¿Por qué turismo experiencial?

Escriben Juan Pedro Smorzeniuk y Nicolás Benitez Caballero. El viajero del siglo XXI ya no se mueve por factores materiales, sino por deseos, motivaciones y emociones que hacen que los destinos que elige se conviertan en auténticas marcas de estilo de vida. Sanchez Corrales (2017) señala que “un cambio que ha provocado que la economía del turismo apueste por productos innovadores cargados de vivencias y emociones y deconstruya el marketing más innovador de nuestros días”.
A su vez es, sin duda, el más informado y exigente que nos ha tocado vivir y el que más recursos tiene a su alrededor antes de tomar una decisión de compra. Y de la propuesta de valor que seamos capaces de construir dependerá la capacidad que tengamos para seducirlo.
Ya no es suficiente ofrecer tranquilidad, un entorno natural, una gran cantidad de recursos turísticos o la belleza del lugar. A todo eso, ahora hay que añadirle “experiencias”; es decir, un contacto más intenso y auténtico con sus habitantes, sustentabilidad, innovación, seguridad, autenticidad, sorpresa, historias, vivencias y, sobre todo, “emociones”.
Un destino va más allá de lo que vemos y visitamos cuando viajamos. Un destino es un conjunto de emociones, experiencias y sensaciones que nos hacen vivirlo y sentirlo de manera diferente. Al integrar aspectos como la cultura y las tradiciones de la gente del lugar, el turista se siente inmerso en su forma de vida, y sus sentimientos hacia el
destino serán positivos.
Más allá de las estadísticas, los casos de estudio y todos aquellos informes tangibles elaborados por los profesionales del sector, debemos dar un paso más y atrevernos a hablar de emociones, de vivencias intangibles que transforman la manera de viajar y hacen de cada destino un conjunto de experiencias propias.
Un destino está compuesto de recuerdos, momentos que quedan grabados en nuestra mente y que, pasado el tiempo, nos sacan una sonrisa cuando los recordamos y los transmitimos a nuestros seres queridos. Tener la oportunidad de experimentar un espacio turístico de manera inteligente y sostenible sólo se consigue a través de una oferta diferente, un tándem de emociones que no se podrían ofrecer en ningún otro lugar del mundo, porque el conjunto de factores que las integran es único e inigualable de ese destino.
El Turismo experiencial no sólo es la tendencia del futuro, también es la tendencia del presente. El sector ya ha comenzado un proceso de transformación hacía unos productos y servicios centrados en la creación de experiencias y en la interacción con el turista de forma más directa, humana y personalizada. Este turismo supone promover
vivencias satisfactorias, es decir, que sean memorables y únicas para ser dignas de ser recordadas y contadas.
Hoy en día, todos los destinos y empresas que pretendan mantenerse dentro del marco turístico tendrán que adaptarse a estos cambios y centrar sus estrategias en la consolidación de esta nueva mega-tendencia.
Pero ayer y hoy hay dos premisas que siguen siendo válidas: innovar y pensar en el cliente. O, dicho de otra forma, innovar pensando siempre en el cliente. Hay que recordar que, el turismo, ya no se trata solamente de “conocer lugares” hoy, la memoria, los recuerdos, el trasladarse a ese rincón del planeta que nos hizo felices es, claramente, sinónimo de un disfrute que será permanente e imborrable en la mente del potencial visitante.
El desafío es claro: seguir creciendo, seguir ofreciendo experiencias y sentidos únicos al conectarse con un destino que debe, año a año, innovar.
Lic. Juan Pedro Smorzeniuk
IG: @tripsmartviajes
Lic. Nicolás Benitez Caballero
IG: @nbencab
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