El impacto de la recesión en el mercado de trabajo posadeño
Esta semana el INDEC difundió las principales tasas del mercado de trabajo que se relevan a través de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para los aglomerados urbanos. Los resultados observados permiten llegar a varias conclusiones. En primer lugar, la tasa de Empleo para el total nacional mostró una mejora, pasando del 44,6% del segundo trimestre de 2023 al 44,8% en el segundo trimestre del 2024. Sin embargo cabe señalar que esta mejora está explicada, en su totalidad, por el incremento que existió en el Gran Buenos Aires. Ante esto, cabe la pregunta de por qué sucede ello. Lógicamente, por una cuestión de escalas.
En el Gran Buenos Aires habita el 54,5% del total de los ocupados que releva la EPH en los aglomerados urbanos; ante esto, una mejora significativa (como lo fue en este caso, ya que la tasa de empleo allí creció en 0,9 puntos porcentuales) empuja la media nacional aún en un escenario en el que el resto de las regiones tuvo caídas. También, hubo períodos en los que fue al revés, con igual efectos: las regiones crecían pero, si el GBA caía con considerable magnitud, la media nacional tendía hacia abajo.
Por ende, la mejora de la tasa de empleo en el total nacional debe tomarse necesariamente con reservas, justamente por el hecho de que en todo el país, salvo en el GBA, tuvo retrocesos. Esto no es menor y no se trata solamente de una cuestión metodológica: es signo del impacto de la recesión y de las políticas de ajuste llevadas adelante por el Gobierno nacional, que impactan de maneras diferentes según en qué parte del país nos paremos.
En ese contexto, la tasa de desocupación del primer semestre de la era Javier Milei, marcó 7,6%. Habrá algunos que celebren que fue menor a la del primer trimestre (7,7%) pero la realidad es que está 1,4 puntos por encima del registro de igual período del 2023 (fue 6,2% en ese momento). La desocupación creció en un escenario de alza del empleo, pero porque la población activa también creció y no se pudo atender toda esa demanda por empleo.
Ahora bien, en términos generales y como se ha dicho muchas veces, si la desocupación crece en un contexto de alza de actividad y empleo, es el menos malo de los escenarios: el desafío, en ese caso, está en lograr ampliar la demanda de trabajo para absorber a los “nuevos activos”. Pero muy distinto es el otro escenario, que se vio en muchos aglomerados del país: crecimiento de la desocupación con caída del empleo. Esto significa que hay personas que se quedaron sin trabajo y que tuvieron que volver a buscar uno, sin encontrar aún. Ya no se trata de contener a aquellos que quieren ingresar al mundo del trabajo, se trata en este caso de contener a los “nuevos”, al mismo tiempo que hay que reinsertar a los que se quedaron afuera.
Ese fue el panorama que se vio particularmente en el NEA. La región mostró considerables desmejoras: si bien la población activa creció, lo hizo de manera muy leve (apenas 0,1 punto porcentual en la comparación interanual). A su vez, el empleo cayó en 1,3 puntos y la desocupación saltó 3,5 puntos. Veamos esto en valores absolutos que nos van a permitir graficar mejor la problemática.
La población total en los cuatros aglomerados del NEA, para el segundo trimestre de 2024, fue de casi un millón y medio de personas y creció en 12 mil personas respecto a igual período del 2023. Por su parte, la población activa pasó de 645 mil a 653 mil personas: creció en 8 mil personas.
La población ocupada era de 618 mil personas en 2023 y cayó a 603 mil en 2024: hay 15 mil ocupados menos. Finalmente, la población desocupada pasó de 28 mil en 2023 a 51 mil en 2024: es decir, 23 mil nuevos desocupados.
¿Pero por qué hay 23 mil nuevos desocupados si la cantidad de personas ocupadas cayó en solo 15 mil personas? Esto se responde de manera sencilla: las 15 mil personas que perdieron su empleo pasaron a ser desocupados (es decir, tuvieron que ponerse a buscar un nuevo empleo) al mismo tiempo que los 8 mil nuevos activos que se volcaron al mercado a buscar empleo aún no lo consiguieron. La conclusión es contundente: el mercado de trabajo se achicó (por despidos) y se cerró (por falta de nueva oferta).
Ese fue el escenario que se vio en Posadas. Si bien dentro del NEA el Gran Resistencia fue el que más sufrió, el aglomerado misionero también mostró desmejoras. La tasa de empleo fue del 44,5% y si bien sigue siendo (y por lejos) la más alta de la región, se contrajo en 2,8 puntos y marcó su menor nivel desde el tercer trimestre del 2021. A su vez, la tasa de desocupación fue del 6,3%, la más alta desde el cuarto trimestre 2020, y creció 2,3 puntos. Si traducimos esto a valores absolutos, hay 9 mil ocupados menos y 5 mil desocupados más. ¿Y las 4 mil personas restantes? Pasaron a ser inactivos, ya que la tasa de actividad también mermó en 1,8 puntos.
Con eso en consideración, la situación de Posadas no es ajena al escenario global que se ve en el resto del país. Si bien hubo algunos aglomerados con mejoras en sus indicadores, la mayor porción tuvo desempeños similares y esto ratifica la postura de que el escenario económico nacional impactó de manera fuerte en el mercado de trabajo. Nada que no se anticipara a la publicación de los datos, pero ahora con información concreta que permite analizar más profundamente la situación.
Pero el análisis y la identificación de problemas no se agota allí. Existen otros indicadores que no suelen ser tan analizados pero que permiten ver un poco más allá las complejidades y de los desafíos en torno al mercado de trabajo. Uno de ellos es la tasa de ocupados demandantes de empleo, que se define como las personas que cuentan con una ocupación, pero buscan activamente otro empleo. ¿Por qué lo harían? Principalmente, por una cuestión de ingresos: buscan tener mejores salarios, incluso si tuviesen que trabajar más horas. En el NEA, la tasa de ocupados demandantes de empleo fue de 10,7% creciendo en 0,7 puntos contra igual período del 2023 (+6 mil ocupados que demandan otro empleo). En Posadas, esta tasa fue del 14,2% y una expansión mayor: +1,9 puntos, pasando de 23 mil a 26 mil personas en esta condición. Lógicamente, la situación generalizada de contracción de los salarios genera este escenario y pone presión sobre un mercado de trabajo que está vulnerable.
Otro indicador al que hay que prestar atención es de los subocupados, definidos como personas que tienen empleo pero trabajan menos de 35 horas semanales (es decir, menos que una jornada full-time) por razones involuntarias. La subocupación en Posadas es del 15,1% (vs. 8,4% del NEA) y creció en 3,5 puntos, afectando a 28 mil personas (seis mil más que un año atrás).
Así solo puede no indicar nada, ya que podría haber casos en que esta modalidad le resulte apropiada a una persona (pensemos por ejemplo un estudiante que trabaja y estudia part-time). Lo verdaderamente relevante de la subocupación está en el segmento que se denomina subocupados demandantes de empleo: estas son las personas que desearían trabajar más y se encuentran en búsqueda activa. Aquí encontramos casos de personas que trabajan a medio tiempo no por elección sino por imposibilidad de extender la jornada de trabajo y buscan cambiar ese estado, también motivado por una cuestión de ingresos principalmente. En Posadas, la subocupación demandante se ubicó en 11,6% creciendo 2,3 puntos contra el año pasado. Esto significa que hay personas que tienen empleo pero necesitan trabajar más horas para, sobre todo, poder tener mejores ingresos. Esta situación es muy típica de momentos de crisis de los ingresos, ya sea por recesión, por alta inflación o por una combinación de ambos. Un dato no menor al respecto es que la tasa de subocupados demandantes de empleo de Posadas es la cuarta más alta del país, solo detrás de La Rioja, Gran Mendoza y Gran Córdoba.
En resumen, la situación de Posadas se puede ver desde dos aristas: en primer lugar, hay que destacar que la capital de Misiones sigue siendo el aglomerado del NEA con el mercado de trabajo más consolidado, amplio y diversificado. Esto no es menor para los escenarios de crisis, porque genera un escudo de contención fundamental para sostener la economía y poder repuntar con mayor fuerza en épocas de recuperación.
En segundo lugar, aun con lo anteriormente dicho, Posadas sufre los efectos del escenario general: la caída del empleo y la suba de desocupación producidos por la recesión, y aumentos en la demanda de empleo a través de los ocupados y subocupados demandantes como efecto de la crisis inflacionaria.
Por otro parte, y para cerrar, las tasas del mercado de trabajo permiten entender mejor los datos sobre la incidencia de pobreza e indigencia que se conocerán el próximo 26 de septiembre, día que el INDEC difundirá los resultados para el primer semestre del año. El hecho de que el mercado de trabajo se haya achicado no es un dato menor y puede impactar directamente en las condiciones de pobreza de los hogares, sumado por supuesto a la caída real del poder de compra de los trabajadores. Esto es importante debido a que muchas veces, para hacer proyecciones de pobreza, se sigue solamente la evolución de ingresos, pero el tamaño del mercado de trabajo es determinante: si sobre un total de 10 hogares, en cinco sus ingresos crecen en términos reales pero en los otros cinco no hay más ingresos porque ya no tienen empleo, esto repercute directamente en niveles de pobreza.