interpretación y significado de inteligencia”. En contraposición se defiende de que el concepto de conciencia e inteligencia sigue en cuestionamiento, aún en los mayores avances de neurociencia a la actualidad. Ya que esto por defecto remite a las más grandes paradojas de la física cuántica.
Las plantas pueden producir una señal eléctrica con todo su cuerpo. No tienen nada similar a nuestro cerebro, pero sí raíces. El aparato de la raíz es un sistema muy complejo, una sola planta puede tener literalmente millones de raíces y cada raíz tiene su propio centro de mando, donde integran toda la información que captan del ambiente y deciden qué hacer. El conjunto de todos estos millones de pequeños centros de mando podría ser descrito como un tipo de cerebro. Por supuesto, estoy hablando metafóricamente, no es un cerebro, pero sí ejerce la misma función de una manera completamente diferente al nuestro.
Además de compartir los nutrientes necesarios, los árboles de la red también pueden comunicarse entre sí. Por ejemplo, cuando un árbol es atacado por insectos, se ha descubierto que puede inundar sus hojas con sustancias químicas conocidas como fenólicos que repelen a los insectos, y cuando un árbol detecta saliva de animales como los ciervos en sus hojas, puede liberar taninos y otras sustancias químicas. Que dan a las hojas un sabor amargo que hace que las hojas sean menos apetecibles para los herbívoros. Sin embargo, estos árboles no solo activan sus propios mecanismos de defensa, sino que pueden señalar a otros árboles cercanos que existe una amenaza tanto a través del aire (como wifi) como a través de la red mychorizzla (como un cable de ethernet) para que puedan iniciar su propia defensa. En muchos sentidos, es sorprendente pensar que la humanidad tardó hasta 1983 en inventar Internet, pero la naturaleza creó su propia versión hace unos 500 millones de años. ¡Y pensamos que somos inteligentes!
Es difícil ver a ese ser “inerte” de la misma manera después de saber que quizás posean más conciencia que nosotros mismos. Sin buscar crear un mágico despertar en la humanidad, mi único propósito es sembrar la menospreciada semilla de la duda, para que hayan más S. Mancusos curioseando que hay más allá de nuestra arrogante autopercepción de inteligencia.