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Problemas verdes

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La crisis del dólar vuelve a poner a la Argentina contra las cuerdas. Un round que se repite en forma cíclica y en el que ineludiblemente, los perdedores son siempre los mismos. Nada que  no se haya visto antes. La novedad es que hoy no se trata de un rasgo de “argentinidad”. El mundo está en llamas. El problema es que no se ha aprendido demasiado de las lecciones previas. Para frenar la sangría, se vuelve a recurrir a los apósitos que apenas tapan la herida.

Una aspirina para calmar la fiebre. El super cepo, usado antes por Cristina Fernández, reeditado por Mauricio Macri, no es más que eso. Mientras los grandes especuladores siguen haciendo su negocio en las sombras, la solución inmediata es bloquear las compras caseras y encarecer los viajes al exterior. Algunos a Miami o a Europa. Otros a Camboriú o Florianópolis. Mismas recetas, aunque ya hayan dado muestras de que son apenas un placebo. En la gran Argentina desigual, para conseguir los dólares que no aparecen, paga el mismo precio la clase media que ahorra para irse diez días al sur de Brasil que el sojero que espera paciente una devaluación.

El contraste es el dólar turista, que, aunque muy bueno para el turismo receptivo que alimenta a Misiones, genera la insoportable sensación de que en otros lados siempre están mejor. Es, al mismo tiempo, validar el precio de un dólar que se impone en el el “mercado informal (ilegal) y que genera otras paradojas indisimulables: el turista que ingrese con sus dólares, podrá cambiarlos a unos 325 pesos, mientras que el sojero -que retiene varios miles de millones de dólares- se debe conformar con un cambio a 136,60 pesos, más retenciones. Las filas de camiones con soja en negro rumbo a Brasil o Paraguay, se vuelven una “necesidad”. Cobran dólares cash y sin recortes ni impuestos. Negocio redondo.

Mientras tanto, el presidente Alberto Fernández promete “poner el pecho” al “desafío de enfrentar la inflación; de enfrentar a los que especulan con el dólar; de enfrentar a los que guardan 20 mil millones de dólares en el campo y no los liquidan, esperando una mejor rentabilidad, cuando el país lo necesita”. No es una prueba de masculinidad y, ante la evidencia, las palabras se le vuelven en contra. Falta acción. O mejor aún, que no recaiga siempre sobre los mismos. 

Peor aún, los datos del propio Gobierno muestran que la liquidación del sector agroexportador es récord: USD 19.100 millones en el primer semestre, superando incluso en 15 por ciento al 2021, año que había sido récord absoluto. En todo caso, la soja es una parte, pero no todo el problema. 

Con un planeta convulsionado y con los países del primer mundo también lidiando con la inflación descontrolada, está claro que una misma receta no parece ser adecuada para resolver la crisis. Es más, Argentina está cumpliendo las metas del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y achicando su déficit, usado por la oposición como argumento para explicar la inflación interna. Los datos dados a conocer por el ministerio de Economía muestran que el déficit en el primer semestre fue de apenas el 1% del PBI.

Silvina Batakis todavía está a tiempo de pensar otras alternativas. Tiene respaldo político y Kristalina Georgieva parece estar dispuesta a ser comprensiva con la situación de Argentina. Pero las decisiones no se pueden demorar. La irresolución terminó por derrumbar la gestión de su antecesor hace, ya parece, un siglo. 

Tras una semana que supuso una prueba de fuego, Alberto Fernández organizó una reunión el viernes en la Casa Rosada con Batakis, y el titular del Banco Central, Miguel Pesce. Este fin de semana los tres funcionarios afinarán la letra chica de las medidas que posiblemente se anuncien en los próximos días.

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Alberto Fernández necesita sacarse de encima esa imagen irresoluta. Hay un dato llamativo, que revela la última encuesta de Clivajes: pese a la recuperación económica y la creación de puestos de trabajo, sólo 6,9 por ciento de los entrevistados considera que ahora está mejor económicamente. Con Macri, respondieron 15,7 por ciento. Durante el primer mandato de Cristina, eligió el 28 por ciento, mientras que esa percepción bajó al 22 por ciento en la segunda etapa que culminó en 2015. El 60 por ciento coincide en que la situación económica seguirá en declive en lo que resta del año. 

El 57 por ciento de los argentinos, según el trabajo de Clivaje, coincide en que para salir de la crisis es necesario un gran acuerdo político. 

Sin embargo, ese acuerdo parece hoy improbable. La oposición disfruta de un agotador juego de desgaste, como si no fuera parte del problema, y como si la victoria -pírrica- no implicara la derrota de todos los argentinos. 

La alianza Cambiemos llevó al país a un default de su deuda en pesos y a un préstamo impagable de 45 mil millones de dólares que hoy condiciona la política económica. Es admirable que hoy den lecciones con rostros de consternación y prometan ideas mágicas que no tuvieron cuando fueron gobierno. De todos modos, las chances de Cambiemos están intactas. Solo hay que mirar qué hace el poder Judicial enquistado en los tribunales federales con sede en Capital Federal: reuniones sin disimulo con Horacio Rodríguez Larreta, quizás el elegido para continuar el legado de Mauricio Macri. Muchos de los jueces y camaristas que sacan fallos exprés a favor del ex presidente, lo acompañaron en la etapa dorada como mandamás en Boca Juniors. 

Esa desconexión entre oficialismo, oposición y la realidad, tiene como consecuencia una enorme desconfianza. Un sondeo de Zurban & Córdoba señala que 71,4 por ciento desconfía de los partidos políticos y que el 73,6 por ciento cree que el debate político se ha vuelto más agresivo y genera incertidumbres. Mala señal para la época.
En ese escenario, no sorprende el ascenso del economista Javier Milei, al que la política prefiere ningunear, pero que gana adeptos cada día. Este viernes presentaron en Misiones -donde Milei tiene la mejor imagen del país- su esquema para participar en las elecciones de 2023, para el que necesitan sumar afiliados. Llamó la atención la presencia de jóvenes desencantados con el radicalismo y su sociedad en la alianza Cambiemos. Buscan en Milei una opción que incluya a más que a los apellidos históricos. La decepción con el radicalismo se hizo evidente en las últimas elecciones en la Universidad Nacional de Misiones, donde la Franja Morada, que históricamente ganaba, perdió terreno. 

Es que el radicalismo, dentro de Cambiemos, al igual que el Frente de Todos, no muestran una proyección para Misiones, sino atada a las directivas que lleguen desde Buenos Aires. Con Cambiemos a Misiones no le fue bien, con duras frustraciones como el ninguneo a la reglamentación de la ley Pymes y el desconocimiento de las asimetrías regionales, la presión para desregular la producción yerbatera, entre otras posiciones distantes. Con Alberto Fernández mucho no ha mejorado. La Zona Aduanera Especial primero fue vetada por el Presidente, después cayó junto al Presupuesto rechazado por Cambiemos. En el medio, la parsimonia demoró eternos meses en dar respuestas. Recién con la llegada de Daniel Scioli al ministerio de Desarrollo Productivo, se pudo conseguir una herramienta clave como el Ahora Canasta, que se convertirá en un ahorro significativo para las familias misioneras, con el reintegro del IVA en la compra de alimentos y otros insumos. Una familia tipo con los dos padres trabajando, podrá ahorrar hasta nueve mil pesos mensuales en alimentación. 

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La disociación de los partidos tradicionales con la actualidad de Misiones es llamativa. El diputado radical Ariel Pianesi preguntó a sus seguidores en redes que pensaban sobre la prohibición del glifosato en la producción misionera y reclamó que “se convoque” a todos los actores a discutir el proyecto. El tema está en discusión hace siete años y ya tiene dictamen y el radicalismo discutió el proyecto en las comisiones de la Cámara de Diputados. Parece que no le avisaron.

Pianesi también parece desconocer la larga lucha de Antonia Husulak, histórica dirigente de ese partido: “Cuando se conoce un problema pero no se quiere reconocer, la situación es grave”, dijo alguna vez Husulak, quien durante años acompañó a productores afectados por el uso del agroquímico e incluso asesoró en una demanda contra Monsanto.

El debate sobre la prohibición del glifosato es tan candente que encuentra posiciones encontradas y sin ambages en todo el arco productivo, que se expresa desde las instituciones. El Colegio de Ingenieros Forestales emitió un documento de respaldo a la prohibición, aunque propuso flexibilizar los plazos límite. No fue sencillo el debate interno, ya que muchos ingenieros trabajan en empresas forestales donde el uso del agroquímico es habitual para mejorar rendimientos y bajar costos. Pero la mayoría se inclinó por respaldar la prohibición, a tono con la idea de una provincia sustentable.

La pandemia obliga a repensar posiciones. La sustentabilidad dejó de ser una palabra abstracta. La agricultura que respete el ambiente, el verde del monte, las aguas cristalinas, son un activo valioso en un mundo cada vez más demandante de una vuelta a lo natural. 

Misiones ahí tiene mucho para dar. Por eso es rápida la recuperación del turismo. Misiones está hoy repleta de visitantes asombrados por la inmensidad natural, pero también de la extensión de la costanera capitalina, con sus bares colmados. Es una solución verde. 

El boom de los Saltos del Moconá no se frenó y hoy registra un 95 por ciento de ocupación hotelera, mientras que las Cataratas del Iguazú recuperaron el brillo de otros años, con plena ocupación. Este viernes se llegó a las 750 mil visitas, contra 766.336 del primer semestre de ese año. En lo que va de julio, ya ingresaron más de 130 mil turistas y se espera que en el segundo semestre la cifra trepe a más de 1,3 millones, un número generoso en el contexto, que incluso puede ser mayor si se mantiene el dólar turista, que puede atraer a visitantes de otros continentes, que todavía no son mayoría. Posadas, obligada a gestionar el turismo, se destaca por una intensa recuperación de los eventos corporativos y el año terminará con más de cien encuentros que dejan el triple de dinero que un turista tradicional. 

En paralelo al turismo, las otras actividades de la economía misionera pasan un muy buen momento a pesar del caótico momento argentino. Aún con problemas de importación, especialmente en la industria forestal, el sector de la madera está con pleno empleo, mientras que en la yerba mate, el precio sigue en alza. El té sigue aumentando su presencia en el mercado externo y el comercio vive un veranillo que elude a la inflación: paraguayos y brasileños compensan lo que deja de comprar el misionero. Hay proyecciones de un crecimiento económico inédito que desafía la crisis verde.

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