Rafael Scherer: “No concebimos negocios agropecuarios que no tengan un agregado de valor”

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Hace más de 40 años, en el norte de Misiones, nace lo que hoy es una de las firmas más importantes de la industria forestal provincial. Se trata de Pindo SA, un emprendimiento familiar que inició como una empresa contratista forestal, que se encargaba de la plantación para terceros, hasta que inició a producir para sí misma.

Rafael Scherer, actual presidente del directorio de la empresa y especialista en genética, conduce junto a su hermano Andrés, Pindo SA y son quienes se encargaron de posicionar a la empresa como una de las exponentes en innovación, desarrollo y agregado de valor del mercado. “Cuando entro a la empresa, esta contaba con un secadero de yerba mate, plantaciones de yerba mate y plantaciones de pino”, expresó el empresario a Economis.

Según explicó Rafael, llegaron en lo que consideran “la época de oro” de la forestación, por lo que decidieron dedicarle especial atención al ala forestal de la empresa, con la implementación de cruzamientos genéticos y reestructuración del procesamiento industrial.

“La filosofía de la empresa es generar valor agregado con los productos de la tierra, no quedarnos solamente en la producción primaria, sino ir agregándole escalones al valor de lo que se produce en la tierra, por lo que se empezó a plantar pensando en una industria”, advirtió.

El aserradero inició con un “carro”, como se lo conoce popularmente en la industria. Este carro es un sistema de corte de madera que sirve para rollos muy gruesos, pero no así para los rollos intermedios y finos, por lo que no tiene productividad.

Sin embargo, cuando empezaron a plantar más en los 90´, desde la empresa advirtieron que iban a tener mucha madera fina, en determinados momentos. Es por esto que, a mediados del 2.011 instalan una línea corte para rollos finos, traído de Finlandia. Se trató de la inversión más grande que hicieron hasta ese momento, que fue una línea de “Hew- Saw”, que corta madera fina.

En consonancia con el mejoramiento industrial, del sector forestal, para mediados del 2.015, Pindo SA se incorpora al programa Renovar 1, una propuesta que surge en el gobierno de Cristina Kirchner y se continuó durante el mandato de Macri en la presidencia, siendo una de las pocas políticas energéticas que sobrevivió a cambios de gobiernos.

La planta de energía surge ante un excedente de biomasa que se convirtió en un problema para la empresa y que decidieron convertirlo en energía para la planta. Sin embargo, la potencia generada fue tan alta (superando los 4 megavatios), que no llegaron a ocupar ni el 50% de la energía generada.

Es así que se convierten en la primera empresa del país en inscribirse al programa e inyectar la suficiente energía a la red, como para alimentar a todo el pueblo de Puerto Esperanza, que es donde reside su industria y parte de sus cultivos. “Fue una de las pocas veces que firmamos un convenio con el Estado y tenemos un contrato por 25 años, de los cuales recién pasamos por poco más de cinco, tenemos para rato”, detalló Andrés Scherer.

Luego de varios años de trabajo, en industria y forestación, con procesos que duran lustros, se les fue terminando la madera fina, los pinos continuaron creciendo y se quedaron con madera gruesa, muy gruesa y mediana, por lo que tuvieron que avanzar en la instalación de una tercera línea de aserrado.

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Es así que, durante el 2.020 empezaron la adquisición de maquinaria para el nuevo sector de la planta. Para esto trabajaron con empresas brasileras que se encargaron de abastecerlos con la maquinaria necesaria, una tarea que no fue sencilla, debido al contexto epidemiológico del momento.

“Fue muy complicado, porque había que reunirse con la gente de Brasil y no podíamos cruzar, pero como teníamos que definir algunas, fuimos a Dionisio Cerqueira a hablar de lado a lado. Son increíble las cosas que hicimos para ponernos de acuerdo cómo iba a ser la línea”, recuerda Rafael.

Sin embargo, a pesar de las dificultades pudieron acceder al equipamiento que entrará en funcionamiento en los próximos meses. Se trata de una línea de aserrado con tecnología de punta, con scanners, cámaras y sensores optimizados. “Es tecnología 4.0, dentro de lo que son aserrados con cinta, a diferencia de otras industrias que trabajan con sierras circulares que, si bien le permiten tener mayor velocidad, les da menos flexibilidad”.

Hoy por hoy la empresa cuenta con casi 400 colaboradores directos y otros 250 colaboradores más de manera indirecta, siendo un total de 650 personas en total hoy dependen de la empresa.

En este momento producen entre 20 y 22 mil toneladas al mes de madera en los campos. De eso, el 80% va a la industria, el resto va para pasta celulosa. La madera va como como rollo al aserradero donde se procesa y se hacen tablas y tirantes y listones en caso que hubiera y de ahí, algunos de los productos son tablas, tirantería, machimbre, tableros, moldura pintada, entre otros usos.

Aproximadamente el 50% de lo que entra a la industria se pierde en volumen entre chip, corteza y aserrín. Del chip, el 80% aproximadamente va directamente a la celulosa y el restante se quema en la planta de energía junto con el resto.

La empresa tiene una unidad de negocio que es la administración y manejo de campos propios y de terceros. Actualmente la empresa está con prácticamente 11.000 hectáreas implantadas entre yerba y forestación, entre propios propios y de terceros y una reserva muy grande de bosque nativo, que lleva el patrimonio administrado por la empresa a unas 20.000 hectáreas.

Innovaciones genéticas

Con el objetivo de optimizar la forestación de la región, en un trabajo conjunto con el INTA, desde Pindo SA, empezaron a trabajar en la generación de lo que denominan Pino Híbrido F1. Se trata de un cruzamiento entre las especies Elliotis y la Hondurencis, dos especímenes primos pero que aportan, cada uno, material genético con características superiores y con una gran adaptabilidad al terreno misionero.

Se trata un cruzamiento que lo originaron en Australia y que, desde desde la empresa, empezaron a importar en semilla por los años 80´. Una década después, con la llega de Rafael, empezaron a trabajar en el cruzamiento desde Misiones, para evitar comprar la semilla y generar el material de manera local, siendo pioneros en la región en realizar esta práctica.

Este producto aún no tiene destino de importación, aunque países vecinos como Paraguay y Brasil, se mostraron interesados en adquirir los híbridos, siendo el país carioca el más interesado, debido a que cuenta con una industria forestal más instalada en su mercado. No obstante, las legislaciones del país le impiden importar, por el momento, este tipo de productos.

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El vivero

Entre las diferentes unidades productivas, se encuentra el vivero donde inicialmente cultivaban, en su totalidad, yerba mate. Lograron tener uno de los cultivos de vivero más grandes del mundo con más de 4 millones de plantas.

Con un total de tres hectáreas y media, decidieron mermar la producción yerbatera y agregar otros productos que le sean rentables. “No lo queremos ampliar mucho, no queremos crecer mucho más y sabemos que, en este ritmo nos manejamos, preferimos hacer más calidad y menos cantidad y quedarnos ahí”, advirtió Rafael.

Es por esto que, al tener esa parte en el vivero, que ya contaba con el sistema de riego, entre otros componentes, decidieron apostar a la producción de maracuyá como alternativa de negocios.

El maracuyá tiene destino verdulerías, hotelería, consumo directo y producción de pulpas. En un trabajo conjunto, también con el INTA, lograron replicar algunas cosas de la planta modelo que que tienen en Cerro Azul, para su producción local. Hicimos un poco las cosas de la planta modelo de Cerro Azul, hicimos una plantita de pulpa acá, así que tenemos una despulpadora y una congeladora de pulpa”, señaló Rafael quien adelantó que, hoy hacen maracuyá, pero el día de mañana, pueden comprar algunas otras especies de fruta.

“Las empresas forestales tienen el mote de ser muy cerradas a la sociedad y nosotros apuntamos a, de esta manera, compartir más con la sociedad, con los colonos, a ver, a motivarlos a cultivar una hectárea de maracuyá para comprarlo y tener otra relación con el medio porque también los diversificas” reflexionó el empresario.

Según explicó, el maracuyá es un producto que no es muy riesgoso porque no es muy difícil de producir, siendo los únicos inconvenientes las heladas, los calores fuertes o algunos insectos que puedan atacar a la planta

La producción tiene un costo mínimo, siendo lo más caro las espalderas y la mano de obra para polinizar, ya que todo eso se hace a mano. Si bien hay una especie de abejorro negro, llamado mamangá que hace el trabajo de polinización de manera naturalmente en la zona, no hay suficientes, por lo que, para producir intensivamente, se debe hacer a mano.

Pero para los colonos es una buena alternativa, porque el margen bruto de una hectárea de maracuyá es alto, comparando con todos los cultivos que se realizan en la región. “Si tenés la venta de pulpa no hay tanto riesgo, porque entonces digamos el problema es que todos quieran producir maracuyá en el mismo momento y quieran que venderle todo a los hoteles a los restaurantes o mandar a Buenos Aires”.

La filosofía de Rafael Scherar, así como el de la empresa, viste, que es darle valor a todo lo que se produce, para generar productos de calidad, sin escatimar en los costos económicos. “Yo no concibo ya, prácticamente, negocios agropecuarios que no tengan la segunda etapa de la cadena, porque te morís”, finalizó.

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