¿Para qué sirve la OTAN?

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La gran alianza militar predilecta de Occidente, vuelve a estar en los ojos del mundo, al actualizar su lista de miembros, pero, ¿es útil?

Corría el año 1949, cuando los países más importantes del bloque capitalista, encabezado por Estados Unidos, decidían formar la tan mencionada alianza. En inglés NATO, en español, OTAN, dando el significado de Organización del Tratado del Atlántico Norte, y con una tarea específica: hacerle frente a la Unión Soviética. 

Claro, eran años de plena Guerra Fría, la amenaza del fascismo había sido eliminada con eficacia en esa alianza entre Estados Unidos y la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, pero una vez acabado eso, la enemistad ideológica permaneció. 

La segunda parte del siglo XX fue muy convulsionada en términos geopolíticos, donde tanto la OTAN como el Pacto de Varsovia (la OTAN soviética), jugaron un rol preponderante en las tensiones y distensiones de los momentos históricos. Casi se enfrentaron, de hecho: la crisis de los misiles cubanos en 1962 fue el momento más caliente, en donde las potencias casi “se fueron a las manos”.

Sin embargo, la URSS cayó en 1991, junto a todo el famoso bloque comunista, arrastrando al ostracismo al Pacto de Varsovia. La globalización se hacía paso y Estados Unidos se consolidaba como el único gran hegemón mundial. Hasta allí, la historia nos muestra un cierto raid, donde parece lógica la existencia de la OTAN… pero, ¿hoy en día sirve? El mundo cambió en demasía. Esa onerosa globalización parece estar tambaleando en un mundo cada vez más multipolar, donde los regionalismos llevan las banderas de los nuevos modelos político-económicos, con una estructura de economía de capital y con un rol del Estado determinado, con mayor o menor intervencionismo. Este nuevo panorama pone en cuestión a todos los instrumentos del “viejo mundo”.

Con el paso de los años, la OTAN perdió ese objetivo específico, en términos analíticos, aunque siguió siendo la mayor fuerza militar del mundo. Hoy en día, amplió sus miembros con el reciente ingreso de Suecia tras idas y vueltas con Turquía, y parece cobrar relevancia. La Alianza Atlántica se transformó en la cobija de los países temerosos ante Vladimir Putin.

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Desde el arranque de la invasión rusa sobre Ucrania, muchos países corrieron bajo el manto de la OTAN, buscando protección inmediata. Es justamente la alianza militar la que, indirectamente, le está marcando la cancha a Rusia. Lo que sucede en Europa es que están atravesando una crisis de identidad que los puede expulsar de la posición privilegiada de ser el centro del mundo. Durante la guerra en Ucrania, la crisis económica explotó a través del desabastecimiento de gas y energía, sumado a una galopante crisis migratoria, la cual tiene efectos inmediatos en la economía. Asimismo, ese no es el problema más grande. El mayor dolor de cabeza de la Unión Europea es que no tiene un líder férreo o lo suficientemente imponente como para dialogar o hacerle frente a Putin. 

La salida de Merkel del poder en Alemania fue el inicio de este proceso que decantó con el expansionismo ruso a flor de piel y el fantasma de una guerra que se puede expandir. 

Con todo este contexto, parece ser que revive el objetivo de la OTAN. Antes era la Unión Soviética y el comunismo, hoy es Rusia y Putin. La Alianza Atlántica es la única fuerza capaz de hacerle frente al gigante ruso, quien tiene el respaldo de China, Corea del Norte, Irán, India y unos cuantos paladines más. Estados Unidos es un viejo zorro cuando se habla de geopolítica. Sabe que un enfrentamiento directo con Rusia sería devastador para el mundo en sí, y con la fragilidad política por la cual está atravesando Washington, podría poner en riesgo la vital hegemonía que mantienen, a veces unilateral y a veces compartida, pero siempre está ahí. Más allá de eso, escudarse detrás de la OTAN es estratégico, no es un país, es una alianza de países, en donde la unión, literalmente, hace a la fuerza. Además de ser el motivo perfecto para realizar tareas de disuasión militar y que el revanchismo no caiga sobre una sola bandera. Ese punto tiene a favor la OTAN, entendiendo que las potencias orientales no gozan de una alianza tan dura como para poder hacer frente a las vicisitudes del mundo. Entonces, ¿la OTAN sirve? La respuesta es sí. Hoy en día, esta institución es la única que evita el derrumbe del poderío occidental frente al pulular crecimiento de potencias como Rusia o China. Es la única barrera que hoy sostiene el péndulo mundial y le brinda cierto equilibrio, al menos desde el punto de vista de mantener una paz armada global. Esto no quiere decir que la OTAN sea algo bueno. La visión de lo bueno o lo malo no sirve para analizar a las sociedades, son más bien los intereses. En esos intereses, está más que claro que China, por ejemplo, no es un bebé de pecho. Un país con evidentes intenciones imperiales y con un modelo autoritario, podría ser un combo de exportación letal para las naciones emergentes del cono sur, por ejemplo. Y del otro lado del ring, mantener en cercanía a la nefasta OTAN es permitir la presencia británica en Malvinas, por tomar un solo ejemplo. Esto significa, que desde la zona del mundo y bajo el contexto en el cual nos encontramos, el equilibrio de una paz armada es dentro de todo positivo, aunque el entreguismo pueda ser la espina que provoque la debacle en ese tema. Sin ánimos de pesimismo, pero con tantos frentes de conflicto de peso en el mundo (Ucrania, Gaza, Taiwán, Corea) hoy el mundo parece estar en vísperas de algo nuevo: un conflicto global o un nuevo orden. Esperemos que no aparezca ningún Franz Ferdinand que detone nuestro planeta.

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