Los pibes de Malvinas, que jamás olvidaré

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Se cumplen 41 años del arranque de la conflagración que interpela a todos los argentinos. La madrugada del 2 de abril de 1982, las tropas nacionales arribaron a las islas, de control británico, por lo menos, desde 1833, abriendo camino a uno de los momentos bisagras de nuestra historia. 

Fueron 649 soldados argentinos que perdieron la vida, otros 350 se la quitaron tras la guerra, con una formación precaria, equipamiento y armamento completamente rudimentario en comparación del ejército británico, quienes décadas atrás habían formado parte de las guerras mundiales. Pese a la gesta patriótica de los pibes conversos en soldados, el trajín y el desenlace de esta guerra parecía lógico. El 14 de junio de 1982, las tropas argentinas firmaron la rendición y comenzó un proceso que, lastimosamente, nunca sanó. 

¿Cuál fue el trasfondo de esta guerra? Primeramente, un gobierno de facto, militar, y que impartió el terrorismo de Estado, se encontraba tambaleante y sin un fuerte aval o respaldo, más allá de esa plaza de mayo llena de gente cuando el “infortunio” Gral. Galtieri esgrimió su reconocida frase “si quieren venir, que vengan”. En este sentido, apelar al nacionalismo para poder soportar los cimientos de un régimen que se caía a pedazos era una estrategia tan vieja como la guerra, que terminó dando el resultado contrario, acelerando el proceso de descomposición de la última dictadura cívico – militar. Por otro lado, este conflicto bélico fue uno más de los que formaron parte de la Guerra Fría, pero sin acción total de las potencias beligerantes en ese momento. Más allá de que Estados Unidos dio el “ok” y la Unión Soviética le brindó cierta ayuda a la Junta Militar argentina, no hubo un interés demasiado grande. Los soviéticos estaban lo suficientemente ocupados en su estrepitosa derrota en Afganistán y los estadounidenses reestructurando su sistema económico, entrando en el auge del monetarismo estatal o el neoliberalismo. Por ende, Argentina combatió sola contra una potencia militar, imperialista e invasora. 

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A sabiendas de lo que ocurrió en esta guerra, y de las explicaciones de las causas de la misma, no hay motivo alguno para renunciar a su soberanía. Malvinas representa una mayor extensión territorial continental que faculta a nuestro país a la exploración de la zona y la explotación de los recursos, como así también lo acerca, geográficamente hablando, a otro fragmento de la gran plataforma soberana que es la Antártida. Por otro lado, ¿hay algo más apátrida que renunciar a lo que le corresponde? No le corresponde a una sola persona, ni a un equipo de fútbol ni a un partido político, les corresponde a todos los argentinos. Más allá de la fatídica decisión y experiencia propuesta por Galtieri, las esquirlas de una soberanía flagelada deben fortalecer el sentir nacional, no alejarlos del mismo concepto. Justamente, gracias al fútbol y a una simpática canción que cantaron todos los argentinos y que la conoce prácticamente todo el mundo, es que volvió a viralizarse la causa por nuestras islas. Muchachos, que reza “En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré…” puso en los oídos del mundo a nuestra soberanía que no se negocia, sino que se construye a partir de la lucha. Esta canción hizo que se refuercen los lazos, inclusive con Bangladesh, país que también sufrió el imperialismo británico. “Muchachos” hizo que Gibraltar sea de la causa Malvinas, que los napolitanos vuelvan a ver en Argentina, la rebeldía de enfrentarse a los poderosos. Millones de niños les preguntaron a sus padres, tíos, abuelos, docentes: ¿quiénes son los pibes de Malvinas? Desde la propia inocencia, se genera la conciencia. ¿Justo ahora hay que abandonar la lucha? Por mucho menos, en el pasado, se han encausado banderas geopolíticas que duraron décadas. 

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Un tema que no es menor, y que incluso escapa a los engorrosos análisis geopolíticos, es la perspectiva del ex combatiente y de las familias de los caídos. Hoy, con la visibilización a cuestas de lo previamente nombrado, no hacer mella en la causa Malvinas es condenar al despojo a miles de personas, quienes según su percepción serán héroes o víctimas, pero que pusieron el pecho por todo un país contra las garras del imperialismo.

En paralelo, que inverosímil y cobarde es no tener patria, no desde el concepto conservador que busca reivindicar genocidas como medida más extrema, sino todo lo contrario. La construcción de que la patria está en el otro, lejos de un slogan progresista, es una verdad. No se trata de llevar la bandera a cuestas a todas partes, pero si, comprender que renunciar a debatir sobre Malvinas es tan grave como vender el sistema financiero de un país. ¿Qué se puede esperar de alguien que no lucha o se enoja por lo que le arrebataron? Solamente los miedosos y los que no tienen amor por el que está al lado, pueden renunciar a su soberanía. Un país que no reclama lo que le corresponde, difícilmente pueda llegar a magnificar el concepto de patria, mientras tanto, las potencias sacan tajada de esa incertidumbre. Hoy, la vía no es la guerra, la vía es la diplomacia, y con un gran apoyo de los integrantes de Naciones Unidas, el reclamo constante y la impopularidad de la gesta británica en su país y fuera del mismo, pueden cobrar sentido a favor de nuestros intereses nacionales. A fin de cuentas, por sobre todo análisis geopolítico, la reivindicación por la soberanía sigue siendo el final de donde partí. 

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