Querido Señor Homebanking
Los años 2016 y 2017 fueron muy generosos en materia de rendimiento financiero. Sobre todo, el que acaba de terminar. En tiempos de tipo de cambio amesetado, diversos instrumentos ofrecieron enormes utilidades para el argentino y la argentina de a pie.
La clase media con resto, tradicional acopiadora de dólares y persistente en su anhelo de ladrillos para protegerse de la inestabilidad macro, ahora aprendió las ventajas de la renta fija por encima de la inflación. Las personas anotaron en su Google Calendar las fechas importantes: los partidos de las eliminatorias, los estrenos de la serie, las licitaciones de las LEBACs. Otros clasemedieros, con apreciación geopolítica, compraron euros: Europa no estalló, la cosa comenzaba a encaminarse, la moneda común se iba a apreciar. Hicieron bien, y el procés catalán lo vieron tranquilos y de lejos, porque sus billetes de 100€ seguían firmes en el cajón con llave (el nuevo “colchón”). Viva Macron.
Las publicidades de la banca minorista reemplazaron los puntos, las cuotas y los descuentos característicos del “modelo anterior” basado en el consumo por el “atleta de las tres pe eme”. El personaje de estos años fue el titular de una caja de ahorro que sabía de qué iba un súperfondo de renta variable, y que entraba cada tanto al Homebanking para controlar sus tenencias. Para ese pueblo soberano de las tres pe eme los mejores bancos no son los más sólidos y prestigiosos, ni aquellos que tienen más sucursales o mejor atención interpersonal; los mejores son los del Homebanking más completo y amigable. Es decir, los que permiten más opciones -y uso sencillo- para invertir los pesos del colchón virtual. Ya lo dicen los estudios de mercado bancario: no pierda tiempo en otras cosas, ponga la energía y los recursos en mejorar la usabilidad del Homebanking. La melodía de Hamelin de los tiempos que corren.
Ese pueblo soberano de las tres pe eme (que en rigor, ahora tiene horario extendido, gracias a que le hicieron caso al estudio de mercado) hoy está preocupado. Para Reyes, le escribió una carta al Señor Homebanking -de existencia más tangible que Melchor, Gaspar y Baltasar, o al menos eso queremos creer- para pedir certidumbre. Los movimientos en el tipo de cambio de fin de año le inocularon la duda: ¿no habrá llegado la hora de salirse de esos instrumentos que, después de todo, tanto no conozco, para refugiarse en el viejo y conocido billete verde? Los argentinos tienen arbolitos, los contadores más rápidos del oeste y otras peculiaridades monetarias, pero a pesar de ello siguen siendo bastante neofitos en materia financiera. El enfriamiento de la relación con el Señor Homebanking puede ser casi tan riesgoso como el impacto inflacionario de la devaluación.
El pueblo soberano de las tres pe eme, intuitivamente cambiemita -así como antes fueron menemistas y kirchneristas los votantes cuota del consumismo, por cierto más numerosos- tiene como principal fundamento a la política. Puede constatar cómo sus tenencias se acrecientan, y como Cambiemos gana elecciones y sigue haciendo gestos de autoridad. Pero necesita más para sentir que el Señor Homebanking seguirá proveyendo. Lo que está faltando en las pestañas del Homebanking es el crédito. Hay algo más que el cero de antes, sí. Pero esa proliferación de pequeños créditos para seguir refinanciando da más inquietud que tranquilidad. ¿Cuándo van a llegar los créditos largos y grandes, a tasa baja, para comprar los bienes intertemporales? Esos créditos, más que el Homebanking, son los que producen electorados liberales a través de las generaciones. Como en Chile.
Sin ese crédito ni las grandes inversiones nacidas de la competitividad estructural, el pueblo soberano se mantiene allí, conformándose con otras esperanzas de corto. La política sigue funcionando y las iniciativas del Ejecutivo prosperan en el Congreso: el gobierno no se queda sin aire. Se vienen aumentos tarifarios y las empresas de servicios volverán a rendir. El Merval se sostiene sobre un conjunto pequeño pero sólido de empresas locales con valor y cierto margen para seguir creciendo. 2018 no pinta como el año anterior, pero ese pueblo soberano se acostumbró a esa dinámica confortable y está dispuesto a seguir creyendo. Se queda. Pero son argentinos y tienen memoria plástica de las corridas de antaño. Se quedan, Señor Homebanking, pero con el dedo en el gatillo del botón de salida. Deseo para este año que comienza, Señor Homebanking, muchas buenas razones para seguir creyendo en sus trineos y sus camellos por un (buen) tiempo más.
La clase media con resto, tradicional acopiadora de dólares y persistente en su anhelo de ladrillos para protegerse de la inestabilidad macro, ahora aprendió las ventajas de la renta fija por encima de la inflación. Las personas anotaron en su Google Calendar las fechas importantes: los partidos de las eliminatorias, los estrenos de la serie, las licitaciones de las LEBACs. Otros clasemedieros, con apreciación geopolítica, compraron euros: Europa no estalló, la cosa comenzaba a encaminarse, la moneda común se iba a apreciar. Hicieron bien, y el procés catalán lo vieron tranquilos y de lejos, porque sus billetes de 100€ seguían firmes en el cajón con llave (el nuevo “colchón”). Viva Macron.
Las publicidades de la banca minorista reemplazaron los puntos, las cuotas y los descuentos característicos del “modelo anterior” basado en el consumo por el “atleta de las tres pe eme”. El personaje de estos años fue el titular de una caja de ahorro que sabía de qué iba un súperfondo de renta variable, y que entraba cada tanto al Homebanking para controlar sus tenencias. Para ese pueblo soberano de las tres pe eme los mejores bancos no son los más sólidos y prestigiosos, ni aquellos que tienen más sucursales o mejor atención interpersonal; los mejores son los del Homebanking más completo y amigable. Es decir, los que permiten más opciones -y uso sencillo- para invertir los pesos del colchón virtual. Ya lo dicen los estudios de mercado bancario: no pierda tiempo en otras cosas, ponga la energía y los recursos en mejorar la usabilidad del Homebanking. La melodía de Hamelin de los tiempos que corren.
Ese pueblo soberano de las tres pe eme (que en rigor, ahora tiene horario extendido, gracias a que le hicieron caso al estudio de mercado) hoy está preocupado. Para Reyes, le escribió una carta al Señor Homebanking -de existencia más tangible que Melchor, Gaspar y Baltasar, o al menos eso queremos creer- para pedir certidumbre. Los movimientos en el tipo de cambio de fin de año le inocularon la duda: ¿no habrá llegado la hora de salirse de esos instrumentos que, después de todo, tanto no conozco, para refugiarse en el viejo y conocido billete verde? Los argentinos tienen arbolitos, los contadores más rápidos del oeste y otras peculiaridades monetarias, pero a pesar de ello siguen siendo bastante neofitos en materia financiera. El enfriamiento de la relación con el Señor Homebanking puede ser casi tan riesgoso como el impacto inflacionario de la devaluación.
El pueblo soberano de las tres pe eme, intuitivamente cambiemita -así como antes fueron menemistas y kirchneristas los votantes cuota del consumismo, por cierto más numerosos- tiene como principal fundamento a la política. Puede constatar cómo sus tenencias se acrecientan, y como Cambiemos gana elecciones y sigue haciendo gestos de autoridad. Pero necesita más para sentir que el Señor Homebanking seguirá proveyendo. Lo que está faltando en las pestañas del Homebanking es el crédito. Hay algo más que el cero de antes, sí. Pero esa proliferación de pequeños créditos para seguir refinanciando da más inquietud que tranquilidad. ¿Cuándo van a llegar los créditos largos y grandes, a tasa baja, para comprar los bienes intertemporales? Esos créditos, más que el Homebanking, son los que producen electorados liberales a través de las generaciones. Como en Chile.
Sin ese crédito ni las grandes inversiones nacidas de la competitividad estructural, el pueblo soberano se mantiene allí, conformándose con otras esperanzas de corto. La política sigue funcionando y las iniciativas del Ejecutivo prosperan en el Congreso: el gobierno no se queda sin aire. Se vienen aumentos tarifarios y las empresas de servicios volverán a rendir. El Merval se sostiene sobre un conjunto pequeño pero sólido de empresas locales con valor y cierto margen para seguir creciendo. 2018 no pinta como el año anterior, pero ese pueblo soberano se acostumbró a esa dinámica confortable y está dispuesto a seguir creyendo. Se queda. Pero son argentinos y tienen memoria plástica de las corridas de antaño. Se quedan, Señor Homebanking, pero con el dedo en el gatillo del botón de salida. Deseo para este año que comienza, Señor Homebanking, muchas buenas razones para seguir creyendo en sus trineos y sus camellos por un (buen) tiempo más.