¿Semana corta? Brasil hará una prueba piloto

Escribe Lucas Doroñuk

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El trabajo es una de esas prácticas humanas que, lógicamente, se van modificando a raíz de los cambios sociales, políticos y económicos de la coyuntura. Son varios los países que comenzaron a probar el sistema laboral reducido, donde se trabaja solo 4 días a la semana.

La “semana corta” es un modelo que busca reducir las horas de trabajo, pero aumentar la productividad en los días laborales, apelando al resguardo de la salud y la integridad social del trabajador. Este modelo parece que comienza a imponerse casi como una necesidad en varias partes del mundo.

El último ejemplo de semana laboral reducida la impone Brasil. El vecino país oficializó, junto a un número considerable de empresas, que van a realizar una prueba de la misma en noviembre. El trasfondo de esto es analizar el impacto a corto plazo acerca de índices económicos, sostenibilidad y modificación consecuente de los regímenes laborales. Aunque este no es el único ejemplo.

Desde Reino Unido, pasando por Bélgica, Japón y hasta Sudáfrica, las experiencias van sumando enfoques acerca de la semana de trabajo laboral de 4 días. Otro ejemplo más cercano es Chile. Es claro que estas pruebas pilotos o las ya consolidadas políticas empresariales internas arrojan resultados distintos a raíz del contexto interno de cada país. Este punto es interesante, entendiendo que es imposible arrastrar experiencias de un país a otro sin contemplar las vicisitudes de los mismos. En caso de que Argentina consolide en un futuro cercano un proyecto serio de semana laboral reducida, es imposible compararla a la de los países nórdicos del viejo continente. Distintas sociedades, distintas idiosincrasias, distintas economías, daría como fin a un resultado dispar. Es claro, no se puede extirpar un modelo social o laboral, en este caso, y aplicarlo a la perfección en otro país.

Dicho esto, hay resultados preliminares en Reino Unido. Una primera aproximación arroja números positivos. Esto se expresa en que un número considerable de empresas británicas probaron la semana laboral de 4 días y pudieron concluir en que mejoró el bienestar de sus trabajadores e inclusive que mejorar el rendimiento o productividad desde el punto de vista económico. Los resultados de la Universidad de Cambridge, en base a 61 experiencias empresariales, las bajas por enfermedad se redujeron en 65%, el estrés disminuyó un 39%, el éxodo hacia otras empresas bajó un 57% y la productividad tuvo un aumento medio de 1,4% respecto al mismo período del año previo a la prueba piloto de semana laboral reducida, aplicado en un total de 6 meses en el caso británico.

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¿La semana laboral es el futuro del mundo? Todo indica que hay varios motivos que empujan a las empresas hacia la reducción horaria. La hiper – tecnologización y la digitalización de las relaciones sociales fueron aceleradas a grandes pasos por la pandemia de COVID – 19, esto llevó a un perfeccionamiento en tiempo récord del trabajo a distancia, hoy abordado desde la “bimodalidad” o el trabajo híbrido. Por otro lado, el avance de la robótica, domótica e inteligencia artificial comenzó un proceso de modificación paulatina del sistema laboral, empujando a un éxodo de trabajos o a la búsqueda de nuevos nichos productivos en donde la capacidad humana sea exclusiva. Paralelamente, la aplicación de nuevas tecnologías motiva a que sea innecesario que un obrero o trabajador pase horas improductivas en un trabajo, en lugar de utilizarlas para su beneficio social o para incrementar su rendimiento en otra área. El emprendedurismo se suma como una experiencia alternativa a los trabajos convencionales que pueden convivir con una semana laboral reducida.

Otro tema interesante son los intereses de los trabajadores promedios de los países que aplican este experimento de semana laboral corta. Occidente, mediante un régimen de consumo, hoy contiene en su masa laboral más significativa a los famosos “millennials”. Este grupo humano, que generalmente se los toma como tales a los nacidos entre 1985 y 1995, entre tantas aproximaciones, son hijos de las crisis. El fin de la Guerra Fría, la globalización, el efecto vodka, la caída de las Torres Gemelas, la crisis subprime, la pandemia de COVID – 19 y la Guerra en Ucrania son algunos de los hechos que trastocan su realidad.

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Esto, sumado a un bombardeo de homogeneidad de pensamiento y de consumo cultural, lleva a que el millennial no sea un sujeto de “ahorro”, sino de consumo inmediato y de experiencias más que de objetos. Para ellos, tener un día menos en la oficina, significa un alivio, manteniendo un mismo sueldo y consumiendo de acuerdo a sus parámetros.

Hablando de tecnologías, hace tiempo que desde el Foro Económico Mundial se viene hablando de la cuarta e inclusive la quinta revolución industrial, a medida que las grandes tecnologías continúan avanzando. Esta claro que esto modifica el trabajo, como previamente se nombró, y también es un tema a tener en cuenta, en donde la semana laboral reducida puede ser una respuesta a ese contexto imperante y avasallante.

Más allá de estas aproximaciones, estamos en un momento histórico de un dinamismo total, en donde, en menos de una década se vieron cambios totales de la sociedad, por ende, es difícil aseverar por completo que este será el futuro inmediato del trabajo, aunque si es cierto que tan solo parece ser la punta del iceberg de lo que se vendrá. Una semana laboral de 4 días sería impensado para Henry Ford, pero absolutamente coherente para la generación de las redes sociales.

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