Licurgo y un debate profundo sobre el sistema de salud

Escribe Juan Manuel Ibarguren – Magister en Administración de Sistemas de Salud – secretario de CAMEOF

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Escribe Juan Manuel Ibarguren* – En la antigua Esparta se le atribuye a un legislador llamado Licurgo la autoría de un conjunto de normas que establecieron reformas comunalistas y militaristas que transformaron la sociedad espartana en la segunda parte del siglo VII a. C. A este conjunto de normas se la denominó la Gran Retra o Constitución espartana.

Esparta por sus tendencias belicosas, no permitía miembros no válidos para sus fines.

Entre las culturas primitivas se abandonaba y dejaba morir a los niños deformes o discapacitados. Era normal el infanticidio cuando se observaban anormalidades en los recién nacidos. Si eran adultos si eran incapaces de sobrevivir con las exigencias sociales establecidas, se los apartaba del medio en el que vivían para precipitar su fin.

Por estos días, hemos sido testigos, en nuestro país, del abandono y la no consideración del impacto que tiene en pacientes con problemas de discapacidad la desatención de los mismos.

El conjunto de distorsiones que afectan el cuidado que debe procurarse a los discapacitados es la punta del iceberg, el punto más dramático del tremendo problema que tenemos con respecto al funcionamiento y financiamiento del sistema de salud en general.

Desde fuentes oficiales y obras sociales se expresa sin ningún prurito que los plazos siempre fueron extensos, demoras de entre 60 y 90 días, para ellos, es “normal” … Al parecer, de esta forma pretenden desdramatizar el tema y bajar el valor del reclamo. En realidad, está afirmación no es un atenuante sino un agravante.

Naturalizar semejante desfasaje y, a su vez, sumar la falta de actualización de los valores que se pagan por las prestaciones; con un ritmo inflacionario que supera el 7% mensual constituye, por lo menos, una afrenta a la inteligencia de cualquier ciudadano.

Sostener instituciones prestadoras de servicios de salud enfrentando dos problemas estructurales como la inflación y la arquitectura misma del sistema de salud, pone en riesgo la existencia de muchos prestadores de salud, de muchísimos puestos de trabajo y obviamente la calidad del sistema asistencial.

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Estabilizar la economía es la primera meta a cumplir. Pero también es necesario precisar porque Argentina tiene un problema estructural en su sistema de salud, para poder ensayar alguna solución.

El 14 de noviembre de 1944, bajo la presidencia de facto de Edelmiro J. Farrell cuyo vice era el General Perón, se estableció mediante el decreto 30.655 la creación de la Comisión de Servicio Social dando nacimiento, de esta manera, a las Obras Sociales.

En 1966 con Perón en el exilio, Carlos Timoteo Vandor secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica promovió dentro del peronismo una facción participacionista, denominada “vandorismo”, dispuesta a pactar con el gobierno de facto y llevar adelante su consigna de dejar de lado la conducción del fundador del Justicialismo

El 30 de junio de 1969, en lo que se denominó “Operativo Judas”, Vandor fue asesinado de cinco disparos en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica. En su escape, los criminales dejaron una bomba de trotil que al explotar destruyó parte del edificio.

Distintos analistas afirman, que sus sucesores acordaron la paz social con el general Juan Carlos Onganía a cambio de recibir la “caja” de las obras sociales. Mediante un decreto ley de 1970, se crearon los aportes obligatorios -actualmente, el 6% por los empleadores, el 3%, por los trabajadores y su administración por los gremios.

El gobierno militar estableció la Ley 18.610 Obligatoriedad de afiliación a la obra social de su rama de actividad.

El poder económico así adquirido facilitó claramente la reelección indefinida y la digitación de sucesores, con grave perjuicio de la democracia interna de estos sindicatos hegemónicos.

Volviendo a la antigüedad, las leyes de Licurgo pretendían una mejora racial a ultranza, así como la pertenencia total del individuo al Estado, obligaban a que todo aquel que al nacer presentase una deformidad física fuese eliminado recurriendo al despeñamiento por el monte Taigeto.

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Los nazis retomaron está idea y propusieron la eliminación de niños con enfermedades hereditarias o pacientes con problemas psiquiátricos con el programa llamado T4.

Las normas que dieron forma al sistema de salud en Argentina, se diferencian con las reformas realizadas en los sistemas de salud de países desarrollados (en especial de Europa y Canadá ́). Estos países privilegian el beneficio del consumidor, la libre elección y la búsqueda de mayor eficiencia; con el objeto de liberar recursos del presupuesto público para tener una mejor provisión de otros bienes sociales, o mejorar la calidad de la propia oferta de salud.

En Argentina, en cambio sólo, se beneficia al poder corporativo y no al paciente. Siendo el gasto en salud un agujero negro por donde desaparece una obscena cantidad de recursos.

Los intermediarios en el sistema son entidades con poco control tanto en el financiamiento de las prestaciones de salud que deben garantizar, como fundamentalmente, en la estructura redundante del propio financiamiento y control de los fondos que perciben de afiliados cautivos por ley.

Basta ver estos números del Estado, en pesos:

Salud                                      53.449.647.417

Educación y cultura                   106.292.378

Seguridad Social                 312.456.115.787

Asistencial social                    1.545.758.655

¿Dónde va este dinero? ¿Por qué consideran “normal” demoras de 90 días, que hoy día implica un deterioro de más del 21% en el valor del dinero? ¿312.456.115.787 pesos en seguridad social? ¿Seis veces más en seguridad social que en salud? Y los discapacitados ¿dónde entran?

Es esencial la convocatoria inmediata a un debate profundo sobre nuestro sistema de salud y como se sostiene el mismo, más allá de los acuerdos realizados en el pasado por la denominada paz social o las pautas que había dictado el Oráculo de Delfos al no tan recordado Licurgo.

*Juan Manuel Ibarguren – Magister en Administración de Sistemas de Salud – secretario de CAMEOF

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