Roberto Montechiesi, el escritor de la yerba

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por Esteban “El Colorado” López. Roberto Montechiesi es ingeniero agrónomo, nacido en San Fernando, provincia de Buenos Aires, a tres cuadras de la cancha de Tigre, pero reside en Posadas, Misiones, desde 1990.

Tiene 4 hijos y su actual esposa es misionera. Dibuja, es poeta y toca el piano. Su primer trabajo como agrónomo fue en 1978 en el Delta del Paraná para Celulosa Argentina, hasta que un día lo trasladaron a Eldorado, Misiones. Luego, pasó a gerenciar una empresa que producía resina de pino para lacas, barnices, gomas de mascar y demás. Pero durante el gobierno de Menem la Argentina comenzó a importar resinas de China y de México, lo que provocó el cierra de la empresa. Quedaron sin trabajo ,dejándolo sin trabajo él y otros 1100 empleados.

Al poco tiempo un amigo, propietario del Diario Territorio, le dio la oportunidad de producir el Suplemento Agro. Gracias a trabajar en este medio se relacionó con los productores de yerba mate y un día éstos lo invitaron a gerenciar la Cámara de Molineros de Yerba Mate, integrada por unas 25 a 30 empresas. Allí trabajó durante 21 años, viajando mucho para promocionar la yerba en todo el país y el mundo. 

Montechiesi escribió cinco libros sobre la yerba mate, con información técnica, cultural, poética, un vocabulario de palabras del ámbito del cultivo y del oficio yerbero, hasta una oración al mate, tal que ninguno tiene desperdicio. A su último libro lo ilustró con dibujos propios. Les mencionamos los títulos: “Había una vez un nobilísimo cultivo, La Yerba Mate”, “Yerba mate, cambios en la producción, no en la actividad”, “Apuntes agrarios desde Misiones para la Argentina del Bicentenario”, “Cámara de Molineros de Yerba Mate en la Zona Productora: 1950-2010” y “Yerba Mate de ayer, de hoy y de siempre”; “El cultivo desalambrado”, con el que ganó el Primer Premio en la Fiesta de la Yerba Mate, en Apóstoles.

Hace dos años que se jubiló y conoció a su actual esposa, que es una emprendedora gastronómica, con pasión innovadora por los saberes y productos de su tierra colorada. Roberto se entretiene ayudándola y en su tiempo libre tocando el piano con sus nietos, pero sigue colaborando con los yerbateros.

Roberto comenzó contándome una primera curiosidad: que a principios del siglo 20 la Argentina recibió una oleada de sirios y libaneses que se fueron acriollando y adoptando el sano hábito de tomar mate. Algunos se volvieron a su tierra y otros iban a visitar a sus parientes, a tal punto de que fueron haciendo probar a los vernáculos de su madre patria, se fue haciendo parte de su cultura como pasó en nosotros y hoy son grandes consumidores de mate, en permanente crecimiento, debido a la buena fama de los beneficios de esta planta, sagrada para los guaraníes. 

Pero hace notar este sabihondo ingeniero de la yerba mate que allá no comparten la bombilla, de modo que cada uno toma en y con su propio mate. Y como son muy cafeteros, compran los paquetes de yerba, de similar tamaño: de ¼ kilo. Además, destaca que como allá tienen una gran cultura de y por las hierbas aromáticas, antes que saborear el mate, olfatean la yerba seca y luego también ya humedecida.

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Primero la empresa de la Yerba Cruz de Malta exportaba a esos países. Luego, se sumó La Cachuera, de la Yerba Amanda. Y hace unos años un empresario sirio, y más tarde otro más, compraron campos en Misiones, en la zona de Andresito, y la envían en forma “canchada” (molida gruesa, en bolsas de 50 kilos); luego la elaboran y envasan en su país, Siria. Pero éstos no cubren toda la demanda de Siria, de modo que aún las empresas argentinas siguen exportando, porque este país de Oriente Medio se ha convertido en nuestro principal comprador junto a Líbano, que es más pequeño. 

Roberto quiso hablarme también acerca del soluble de la yerba mate o “mate soluble”, que para producir un kilo de éste se necesitan 10 kilos de hojas de la yerba. Porque resulta que un día escuchó el dato de que 500.000 niños de la región Litoral de Chaco, Corrientes y Misiones eran muy pobres y almorzaban en la escuela. Y como tenía conocimiento de que el 85 % de los productores de la yerba mate de Misiones son pequeños que producen en unas 10 hectáreas y no superan los 5000 kilos, comenzó a luchar por un proyecto que consistía en que fueran éstos los que elaboraran soluble de yerba mate para que los chicos bebieran en las escuelas, sobre todo, disuelto en la taza de leche. Pretendía continuar con el espíritu de su gran maestro el ecologista y naturista, Alberto Roth, que defendió siempre a los pequeños productores. 

Es que este “oro verde” aporta minerales, vitaminas, antioxidantes, es exfoliante y posee bajo contenido de cafeína, atributos que hoy deslumbran a los chinos. Luchó durante unos diez años, incluso para que pudiera instalarse una bebida fría de yerba mate, que se logra con apenas 1,5 gramos de soluble de yerba mate y pudiera presentarse como una alternativa a las bebidas gaseosas que no aportan ningún beneficio a la alimentación, sobre todo de los niños y jóvenes.

La Universidad Nacional de Misiones, ha hecho un esfuerzo enorme para que se llegara a producir el mate soluble, pero aún falta mucho, dice, con pena. Sostiene que si se quiere ayudar al pequeño productor se puede derivar su hoja hacia productos con el mayor agregado de valor, como son el mate soluble, el “ice mate”, el extracto de yerba mate, grageas para dietas alimentarias, etc., con los que se puede ganar nuevos mercados. Y alerta de que si no, nuestro vecino Brasil seguirá ganándonos mercados, como el de Uruguay. Hace 40 años, dice, Brasil ya producía mate saborizado de abacaxi, maca, lemon, laranja, melancía y más. 

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Ya se elabora una bebida fría a base de soluble de mate, en Alemania, provisto desde Brasil, y otra en Austria, provisto el soluble, desde Misiones, Argentina. Pero no logró que se concretara su proyecto social en las escuelas y esa debe ser una de sus mayores penas. Es curioso, dice, que Estados Unidos tenga su Ice Tea, a base de te soluble, cuando no produce te, mientras que Argentina y Brasil, que lo producimos y exportamos, no poseemos nuestra propia bebida de te soluble. Roberto me acotó otra curiosidad: que la empresa Las Marías envía a Francia una esencia de yerba mate que allá se destina a la perfumería. 

Antes –continúa Montechiesi- se podía diferenciar el sabor de la Yerba Mate por el territorio donde se producía. Por ejemplo, la cultivada en la zona fértil de monte y selva, abundante en humus, resultaba de un sabor más intenso y profundo. En cambio, la producida en los campos, con suelos más pedregosos, resultaba más suave. Pero ahora, con el avance de la ciencia y de la tecnología, que se le aporta al suelo lo que pueda necesitar de él cada cultivo, se ha desdibujado esa clasificación. Otra curiosidad es que hay molinos yerbateros correntinos con plantaciones misioneras, y viceversa. La yerba mate Playadito estaba en el séptimo u octavo lugar en ventas y hoy ha llegado a ocupar el segundo lugar después de Taragüí, pero además algunos resaltan que ha pasado a ocupar el podio que ostentaba la yerba Rosamonte, que era consumida por el sector ABC1. Nobleza Gaucha está tercera en ventas. 

Señala Roberto que la producción de soja es pareja o similar en cuanto a toneladas, en todos lados, en cambio la producción de yerba es totalmente disímil, hay plantaciones muy antiguas de los abuelos, con 1500 a 4000 kilos de producción de hoja verde y otras de 20.000 kilos de hoja por hectárea, y no se debería poner un precio único.

Además, a Roberto Montechiesi le preocupa que la yerba mate no pierda su esencia de ser la bebida más popular, al alcance de todos los argentinos. Porque en el año 2015 costaba unos 40 pesos el kilo (en 2002 costaba 2 pesos) y en 2021 está llegando a los 500 pesos. Pero el precio es relativo, porque el problema de fondo está en la caída del salario. La yerba aumenta su precio, no sólo por la inflación, sino para que sea más justo en toda su cadena de producción y comercialización. Está por verse si la distribución beneficiará a todos los actores de la cadena, en forma proporcional, si se equilibrará la balanza entre los pequeños y los grandes productores o si se agrandará la brecha.

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