Sigamos. Dice Iglesias:
Dato mata relato. El relato sostiene que la pobreza subió porque el gobierno de los ricos padece de insensibilidad social. Pero el último dato publicado por el Indec lo desmiente: la pobreza cayó del 32,2% al 30,3% de la mitad a finales de año. En términos simples: del millón y medio que cayó en la pobreza a principios de 2016, un millón ya salió y otros siguen saliendo. “La pobreza bajó porque hubo un cambio en el método de medición”, gritan los del relato. Pero un estudio reciente del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la escasamente macrista Universidad de La Plata demuestra que si se miden con los métodos actuales los resultados de Cambiemos (32,2% a mitad de año y 30,3% al final) no superan el 32,7% de 2014 ni el 30,5% de 2015 kirchneristas.
Varias cuestiones aquí. Primero, es cierto que la pobreza no subió en 2016 más de lo que lo hizo en 2014 (digresión: ¿qué hubiera pasado con la pobreza en 2014 con los flujos de divisas de la deuda externa contraída en 2016?). Ahora bien, el dato que Iglesias toma del CEDLAS tiene varios problemas. Primero, el ya mencionado del cambio muestral que se hizo en la EPH (en 2013–14 la EPH pasó a tener más niños y menos adultos/mayores producto del cambio de proyecciones a partir de resultados del Censo 2010, y en 2016, con el nuevo INDEC, se revirtió eso). Ello es importante, porque, a) la tasa de pobreza es mucho más baja en personas mayores que en niños, y b) porque tener más adultos/mayores implica mayores perceptores de ingresos que si hay niños. Este efecto (menos niños y más adultos/mayores), por sí solo, baja 0,7 puntos de pobreza .
Segundo, como dijo INDEC hace unas semanas, no es lícito comparar un trimestre (segundo trimestre de 2016) contra un semestre (segundo semestre de 2016). La razón es estacional: en los trimestres impares (primero y tercero) la pobreza tiende a bajar pues se computa respectivamente el aguinaldo de diciembre (captado en la EPH de enero) y junio (captado en la EPH de julio). Sin contar el aguinaldo, la pobreza en el tercer trimestre habría sido del 32,3% (similar a la del segundo trimestre), en lugar del 30,7% (contando el aguinaldo). La baja sí se produjo en el cuarto trimestre (29,9%) debido a la moderación inflacionaria y cierta reactivación económica. Pero decir que la pobreza bajó del 32,2% al 30,3% (1,9 puntos porcentuales) es técnicamente erróneo, por comparar un trimestre sin aguinaldo contra un semestre con aguinaldo.
Tercero, el 30,5% de pobres del primer semestre de 2015 se transforma -con la sola calibración de la EPH 2015 para volverla comparable con la de 2016- en 29,8%. (En nuestro cálculo, hecho con los economistas Guido Zack y Federico Favata, tenemos 29,5%, debido a pequeñas diferencias en el IPC usado con el CEDLAS; nosotros usamos IPC-San Luis, IPC-CABA e IPC-Córdoba, en tanto el CEDLAS usó el de la consultora de Graciela Bevacqua; de todos modos, es una diferencia menor y no significativa desde lo estadístico). Ahora bien, si bien no contamos con microdatos de EPH, toda la evidencia por otras fuentes muestra que la pobreza bajó en el segundo semestre de 2015 .
Veamos. Primero, la canasta básica total (tomando datos del IPC-San Luis, IPC-CABA e IPC-Córdoba y reponderando el peso de los alimentos, que es mayor en la canasta básica total que en los IPC) se encareció 12,3% entre el primer semestre y el segundo semestre de 2015. Ahora bien, veamos qué ocurrió con los ingresos: primero, los salarios de los empleados públicos (surge del Índice de Precios Implícitos de “Administración Pública”, “Salud pública” y “Enseñanza pública” del INDEC actual) subieron 18,7% en el mismo período. Los salarios de los trabajadores privados registrados, según la mediana del SIPA, lo hicieron en 18%. Por su lado, la jubilación mínima subió 14,3% y la AUH 25% (ambos datos de ANSES). Es decir, todos estos ingresos le ganaron a la inflación en el segundo semestre de 2015.
Pero no sólo ello: otra clave para medir la pobreza es ver qué ocurrió con la cantidad de perceptores de ingresos (teniendo en cuenta que el crecimiento demográfico entre ambos semestres fue del 0,5%, de modo que si aumenta una variable menos que 0,5% en rigor está implicando un deterioro). El empleo asalariado formal creció 1,6% entre ambos semestres (sobre todo traccionado por el empleo público, aunque el formal privado también se expandió). Por su parte, el resto de los trabajadores formales (monotributistas o autónomos, por ejemplo), lo hizo en 1% (datos de Ministerio de Trabajo actual en base a SIPA). Según ANSES, la cantidad de jubilados perceptores de haberes creció 4,1% entre ambos semestres de 2015; además, los jóvenes beneficiarios del programa Progresar pasaron de 533.000 en el primer semestre a 859.000 en el segundo (+326.000). Sí hubo una retracción en los beneficiarios de la AUH (-82.000), que no compensa la suba del Progresar en el neto.
Ahora bien, teniendo en cuenta todo esto, con Zack y Favata hicimos una simulación en la EPH, para tener en cuenta el impacto en la pobreza (dado que, como dijimos, no contamos con microdatos del tercer y cuarto trimestre). Como no disponemos de datos de empleo informal, hicimos lo siguiente: comparamos los informales según la EPH de los segundos trimestres de 2015 y 2016, y completamos la tendencia (si, por ejemplo, subieron los informales, asumimos que la creación de puestos de trabajo se fue dando paulatinamente en los trimestres con microdatos faltantes; lo mismo hicimos con los ingresos, como se detalla en la metodología ). Nuestra estimación arroja una previsible baja de la pobreza en el segundo semestre, hacia la franja del 27,7% .
De este modo, el 30,3% del segundo semestre de 2016 sería comparable con el 27,7% del mismo período de 2015. Los datos del poder adquisitivo de la AUH, de la jubilación mínima o de los salarios muestran un deterioro en 2016 (todos subieron treinta y poco por ciento contra una inflación que, según las distintas estimaciones –IPC CABA, IPC Provincias, IPC Congreso, IET, FIEL-, rondó el 39/41%). Ello es consistente con una suba de la pobreza que, al igual que lo que ocurrió con el mercado de trabajo, no es explosiva (como lo fue en 2002) aunque sí preocupante.
Si dudan de la simulación que hicimos, podemos buscar otra fuente de datos que ratifica lo mismo: nuevamente, las estadísticas porteñas (con la limitante de la cobertura geográfica). El poder adquisitivo del ingreso (per cápita) del 40% más pobre de CABA subió 12,2% entre el primer y el segundo semestre de 2015, según datos oficiales del gobierno porteño (ver Gráfico a continuación). En el primer semestre de 2016, cayó 17%, para luego recuperar 5% en el segundo semestre. De todos modos, en el segundo semestre de 2016, tal poder de compra del 40% más pobre porteño fue 12% inferior al del mismo período de 2015 . Esto que aquí describimos es completamente consistente con la tendencia de la pobreza referida en el párrafo previo.
Por último, un tercer punto: la evolución de las importaciones. Dice Iglesias:
“Hoy, el relato dice que una epidemia de importaciones se abate sobre la industria; pero el dato demuestra que el anterior gobierno sextuplicó las importaciones en doce años, rifando un superávit de US$ 16.661 millones para dejar un déficit de US$ 2968 millones, y que en el cipayo 2016 de Macri la Argentina volvió a tener superávit porque redujo 7% sus importaciones (…) Además, según datos oficiales confiables de los que disponemos por primera vez en diez años, no sólo están bajando la desocupación y la pobreza, sino que casi se han duplicado las reservas (de US$ 24.855 millones que dejó Cristina a US$ 46.632 millones), revertido el déficit comercial (de un saldo negativo de US$ 2968 millones a uno positivo de US$ 2128 millones) y bajado la inflación a la mitad (de doce a seis puntos en los primeros trimestres de 2016 y 2017, respectivamente)”.
Primero, es cierto que las reservas prácticamente se duplicaron durante el nuevo gobierno, lo cual es una buena noticia, ya que muestra una mayor liquidez de corto plazo. Omite decir Iglesias que tal aumento de las reservas se debe prácticamente en su totalidad al endeudamiento externo, al que el gobierno anterior optó (en mi opinión, erróneamente) por utilizar en cuentagotas en sus últimos años, impidiéndole crecer. (Vale aclarar que el endeudamiento externo, si no sirve para generar en el mediano plazo divisas genuinas como por ejemplo más exportaciones, afecta severamente a la solvencia del país).
Ahora bien, veamos el resto del párrafo. Primero, en Argentina (y en la gran mayoría de los países del mundo) siempre las importaciones crecen cuando lo hace el PBI. Si las importaciones se sextuplicaron entre 2003–2015, ello se debió en buena medida a la expansión económica. En efecto, en 2009, 2012 y 2014 (todos años recesivos) las importaciones cayeron. Segundo, las importaciones en CANTIDADES subieron en 2016 un 4% , pero como los PRECIOS cayeron 10,4% (producto de, por ejemplo, sobreoferta global en países manufactureros), el VALOR de las importaciones mermó 7%. Para comprender si las importaciones afectan a nuestra producción local debemos tomar CANTIDADES y no VALOR (del mismo modo que usualmente analizamos el PBI en precios constantes –volúmenes físicos producidos- y no tanto en precios corrientes). Este crecimiento del 4% es muy anómalo en Argentina : como dijimos, en general, cuando crece el PBI, crecen las cantidades importadas (por mayor demanda) y viceversa. Sin embargo, lo de 2016 (recesión con suba de cantidades importadas) sólo se dio en 1916, 1925, 1945 y 1975 . Hay que agregar un dato extra: en bienes de consumo, las cantidades importadas crecieron 17% , a pesar de la recesión y la caída de la demanda interna. La consecuencia: sectores industriales como calzado, indumentaria o línea blanca, protegidos previamente con medidas como las DJAI e intensivos en empleo, tuvieron un flojísimo 2016, según se desprende de datos de producción física del INDEC (ver acá ). Aún más, la industria manufacturera en su conjunto no para de expulsar empleo formal (lo hace mes a mes desde principios de 2016, según SIPA, y aún no ha tocado fondo). La caída en 2016 rozó el 4%, la más profunda desde 2002 para el sector (probablemente para Iglesias ello no sea un problema ya que el “industrialismo” es una de las causas de la “decadencia” argentina).
Por su parte, el saldo comercial casi siempre mejora con las recesiones, debido a que las importaciones caen. Como dijimos anteriormente, en 2016 las importaciones de bienes cayeron en VALOR, pero no en CANTIDADES (en otro términos, importamos más cosas pero con un precio unitario menor en dólares). Los precios de nuestras exportaciones cayeron menos (-4,6%) y las cantidades exportadas subieron 6,6%. Como los precios de nuestras importaciones cayeron más que los de nuestras exportaciones, tuvimos una mejora de los términos del intercambio del 6,4% en 2016, según INDEC. Es ello lo que explica el grueso de la reversión del déficit; en efecto, sin tal mejora, en 2016 hubiéramos tenido un déficit comercial de 1.492 millones de dólares (y, de haber tenido una economía en crecimiento en lugar de recesión, el déficit comercial se habría ahondado por una demanda aún mayor de importaciones). Aún más, Iglesias omite lo ocurrido en el comercio de servicios (lo anterior se refería a bienes), cuyo saldo empeoró en 2016, de -3.925 millones de dólares a -7.010, sobre todo por el mayor turismo en el exterior.
En fin, sí coincido 100% con Iglesias al final de su artículo, donde dice, parafraseando a los “perionistas”, que la única verdad es la realidad .