Nueva y creciente batalla entre armas nucleares y armas convencionales

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Escribe Thalif Deen / Inter Press Service – Las advertencias de las Naciones Unidas y de los activistas antinucleares son cada vez más apremiantes: el mundo está más cerca que nunca de una guerra nuclear, ya sea por determinación o por accidente.

Los conflictos actuales -y la intensa guerra verbal- entre Estados nucleares y no nucleares -Rusia contra Ucrania, Israel contra Palestina y Corea del Norte contra Corea del Sur- echan leña a un fuego que arde poco a poco.

Y según un informe publicado el 27 de septiembre en el diario estadounidense The New York Times, el presidente ruso Vladimir Putin ha declarado que planea reducir el umbral para el uso de armas nucleares por parte de su país.

Detalló en ese sentido que está preparado para utilizar sus armas en respuesta a cualquier ataque llevado a cabo por Ucrania con armas convencionales que suponga «una amenaza crítica para nuestra soberanía».

La nueva amenaza se produce después de que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, solicitara a Estados Unidos misiles de largo alcance, aviones de combate adicionales y aviones no tripulados durante su visita a Washington en septiembre.

Según la Oficina de Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado, Estados Unidos ha proporcionado a Kiev más de 61 300 millones de dólares en ayuda militar «desde que Rusia lanzó su premeditada, no provocada y brutal invasión a gran escala de Ucrania» el 24 de febrero de 2022.

Esa cifra se suma a los aproximadamente 64 100 millones de dólares en ayuda militar suministrada a Ucrania desde que sufriese en 2014 su primera invasión de Rusia, que en aquella ocasión se quedó con Crimea.

Desde agosto de 2021, Estados Unidos también ha utilizado la Autoridad Presidencial de Reducción de Emergencia en 53 ocasiones para proporcionar a Ucrania ayuda militar por un total aproximado de 31 200 millones de dólares procedentes de las reservas del Departamento de Defensa.

Todo un arsenal que ha desencadenado una amenaza nuclear por parte de Putin.

Melissa Parke, directora ejecutiva de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (Ican),  analizó para IPS si las amenazas nucleares que se ciernen sobre los conflictos en curso son reales o pura retórica.

«Actualmente nos enfrentamos al mayor riesgo de que pueda haber una guerra nuclear desde la Guerra Fría. Hay dos grandes conflictos que involucran a estados con armas nucleares en Ucrania y Medio Oriente, donde los políticos rusos e israelíes han hecho amenazas abiertas de usar armas nucleares», dijo.

Parke, ganadora del Premio Nobel de la Paz 2017, detalló que hay crecientes tensiones geopolíticas entre Estados con armamento nuclear que van más allá de la existente entre Rusia y Estados Unidos por el apoyo militar occidental a Ucrania.

Citó entre ellas a la existente entre Estados Unidos y China por los esfuerzos estadounidenses para construir una red de alianzas en el entorno de China, así como por el apoyo de Estados Unidos a Taiwán, «aunque afortunadamente no hemos oído amenazas nucleares abiertas ni de Washington ni de Beijing».

«Pero existe una peligrosa tendencia en los países occidentales, tanto entre los analistas como entre los políticos, a argumentar que Rusia va de farol porque todavía no ha utilizado armas nucleares», planteó Parke.

A su juicio, «la aterradora realidad es que no podemos saber con certeza si el presidente Putin -o cualquier dirigente de un Estado con armas nucleares- utilizará armas nucleares en algún momento».

La doctrina de la disuasión que siguen todas las potencias nucleares exige crear esa sensación de incertidumbre, que es una de las razones por las que es una teoría tan peligrosa. «No sabemos qué podría llevar a una situación a escalar fuera de control», dijo la especialista.

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«Lo que sí sabemos es lo que podría ocurrir si lo hace: las armas nucleares tienen consecuencias humanitarias inaceptables y, en caso de que se utilicen armas nucleares, ningún Estado tiene capacidad para ayudar a los supervivientes en las secuelas», afirmó Parke, que anteriormente trabajó para Naciones Unidas en Gaza, Kosovo, Nueva York y Líbano y fue ministra de Desarrollo Internacional de Australia.

El secretario general de la ONU, António Guterres, en su intervención en la reunión de alto nivel para conmemorar y promover el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, describió a estas como una «doble locura».

La primera locura es la existencia de armas que pueden acabar con poblaciones, comunidades y ciudades enteras en un solo ataque.

«Sabemos que cualquier uso de un arma nuclear desencadenaría una catástrofe humanitaria, una pesadilla que traspasaría fronteras y nos afectaría a todos. Estas armas no aportan ninguna seguridad o estabilidad real, solo un peligro inminente y amenazas constantes a nuestra propia existencia», detalló.

La segunda locura, señaló, es que, a pesar de los enormes y existenciales riesgos que estas armas suponen para la humanidad, «no estamos más cerca de eliminarlas que hace 10 años».

«De hecho, vamos en la dirección totalmente equivocada. Desde los peores días de la Guerra Fría, el espectro de las armas nucleares no había proyectado una sombra tan oscura», se lamentó.

Guterres advirtió que «el ruido de sables nuclear ha alcanzado un punto febril. Hemos oído incluso amenazas de utilizar un arma nuclear. Se teme una nueva carrera armamentística».

Mientras tanto, Rusia está respondiendo al cambio en la postura nuclear de Estados Unidos, así como a los miles de millones de dólares que el Occidente colectivo está bombeando en el esfuerzo de guerra de Ucrania mediante la redefinición de sus propias «líneas rojas» nucleares, según informaciones de medios internacional.

En la primera semana de octubre, en una reunión del Consejo de Seguridad de Rusia,  Putin anunció que «la agresión contra Rusia por parte de cualquier Estado no nuclear… apoyado por una potencia nuclear debe tratarse como un ataque conjunto».

Tariq Rauf, exjefe de Política de Verificación y Seguridad del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dijo a IPS que Rusia, en efecto, está reafirmando las condiciones que tradicionalmente ha establecido en sus garantías negativas de seguridad a los Estados partes en el Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) y del de Zonas Libres de Armas Nucleares (ZLAN).

Esto, señaló, es esencialmente similar a la de Estados Unidos, en el sentido de que Rusia no atacará ni amenazará con atacar con armas nucleares a un Estado no poseedor de armas nucleares que sea parte del TNP o de las ZLAN, a menos que ese Estado no poseedor de armas nucleares ataque a Rusia en colaboración con otro Estado poseedor de armas nucleares.

Rauf recordó que «estamos en una guerra por poderes en la que participan Francia, Reino Unido y Estados Unidos (tres Estados poseedores de armas nucleares) ayudando materialmente a Ucrania a atacar emplazamientos situados dentro de las fronteras territoriales internacionalmente reconocidas de Rusia».

Por ello, a su juicio, «no es de extrañar que Rusia haya advertido a Ucrania y a sus partidarios de la Otan (Organización del Tratado del Atlántico Norte) de que los disparos de largo alcance contra Rusia dirigidos contra sus bases militares estratégicas podrían desencadenar una respuesta nuclear por parte de Rusia».

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Por su parte, Parke, de Ican, dijo que los nueve Estados con armamento nuclear (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China, Rusia, Israel, India, Pakistán y Corea del Norte) están modernizando y, en algunos casos, ampliando sus arsenales.

El año pasado, precisó, una investigación de la Ican mostró que gastaron 91 400 millones de dólares con ese fin, y que Estados Unidos gastó más que todos los demás juntos.

Todos estos países siguen la doctrina de la disuasión, que constituye una amenaza para todo el mundo, dado que se basa en la disposición y voluntad de utilizar armas nucleares.

Esto significa que todos los estados con armas nucleares están amenazando tácitamente al resto de nosotros, dado que las investigaciones muestran que incluso una guerra nuclear regional en el sur de Asia provocaría una hambruna mundial que mataría a 2500 millones de personas.

La buena noticia es que la mayoría de los países rechazan las armas nucleares y apoyan el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW, en inglés).

El TPNW es el único punto luminoso en un mundo ensombrecido por los conflictos. Entró en vigor en 2021, lo que significa que ya es derecho internacional. Casi la mitad de los países han firmado, ratificado o se han adherido al tratado, y más países lo ratificarán.

«Confiamos en que más de la mitad de los países lo hayan firmado o ratificado en un futuro próximo. La presión y el aliento de la sociedad civil y los activistas de todo el mundo han sido fundamentales para que nazca el TPNW y para que cada vez más países se adhieran a él», dijo Parke.

Sobre el papel desempeñado por las Naciones Unidas en el desarme nuclear y si hay algo más que el organismo mundial pueda hacer, consideró que la ONU siempre ha desempeñado un papel clave en el desarme nuclear.

La primera reunión de la Asamblea General ya pidió la eliminación de las armas nucleares.

Desde entonces, ha sido el foro en el que los países han negociado los tratados multilaterales clave sobre armas nucleares, no solo el TPNW, sino también el TNP el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares.

Guterres sigue ejerciendo un firme liderazgo moral y político, utilizando su voz para dejar clara la naturaleza inaceptable de estas armas y la urgente necesidad de eliminarlas.

La Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas (Unoda) también desempeña un papel esencial, apoyando y facilitando a los Estados miembros de la ONU su adhesión a la TPNW.

«Es esencial que la ONU siga siendo una voz fuerte para la eliminación de las armas nucleares, apoyando a más países que respaldan el tratado para que se unan a él y también recordando a los Estados con armas nucleares y a sus aliados que apoyan el uso de armas nucleares la necesidad de cumplir con sus obligaciones y deshacerse de sus armas nucleares y de la infraestructura que las sustenta», subrayó Parke.

Thalif Deen jefe de la oficina de IPS en las Naciones Unidas y director regional para América del Norte, ha estado cubriendo la ONU desde finales de la década de 1970

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